Trastorno de estres postraumático

Trastorno de estres postraumático

¿QUÉ ES EL TRASTORNO DE ESTRÉS POSTRAUMÁTICO?

El trastorno de estrés postraumático (TEPT) es un trastorno de ansiedad que puede surgir después de que una persona pasa por un evento traumático que le causó pavor, impotencia u horror extremo. El trastorno de estrés postraumático puede producirse a raíz de traumas personales (por ejemplo violación, guerra, desastres naturales, abuso, accidentes serios o cautiverio) o por haber presenciado o saber de un acto violento o trágico.

Aunque es común pasar por un breve estado de ansiedad o depresión después de dichos eventos, las personas que sufren de trastorno de estrés postraumático siguen «volviendo a vivir» el trauma; evitan a las personas, los pensamientos o situaciones relacionadas con el evento y tienen síntomas de emociones excesivas. Las personas con este padecimiento sufren estos síntomas durante más de un mes y no pueden llevar a cabo sus funciones como lo hacían antes del suceso traumático. Los síntomas del trastorno de estrés postraumático por lo general aparecen en un período de tres meses de la situación traumática, sin embargo, a veces se presentan meses o hasta años después.

Se enfatiza sobre el trastorno emocional y el desequilibrio, además del fracaso en la solución de problemas o enfrentamientos durante el estado de crisis. Taplin, subrayó el componente cognoscitivo, es decir, la violación de las expectativas de la persona sobre su vida por el proceso traumático, o la incapacidad para manejar situaciones nuevas y dramáticas. “Todos los humanos pueden estar expuestos en ciertas ocasiones de sus vidas a experimentar crisis caracterizadas por una gran desorganización emocional, perturbación y trastornos en las estrategias previas de enfrentamiento”.

Uno de los aspectos más obvios de la crisis, es el trastorno emocional grave o desequilibrio experimentado por el individuo. Se describen sentimientos de tensión, ineficacia e impotencia. A rasgos generales, las personas en crisis experimentan significativamente:

– Sentimientos de cansancio y agotamiento, desamparo, inadecuación y confusión.
– Síntomas físicos, ansiedad y desorganización.

Una parte de la desorganización es la vulnerabilidad del individuo. Cuando ya no es capaz de enfrentar, todo parece destruirse, ya no queda nada por defender. La sobrecarga de la estructura cognoscitiva deja al organismo confundido. En este estado de la crisis, el individuo puede aceptar información que le explique lo que está pasando. De la forma de integrar o recibir esta información, va a resultar un comportamiento más o menos desestructurado. Probablemente, el individuo oscile en estos episodios confusionales, ofreciendo un estado de ánimo o expresión alternante. En este tipo de acontecimientos tan críticos, graves o inesperados, el desconocimiento de lo que está sucediendo puede facilitar comportamientos automáticos no determinados por ninguna estrategia cognoscitiva, tal y como suele apreciarse.

Casi cualquier definición de crisis se centra en la idea de que el enfrentamiento o la solución de problemas se ha trastornado. La crisis es demasiado grave, demasiado intensa para nuestros recursos, que no resultan ni suficientes ni disponibles para resolver lo que está sucediendo (apreciación subjetiva). La persona en crisis se siente completamente ineficaz para abordar esas circunstancias.

El estado de crisis se caracteriza por un trastorno en estos procesos: una primera valoración de la situación y el peligro y una respuesta adaptada. La solución racional de problemas es imposible (petición de ayuda, resolver una cosa cada vez…) y se tiene incapacidad para manejar aspectos subjetivos: miedo, dolor, etc.

FASES O MOMENTOS FUNDAMENTALES EN LA CRISIS

– Impacto, retirada y recuperación o desadaptación.
– El impacto produce un efecto de exceso emocional y sobrecarga. Aparece un primer momento de retirada con síntomas tales como la negación, la ansiedad y la inhibición o agitación.
– Si el individuo cuenta con los recursos personales suficientes, o recibe la ayuda necesaria, la recuperación adaptativa supone la resolución de la crisis y, generalmente, hay un fortalecimiento de las defensas y un aumento de la autoestima y la independencia. En el caso de fracasar los mecanismos adaptativos, aparecerán síntomas crónicos con persistencia de las memorias traumáticas, indefensión futura y dependencia.

