por Carolina Herrera | Dic 4, 2017 | Uncategorized
La cefalea es, en ocasiones, una queja muda, una señal de alarma que refleja un dolor interior que hay que descubrir antes de paliarlo con fármacos.
El síntoma del dolor de cabeza puede ser el indicador de un malestar que afecta al cuerpo, pero que proviene del pensamiento. A veces, en lugar de tomar sistemáticamente un analgésico, es más eficiente intentar averiguar cómo nos sentimos, qué nos disgusta o preocupa.
Encontrar el origen psíquico de la cefalea
Una vez descartadas las causas orgánicas, es decir, una patología que afecte a algún órgano, y que las recomendaciones higiénicas –dormir bien, comer con regularidad…– demuestren ser insuficientes para evitarlo, conviene indagar sobre ese malestar.
Nos hemos de preguntar no solo por el dolor que acompaña a la cefalea, sino por otro sufrimiento, el que ese dolor de cabeza representa.
Averiguar en qué consiste ese otro dolor supone situar el síntoma, es decir, encontrar el lugar y el momento en que se produce la cefalea y preguntarnos por los detalles, muchas veces considerados insignificantes, que preceden o rodean su aparición.
Entre las respuestas que podemos encontrar, muy variadas, aparece frecuentemente en primer lugar un disgusto, algo que produce gran frustración. Pero esa queja sobre lo que no nos satisface no alcanza a explicar la aparición, casi siempre periódica, del dolor de cabeza.
Al seguir indagando en ese desasosiego nos encontraremos con un conflicto: uno o varios momentos en la vida en que se nos plantea una encrucijada, una elección.
El problema es que esa elección es forzada, ya que, sea cual sea la alternativa por la que optemos, habremos tenido que elegir solo una, dejando las otras de lado.
Los conflictos psíquicos inconscientes son vividos como cuerpos extraños que, a veces, tienen el efecto en el “sufriente” de hacerle temer por un tumor cerebral. Otras veces dan la impresión de tener la cabeza hinchada, sensación que se produce por la lucha interior entre la energía ejercida por dichos conflictos y una energía contraria que intenta defenderse de ellos.
Como corolario, se desencadenan la vasodilatación, la vasoconstricción y las contracturas musculares, acciones inopinadas e involuntarias del organismo que desembocan en el dolor de cabeza.
Atacar la causa
La indagación destinada a suprimir el malestar encuentra escollos a veces muy grandes. Atacarlo solo orgánicamente, con medicamentos, si bien puede producir alivio momentáneo, nunca estable, no hace más que retrasar la solución, ya que el dolor es una señal de alarma de que algo está produciendo la molestia y es necesario esclarecerlo antes de suprimirla.
El escollo fundamental es que los razonamientos que nos ayudarían a decidir permanecen inconscientes, censurados durante el mismo relato de esos detalles circunstanciales de la aparición del dolor de cabeza.
Esta censura afecta también al conocimiento: no nos atrevemos a saber la causas porque así, con nuestro propio desconocimiento, aunque ello implique que no nos liberemos de ellas, mantenemos las condiciones en que se dieron: a veces amamos lo que más nos hace sufrir.
Se trata de una situación similar a la del duelo por alguien querido: poco a poco tendríamos que ir dejando atrás el sufrimiento por esa persona que no está, pero preferimos seguir en el dolor porque creemos que así no nos abandona del todo.
Liberar el dolor con las palabras
Desde el inicio del tratamiento, de la cura por la palabra, los síntomas corporales sin causa orgánica, como el dolor de cabeza, se pueden entender como una queja muda, aparentemente no dirigida a nadie, una forma en que nos expresamos sin tener que hablar de nuestro descontento, de nuestra rebelión o, sencillamente, de nuestro desconcierto.
Haciendo hablar a este síntomaes como liberaremos las fuerzas ocupadas en producirlo.
Para conseguirlo, solo se requiere una escucha atenta y consentir que la afectación física pueda aflorar a través de la palabra, ya que es en ella en la que nos enredamos y, sin embargo, lo único que nos dará las claves para deshacer ese embrollo.
