Para educar a los niños no es necesario el castigo físico
La aplicación del castigo físico no tiene el mismo efecto que imponer límites a los niños. Las normas y las reglas pueden ser aprendidas de otras formas. Las normas son una parte necesaria del proceso educativo. A través de ellas se regulan las conductas y comportamientos, durante la infancia, como forma de facilitar el proceso de incorporación del niño al mundo de los adultos.
Uno de los objetivos de las normas es la de permitir que los niños y niñas las hagan suyas mediante un proceso crítico. En este sentido el castigo físico se muestra una vez más ineficaz. Al no permitir el razonamiento, al estar reñido con el diálogo, al sustentarse en la diferencia de fuerzas entre adulto y niño, el castigo físico no enseña a ser independiente y autónomo.
El castigo físico a los niños
El castigo físico obliga a una obediencia ciega, obliga a la sumisión y obliga a la dependencia. Enseñar normas no implica en aplicar castigo físico. La instrucción y el diálogo han de ser norma en las relaciones familiares. Marcan las diferencias respecto a la disciplina autoritaria. Aquí podrás saber el por qué:
Las normas se basan en razonamientos entre padres e hijos.
La aplicación de las normas debe ser razonadas por los padres de la forma más comprensible para los niños.
Las actuaciones han de ser educativas.
Las razones argumentadas han de ser por el bien común de los niños y adultos.
Padres e hijos estarán dispuestos a cambiar y adaptar las normas si lo consideran oportuno.
En la toma de decisiones, se debe respetar y tener en cuenta la opinión de los niños
Las decisiones deben tener una mínima estabilidad para facilitar la convivencia familiar.
Los padres deben tomar la última decisión, cumpliendo su función protectora y educadora.
Se debe fomentar, tanto en padres como en los hijos, la capacidad de anticipar las consecuencias de sus actos, y de responder a las responsabilidades de sus actos.
Las normas en la educación de los hijos
Las normas son importantes, pero el contexto y las situaciones en las que el aprendizaje ocurre merece un destaque. Es necesario:
Conocer a los hijos, estar con ellos valorarlos sin idealizarlos.
Cultivar y demostrar cariño, siempre.
Compartir su tiempo con los hijos.
El ejemplo de los padres es muy importante en el proceso de aprendizaje de los niños.
Fomentar la participación activa de los hijos en la familia.
Establecer límites claros, coherentes y consistentes, junto con el niño o niña, en función de su capacidad y responsabilidad.
Será necesaria menor aplicación de límites cuando se proporciona un medio físico seguro para el niño 8- Proporcionar un ambiente rico en posibilidades de todo tipo.
Qué es educar a los hijos
Es un proceso que tiene como meta formar a la persona, enseñarle a vivir y a convivir, y se basa en adquirir conocimientos, desarrollar valores, participar activamente en la comunidad, adquirir criterios, decisiones y comportamientos propios, y a expresar y reconocer emociones. La educación es una de las principales tareas que tiene toda sociedad.
Los padres deben ser modelos de referencia, las primeras y principales figuras educativas, aunque no sean las únicas. Debe haber la participación de otros familiares, de la escuela, de los medios de comunicación etc. Para eso, es necesario compartir el tiempo con los hijos, respetar su identidad, favorecer su integración, ser coherente en el ejemplo, y posibilitar experiencias a los niños.
Una persona empieza a practicar Mindfulness o algún otro tipo de meditación. Quizá le ha animado alguna amistad o su pareja, o tal vez siente su mente bombardeada por pensamientos y emociones negativas y desea sentir alivio de esa tortura mental o, incluso, se lo ha recomendado su terapeuta. No sabe muy bien cómo empezar, nunca ha hecho nada similar, así que sigue las instrucciones o busca un vídeo en You-Tube y se las apaña como puede. Tampoco sabe muy bien qué esperar; le dicen que le va a sentar bien, que llevará un tiempo, pero no tiene una idea muy clara de qué puede pasar. Empieza a practicar todos los días siguiendo las instrucciones que le dan o que ha leído.