Pasados estos primeros instantes y una vez fuera del lugar de peligro, lo habitual es que se produzca un cierto enturbiamiento de la conciencia, que varía desde una leve sensación de flotamiento o extrañeza, hasta un cuadro semiestuporoso con escasa respuesta a los estímulos. Se aprecia un embotamiento general, con lentitud y pobreza de reacciones, acompañado por una sensación de gran laxitud y abatimiento.
Los primeros pensamientos suelen ser de extrañeza e incredulidad y, a medida que la conciencia se va haciendo más penetrante y se diluye el embotamiento producido por el estado de “shock”, van abriéndose paso las vivencias afectivas de una colorido más violento y dramático: dolor, indignación, rabia, impotencia, culpa, miedo, alternándose con momentos de profunda aflicción y abatimiento.

Estas escenas producen en el sujeto una dolorosa conmoción que suscita un estado de intensa alteración emocional, pudiendo desencadenarse un ataque de angustia. Este mecanismo de intrusión de recuerdos se considera normal en la mayoría de los casos. También suelen observarse irrupciones del recuerdo durante el sueño, en forma de pesadilla recurrente, con despertares frecuentes de alto contenido emocional.
Hasta aquí son reacciones genéricas ante una situación de peligro y se producen sistemáticamente en la mayoría de los individuos. En cambio, lo que sucede a continuación depende mucho de las características y la situación del afectado y su entorno.

Un acontecimiento traumático puede desembocar en situaciones muy distintas si el sujeto se encuentra bien apoyado por su entorno más cercano o si no es así. Prácticamente todos los autores coinciden en el papel de la familia/grupo social como fuente principal de apoyo. En este sentido, se habla de la intervención de dos tipos de factores: Factores de vulnerabilidad y factores de protección. El destino psicológico de la víctima, va a depender en gran medida de la dialéctica entre estos dos tipos de factores.

Factores de vulnerabilidad: existen tres tipos de factores característicos del sujeto y de su entorno, previos al trauma, que pueden vulnerabilizarle hacia cuadros psicológicos posteriores:

– Factores de personalidad: generalmente son personas con tendencia a evitar experiencias nuevas. Presentan un tiempo de adaptación lento y un locus de control externo.
– Factores biológicos: dependen de unas pautas determinadas de respuesta endocrina y de neurotransmisión.
– Ausencia-Influencia de factores de protección social.

Factores de protección: son aquellos que, siendo tanto internos como externos, van a proteger al individuo de la posibilidad de desarrollar cuadros psicopatológicos posteriores:

– Factores de personalidad y biológicos: recursos de afrontamiento al estrés.
– Apoyo y protección familiar
– Apoyo social próximo: amigos, grupos de afiliación.
– Apoyo social general: opinión pública, medios de comunicación
– Apoyo social institucional: Estado, Administración Pública

Si la dinámica de estos factores favorece al sujeto, los síntomas se irán metabolizando (readaptación funcional). Si ocurre lo contrario, el desequilibrio de esta segunda etapa se irá agravando, emergiendo y fraguándose en un conjunto de síntomas que determinarán su vida: TEPT y trastornos asociados.

Se van a añadir a los cuadros psicopatológicos, ciertas consecuencias difícilmente tipificables en ocasiones, pero que influyen en gran medida en el sufrimiento subjetivo de las víctimas:

– Ruptura del sentimiento de seguridad, indefensión.
– Pérdida del rol personal o social previos, cambio de jerarquías y criterios de valor.
– Graves problemas de desadaptación social, laboral y familiar.
– Trastornos de carácter: introversión, pasividad, regresividad, dependencia, e irritabilidad.
– Conflictos socio-familiares: que, obviamente, se derivan y cierran el círculo vicioso, desembocando frecuentemente en una situación de desencuentro recíproco, desconfianza y frustración, en el que conviven el aislamiento y el rechazo.

Desde la perspectiva de la víctima, la incapacidad por parte del entorno para comprender la situación y ofrecerle reconocimiento y compensación, acaba constituyendo una segunda victimización, a menudo más dolorosa que la inicial.