Fuente: mentesana.es
por Carolina Herrera | Dic 1, 2017 | Uncategorized
La gratitud es uno de los sentimientos más beneficiosos que podemos experimentar. De hecho, nos permite centrarnos en los aspectos positivos y genera una sensación de tranquilidad casi instantánea. Por eso, en los momentos más difíciles de la vida, cuando todo parece ir mal y nos revestimos de negativismo, recurrir a la gratitud es una excelente estrategia, tal y como ha demostrado la psicología positiva.
Los increíbles beneficios de la gratitud y el agradecimiento para nuestra salud física y emocional
- Mejora la salud física. Un estudio realizado en la Universidad de Illinois desveló que las personas que suelen experimentar gratitud también reportan menos dolores y se sienten más saludables. No se trata de un hecho fortuito, estas personas realmente se preocupan más por su salud e intentan mantener un estilo de vida más sano, que les permite vivir durante más tiempo y con mejor calidad de vida.
- Fortalece la autoestima. Una investigación llevada a cabo en la National Taiwan Sport University con atletas descubrió que quienes practicaban la gratitud también tenían una autoestima más sólida. El secreto radica en que la gratitud reduce nuestra necesidad de compararnos con los demás, por lo que nos sentimos más satisfechos con lo que hemos logrado.
- Facilita el sueño reparador. Un estudio desarrollado en la Grant MacEwan University encontró que las personas que llevaban un Diario de Gratitud y dedicaban 15 minutos antes de ir a la cama a escribir sobre las cosas por las que se sentían agradecidas, no solo conciliaban más rápido el sueño sino que también lograban descansar mejor, logrando un sueño más reparador.
- Estimula la resiliencia. Una investigación realizada por psicólogos de la Universidad George Mason en veteranos de la guerra de Vietnam descubrió que las personas que experimentaban mayores niveles de gratitud también tenían menores niveles de estrés postraumático. De hecho, la gratitud reduce considerablemente el estrés y nos permite asumir una actitud más positiva ante la vida.
¿Qué es un Diario de Gratitud?
Un diario de gratitud es una herramienta que nos permite hacer conscientes todas esas cosas buenas que normalmente damos por sentado. De esta manera logramos centrarnos en los aspectos positivos, en vez de focalizarnos en los errores o los problemas. Gracias a esta herramienta reencontramos el equilibrio, abandonamos el papel de víctimas y aprendemos a quejarnos menos, asumiendo una actitud más proactiva.
De hecho, al cultivar la gratitud cambiamos nuestra manera de pensar, asumimos una actitud más objetiva y equilibrada, ya que dejamos de centrarnos solo en lo negativo y aprendemos a valorar también las cosas positivas. De esta manera desarrollamos una perspectiva más global.
Por eso, uno de los principales beneficios que nos reporta llevar un diario de gratitud consiste en que el acostumbrarnos a dar las gracias por todo lo que tenemos en la vida nos permite centrarnos en esos pequeños detalles que nos traen alegría y satisfacción, esos detalles que ocurren a lo largo de la jornada y que a menudo pasamos por alto.
¿Cómo llevar un Diario de Gratitud?
La idea de base es muy sencilla: anotar a diario todas las cosas que forman parte de nuestra vida por las cuales nos sentimos agradecidos. Quizá al inicio te costará un poco, ya que se trata de un ejercicio nuevo, pero si no tiras la toalla y sigues adelante, dentro de pocos días descubrirás que existen decenas o incluso cientos de cosas por las que puedes sentirte agradecido/a. Sólo te llevará unos minutos, y los beneficios para tu vida y tu nivel de satisfacción serán enormes.
Establece un momento del día fijo para que te sea más fácil establecer el hábito. Al levantarte, antes o después de desayunar o antes de acostarte pueden ser buenos momentos.
Lo ideal es que no te repitas, por eso se recomienda que antes de comenzar el diario determines cuántas cosas escribirás cada día, pueden ser 3, 4 o 5. Poco a poco, a medida que desarrolles una actitud más positiva, te darás cuenta de que cada día aparecen más cosas en tu vida por las que sentirte agradecido/a, aunque sean pequeñas.
Al escribir en tu diario de gratitud :
- Incluye actividades cotidianas que te hagan sentir bien. Puedes experimentar agradecimiento por decenas de cosas cotidianas, como tomar un baño caliente, escuchar el sonido de las hojas movidas por el viento, poder jugar con tus hijos o disfrutar de la compañía de tu pareja. Nada es demasiado pequeño como para que no pueda ser incluido en tu diario de gratitud.