Al cabo de unos días o de unas semanas, empieza a notar más calma interior, al comienzo sólo por momentos, pero lo nota. Nota su mente más serena. La ‘radio mental’ que está siempre encendida y siempre hablando, tiene momentos en que se apaga —aunque sólo sea durante segundos— por sí sola. La persona disfruta más de la familia, del trabajo, de la naturaleza. Duerme mejor, está más tranquila y positiva. ¡Esto funciona!
Y entonces llegan unas vacaciones, un viaje, o unos días muy ajetreados. “Por un día que no haga el Mindfulness no pasa nada” y lo deja. Y, efectivamente, no pasa nada. Su mente sigue serena y positiva. Así que, poco a poco, continúa sin practicar. De vez en cuando vuelve un poco, más que nada ‘por si acaso’, por no atreverse a dejarlo del todo. Quizá una vez a la semana o cada diez días, practica Mindfulness, pero como ahora ‘no tiene tiempo’, escoge un ejercicio más corto, uno de diez o cinco minutos… ‘seguro que con esto basta’, piensa.
Pero no basta. La actividad mental vuelve poco a poco. La persona todavía no había desarrollado suficiente autoconsciencia para percibir lo que está ocurriendo, así que se deja llevar. Aumenta la actividad mental, la radio mental ya no tiene momentos de silencio. La actividad de la mente es cada vez más intensa y rápida… y cada vez más negativa. Como las nubes que se juntan en el cielo, cuando son pocas, son blancas y algodonosas, como en un cielo de verano… pero cuando se empiezan a juntar, como en las bajas presiones, cada vez son más oscuras y negras… hasta que termina lloviendo. Y, cuando ‘llueve’, es decir, cuando retornan los síntomas de ansiedad o depresión, los pensamientos negros y negativos, la irritabilidad, la molestia, la desgana, la apatía, el malestar, como la persona sigue haciendo Mindfulness ‘de vez en cuando’ piensa: “Esto no está funcionando”.
Entonces quizá hable con alguien, su terapeuta, su guía de meditación o una amistad con más experiencia y le transmite su queja “vuelvo a estar mal, esto no funciona”. La otra persona escucha y le dice que no está dedicándose suficiente, que tiene que volver a practicar como al principio, a diario, y con sesiones más largas… digamos 20-30 minutos. Así que la persona vuelve a ‘hacerlo en condiciones’, con la esperanza de volver a conseguir los mismos resultados que consiguió la primera vez.
Pero ahora hay algo que ha cambiado de forma fundamental. Ya no tiene lo que en el mundo de la meditación Zen se llama “mente de principiante”, es decir, una mente sin expectativas, abierta a todas las posibilidades, una mente que explora con entusiasmo. Ahora, por el contrario, esa mente tiene expectativas, tiene una película del pasado que proyecta al futuro y dice “quiero eso, otra vez”. Así que vuelve a la carga con el Mindfulness, y se pone a practicar, quizá con una meditación guiada. La voz le dice “centra tu conciencia en la respiración, en las sensaciones tactiles de la respiración”… y la mente de la persona que escucha dice: «eso hago, venga, la respiración, sí… tengo los músculos tensos… venga, los relajo… venga, esa respiración… creo que no estoy respirando bien… no sé, hay algo que no funciona… venga tranquilízate… vamos cálmate… No lo estoy haciendo bien… Siento angustia… No se me quita… 😱😰 ¡Ay, qué horror! ¡No se me va a quitar!…» Y, así, en un diálogo sin fin, en una película de un futuro de terror, que se proyecta en la mente en sesión continua. Es un poco como el chiste: “venga ‘paz interior’, ven ya, ven a mí, pero ven ‘ya’, que no tengo todo el día”.
Y, claro, no funciona. Y no puede funcionar porque Mindfulness es conciencia plena, de lo que sea que haya en el Ahora, con plena aceptación, sin juicios ni críticas. Y Ahora hay malestar emocional; pero la persona no lo acepta, lo rechaza; la persona no lo observa, lo critica. La conciencia de la persona no permanece en el Ahora, proyecta una película de futuro, de un futuro sereno y quiere que ese ‘futuro’ [que es algo que no existe, salvo en su mente], llegue ‘ya’. Y, entonces, es claro que la conciencia no está en el Ahora, y al no estar en el Ahora, la meditación, el Mindfulness no puede funcionar porque en realidad no ha habido Mindfulness, no ha habido Conciencia, no ha estado presente.