Ante la muerte inesperada de un ser querido, se suceden según Horowitz (1.976), reacciones de tensión graves, que pueden ser tipificadas en una serie de etapas:

– El Grito: según este modelo, la primera reacción es el grito, una reacción emocional reflexiva, así como llanto, pánico, grito, desmayo o lamentos. La reacción puede ser más o menos obvia. El llanto conduce a la negación o a la intrusión.
– La Negación: conduce a un bloqueo del impacto. Puede acompañarse de un entorpecimiento emocional, en no pensar en lo ocurrido. Una viuda puede entrar en esta etapa en el momento del funeral, llevando a la conclusión de fortaleza aparente.
– La Intrusión: incluye la abundancia involuntaria de ideas y sentimientos de dolor sobre el suceso. Aparecen pesadillas periódicas. Puede empezar a experimentarlo en los momentos en que han finalizado las gestiones iniciales y se enfrentan a la soledad o a la normalidad. Es entonces cuando suele aparecer el impacto pleno de la pérdida. La abundancia de pensamientos intrusivos puede incluir afirmaciones sobre la pérdida y su impacto.

Algunos individuos omiten la fase de negación y entran en la de intrusión. También se aprecian oscilaciones y retornos de una etapa a otra.

– La Penetración: es el proceso en el que se expresan, identifican y divulgan pensamientos, sentimientos e imágenes. Algunos hacen solos este proceso, otros necesitan ayuda externa.
– La Consumación: Es la etapa final de la experiencia en crisis. Conduce a una integración de la misma en la vida del individuo. A la desorganización de la crisis la sustituye el sentimiento de tristeza por el recuerdo de la pérdida, que se sitúa cronológicamente en el pasado (atención a rituales presentes, altares…).

TIPO DE TRAUMAS

Meichenbaum distingue 5 tipos de acontecimientos traumáticos:

1) Acontecimiento traumático simple:
– Peligroso, perjudicial, amenazador, a menudo imprevisto y abrumador para casi todo el mundo.
– Desastres naturales: inundaciones, terremotos…
– Desastres accidentales: coche, tren, explosión, accidente químico, avión, incendio…
– Desastres de diseño humano intencional: bombardeo, atentado terrorista, violación, agresión, disparos…

2) Trauma repetido, prolongado:
– Natural. Exposición a la radiación, enfermedad…
– Ejecución humana intencional: abuso sexual, maltrato doméstico, prisioneros…

3) Exposición indirecta:
Especialmente en el caso de los niños.
– Hijos de supervivientes
– Exposición a la experiencia traumática de alguien muy cercano, o cercanía situacional al propio lugar del suceso.

4) Traumas Tipo I:
– Hechos traumáticos simples.
– Experiencias traumáticas aisladas.
– Hechos repentinos inesperados y devastadores.
– Duración limitada.
– Desastres naturales, accidentes de coche.
– Los hechos se recuerdan con detalle.
– Mayor probabilidad de síntomas de idea intrusiva, evitación y síntomas de hiperactividad.
– Recuperación rápida más probable.

5) Traumas Tipo II:
– Traumas variables, múltiples, crónicos y permanentes.
– Con más probabilidad de ejecución humana intencional.

¿QUIEN LO PADECE?

La mayoría de las personas que han sufrido un trauma no llegan a padecer el estrés postraumático, un hecho que todavía no tiene explicación. Además y al contrario de lo que se cree, la gravedad del síndrome no depende de la naturaleza del trauma que lo desencadena.

La reacción a una situación dura e inusual depende mucho de la sensibilidad de las personas afectadas y de sus recursos para afrontar los traumas. En parte esto se encuentra determinado por las características genéticas de cada uno, pero también influye la personalidad y la situación vital concreta que esté atravesando, si ha sufrido o no otros traumas en el pasado o el tejido familiar y social que pueda apoyarle.

Puede aparecer a cualquier edad, aunque suele ser más frecuente entre las personas jóvenes, quizá porque tienen más posibilidades de exponerse a los traumas desencadenantes. También es más común en aquéllos individuos socialmente aislados.

En concreto, las principales consecuencias de las agresiones sexuales sobre el equilibrio emocional de las víctimas son las siguientes (según Echebur, Zubizarreta y Sarasua, 1995):

1.A CORTO PLAZO: quejas físicas, alteraciones del apetito, trastornos del sueño, pesadillas…. Lo que predomina como resultado de todo ello es una conducta global desorganizada y un cierto grado de dificultad para retomar la vida cotidiana.

