por Yolanda Calvo Gómez

Es probable que te suene esta historia:

Una persona empieza a practicar Mindfulness o algún otro tipo de meditación. Quizá le ha animado alguna amistad o su pareja, o tal vez siente su mente bombardeada por pensamientos y emociones negativas y desea sentir alivio de esa tortura mental o, incluso, se lo ha recomendado su terapeuta. No sabe muy bien cómo empezar, nunca ha hecho nada similar, así que sigue las instrucciones o busca un vídeo en You-Tube y se las apaña como puede. Tampoco sabe muy bien qué esperar; le dicen que le va a sentar bien, que llevará un tiempo, pero no tiene una idea muy clara de qué puede pasar. Empieza a practicar todos los días siguiendo las instrucciones que le dan o que ha leído.

Al cabo de unos días o de unas semanas, empieza a notar más calma interior, al comienzo sólo por momentos, pero lo nota. Nota su mente más serena. La ‘radio mental’ que está siempre encendida y siempre hablando, tiene momentos en que se apaga —aunque sólo sea durante segundos— por sí sola. La persona disfruta más de la familia, del trabajo, de la naturaleza. Duerme mejor, está más tranquila y positiva. ¡Esto funciona!

Y entonces llegan unas vacaciones, un viaje, o unos días muy ajetreados. “Por un día que no haga el Mindfulness no pasa nada” y lo deja. Y, efectivamente, no pasa nada. Su mente sigue serena y positiva. Así que, poco a poco, continúa sin practicar. De vez en cuando vuelve un poco, más que nada ‘por si acaso’, por no atreverse a dejarlo del todo. Quizá una vez a la semana o cada diez días, practica Mindfulness, pero como ahora ‘no tiene tiempo’, escoge un ejercicio más corto, uno de diez o cinco minutos… ‘seguro que con esto basta’, piensa.

Pero no basta. La actividad mental vuelve poco a poco. La persona todavía no había desarrollado suficiente autoconsciencia para percibir lo que está ocurriendo, así que se deja llevar. Aumenta la actividad mental, la radio mental ya no tiene momentos de silencio. La actividad de la mente es cada vez más intensa y rápida… y cada vez más negativa. Como las nubes que se juntan en el cielo, cuando son pocas, son blancas y algodonosas, como en un cielo de verano… pero cuando se empiezan a juntar, como en las bajas presiones, cada vez son más oscuras y negras… hasta que termina lloviendo. Y, cuando ‘llueve’, es decir, cuando retornan los síntomas de ansiedad o depresión, los pensamientos negros y negativos, la irritabilidad, la molestia, la desgana, la apatía, el malestar, como la persona sigue haciendo Mindfulness ‘de vez en cuando’ piensa: “Esto no está funcionando”.

Entonces quizá hable con alguien, su terapeuta, su guía de meditación o una amistad con más experiencia y le transmite su queja “vuelvo a estar mal, esto no funciona”. La otra persona escucha y le dice que no está dedicándose suficiente, que tiene que volver a practicar como al principio, a diario, y con sesiones más largas… digamos 20-30 minutos. Así que la persona vuelve a ‘hacerlo en condiciones’, con la esperanza de volver a conseguir los mismos resultados que consiguió la primera vez.

Pero ahora hay algo que ha cambiado de forma fundamental. Ya no tiene lo que en el mundo de la meditación Zen se llama “mente de principiante”, es decir, una mente sin expectativas, abierta a todas las posibilidades, una mente que explora con entusiasmo. Ahora, por el contrario, esa mente tiene expectativas, tiene una película del pasado que proyecta al futuro y dice “quiero eso, otra vez”. Así que vuelve a la carga con el Mindfulness, y se pone a practicar, quizá con una meditación guiada. La voz le dice “centra tu conciencia en la respiración, en las sensaciones tactiles de la respiración”… y la mente de la persona que escucha dice: «eso hago, venga, la respiración, sí… tengo los músculos tensos… venga, los relajo… venga, esa respiración… creo que no estoy respirando bien… no sé, hay algo que no funciona… venga tranquilízate… vamos cálmate… No lo estoy haciendo bien… Siento angustia… No se me quita… 😱😰 ¡Ay, qué horror! ¡No se me va a quitar!…» Y, así, en un diálogo sin fin, en una película de un futuro de terror, que se proyecta en la mente en sesión continua. Es un poco como el chiste: “venga ‘paz interior’, ven ya, ven a mí, pero ven ‘ya’, que no tengo todo el día”.