Es como tener sexo y estar pensando: «venga, orgasmo, ven… no tardes… ¿cómo lo conseguiré esta vez? ¿cómo será? ¿largo? ¿corto? ¿intenso? ¿débil?… porque la última vez no me gustó demasiado… quiero que se repita el de esa otra vez, ese día que volvíamos del paseo… venga… ven ya… ¡jod…😒😟😠😡😩😤! que no lo estás haciendo bien»… Y lógicamente así, el orgasmo no llega. Si eres mujer no llega y, si eres hombre, muy probablemente, tendrás una eyaculación precoz. Y lo único que tenías que hacer, tanto en la meditación, como en el sexo, como en todo, es permanecer en el Ahora, plenamente consciente, plenamente atento o atenta.
Y la persona, frustrada, cansada, irritada, se pregunta “¿Por qué no me funciona el Mindfulness?”, o directamente afirma “el Mindfulness, la meditación, no me está funcionando esta vez”. No hay en la pregunta —y menos aún en la afirmación— un auténtico espíritu indagador o científico. No se está preguntando “¿Qué estoy haciendo diferente ahora que puede ser la causa de que esto no funcione?”, si no que pone la causa del problema, en lugar de dentro, fuera, en el Mindfulness, y le acusa: “no funciona”.
De hecho, el mismo uso del verbo funcionar, cuando hablamos de Mindfulness o Meditación, no es el verbo más adecuado. Porque funcionar implica que hay algo que se está haciendo, y que hay algo que se quiere conseguir, un futuro al que llegar. Y en realidad, no se trata de hacer, si no de conciencia. Conciencia Plena.
Aunque este problema es un obstáculo frecuente en todo el mundo, es mucho más frecuente en personas que tienden a ser ansiosas, cuya mente se proyecta al futuro con preocupación, inquietud e inseguridad. La mente ansiosa es, entonces, un obstáculo. Pero hay otros dos estados mentales que suponen un gran freno y que no son fáciles de detectar. Uno de ellos es el de la mente ilusionada, son personas que se proyectan al futuro con optimismo y entusiasmo. “¡Seguro que va a funcionar! ¡Seguro que voy a sentirme muy bien! Voy a tener experiencias fantásticas. Voy a liberarme del sufrimiento” Y proyectan una imagen futura de sí mismos con calma, serenidad, liberados del sufrimiento y del dolor. Obviamente, esa proyección es mucho más agradable que la proyección ansiosa, pero, otra vez, es una proyección al futuro, de nuevo la mente proyecta una película mental, y si la persona cree en esa película, se pone a correr detrás de una meta que, cuando parece estar acercándose, se vuelve a retirar un poco más lejos cada vez. La persona persigue experiencias extraordinarias en la meditación, una iluminación, un estallido, un fogonazo de luz… Parece que llega y se va… Y, al final, nunca llega. El optimismo es sustituido, entonces, por la frustración.
De nuevo, es importante recordar que la clave no está en el futuro, ni en el fenómeno, ni en la experiencia espectacular… La clave es el Ahora, es la conciencia que observa la calma o la agitación que fluye o se bloquea, es la conciencia penetrando en la sencillez de este momento, en ese ‘nada especial’, en esa sesión de mindfulness en la que nada parece ocurrir, en ese fregar los platos, o lavarse los dientes, o tender la ropa.
El otro gran freno es la mente confundida. Le llamo confundida, porque se da una confusión entre los tiempos presente y futuro. Parece algo imposible, pero ocurre con muchísima frecuencia. La razón de la confusión está en la poca conciencia, en la poca atención de los procesos mentales, algo que explicaré con más detalle, en otro artículo.