2.A MEDIO PLAZO: depresión, pérdida de autoestima, dificultades en la relación social y disfunciones sexuales, así como temores diversos. Es decir la víctima es capaz de retomar su vida habitual, pero con limitaciones.

3.A LARGO PLAZO: irritabilidad, desconfianza, alerta excesiva, embotamiento afectivo, disfunciones sexuales y capacidad disminuida para disfrutar de la vida. La experiencia sexual, aunque deseada, puede verse evocada al trauma experimentado.

Fuente: www.trastornolimite.com

Vive consciente: Comprende y sana para amarte

Vive consciente: Comprende y sana para amarte

Mujer: ¿Quieres mejorar tu autoestima, pero no sabes cómo?

Para generar confianza en nosotras y respetarnos es necesario que vivamos consciente de nuestro sentir, pensar y accionar. Cuando somos conscientes de aquello que queremos para nuestras vidas somos más honestas y generamos acciones coherentes con nuestro sentir.

Cuando transitamos nuestra vida reflexivamente somos responsables frente a la realidad interna y externa, ejecutamos acciones coherentes y nos sentimos más honestas, y así nuestra autoestima crece.

¡Ahora es el momento!

Si deseas comenzar este camino o crecer en él, no necesitas esperar la ocasión “ideal” para ello, no necesitas ponerte grandes metas, ni proponerte grandes cambios, sólo necesitas asumir la responsabilidad de empezar, asumir que eres responsable de tu plenitud, bienestar y felicidad.

Lo importante es a ir paso a paso, un pequeño movimiento, subir un peldaño, ya nos hace avanzar en el camino, nos sitúa más adelante de donde comenzamos.

¡Manos a la obra!

woman-writing-in-journal-in-cafe_sucewla7e_thumbnail-small01Te invito a elegir un área de tu vida en la que te gustaría vivir de forma más consciente, puede ser trabajo, pareja, como madre, hija, etc. Una vez que elegiste esa área pregúntate: ¿Qué es lo que hace que se me dificulte el estar consciente en esta área? y durante cinco minutos (con cronómetro si es necesario) escribe todo aquello que se venga a tu mente.

Una vez hayas terminado, quiero pedirte que cierres los ojos e imagines cómo sería el ser más consciente en el área que elegiste: ¿Cómo te sentirías? ¿Cómo serían tus relaciones? ¿Cómo caminarías? ¿Que es lo más importante que sería distinto?.

Y si te animas, proponte tres acciones concretas para realizar durante la próxima semana, que te lleven a ser más consciente y por lo mismo, más respetuosa, amorosa, confiada en ti, esto elevará tu autoestima y felicidad.

Fuente: www.nosotraselblog.cl

Autor: Ps. Isidora Serrano

www.isidoraserrano.com

La Terapia Brainspotting en qué consiste

La Terapia Brainspotting en qué consiste

¿Has oído hablar de la terapia Brainspotting? Probablemente no, porque no es una terapia demasiado conocida ni extendida. Sin embargo, puede ser una gran opción a la hora de aliviar la tensión física y emocional derivada de sucesos traumatizantes.

¿Qué es exactamente el Brainspotting?

Para explicar qué es el brainspotting, lo mejor que podemos hacer es explicar de dónde viene el término. Y es que, como puedes suponer, “brainspotting” es un término inglés, que significa, literalmente, “punto cerebral”.

Este es un método muy innovador que viene utilizándose en psicología desde hace relativamente poco tiempo, y que consiste en abordar el sufrimiento de una forma más profunda y transformadora que otras técnicas.

De esta forma, se puede ayudar a la persona que está sufriendo a recuperarse de las heridas emocionales que un evento traumático le ha causado.

Esta técnica, como decimos, es bastante novedosa. De hecho, fue descubierta en el año 2003 por el psicoterapeuta David Grand, mientras estaba practicando terapia EMDR con sus pacientes.

Durante una de estas terapias, se dio cuenta de que, cuando reducían los movimientos oculares, podían procesar las experiencias traumáticas de una forma más tolerable, sin un impacto tan elevado.