- No olvides las posesiones significativas. Puedes sentirte agradecido/a por muchas cosas, incluyendo esas posesiones materiales que quizá ahora das por sentado pero que en un primer momento fueron una fuente de alegría, satisfacción y placer. Por ejemplo, puedes sentirte agradecido/a por tu colección de música, por tus libros o por tu increíble bicicleta.
- Resalta tus habilidades y cualidades. Capacidades tan básicas como andar, oír y ver son regalos maravillosos de los que no todos pueden disfrutar. Sentirte agradecido/a por esas cosas que das por descontado también es importante. Imagina cómo te sentirías si no tuvieras esas habilidades. También puedes incluir en el diario esas habilidades y características que te hacen especial, como pintar, tocar un instrumento o simplemente tener sentido del humor.
- Céntrate en las personas que forman parte de tu vida. Es probable que a tu alrededor tengas a buenas personas que te brindan su apoyo cuando más lo necesitas, como tus padres, hijos, amigos o pareja. Siéntete agradecido/a por tenerlos a tu lado, así aprenderás a valorarlos mucho más y, de paso, tus relaciones mejorarán.
- Recuerda las experiencias que te han hecho feliz. El día que hagas algo especial, no olvides mencionarlo en tu diario de gratitud. Una reunión con los amigos, un día de relax o simplemente un buen día de trabajo pueden ser motivos más que suficientes para experimentar gratitud. De hecho, no te limites a la experiencia, profundiza también en las emociones que sentiste.
- Convierte los problemas en oportunidades. Cada error puede convertirse en una oportunidad de aprendizaje, por lo que las equivocaciones, los fallos y los fracasos también pueden ser algo por lo que puedes sentirte agradecido/a. Intenta buscar los aspectos positivos de los problemas y comprender cómo te ayudan a crecer y a ser más fuerte. Al respecto, Sigmund Freud afirmó: “He sido un hombre afortunado, en la vida nada me ha sido fácil”.
Para sacar el máximo provecho al diario de la gratitud, es importante que no te limites cada día simplemente a hacer una lista, sino que profundices en cada una de las cosas que escribes. Reflexiona sobre cómo esas cosas, personas o experiencias aportan algo a tu vida. Desde el agradecimiento, podrás volver a vivir esas emociones positivas.
Fuente: elpradopsicologos.es
por Carolina Herrera | Nov 27, 2017 | Uncategorized
La identidad personal, entendida como individualidad (para diferenciarla del individualismo insolidario de las sociedades contemporáneas) supone un proceso dinámico, ya que a lo largo de la vida los elementos que la configuran pueden ir modificándose. Puede parecer paradójico que en ese proceso de construcción de la identidad personal se dé un movimiento hacia la separación (es decir, hacia la independencia y la individuación), pero al mismo tiempo se necesite a los otros. Para que el proceso de individuación sea verdaderamente humanizador y emancipador, es necesario un proyecto educativo en el que el sujeto se implique en la construcción social y cultural de su personalidad moral. Cada persona va construyendo, de forma paulatina, mediante múltiples interacciones con sus semejantes en entornos complejos y plurales lo que denominamos una identidad personal; por supuesto, ese proceso dinámico debería ser estimulado para la constante innovación humanizadora o existe el riesgo de caer en el estatismo o la alienación. En la modernidad, poseer una identidad personal supone tener la capacidad de decidir, de elegir, gracias a una voluntad (supuestamente) libre; en esta etapa histórica, hay que entender un proceso de emancipación y secularización consistente en la evolución histórica y sociocultural de la civilización, lo que ha posibilitado (desgraciadamente, no ha pasado de ser una posibilidad) la liberación del sujeto frente a toda suerte de colectivismos proteccionistas. El fracaso de la modernidad, sin que se renuncie a gran parte de sus postulados, ha llevado a que se considere el proceso de construcción de la identidad personal, no tanto como una esencia individual que conocer, y sí como un diálogo entre el individuo y el resto de miembros de la sociedad. Paulatinamente, el proceso de socialización ha ido adquiriendo mayor importancia en el modo en el que el sujeto se ve a sí mismo y se entiende.