El pensamiento “no se me quita” que produce angustia y preocupación, no es porque el malestar esté ahora, en este momento. Haz la prueba. Seguro que tienes algún malestar, sea el que sea. Observa ese malestar. Nota que, en realidad, está bien, es perfecto. No te va a matar, no te va a hundir, no te va a destruir. Está ahí, ahora. Observa. Lo que produce angustia, lo que produce preocupación, lo que da miedo es el pensamiento —y la película mental acompañante— “no se me va a quitar”. Pero la mente es astuta. Si hace esa predicción a futuro, podemos razonar y decir: “bueno, la verdad, es que no sé lo que va a pasar en el futuro, no sé si se me va a quitar o no”. Así que pone la frase en presente: “no se me quita”, provocando un rechazo frontal a lo que hay Ahora, pero a través de un rechazo frontal a la película mental de lo que crees que va a ocurrir.
Siempre que ante un pensamiento verbalizado en tiempo presente sientas miedo, ansiedad, estrés, o preocupación o, simplemente, inseguridad, observa con atención: lo que hay realmente es un pensamiento de futuro. Te resbalas en las escaleras y casi te caes, pero no llegas a caerte, y te has asustado, ¿por qué? Porque la mente se ha proyectado al futuro, al futuro del segundo siguiente, ha proyectado una película de la caída. Una película que no llega a hacerse realidad, pero es esa película la que da miedo. Te estás dirigiendo al trabajo o a una cita importante, hay mucho tráfico y ves que el tiempo pasa, comienzas a sentir nervios y estrés. En tu mente se repite un pensamiento sin cesar “llego tarde”. No es el pensamiento “voy a llegar tarde”, cosa que no sabemos aún si va a ocurrir o no. Es el pensamiento de ese futuro expresado en presente “llego tarde”. Incluso, aunque al final lleguemos tarde, los nervios y la ansiedad no cambiarán ni un ápice el tráfico y sí disminuirán nuestra eficacia en la reunión o en el trabajo. El miedo, la ansiedad, la preocupación, la inquietud, el estrés, los nervios, la inseguridad son, siempre, sobre el futuro.
Resumiendo: “¿Por qué no me funciona el Mindfulness?”
Porque no lo estás haciendo, porque cuando tu mente hace algo para conseguir un resultado, se proyecta al futuro y no permanece en el Ahora.
“¿Qué es lo que tengo que hacer entonces?”
Permanecer en el Ahora, haya lo que haya, con plena conciencia.
Padmsambhava en el siglo VIII daba las siguientes y muy simples instrucciones:
«No te aferres al pasado.
No anticipes el futuro.
Permanece en el Ahora.
Observa tu Mente».
No se puede decir de una forma más clara. ¿Quieres un remedio? Aplica estos cuatro principios.
Vamos a comprenderlo con un poco más de profundidad, para ello, volvamos a las fuentes: Mindfulness es «conciencia plena que surge de intencionalmente prestar atención, sin enjuiciar, al momento presente. Es saber qué hay en tu mente». Así lo define Jon Kabat-Zinn. Esto significa mantener conciencia en cada momento de tus pensamientos, emociones, sensaciones físicas y lo que te rodea. Significa, también, aceptación: la conciencia permanece alerta y atenta a pensamientos, emociones y sensaciones sin juzgarlas, sin creer que hay una forma correcta o incorrecta de estar en un momento dado. La definición no dice: ‘Mindfulness es sentarse y centrarse en la respiración sin distracciones y sin tensiones, eliminando los pensamientos y las emociones negativas y permaneciendo en calma y serenidad’.
“¿Por qué entonces nos sentamos a meditar?”
Porque la atención es un ‘músculo’ que tenemos muy debilitado y necesitamos fortalecerlo. Es nuestra pequeña sesión de entrenamiento diario, es nuestro gimnasio para la atención. Pero Mindfulness es Atención Plena, todo el tiempo que permanezcamos despiertos, con plena aceptación de lo que ocurre Ahora, sin juicios ni críticas sea lo que sea lo que pase. Es un trabajo a tiempo completo, siete días a la semana. No tiene horas.
“¿Por qué entonces eliminamos los pensamientos cuando vienen?”