Es decir, Grand se dio cuenta de que las personas mostraban reacciones reflejas poco frecuentes cuando sus ojos se encontraban en determinadas posiciones.

Y es así como desarrolló el brainspotting, que consiste en conectar las reacciones emocionales y las reacciones físicas que una persona tiene en la actualidad con los eventos traumáticos del pasado. Con ello, se puede identificar el “punto cerebral” y, con trabajo, liberar las emociones de la experiencia traumática que han quedado bloqueadas.

¿Por qué las experiencias traumáticas se quedan bloqueadas en el cerebro?

Todas las experiencias estresantes que podemos considerar una amenaza pueden acabar por convertirse en un trauma. Es un mecanismo normal del cerebro, porque busca protegerse (y protegernos). Sin embargo, el hecho de que busque algo, no significa que lo consiga. De hecho, a menudo, esos mecanismos de protección son contraproducentes.

Esto se ve, especialmente, cuando los traumas se derivan de una situación difícil que hemos pasado en algún momento, y para la cual no hemos contado con el apoyo adecuado (algo fundamental a la hora de procesar emociones negativas e integrarlas en nuestra vida).

El resultado de esto es que la experiencia negativa se queda grabada en nuestro cerebro y se transforma en un trauma que se activa en distintas situaciones y que, como ya debes saber, afecta negativamente a nuestro equilibrio emocional y físico.

Esto, que podría sonar muy etéreo, lo cierto es que ha sido confirmado por estudios de la Universidad de Harvard, en los cuales se ha podido ver que las huellas dolorosas quedan grabadas en el cerebro, activando la amígdala, el núcleo del miedo y la corteza visual.

Esto es muy importante, porque, cuando una experiencia negativa se procesa correctamente, ésta pasa a formar parte de la narrativa vital de la persona, por lo que, al recordarla, el área del cerebro que se activa es el área de Broca, responsable del lenguaje.

Es decir, hay una relación clara entre las áreas del cerebro que se activan para un mismo suceso emocional doloroso procesado correctamente y uno procesado incorrectamente.

Teniendo esto en cuenta, el secreto del brainspotting reside en que la mayoría de las personas, cuando recuerdan las experiencias traumáticas, experimentan un nivel de excitación fisiológica que puede ser excesivo para ellas, y acaba conllevando que no procesen adecuadamente la situación (lo que impide su mejoría).

Con el brainspotting, en cambio, se pueden integrar las zonas relacionadas con la información visual y somatosensorial, lo que permite que la memoria reajuste el trauma sin necesidad de que aparezcan ansiedad ni angustia, que es lo que sucedía con los métodos y las técnicas tradicionales.

Cómo funciona el Brainspotting

Pero… ¿Cómo se aplica exactamente la técnica? Pues lo cierto es que el brainspotting no es más que una posición concreta del ojo, que se vincula con una activación de un circuito neuronal concreto en el cerebro, que es el que almacena la información sobre nuestra vida.

El psicoterapeuta buscará ese punto mientras mueves los ojos (y te pregunta, por ejemplo, si sientes más o menos ansiedad, etc). Y, una vez detectado ese punto, se trabajará en la terapia propiamente dicha, mientras mantienes la mirada fija en esa dirección.

Puesto que cuando miras en esa dirección el cerebro está en proceso de recuperar recuerdos y procesarlos, es normal que aparezcan reacciones fisiológicas y psicológicas razonablemente fuertes. Pero es en eso sobre lo que hay que trabajar para que se produzca la sanación emocional.

Parece magia, pero no: Es ciencia.

Como puedes ver, la terapia Brainspotting es una gran forma de aliviar la tensión física y emocional que se deriva de sucesos que causan lesiones emocionales. Por tanto, si has tenido algún trauma, deberías valorar la posibilidad de someterte esta terapia.

Fuente: www.psicoactiva.com

Espiritualidad: cómo afecta a tu salud física y mental

Espiritualidad: cómo afecta a tu salud física y mental

¿Alguna vez te has preguntado si tu fe o tu espiritualidad tienen un impacto sobre tu salud?

De forma esporádica las noticias presentan a alguien que ha experimentado un profundo milagro médico, como la desaparición de la enfermedad que, según los informes, llevó hacia la santidad a la Madre Teresa.