Y, claro, no funciona. Y no puede funcionar porque Mindfulness es conciencia plena, de lo que sea que haya en el Ahora, con plena aceptación, sin juicios ni críticas. Y Ahora hay malestar emocional; pero la persona no lo acepta, lo rechaza; la persona no lo observa, lo critica. La conciencia de la persona no permanece en el Ahora, proyecta una película de futuro, de un futuro sereno y quiere que ese ‘futuro’ [que es algo que no existe, salvo en su mente], llegue ‘ya’. Y, entonces, es claro que la conciencia no está en el Ahora, y al no estar en el Ahora, la meditación, el Mindfulness no puede funcionar porque en realidad no ha habido Mindfulness, no ha habido Conciencia, no ha estado presente.

Es como tener sexo y estar pensando: «venga, orgasmo, ven… no tardes… ¿cómo lo conseguiré esta vez? ¿cómo será? ¿largo? ¿corto? ¿intenso? ¿débil?… porque la última vez no me gustó demasiado… quiero que se repita el de esa otra vez, ese día que volvíamos del paseo… venga… ven ya… ¡jod…😒😟😠😡😩😤! que no lo estás haciendo bien»… Y lógicamente así, el orgasmo no llega. Si eres mujer no llega y, si eres hombre, muy probablemente, tendrás una eyaculación precoz. Y lo único que tenías que hacer, tanto en la meditación, como en el sexo, como en todo, es permanecer en el Ahora, plenamente consciente, plenamente atento o atenta.

Y la persona, frustrada, cansada, irritada, se pregunta “¿Por qué no me funciona el Mindfulness?”, o directamente afirma “el Mindfulness, la meditación, no me está funcionando esta vez”. No hay en la pregunta —y menos aún en la afirmación— un auténtico espíritu indagador o científico. No se está preguntando “¿Qué estoy haciendo diferente ahora que puede ser la causa de que esto no funcione?”, si no que pone la causa del problema, en lugar de dentro, fuera, en el Mindfulness, y le acusa: “no funciona”.

De hecho, el mismo uso del verbo funcionar, cuando hablamos de Mindfulness o Meditación, no es el verbo más adecuado. Porque funcionar implica que hay algo que se está haciendo, y que hay algo que se quiere conseguir, un futuro al que llegar. Y en realidad, no se trata de hacer, si no de conciencia. Conciencia Plena.

Aunque este problema es un obstáculo frecuente en todo el mundo, es mucho más frecuente en personas que tienden a ser ansiosas, cuya mente se proyecta al futuro con preocupación, inquietud e inseguridad. La mente ansiosa es, entonces, un obstáculo. Pero hay otros dos estados mentales que suponen un gran freno y que no son fáciles de detectar. Uno de ellos es el de la mente ilusionada, son personas que se proyectan al futuro con optimismo y entusiasmo. “¡Seguro que va a funcionar! ¡Seguro que voy a sentirme muy bien! Voy a tener experiencias fantásticas. Voy a liberarme del sufrimiento” Y proyectan una imagen futura de sí mismos con calma, serenidad, liberados del sufrimiento y del dolor. Obviamente, esa proyección es mucho más agradable que la proyección ansiosa, pero, otra vez, es una proyección al futuro, de nuevo la mente proyecta una película mental, y si la persona cree en esa película, se pone a correr detrás de una meta que, cuando parece estar acercándose, se vuelve a retirar un poco más lejos cada vez. La persona persigue experiencias extraordinarias en la meditación, una iluminación, un estallido, un fogonazo de luz… Parece que llega y se va… Y, al final, nunca llega. El optimismo es sustituido, entonces, por la frustración.

De nuevo, es importante recordar que la clave no está en el futuro, ni en el fenómeno, ni en la experiencia espectacular… La clave es el Ahora, es la conciencia que observa la calma o la agitación que fluye o se bloquea, es la conciencia penetrando en la sencillez de este momento, en ese ‘nada especial’, en esa sesión de mindfulness en la que nada parece ocurrir, en ese fregar los platos, o lavarse los dientes, o tender la ropa.

El otro gran freno es la mente confundida. Le llamo confundida, porque se da una confusión entre los tiempos presente y futuro. Parece algo imposible, pero ocurre con muchísima frecuencia. La razón de la confusión está en la poca conciencia, en la poca atención de los procesos mentales, algo que explicaré con más detalle, en otro artículo.