No lo hacemos, ni se te pide que lo hagas. Esa es una confusión común. Lo que se te pide es que seas consciente de que los pensamientos han venido y no te dejes arrastrar inconscientemente por ellos; se te pide que los veas venir y los dejes marcharse, y que cuando te has dejado llevar por ellos y has perdido la conciencia, con amabilidad, sin enjuiciarte, felicitándote por haberla recuperado, vuelvas de nuevo a centrar tu atención, vuelvas de nuevo a despertar.
“¿Por qué, entonces, surge la relajación con la meditación?”
Porque la relajación es nuestro modo natural de ser y estar, porque en cuanto no enjuiciamos, en cuanto no rechazamos, desaparece la tensión.
Vamos a indagar un poco más en las fuentes. El término meditación en castellano es un poco confuso, porque viene del latín y quiere decir pensar, considerar. Podría aplicarse para la indagación de la mente, pero lleva a la confusión. Mi amigo Enrique dice que no le gusta esa palabra, que en el lenguaje común se identifica con ‘pensar’. “Voy a meditar este problema” equivale a “voy a pensar en este problema” (quizá profundamente) o, incluso, “voy a darle vueltas a este problema”. Es curioso que la palabra meditación tiene origen en la raíz indoeuropea med- que significa ‘medir’, lo que coincide con el significado etimológico de pensar, que hace referencia a pesar. Es decir, la palabra que en español —y en otros idiomas occidentales— designa la meditación hace referencia a un proceso puramente cognitivo de calibración y comparación. Quizá llevados por el peso de nuestro propio lenguaje y cultura, que refleja nuestra forma de pensar, en cuanto hemos meditado unas cuantas veces empieza el proceso de ‘meditación a la occidental’, es decir, pesar, medir y comparar: “Esta vez no estoy bien… Tengo el cuerpo tenso… No… no voy bien… A ver si consigo que me salga como la última vez”.
Vamos, ahora, a los orígenes de esa palabra en Oriente. El término meditación en sánscrito es bhavana, que significa ‘cultivar, desarrollar’, se trata de un esfuerzo intencional, mantenido en el tiempo, para desarrollar una facultad concreta, según lo que se añada a la palabra bhavana, se cultiva una cosa u otra. Citta-Bhāvāna se traduce como el “desarrollo de la mente” o “desarrollo de la conciencia”; “mettā-bhāvanā” sería el “desarrollo del Amor-Amabilidad”, lo que nosotros llamamos “meditación en el Amor-Amabilidad”; tendríamos también “el desarrollo o cultivo de la concentración” (Samādhi-Bhāvanā);“el cultivo de la tranquilidad de la mente” (Samatha-Bhāvanā); o el “cultivo de la auto-observación, de la auto-indagación” que permitiría ver las cosas tal y como son (Vipassanā-Bhāvanā). Porque hay muchos tipos de meditación, cada una conseguiría objetivos diferentes y, tal y como se está demostrando científicamente, cada una tiene efectos en el cerebro distintos, definidos y claros.
En el Tíbet el término para meditación es gom, que significa “familiarizarse”. Pero, familiarizarse ¿con qué?, pues como Mathieu Ricard nos dice «con la mente, con las cualidades y percepciones nuevas asociadas a un nuevo modo de ser». (“Cerveau et Méditation” Mathieu Ricard & Wolf Singer)
Así que la palabra ‘meditación’ en estos idiomas hace referencia a un proceso, a un trabajo de desarrollo y familiarización. No es un hobby de unas semanas, o un rescate para una situación extrema. Es un cultivo que permite el desarrollo de un estado de conciencia claro y alerta, que permite la auto-observación y la indagación de la mente, la indagación de los pensamientos que la mente presenta. ¿Es esto verdad? ¿Es esto así? son las preguntas claves en esta indagación.