Sin embargo, estos profundos milagros no le suceden a las personas corrientes ¿Qué pasa entonces con la espiritualidad cotidiana? ¿Puede ser igualmente sanadora?

En un artículo publicado en 2003 por el Journal of the American Psychologist titulado “Religión y espiritualidad: vínculos con la salud física“, los autores presentan evidencia que vincula la religión o la espiritualidad en relación con la mortalidad, la discapacidad o la recuperación de una enfermedad.

Basándonos en éste y en otros estudios que se citarán más adelante, hemos considerado estos cinco beneficios que la espiritualidad puede aportar a la salud física y mental de una persona.

Contenido del artículo 

1 1. Conectividad: un sentimiento de “No estoy solo”
2 2. La Comunidad y el apoyo social
3 3. La meditación como curación
4 4. Una estrategia de afrontamiento
5 5. Esperanza

1. Conectividad: un sentimiento de “No estoy solo”

La fe y la espiritualidad te conectan a un ser y a un poder superior. Puedes poner a ese ser superior el nombre que quieras: Jesús, Alá, Creador, Ser Supremo, Energía, Buda… Hay muchas posibilidades.

Sin embargo, el nombre no es tan significativo desde el punto de vista psicológico, como tener esa sensación de esta conectado a un ser superior que te protege.

Esto no es sorprendente, ya que la investigación muestra cómo la soledad juega un papel importante en la génesis de la enfermedad mental. La sensación de un poder superior, de algo o alguien, una fuerza externa a ti mismo te da un sentido de pertenencia y unión que ayuda en muchos casos a no sentirte solo.

2. La Comunidad y el apoyo social

Generalmente la espiritualidad involucra una comunidad de la iglesia o un grupo de creyentes que comparten valores comunes. Esta comunidad podría estar en línea, en una mezquita, una sinagoga, una iglesia o un templo. Una vez más el lugar es lo menos importante.

La actual tendencia al individualismo, el estilo de vida acelerado, la movilidad geográfica y cultural, han evolucionado en las últimas décadas, haciendo que algunas comunidades forjadas naturalmente desaparezcan de la vida cotidiana.

El Dr. Jeff Levin, un epidemiólogo social que ha estado recolectando datos durante treinta años para ver si existe un vínculo entre espiritualidad y salud, concluye que entre el 80 y el 90 por ciento de los estudios consultados muestran una correlación positiva entre ambas variables.

En su informe, que incluyó más de doscientos estudios sobre la fe y la salud, descubrió que los creyentes que tienen una comunidad espiritual común tienden a tener una estructura de apoyo social, que mejora su salud general.

Una comunidad organizada alrededor de la fe permite que las personas se sientan conectadas, no solo con un poder superior sino también entre sí. Incluso aquellos que pueden sentirse desconectados de sus familias pueden encontrar una familia en su fe o en su espiritualidad.

3. La meditación como curación

El Dr. Levin también señala en su investigación: “La meditación y la oración pública generan emociones positivas, que pueden beneficiar la buena salud general”.

La espiritualidad proporciona de este modo una salida para reflejar y aliviar el estrés y el dolor. Puede ser una experiencia de aprendizaje para quien busca obtener sabiduría u orientación. O puede ser una simple desconexión de lo cotidiano que se convierte en un momento de unión con Dios, la naturaleza o la energía positiva.

Muchos estudios han reportado que la oración y la meditación proporcionan alivio físico o esperanza en la curación: Un seguimiento de tres años realizado sobre pacientes psiquiátricos en relación a los efectos de la meditación vio una reducción significativa del estrés en el tratamiento de los trastornos de ansiedad.

Este otro estudio publicado en el Journal of Psychosomatic Medicine informó que “la intervención de reducción de estrés basada en la meditación en atención plena (mindfulness)” ayudó a disminuir los síntomas en pacientes con psoriasis.

La meditación y la oración no solo proporcionan una salida, sino que también pueden reducir el estrés, acelerar la recuperación e incluso disminuir la presión arterial y fortalecer el sistema inmunológico.