El pensamiento “no se me quita” que produce angustia y preocupación, no es porque el malestar esté ahora, en este momento. Haz la prueba. Seguro que tienes algún malestar, sea el que sea. Observa ese malestar. Nota que, en realidad, está bien, es perfecto. No te va a matar, no te va a hundir, no te va a destruir. Está ahí, ahora. Observa. Lo que produce angustia, lo que produce preocupación, lo que da miedo es el pensamiento —y la película mental acompañante— “no se me va a quitar”. Pero la mente es astuta. Si hace esa predicción a futuro, podemos razonar y decir: “bueno, la verdad, es que no sé lo que va a pasar en el futuro, no sé si se me va a quitar o no”. Así que pone la frase en presente: “no se me quita”, provocando un rechazo frontal a lo que hay Ahora, pero a través de un rechazo frontal a la película mental de lo que crees que va a ocurrir.

Siempre que ante un pensamiento verbalizado en tiempo presente sientas miedo, ansiedad, estrés, o preocupación o, simplemente, inseguridad, observa con atención: lo que hay realmente es un pensamiento de futuro. Te resbalas en las escaleras y casi te caes, pero no llegas a caerte, y te has asustado, ¿por qué? Porque la mente se ha proyectado al futuro, al futuro del segundo siguiente, ha proyectado una película de la caída. Una película que no llega a hacerse realidad, pero es esa película la que da miedo. Te estás dirigiendo al trabajo o a una cita importante, hay mucho tráfico y ves que el tiempo pasa, comienzas a sentir nervios y estrés. En tu mente se repite un pensamiento sin cesar “llego tarde”. No es el pensamiento “voy a llegar tarde”, cosa que no sabemos aún si va a ocurrir o no. Es el pensamiento de ese futuro expresado en presente “llego tarde”. Incluso, aunque al final lleguemos tarde, los nervios y la ansiedad no cambiarán ni un ápice el tráfico y sí disminuirán nuestra eficacia en la reunión o en el trabajo. El miedo, la ansiedad, la preocupación, la inquietud, el estrés, los nervios, la inseguridad son, siempre, sobre el futuro.

Resumiendo:
“¿Por qué no me funciona el Mindfulness?”
Porque no lo estás haciendo, porque cuando tu mente hace algo para conseguir un resultado, se proyecta al futuro y no permanece en el Ahora.

“¿Qué es lo que tengo que hacer entonces?”
Permanecer en el Ahora, haya lo que haya, con plena conciencia.

Padmsambhava en el siglo VIII daba las siguientes y muy simples instrucciones:

«No te aferres al pasado.
No anticipes el futuro.
Permanece en el Ahora.
Observa tu Mente».

No se puede decir de una forma más clara. ¿Quieres un remedio? Aplica estos cuatro principios.

Vamos a comprenderlo con un poco más de profundidad, para ello, volvamos a las fuentes: Mindfulness es «conciencia plena que surge de intencionalmente prestar atención, sin enjuiciar, al momento presente. Es saber qué hay en tu mente». Así lo define Jon Kabat-Zinn. Esto significa mantener conciencia en cada momento de tus pensamientos, emociones, sensaciones físicas y lo que te rodea. Significa, también, aceptación: la conciencia permanece alerta y atenta a pensamientos, emociones y sensaciones sin juzgarlas, sin creer que hay una forma correcta o incorrecta de estar en un momento dado. La definición no dice: ‘Mindfulness es sentarse y centrarse en la respiración sin distracciones y sin tensiones, eliminando los pensamientos y las emociones negativas y permaneciendo en calma y serenidad’.

“¿Por qué entonces nos sentamos a meditar?”
Porque la atención es un ‘músculo’ que tenemos muy debilitado y necesitamos fortalecerlo. Es nuestra pequeña sesión de entrenamiento diario, es nuestro gimnasio para la atención. Pero Mindfulness es Atención Plena, todo el tiempo que permanezcamos despiertos, con plena aceptación de lo que ocurre Ahora, sin juicios ni críticas sea lo que sea lo que pase. Es un trabajo a tiempo completo, siete días a la semana. No tiene horas.

“¿Por qué entonces eliminamos los pensamientos cuando vienen?”
No lo hacemos, ni se te pide que lo hagas. Esa es una confusión común. Lo que se te pide es que seas consciente de que los pensamientos han venido y no te dejes arrastrar inconscientemente por ellos; se te pide que los veas venir y los dejes marcharse, y que cuando te has dejado llevar por ellos y has perdido la conciencia, con amabilidad, sin enjuiciarte, felicitándote por haberla recuperado, vuelvas de nuevo a centrar tu atención, vuelvas de nuevo a despertar.

“¿Por qué, entonces, surge la relajación con la meditación?”
Porque la relajación es nuestro modo natural de ser y estar, porque en cuanto no enjuiciamos, en cuanto no rechazamos, desaparece la tensión.