Y entonces puede venirte el pensamiento, “No se me quita” y puedes sentir la angustia y la preocupación, pero puedes percibir por detrás el origen de esa emoción en el pensamiento proyectado al futuro: “No se me va a pasar”, y permaneces alerta y te preguntas “¿Es eso verdad?” Pero no dejes que sea la mente la que conteste, porque la mente dice “sí, sí, es verdad, créeme, es cierto, ¡comparte esto con el resto de tus neuronas, y también en Facebook y por Whatsapp! Pon algún emoticono triste 😟😰😓 y así la gente te preguntará”. Ante la pregunta ¿Es eso verdad? no hay respuesta verbal, no hay pensamientos. La respuesta es el estado de alerta, de intensa presencia que la pregunta despierta. E indagas un poco más: “Ha venido el pensamiento ‘no se me va a pasar’. Puedo observar que ese pensamiento ha venido. Entonces hay un ‘yo’ que tiene el pensamiento, o lo recibe… y hay otro ‘yo’ que observa que eso ha ocurrido… ¿Quién soy ‘yo’? ¿cuál de esos dos yoes soy ‘yo’? Es más, ahora mismo me doy cuenta de algo más profundo en mí que puede observar al pensamiento y a esa parte que observa el pensamiento, es decir, soy consciente de que estoy observando ese pensamiento que ha venido de ‘no se me va a pasar’. Es curioso. Me pregunto: ¿Quién soy Yo, realmente?”
Y en ese instante, cuando haces esa pregunta, se abre un espacio inmenso de profundo silencio, estás intensamente alerta y presente. En ese instante estás despierto, estás despierta. En ese instante abres los ojos del corazón y ves con claridad.
Cómo identificar si tus hijos están realizando demasiadas actividades
Vivimos en una cultura que glorifica el estar ocupados. Nos sentimos importantes cuando llenamos cada minuto del día, y evitamos “perder el tiempo”, como si fuese posible acumular dicho tiempo en un cajón, y usarlo en un futuro, cuando ya no estemos tan atareados y finalmente podamos disfrutar la vida.
También ocupamos la vida de nuestros hijos. En nuestro afán de darles las oportunidades que no tuvimos, los inscribimos en clases de música, danza, karate y deportes. Les buscamos tutores, entrenadores y consejeros que los ayuden a acceder a una vida mejor.
Yesenia Martínez, madre de dos niñas de 13 y 7 años de edad, siempre quiso ser bailarina profesional, pero su familia no tenía los medios económicos para pagar por clases. Cuando su hija mayor cumplió 4 años, Martínez la inscribió en un estudio de danza de North Hollywood, California.
“Primero era sólo ballet y tap, pero después le agregamos hip hop y lyrical. Cuando me quise acordar, estábamos yendo todos los días al estudio”, recordó la residente de Pacoima, California.
Eventualmente el horario de su hija comenzó a afectar a toda la familia.
“Llegábamos cansadas a la casa, y yo todavía tenía que preparar la cena y ayudarla con la tarea de la escuela, que muchas veces no podía terminar”, recordó. La ocupada agenda también comenzó a afectar las calificaciones de la escuela y el presupuesto de la familia.
“Cada año necesitaba zapatos nuevos y trajes para los recitales, hasta teníamos que pagar las entradas para verla bailar en cada show”, indicó.
Eventualmente, la niña perdió interés y ya no quiso seguir bailando. “A veces me pregunto si no la presionamos demasiado”, confesó.
La historia de Martínez es similar a la de cientos de madres que en su afán de darles lo mejor a sus hijos, terminan agobiándolos con actividades y causándoles estrés.
¿Ocupados o agobiados?
Es comprensible que los padres quieran que sus hijos exploren y disfruten actividades extra curriculares. Pero existen ciertas señales que no pueden dejar de atender.
La doctora Michelle Kees, psicóloga de niños y profesora de psiquiatría de la Universidad de Michigan indica que los síntomas de agobio que presentan los niños no son muy diferentes a los que presentan los adultos.
“Los niños que realizan demasiadas actividades sienten mayor ansiedad, se esfuerzan y son más perfeccionistas que otros niños”, señaló.
Kees aconseja que los padres se aseguren de que el niño pase tiempo en familia y que cuente con tiempo no estructurado para jugar y explorar otras actividades, sin sentir presión.
Compartimos otra señales de que tu hijo está demasiado exigido:
Síntomas de depresión. Cuando los niños se sienten agobiados tienden a alejarse de familiares y amigos.
Cambios en patrones de sueño y de alimentación. Dolores de cabeza o de estómago.
Reticencia a participar en actividades que antes disfrutaba, falta de entusiasmo e irritabilidad.