Cada persona es solo relativamente autónoma, ya que depende para su desarrollo de su entorno social y cultural, por lo que la liberación personal solo se consigue auténticamente modificando aquello que lo determina: el conjunto de las instituciones que el ser humano ha creado y que puede constreñir o favorecer su libertad. Estaremos de acuerdo en que no estamos simplemente determinados por nuestra condición biológica, sino que lo que nos define como especie es ser «racionalmente activos», tenemos una disposición a la innovación intelectual y a la capacidad electiva. La actividad del ser humano no solo depende de conductas instintivas, también de su capacidad para ampliar el registro simbólico de posibilidades de acción, lo que conlleva abrir la conducta a lo innovador y lo inédito. Se transgreden así los patrones de conducta establecidos en el pasado, un paso que gran parte de la gente, por mímesis, papanatismo e inhibición de sus capacidades, se muestra incapaz de realizar. Hay que insistir, frente a todo riesgo de dependencia externa, que la moralidad tiene su origen en el cerebro humano, es decir, en nuestra capacidad para conocer, deliberar, evaluar y tomar una decisión. Por otra parte, es la acción lo que nos permite ir creando un mayor horizonte humano y, frente a todo acomodamiento al legado del pasado, hay que esforzarse para ir innovando y refundando la producción cultural. Ese mayor horizonte para el ámbito humano, está determinado por el papel que juegan la libertad y la equidad; tal y como lo definió el anarquista Herbert Read, el progreso se valora por el grado de articulación y diferenciación entre los individuos de una sociedad, lo que permite a la persona desarrollar «una comprensión más amplia y profunda de la existencia humana» y pasar a ser un miembro activo en el proceso.
Si el anarquismo realiza una crítica permanente a las instituciones estatales, basadas en reglas y códigos rígidos e inamovibles, es interesante llevar esa crítica al terreno de la persona y su sique. Así, la «institucionalidad» de los elementos que configuran nuestra identidad personal puede ser un impedimento para diferenciar y elaborar nuestro campo perceptual. El estatismo político y social tiene su analogía en las normas y códigos que podemos construir a nivel personal y que nos llevan igualmente a dificultades, distorsiones y dogmatismos. Algunos expertos han insistido en que las ideas nunca deben ser «institucionalizadas», muy al contrario, deben permanecer en constante revisión y ser reemplazadas para promover nuevas formas de organización. Es una concepción anarquista, es decir, dinámica y cambiante, tanto de la sociedad como de los procesos de construcción personales. El objetivo final de una identidad personal emancipadora es permanecer siempre fresco y abierto, preparado para enfrentar la realidad, en cada momento, con formas nuevas y efectivas, sin vínculos rígidos con reglas preestablecidas. Llegamos aquí a un debate irresuelto en la historia del pensamiento humano: la diferencia entre las convicciones morales (la ética deontológica) y la valoración de las conductas por sus consecuencias (la ética teleológica). Parece ser que, finalmente y frente a todo intento de preceptos y conceptos preestablecidos, son las experiencias de relaciones humanas y la interacción social las que acaban impulsando y orientando el desarrollo moral. Así, los patrones de moralidad se entenderían como construcciones que los individuos realizar para ordenar sus interacciones. Las regulación de las conductas humanas constituyen un complejo conjunto de normas, las cuales abarcan desde las que son indispensables para la convivencia cotidiana hasta los más altos imperativos morales; es por eso que se ha insistido en que esa dicotomía entre hechos y valores, entre el «ser» y el «deber ser», resulta falsa y no puede establecerse una rígida línea de separación entre los dos polos.
En el proceso de construcción de la identidad personal, se busca la autonomía moral y la maximización de las oportunidades de emancipación del sujeto. El objetivo es, a un nivel pedagógico, no solo el desarrollo de habilidades y la ejecución de tareas, también la capacidad de afrontar y comprender las situaciones problemáticas que el sujeto va a encontrar una y otra vez. Más que nunca, es necesaria la formación de un sentido crítico en el sujeto, lo que contribuye a su crecimiento autónomo y al proceso de formación de una identidad auténticamente personal. Desarrollar el sentido crítico y la autonomía es dejar a un lado todas las presiones ambientales de naturaleza sociocultural; se entiende que es una crítica positiva que trata de diferenciar lo que es valioso de lo que no lo es. Por supuesto, esa capacidad crítica del sujeto depende de la calidad de las interacciones con el medio social, de la cultura que se le presenta y de la manera en que se hace. El sujeto crítico busca con su reflexión una posible verdad, pero sabiendo que no existe ninguna absoluta; del mismo modo, se evita la «institucionalización» de una idea inmutable. Por otra parte, el sentido crítico no se construye adecuadamente sin el conocimiento reflexivo de ciertos hechos personales y sociales, los cuales pueden hallarse en polémica desde el punto de vista de los valores y requieren ejercicios prácticos de juicio, de comprensión y de transformación. Una comprensión crítica de la realidad requiere, tanto de un desarrollo de habilidades morales, como de una capacidad de modificarlas en base a la argumentación, el debate y la discusión. Es por eso que el intercambio de ideas y opiniones constante, en aras de llegar a un entendimiento, lleva a la evitación de todo dogmatismo y autoritarismo.