Harold G. Koenig, MD, en su investigación como director del Centro de Espiritualidad y Salud de la Universidad de Duke, descubrió que quienes se benefician más de la religión y la espiritualidad son quienes asisten a servicios religiosos y practican la oración o la lectura espiritual en el hogar de forma regular.

El Dr. Koenig, quien dirige seminarios para el programa de Educación Continua de la Facultad de Medicina de Harvard y es autor de un buen número de libros sobre el tema, descubrió que las personas que asisten regularmente a los servicios religiosos, rezan individualmente y leen la Biblia, tienen menos probabilidades de sufrir ciertos tipos de hipertensión, tienen sistemas inmunes más fuertes, tienden a ser hospitalizados con menos frecuencia y abandonan el hospital antes que aquellos que rara vez o nunca asisten a la iglesia.

4. Una estrategia de afrontamiento

La espiritualidad puede dar un sentido profundo a la vida, al sufrimiento y a la muerte que nos ayuda en el transcurso de nuestras vidas.

La investigación publicada a este respecto en el Journal of Behavioral Medicine señala: “Una gran cantidad de estudios sugieren que las personas confían en su espiritualidad y su fe religiosa cuando se enfrentan a enfermedades, y que estas formas de afrontamiento generalmente se asocian con resultados de salud positivos.

Eso incluye menos depresión y una mayor supervivencia, menos complicaciones pos-quirúrgicas y un inicio retrasado y una progresión más lenta de la discapacidad física”.

Las creencias religiosas suelen proporcionar significado, o dar una explicación ante la dificultad y el dolor, ayudando a la persona a sobrellevarlo mejor.

Algunas tradiciones de fe aportan una historia narrativa o una lista moral de cosas que hacer. De esta manera, la espiritualidad proporciona respuestas a muchas de las preguntas que el ser humano se hace: ¿Por qué estoy aquí? ¿Qué debo hacer con mi vida?.

La espiritualidad, al proporcionar respuestas, proporciona también un sentido de propósito y dirección. Aquellos que han encontrado un propósito en la vida, la encuentran más intencional y significativa, mejorando el bienestar mental y la salud física.

5. Esperanza

La esperanza es un sentimiento de expectativa y deseo de que algo suceda, es un estado de ánimo en el que se nos muestra como posible aquello que anhelamos. Comparado con el resto de beneficios que la espiritualidad proporciona, probablemente la esperanza sea el mejor de todos.

Ya sea esperanza para la realización personal en la vida cotidiana, o esperanza para la felicidad eterna en próximas vidas, la mayor parte de las creencias religiosas incluyen la esperanza como una virtud clave.

Altos niveles de esperanza están asociados con un mejor desempeño y éxito académico, deportivo y profesional, un mayor bienestar físico y psicológico y mejores relaciones interpersonales (Lopez & Snyder, 2009; Lopez, 2013), y desde el ámbito de la psicología positiva, la esperanza es entendida como una estrategia que ayuda a abordar la vida desde el «sí» y el “yo puedo”.

Igualmente, las personas con alta esperanza parecen más orientados a formar conexiones con otras personas, ya que muestran interés por las metas de los demás, disfrutan de interactuar con otros y perciben mayor apoyo social (Lopez & Snyder, 2009).

En resumen, la investigación muestra que el nivel de religiosidad o vida espiritual está directamente relacionado con la salud y la recuperación en general.

La vida de fe parece ciertamente poder ayudar a disminuir el estrés y la depresión, así como a la recuperación de enfermedades físicas.

Tal vez no sea mala idea incluir entre nuestros hábitos unos minutos al día de lectura espiritual, de oración o de meditación. Esto nos conectará con nosotros mismos y también con una “energía superior” que, sin importar su nombre o su procedencia, parece ser tan buena para nuestros cuerpos como lo es para nuestros espíritus.

Referencias Bibliográficas

Kelley, B. S., & Miller, L. (2007). Life satisfaction and spirituality in adolescents. Research in the Social Scientific Study of Religion, 18, 233–262.
Marques, S.C., Lopez, S.J. & Mitchell, J. J Happiness Stud (2013) 14: 251. https://doi.org/10.1007/s10902-012-9329-3.
Wachholtz, A.B., Pearce, M.J. & Koenig, H. J Behav Med (2007) 30: 311. https://doi.org/10.1007/s10865-007-9114-7.