Bajas calificaciones en la escuela.
Consejos para padres
Tiempo de familia. Asegúrate de incluir tiempo para comer juntos en familia, jugar o salir a pasear.
Balance. Todos los miembros de la familia merecen tu atención. No descuides el tiempo que pasas con todos tus hijos, por acomodar las actividades de uno de ellos. Tampoco descuides el tiempo que te dedicas a ti misma. Nunca olvides que “Cuando mamá no está feliz, nadie está feliz”.
Flexibilidad. Si un día tu hija se siente demasiado cansada para su clase extracurricular, o tu hijo no quiere ir a un entrenamiento, déjalos tomarse un respiro. El tiempo libre también es fundamental en el desarrollo emocional y mental de los niños.
Prioridades. La escuela debe ser una prioridad. Si observas que las calificaciones están empeorando, considera suspender algunas de las actividades extra curriculares. Establece las reglas desde un comienzo y el límite de actividades que tu hijo puede realizar.
Que tu hija te diga que está embarazada puede ser la mejor noticia del mundo… en otras circunstancias, pero no necesariamente cuando ella tiene alrededor de 15 años. Porque si ser padres es un desafío, ser mamá adolescente lo es aún más. Es normal que te hayas sentido sorprendida(o) y decepcionada(o) pensando: “Esto no es lo que yo quería para mi hija, sus planes se han derrumbado”. Entendemos que la noticia te paralice, pero es importante que puedas apoyarla.
Existe la idea de que ser madre adolescente es el peor de los errores y afecta la vida de las jóvenes, pero no tiene que ser así. Muchas jóvenes hablan de cómo las ayudo a ser más responsables, les trajo alegría e incluso un sentido de vida. Tú puedes ayudarla en este proceso, porque tu hija es aún una adolescente y necesita mucho de tu apoyo para madurar e irse construyendo a sí misma.
“TEN CALMA Y TRANSMITE ESPERANZA”
La noticia no fue fácil para nadie. Ella también podría estar aterrorizada. Aunque no significa que se acaba el mundo tampoco te pedimos que hagas como si nada, sino que evites transmitirle tu ansiedad, respirando hondo y calmando tus ideas y emociones antes de hablar con ella, de forma que puedas transmitirle tu amor, apoyo y esperanza a futuro.
Por lo mismo, no hables del futuro enfocándote en lo que no podrá hacer o se perderá, seguro que no quieres llenarla de emociones negativas por algo que quizás no pase. Por el contrario, ayúdale a encontrar alternativas que le abran posibilidades en este nuevo desafío. Siéntate con ella y vean juntos(as) posibilidades y dificultades para lo que desea. Entendemos que no lo esperabas, pero hay que enfrentar la situación y seguir adelante. Verás que con el paso del tiempo se adaptarán a los nuevos roles, las cosas mejorarán y ustedes se verán fortalecidos(as).
“PERMíTELE SER ADOLESCENTE”
Como todo adolescente tu hija está teniendo cambios en la manera de pensar, sentir y actuar. Y como a muchos padres y madres te costará entenderla. Estos cambios son normales y necesarios para su desarrollo, pues está probando, conociendo quien es y con qué cosas se siente mejor. Para ello necesita espacio personal, posibilidad de experimentar, libertad para tomar decisiones y poder elegir respecto de su vida. Pero como aún es adolescente, necesitará tu escucha y compañía a la hora de tomar decisiones, evaluar consecuencias y asumir responsabilidades.
Además, a los cambios de la adolescencia se suman los del embarazo. Puede que de un momento a otro cambien sus pensamientos y emociones respecto a su embarazo. Por la mañana estará indiferente o rechazando el embarazo y en otros más alegre y entusiasmada con la idea. Esto es completamente normal, pero también confuso y difícil de llevar siendo tan joven. Te necesitará el doble.
A pesar de estar embarazada necesitará, como toda joven, realizar actividades y vivir roles correspondientes a su edad, pero con límites apropiados a su edad que la cuiden a ella y su gestación. Que sea mamá, no significa que es adulta, aún tiene mucho por madurar y necesitará la guía, contención, apoyo, y cuidado de sus padres.