Recapitulemos. No existe propiamente sujeto, identidad personal, sin los otros, los cuales contribuyen de manera decisiva a su propia configuración. De sus relaciones con la comunidad, la persona toma modos de ser y estilos de hacer, desarrolla unas capacidades e inhibe otras, en suma, forma su identidad. Somos animales simbólicos, es decir, seres capaces de innovar y de crear; es por ello que han ido aumentando las posibilidades de acción racional, de los individuos y de la especie, gracias a esas grandes capacidades de aprendizaje. También nos define como humanos nuestra capacidad de actuar, lo cual a veces se manifiesta como incertidumbre o es incluso pernicioso, ya que en no pocas ocasiones las elecciones se realizan en contextos de fatalidad. Así, se ha asumido la complejidad e incertidumbre de los fenómenos humanos o, lo que es lo mismo, del fenómeno moral. La tradicional diferenciación entre una ética de las convicciones y una ética consecuencialista ha dado paso a una especie de síntesis entre ambas, lo que ha apoyado una educación basada en la autonomía moral de la persona y en el desarrollo de su sentido crítico, basado en la capacidad para revisar viejas convicciones, en transgredir todo legado cultural y en buscar nuevas argumentos racionales en un sentido siempre dialógico. Por otra parte, esa preocupación por las actitudes individuales, por la construcción de una identidad personal no erosionada por fuerzas externas ni colectivas, es paralela a una realización de la libertad que exija la moralización de las instituciones, las costumbres y los hábitos sociales.
Fuente: portaloaca.com
por Carolina Herrera | Nov 24, 2017 | Uncategorized
Carmen Paz Puentes
Terapeuta Familiar, ICHTF
La separación de los padres en la mayoría de los casos es un hecho doloroso para todos los involucrados, independiente de las razones de la separación.
En mi práctica clínica es un motivo de consulta frecuente. A veces se pide ayuda para enfrentar e informar de la mejor manera esta decisión a los hijos; otras veces los padres consultan posterior a la separación para pedir orientación por reacciones que han tenido uno o más hijos y que les preocupan. También están los que consultan por síntomas diversos en los niños, lo que luego de la evaluación da cuenta de un duelo no elaborado asociado a la separación. En el peor de los casos están los síntomas de los niños o adolescentes asociados a conflictos entre los padres que se han cronificado e incluso agudizado post separación, como es el caso de las separaciones “destructivas”, causando importante sufrimiento a sus hijos. Estos son los casos más difíciles desde el punto de vista terapéutico, donde la tarea es ayudar a los padres a separar su conflicto con la madre o padre separado para poder visibilizar las necesidades emocionales de sus hijos, poniéndolas en primer lugar. Otras veces el tema de la separación y el dolor asociado aparece más tardíamente en un proceso terapéutico familiar, una vez que se han dejado de lado las defensas y el sistema se atreve a mostrar su vulnerabilidad en el espacio terapéutico.
Me interesó escribir esto a propósito de una reflexión que he venido haciendo desde hace un tiempo tras escuchar reclamos de niños y adolescentes de distintas edades que me han tocado en terapia. Por ejemplo, sobre el hecho de tener que ir de casa en casa cada semana: “nos tratan como mochilas” decía una vez una chica a propósito de aquello. También en relación a la experiencia asociada a los “pololeos” o nuevas relaciones de pareja de los padres. Por ejemplo una niña le pedía a su padre que le contara a ella, antes de que lo hiciera en forma oficial, si se iba a casar con su actual polola. Ella ya intuía sobre aquella posibilidad y reclamaba su derecho a estar informada. El era un padre amoroso y atento con ella, sin embargo le costó decirle simplemente que sí. Luego de esa sesión me quedé pensando en los derechos de los niños de padres separados. La separación de los padres es un evento que ellos no pueden controlar ni decidir, pero que les afecta sustancialmente. Entonces, “si no tengo derecho a decidir sobre esta decisión, a qué si tengo derecho?”. Yo también soy madre separada, mis hijos tenían 7 y 9 años respectivamente cuando esto ocurrió. También sé que para los padres es difícil. Pero no conozco niño, niña, adolescente o adulto que no asocie esta experiencia a un momento difícil y doloroso de su vida….que no pudieron controlar.
