La cefalea es, en ocasiones, una queja muda, una señal de alarma que refleja un dolor interior que hay que descubrir antes de paliarlo con fármacos.

El síntoma del dolor de cabeza puede ser el indicador de un malestar que afecta al cuerpo, pero que proviene del pensamiento. A veces, en lugar de tomar sistemáticamente un analgésico, es más eficiente intentar averiguar cómo nos sentimos, qué nos disgusta o preocupa.

Encontrar el origen psíquico de la cefalea

Una vez descartadas las causas orgánicas, es decir, una patología que afecte a algún órgano, y que las recomendaciones higiénicas –dormir bien, comer con regularidad…– demuestren ser insuficientes para evitarlo, conviene indagar sobre ese malestar.

Nos hemos de preguntar no solo por el dolor que acompaña a la cefalea, sino por otro sufrimiento, el que ese dolor de cabeza representa.

Averiguar en qué consiste ese otro dolor supone situar el síntoma, es decir, encontrar el lugar y el momento en que se produce la cefalea y preguntarnos por los detalles, muchas veces considerados insignificantes, que preceden o rodean su aparición.

Entre las respuestas que podemos encontrar, muy variadas, aparece frecuentemente en primer lugar un disgusto, algo que produce gran frustración. Pero esa queja sobre lo que no nos satisface no alcanza a explicar la aparición, casi siempre periódica, del dolor de cabeza.

Al seguir indagando en ese desasosiego nos encontraremos con un conflicto: uno o varios momentos en la vida en que se nos plantea una encrucijada, una elección.

El problema es que esa elección es forzada, ya que, sea cual sea la alternativa por la que optemos, habremos tenido que elegir solo una, dejando las otras de lado.

Los conflictos psíquicos inconscientes son vividos como cuerpos extraños que, a veces, tienen el efecto en el “sufriente” de hacerle temer por un tumor cerebral. Otras veces dan la impresión de tener la cabeza hinchada, sensación que se produce por la lucha interior entre la energía ejercida por dichos conflictos y una energía contraria que intenta defenderse de ellos.

Como corolario, se desencadenan la vasodilatación, la vasoconstricción y las contracturas musculares, acciones inopinadas e involuntarias del organismo que desembocan en el dolor de cabeza.

Atacar la causa

La indagación destinada a suprimir el malestar encuentra escollos a veces muy grandes. Atacarlo solo orgánicamente, con medicamentos, si bien puede producir alivio momentáneo, nunca estable, no hace más que retrasar la solución, ya que el dolor es una señal de alarma de que algo está produciendo la molestia y es necesario esclarecerlo antes de suprimirla.

El escollo fundamental es que los razonamientos que nos ayudarían a decidir permanecen inconscientes, censurados durante el mismo relato de esos detalles circunstanciales de la aparición del dolor de cabeza.

Esta censura afecta también al conocimiento: no nos atrevemos a saber la causas porque así, con nuestro propio desconocimiento, aunque ello implique que no nos liberemos de ellas, mantenemos las condiciones en que se dieron: a veces amamos lo que más nos hace sufrir.

Se trata de una situación similar a la del duelo por alguien querido: poco a poco tendríamos que ir dejando atrás el sufrimiento por esa persona que no está, pero preferimos seguir en el dolor porque creemos que así no nos abandona del todo.

Liberar el dolor con las palabras

Desde el inicio del tratamiento, de la cura por la palabra, los síntomas corporales sin causa orgánica, como el dolor de cabeza, se pueden entender como una queja muda, aparentemente no dirigida a nadie, una forma en que nos expresamos sin tener que hablar de nuestro descontento, de nuestra rebelión o, sencillamente, de nuestro desconcierto.

Haciendo hablar a este síntomaes como liberaremos las fuerzas ocupadas en producirlo.

Para conseguirlo, solo se requiere una escucha atenta y consentir que la afectación física pueda aflorar a través de la palabra, ya que es en ella en la que nos enredamos y, sin embargo, lo único que nos dará las claves para deshacer ese embrollo.

Fuente: mentesana.es

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