Vamos a indagar un poco más en las fuentes. El término meditación en castellano es un poco confuso, porque viene del latín y quiere decir pensar, considerar. Podría aplicarse para la indagación de la mente, pero lleva a la confusión. Mi amigo Enrique dice que no le gusta esa palabra, que en el lenguaje común se identifica con ‘pensar’. “Voy a meditar este problema” equivale a “voy a pensar en este problema” (quizá profundamente) o, incluso, “voy a darle vueltas a este problema”. Es curioso que la palabra meditación tiene origen en la raíz indoeuropea med- que significa ‘medir’, lo que coincide con el significado etimológico de pensar, que hace referencia a pesar. Es decir, la palabra que en español —y en otros idiomas occidentales— designa la meditación hace referencia a un proceso puramente cognitivo de calibración y comparación. Quizá llevados por el peso de nuestro propio lenguaje y cultura, que refleja nuestra forma de pensar, en cuanto hemos meditado unas cuantas veces empieza el proceso de ‘meditación a la occidental’, es decir, pesar, medir y comparar: “Esta vez no estoy bien… Tengo el cuerpo tenso… No… no voy bien… A ver si consigo que me salga como la última vez”.

Vamos, ahora, a los orígenes de esa palabra en Oriente. El término meditación en sánscrito es bhavana, que significa ‘cultivar, desarrollar’, se trata de un esfuerzo intencional, mantenido en el tiempo, para desarrollar una facultad concreta, según lo que se añada a la palabra bhavana, se cultiva una cosa u otra. Citta-Bhāvāna se traduce como el “desarrollo de la mente” o “desarrollo de la conciencia”; “mettā-bhāvanā” sería el “desarrollo del Amor-Amabilidad”, lo que nosotros llamamos “meditación en el Amor-Amabilidad”; tendríamos también “el desarrollo o cultivo de la concentración” (Samādhi-Bhāvanā);“el cultivo de la tranquilidad de la mente” (Samatha-Bhāvanā); o el “cultivo de la auto-observación, de la auto-indagación” que permitiría ver las cosas tal y como son (Vipassanā-Bhāvanā). Porque hay muchos tipos de meditación, cada una conseguiría objetivos diferentes y, tal y como se está demostrando científicamente, cada una tiene efectos en el cerebro distintos, definidos y claros.

En el Tíbet el término para meditación es gom, que significa “familiarizarse”. Pero, familiarizarse ¿con qué?, pues como Mathieu Ricard nos dice «con la mente, con las cualidades y percepciones nuevas asociadas a un nuevo modo de ser». (“Cerveau et Méditation” Mathieu Ricard & Wolf Singer)

Así que la palabra ‘meditación’ en estos idiomas hace referencia a un proceso, a un trabajo de desarrollo y familiarización. No es un hobby de unas semanas, o un rescate para una situación extrema. Es un cultivo que permite el desarrollo de un estado de conciencia claro y alerta, que permite la auto-observación y la indagación de la mente, la indagación de los pensamientos que la mente presenta. ¿Es esto verdad? ¿Es esto así? son las preguntas claves en esta indagación.

Y entonces puede venirte el pensamiento, “No se me quita” y puedes sentir la angustia y la preocupación, pero puedes percibir por detrás el origen de esa emoción en el pensamiento proyectado al futuro: “No se me va a pasar”, y permaneces alerta y te preguntas “¿Es eso verdad?” Pero no dejes que sea la mente la que conteste, porque la mente dice “sí, sí, es verdad, créeme, es cierto, ¡comparte esto con el resto de tus neuronas, y también en Facebook y por Whatsapp! Pon algún emoticono triste 😟😰😓 y así la gente te preguntará”. Ante la pregunta ¿Es eso verdad? no hay respuesta verbal, no hay pensamientos. La respuesta es el estado de alerta, de intensa presencia que la pregunta despierta. E indagas un poco más: “Ha venido el pensamiento ‘no se me va a pasar’. Puedo observar que ese pensamiento ha venido. Entonces hay un ‘yo’ que tiene el pensamiento, o lo recibe… y hay otro ‘yo’ que observa que eso ha ocurrido… ¿Quién soy ‘yo’? ¿cuál de esos dos yoes soy ‘yo’? Es más, ahora mismo me doy cuenta de algo más profundo en mí que puede observar al pensamiento y a esa parte que observa el pensamiento, es decir, soy consciente de que estoy observando ese pensamiento que ha venido de ‘no se me va a pasar’. Es curioso. Me pregunto: ¿Quién soy Yo, realmente?”

Y en ese instante, cuando haces esa pregunta, se abre un espacio inmenso de profundo silencio, estás intensamente alerta y presente. En ese instante estás despierto, estás despierta. En ese instante abres los ojos del corazón y ves con claridad.

Fuente: espacioconcienciaplena.blogspot.cl

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