Esta declaración de derechos está escrita para padres, niños(as), adolescentes y terapeutas que trabajan con familias. Los invito a todos a comentar, cuestionar, agregar derechos, etc. a ver si visibilizar este tema permite colaborar en disminuir en parte el sufrimiento de los hijos e hijas que viven esta experiencia.
Derechos:
- Derecho a recibir información clara y suficiente: noticia de la separación, razón de aquello y reorganización familiar que habrá.
- Derecho a no dejar de ver a uno de sus padres post separación.
- Derecho a seguir siendo hijo, en vez de: “confidente”, “psicólogo”, “padre” o “madre” de uno de los padres post separación.
- Derecho a no oír a uno de los padres hablar mal del otro, ni a servir de desahogo de reclamos, ni de mensajero ni de intermediario entre éstos.
- Derecho a no ser parte (presenciar, escuchar) de las nuevas conquistas o affaires de uno de los padres post separación.
- Derecho a reclamar por tener que ir de casa en casa con ropa, útiles escolares, etc.
- Derecho a echar de menos al padre o madre con el que no se está y a tener pena y/o rabia en los momentos de despedida de uno u otro (por ejemplo, malas caras en adolescentes o llanto o pataletas en los más pequeños).
- Derecho a tener un lugar físico que se sienta como propio en cada casa.
- Derecho a sentir pena y no alegría ante la noticia de pololeo-matrimonio-convivencia de uno de los padres.
- Derecho a que no les caiga bien el pololo(a) de uno de los padres.
- Derecho a sentir celos por la relación de su mama-papá con los hijos(as) de su pareja cuando los hay.
- Derecho a tener un tiempo propio para elaborar el duelo de la separación de sus padres, no necesariamente el mismo de sus padres (que por cierto empezaron este proceso mucho antes de comunicarles la noticia a sus hijos).
- Derecho a anhelar, incluso pasado mucho tiempo y muchos años, el querer volver a tener a su familia unida.
Fuente: ichtf.blogspot.cl
por Carolina Herrera | Nov 22, 2017 | Uncategorized
El impacto de los gritos sobre los niños
Alba Caraballo
Hasta la persona más paciente, tranquila y calmada ha perdido en algún momento los nervios ante una mala conducta infantil y se ha descubierto gritando a sus hijos para reprenderles. Somos humanos, mortales e imperfectos y, por muy bien que intentemos hacer las cosas, a veces nos equivocamos. Supongo que a nadie le gusta enfadarse y gritar a sus hijos, pero qué ocurre cuando este comportamiento es constante y se educa a los hijos a base de gritos y malos modos.
Consecuencias de gritar a nuestros hijos para educarles
Ayer llevé a mis hijos a natación y en el vestuario, mientras los padres vestíamos a los niños, una madre gritaba sin parar a su hijo por cualquier motivo: porque se le caía el calcetín, porque no colaboraba para vestirse, porque se agarraba a ella con fuerza… Todo era motivo de gritos, el resto de padres nos mirábamos entre escandalizados y apenados. Quizás esa mamá tuvo un mal día, quizás el niño llevaba todo el día portándose mal, o quizás, lamentablemente era su manera de tratarle.
En algunas ocasiones los padres aplicamos modelos educativos heredados de nuestros padres. Y, si a algunos de ellos les trataron con mano de hierro, emplean la misma estrategia y no entienden que el trato y la educación de los hijos pueda ser de otra manera. En otras ocasiones el estrés o la frustración de los padres acaban pagándolo los más débiles, los niños.
Sin embargo, todos los pedagogos y psicólogos infantiles están de acuerdo en este punto: para conseguir que el niño obedezca y tenga un buen comportamiento, no hace falta humillarle, gritarle o emplear la violencia verbal.