Fuente: www.psicopedia.org

Aprende a enfrentar el miedo al fracaso

Aprende a enfrentar el miedo al fracaso

“El fracaso es una gran oportunidad para empezar otra vez con más inteligencia”, (Henry Ford).

El fracaso es parte de la vida, no existe ninguna persona que haya sido exitosa toda su vida. Al contrario, muchas personas que han obtenido importantes logros, siempre reconocen que detrás de un éxito hay muchos fracasos. Entonces, ¿por qué le tenemos tanto miedo a fracasar?

Primero hay que aclarar que es normal sentir miedo al fracaso, ¿existe alguien que le guste fracasar? También es normal sentir nerviosismo cuando emprendemos un nuevo proyecto, pues nadie tiene una bola mágica con la que pueda ver el futuro y saber si el resultado será un éxito o un fracaso.

El problema está cuando el miedo a fracasar nos paraliza y nos impide incluso intentarlo. Es entonces cuando ese miedo se transforma en una trampa mental que nos hace pensar en lo peor mucho antes de que lo intentemos, lo que coarta nuestra libertad, pues preferimos evitar las situaciones de riesgo.

El miedo al fracaso, en general, está condicionado por:

  • Cómo interpretamos la situación: ¿Es un aprendizaje o me estoy jugando la vida?
  • Cómo nos anticipamos: ¿Será el fin de mi carrera o es sólo un tropiezo?
  • Qué valoración le damos: ¿Si fracaso demostraré que no sirvo para nada o revelaré mi valentía y persistencia?

¿Qué alimenta nuestro miedo?

El miedo a fracasar aumenta cuando estamos en constante búsqueda de reconocimiento, es decir, cuando le damos excesiva importancia a la opinión de los demás.

También aumenta cuando nuestras expectativas son demasiado altas y desajustadas a la realidad. Esto, porque al no alcanzar “la gran meta” en el corto plazo terminamos menospreciando los pequeños avances que realizamos y, finalmente, considerado que sólo fracasamos.

La excesiva autocrítica también es un factor que alimenta nuestro miedo, ya que nos hace dudar de nuestras capacidades y enfocarnos sólo en los errores que cometemos. Los mismo cuando somos demasiado perfeccionistas, pues terminamos siempre sintiendo que hemos fracasado.

Por otra parte, la baja autoestima también alimenta nuestro miedo, pues tenemos una falta de autoconfianza, lo que nos hace siempre pensar negativo y esperar “lo peor”.

Finalmente, la baja tolerancia a la frustración también alimenta nuestro miedo, ya que cualquier obstáculo lo estaremos considerando un fracaso.

Tips para enfrentar el miedo a fracasar

Anota las posibilidades que se abren, tanto buenas como malas, en tu proyecto. En el caso de las negativas, distínguelas con un color según el grado de preocupación que te causa, por ejemplo, verde si no te preocupa mucho, amarillo se te preocupa medianamente y rojo si te preocupa demasiado. Posteriormente evalúa las posibles solucionen que tendría cada una.

Si es posible, pide a una persona de tu confianza que te ayude a realizar estos apuntes, pues otorgará un grado de objetividad.

Una vez que tengas anotadas las posibilidades negativas, compáralas con las positivas. Este ejercicio te ayudará a disminuir la ansiedad frente a lo incierto, pues ya habrás analizado los posibles escenarios y los respectivos caminos a seguir. Además te permitirá ver con mayor objetividad el resultado que puede tener tu proyecto.

Muchas personas después de hacer este ejercicio se dan cuenta de hay más opciones de tener éxito que de fracasar y se hacen conscientes de que su pesimismo es infundado.

También te ayudará el tener metas realistas. Si tu proyecto es comprar una casa, un auto y viajar en un plazo de un año, pero tu sueldo no es suficiente ni para el auto, claramente al cabo del año sentirás que fracasaste. Las metas son realistas cuando el resultado que queremos se condice con el plazo que nos otorgamos.

Elimina las frases negativas de tu vocabulario: No puedo, no resultará, no soy lo suficientemente bueno, entre otras.

Por último, recuerda siempre que cada experiencia es un aprendizaje.

Fuente: www.psicologosonline.cl

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