“ACOMPAÑALA EN SU PROCESO”
Para acompañarla, primero tendrás que entenderla. Esto supone conocer qué es lo que piensa y siente sobre lo que está pasando y qué ayuda necesita de ti. Puede ser útil el preguntarte ¿Cómo hubiera sido para mí estar embarazada a los 15? ¿Cómo me habría sentido? ¿Qué habría necesitado de mis padres? También preguntárselo directamente y observar los cambios y reacciones que va teniendo en la medida que pasa el tiempo. Lo más importante, hazle saber que cuenta contigo.
El sentir que estás a su lado y que la ayudarás a afrontar la situación será de gran alivio para ella. Tu apoyo, escucha y comprensión será el mejor de los regalos que le podrás dar. Necesitará de tu apoyo emocional para motivarla y darle esperanzas en las posibilidades futuras, para buscar información sobre el proceso de gestación y crianza, para tomar decisiones, y también para descansar en algunas tareas, por ejemplo, de cuidado del bebé, para salir un momento con sus amigos, estudiar o desarrollar otras áreas de su vida.
Espero estas ideas te inspiren y te den luces de cómo acompañar a tu hija. Invítala a caminar la espera de su futuro hij@ en tu compañía.
Muchas veces nosotros mismos solemos de alguna manera sorprendernos con nuestros cambios ante una situación igual o similar a otra anteriormente vivida y darnos cuenta de que no hemos reaccionado igual.
Muchas veces solemos sentirnos frustrados porque alguien no ve algo que quizás para nosotros es evidente, solemos cuestionar su entendimiento, sus sentimientos, su empatía, su interés por comprender, sus capacidades y todo aquello que nos parezca una barrera o una limitación para entender o actuar ante una situación determinada.
Tenemos que estar claros que todos tenemos perspectivas diferentes, enfoques propios, ligados a nuestras experiencias, nuestras creencias o nuestro desarrollo y que ello va a generar diferencias de apreciación para todas las cosas.
El respeto a cada quien encierra la capacidad de entender tanto como que una persona no está preparada para asimilar algo de alguna forma o que sencillamente que tiene su propia manera, que no necesariamente debe coincidir con la nuestra.
Muchas veces nosotros mismos solemos de alguna manera sorprendernos con nuestros cambios ante una situación igual o similar a otra anteriormente vivida y darnos cuenta de que no hemos reaccionado igual, que inclusive lo que una vez concluimos que fue lo mejor que pudimos haber hecho, ahora se muestra como una actitud fuera de lugar e inclusive mediocre en comparación a nuestros recursos actuales.
Todos evolucionamos, aprendemos, algunos inclusive tenemos experiencias que no nos hacen ser mejores, sino nos hacen desconfiar, limitarnos, actuar de manera más precavida, cerrarnos al amor, en fin, experiencias que nos cambiarán y nos harán ver, entender y actuar de una manera diferente a lo que solíamos hacer.
Si en nosotros podemos ver respuestas asociadas a nuestras vivencias, también debemos saber entender al otro, que a fin de cuentas hace lo mejor que puede con los recursos que tiene.
Podemos intentar plantear nuestra visión, podemos tratar de hacerle ver a alguien más un escenario como lo hacemos desde nuestra óptica, pero debemos respetar los procesos y las decisiones de la otra persona. Inclusive tratando de ser lo más empáticos posibles, con el fin de entender las razones de sus respuestas ante determinados hechos.
Aceptemos aquello que no está en nuestras manos cambiar, aprendamos a respetar los motivos, los intereses y las prioridades de la otra persona, sin presionar, sin juzgar, sin ser arrogantes o creernos dueños de la verdad. Todos tenemos libertades y una de ellas es decidir lo que pensamos que es lo mejor, aun cuando la vida nos demuestre que pudimos haberlo hecho mejor.
Démosle a cada quien la oportunidad de razonar, de crecer, inclusive de equivocarse y de asumir las consecuencias de sus actos, quizás en algún momento la vida se encargue de hacerle coincidir con nuestra visión o bien ocurra de manera contraria y seamos nosotros los que hayamos demostrado no estar preparados para ver algo específico.
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