¿Qué ocurrirá si gritamos a nuestros hijos constantemente para regañarles?:
- Puede que elevar el tono en algún momento determinado cause su efecto, pero si esto es constante, el niño se acostumbrará, los gritos no tendrán el efecto que el padre pretende y pasará de ejercer la autoridad con sus hijos al autoritarismo.
- El constante empleo del grito puede conllevar al deterioro de la autoestima del niño, que no se sentirá valorado o querido por sus padres o, por el contrario, puede convertirse en un rebelde, desafiando la autoridad constantemente.
- Los padres somos ejemplo para los hijos, una conducta agresiva tendrá un impacto directo sobre el niño, que adoptará este comportamiento y se acostumbrará también a gritar y a tener conductas agresivas. Luego las empleará con los amigos, conocidos o incluso contra los padres.
- Sólo causará un estado de nervios y estrés en el niño que no será nada beneficioso para su desarrollo.
Y ahora, párate y piensa, ¿eres de los que grita mucho o demasiado a tus hijos? Quizás sea momento para intentar otro camino, y puede que te des cuenta de que es mucho más efectivo.
Fuente: guiainfantil.com
por Carolina Herrera | Nov 20, 2017 | Uncategorized
Por Yolanda Calvo
Una indicación frecuente en Mindfulness es ‘observa tu respiración’, ‘observa los pensamientos que aparecen’, ‘observa las emociones’… Y una pregunta que me hacen también con frecuencia es ¿qué es observar?
Observar es mirar con atención, poner nuestra plena atención en algo. No es pensar en lo observado, es poner la atención en esa sensación, en esa experiencia.
Por ejemplo, al mirar una flor, la mente lo que hace es comentar:
“mira eso es blanco, ahí hay un tono rosa, es una orquídea, me pregunto si este color es natural o es modificado genéticamente, ¿se la habrán regalado o la habrá comprado? Mi vecina Puri tiene también orquídeas. ¿Costará mucho cuidarlas? Dicen que no, pero a mí no se me dan bien las plantas… claro que no se me da bien nada, soy un desastre. El otro día mi jefe me miró como pensando ‘¡qué desastre!’, me tiene en el punto de mira…”
… y así sin parar, empieza con una cosa, encadena con otra y con otra y con otra. Sin embargo, si la observamos, con la mente en silencio, vemos las luces, las sombras, los colores, los tonos, el volumen, observamos cuándo aparecen esos nombres, esos pensamientos en la mente, y volvemos a centrarnos en la sensación, en la percepción… y en un punto, con la mente en silencio, sentimos también la vida, la Presencia en la flor, nuestra atención es tan presente, que sentimos la presencia de la planta.
O al recorrer el cuerpo, la mente dice cosas como “los pies… ¡ay! están fríos ¡qué desagradable! siempre tengo los pies fríos, no creo que pueda concentrarme con estos pies tan fríos… (la grabación sigue adelante y llega a las piernas) ¡Ah! ¡Las piernas! ¡Uy! tengo agujetas, me he pasado en el gimnasio… por cierto, debería pasarme por esa tienda de deportes y comprarme unos pantalones nuevos para el gim… claro, que este mes ya mejor no, voy a esperarme a cobrar… que cada vez el dinero me cunde menos, parece como si te fueran bajando el sueldo, ¡vaya mierda!…” y así, otra vez, encadenando un pensamiento con otro, y con otro, y con otro…
Sin embargo, desde la conciencia que observa se sienten las sensaciones en las diferentes partes del cuerpo, sin enjuiciarlas, el frío es frío, sin más, una sensación, y cuando aparece el rechazo, se observa el rechazo, uno es consciente del rechazo, y es consciente de dónde se siente en el cuerpo ese rechazo (que no estará en los pies). ¿Te has dado cuenta que cuando rechazas algo no eres consciente de que lo estás rechazando? Desde la conciencia que observa las sensaciones del cuerpo sentimos la vida vibrando en el cuerpo, nos conectamos con la vida y con el Ser.
Observar es un estado de alerta, presente y sereno, en el que la conciencia está despierta y percibe todo, con plena aceptación, sin juicios, sin críticas.
Observar es empezar a despertar.
Observa, sea lo que sea lo que haya. Observa.
Eres la presencia atenta y serena que observa.
Fuente: espacioconcienciaplena.blogspot.cl
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