Se sabe que el sueño es un proceso evolutivo. Todo niño sano, aunque al principio presente despertares frecuentes o algún problema a la hora de acostarse, va a dormir correctamente algún día.
El sueño va ligado al desarrollo del ser humano, por tanto siempre cambia, se va modificando conforme el ser humano nace, crece y envejece.
El sueño prenatal
Los bebes en estado fetal, sobre todo en el tercer trimestre de gestación, ya presentan momentos de vigilia seguidos de momentos de inactividad muy semejantes a las fases del sueño que tienen los recién nacidos. Este sueño fetal es independiente del sueño de la madre.
Se han descrito dos patrones del sueño en el bebé antes de nacer: sueño activo y sueño tranquilo.
Etapa de construcción del sueño (de 0 a 7 meses)
A lo largo de sus primeros 7 meses de vida, el sueño de los bebés evolucionará paulatinamente: de las dos fases de sueño que tienen los recién nacidos se pasará a las cinco fases del sueño adulto.
A lo largo de todo este proceso, los cambios en el sueño infantil irán de la mano de otro tipo de cambios, normales en el crecimiento de cualquier ser humano sano, desde el crecimiento físico, la forma de alimentarse, de relacionarse y el desarrollo de actividades motrices, etc.
De 0 a 3 meses
Los bebes nacen sabiendo dormir. Estadísticamente lo hacen la mayor parte del día, entre 14 horas los más despiertos y 20 horas los más dormilones.
Los recién nacidos necesitan comer con frecuencia para evitar hipoglucemias y crecer. Por tanto no pueden tener un sueño muy continuado y necesitan pequeñas siestas a lo largo de las 24 horas del día para poder despertarse con frecuencia y comer.
Este ritmo de alimentación se adapta perfectamente a la fisiología de la lactancia materna. Las tomas frecuentes aumentan los receptores de prolactina en la mama y aseguran una buena producción de leche. La prolactina también tiene el efecto de relajar a la madre e inducirle el sueño, así mientras amamanta descansa.
Por otra parte la leche materna contiene un aminoácido (L-triptófano) que favorece el sueño, además la succión del pecho es relajante y ayuda a dormir. Sueño y lactancia materna se complementan entre sí para un desarrollo óptimo de los bebés. El colecho, madre y bebé durmiendo juntos, facilita no solo la lactancia materna sino el sueño de ambos.
El patrón de sueño en este periodo (pequeñas siestas intercaladas con despertares frecuentes) esta sincronizado con las necesidades del bebe por más de un motivo:
Alimentarse con frecuencia.
Superar posible episodios de apnea.
Mantener la alerta del cuidador.
Desarrollar la mente.
Madurar.
Ejercitar la succión.
Y se caracteriza más específicamente por:
Es bifásico: sueño activo o REM y sueño lento.
Es ultradiano: no diferencia entre el día y la noche.
Es polisecuencial: se reparte en varias secuencias a lo largo de todo el día.
Mayor porcentaje de sueño REM: es en esta fase que cerebro integra los aprendizajes.
El sueño se inicia directamente en fase REM: prioriza la maduración a nivel mental frente al descanso corporal.
La maduración de los bebés durante los primeros meses de vida es impresionante, en ningún otro momento de su vida van a desarrollarse tanto y tan rápido, no solo a nivel físico sino a nivel neuronal. Tanto la lactancia materna como el sueño, se adaptan, ayudan y refuerzan este proceso.
Hacer ingerir a los bebes alimentos de digestión pesada, o pautar horarios para las ingestas para alterar el patrón normal del sueño infantil a esta edad y adaptarlo al sueño adulto, puede ser contraproducente. Lo que favorece el desarrollo natural del sueño es la lactancia materna y el colecho.
De 4 a 7 meses
Pasado el primer trimestre, los bebés cambian y su sueño también, volviéndose cada vez más parecido al de los adultos. El bebe empieza a dormir algo más de noche que de día y cuando se queda dormido, el sueño empieza en fase no-REM (sueño ligero seguido de sueño profundo, por lo que se puede despertar fácilmente si algún estímulo lo altera). Cuando ya ha llegado a las fases más profundas del sueño, puede permanecer una hora en ella.
El patrón de sueño en este período también se relaciona con las necesidades de los bebés a esta edad son:
Adquirir el ritmo circadiano.
Adquirir las fases del sueño adulto.
Su alerta será selectiva: reclamará a la madre cuando se sienta solo o entre extraños.
Iniciará la alimentación complementaria.
Por tanto a esta edad el sueño será:
Circadiano: diferenciará paulatinamente entre el día y la noche.
Polifásico: tendrá adquiridas casi todas las fases del sueño adulto, podrá unirlas con más facilidad e incluso hacer tiradas de más de un ciclo.
Inestable: las dos fases de sueño del primer trimestre se desarrollan hasta alcanzar las cinco fases del sueño adulto. Las fases van surgiendo paulatinamente a lo largo de un periodo de transición y el bebe necesita adaptarse a ellas.
En nuestro tiempo y cultura, estos cambios suelen coincidir con el inicio de la alimentación complementaria y la reincorporación al trabajo remunerado por parte de las madres, por lo que puede ser un período crítico para las familias.
De nuevo, la lactancia materna, y especialmente el colecho, pueden hacerlo todo más llevadero.
Etapa de maduración del sueño (de 8 meses a 6 años)
En esta etapa, el sueño madura paulatinamente hasta parecerse al sueño adulto, las horas de sueño se reducen y poco a poco se eliminan los despertares nocturnos.
De los 8 meses a los 2 años
Los bebés a esta edad los bebes necesitan:
Seguir incorporando alimentos complementarios a su dieta.
Superar el periodo de angustia por separación.
Relacionarse con el entorno: deambulación (afianza el gateo y empieza a andar).
Superar la irrupción dentaria.
Realizar la reglamentación esfínteriana.
En este periodo el sueño de los bebés será:
Temido
Inquieto
De 3 a 6 años
A partir de los tres años suele iniciarse un descenso de los despertares nocturnos que desaparecen aproximadamente a los 5 años.
Entre los 5 y los 6 años los niños se hacen mayores y su sueño será ya parecido al de los adultos.
Es la etapa de los primeros aprendizajes escolares y la consolidación del lenguaje hablado.
Hacia los 3 o 4 años dejan de hacer siesta. Por otra parte empiezan a pedir cosas que les gustan para rebajar su ansiedad antes de dormir ( cuentos, canciones, …). Tanto si duermen solos o en compañía llega un día en que no sólo no necesitan a nadie sino que no quieren a nadie mas en su habitación.
La duración de la lactancia materna y el sueño infantil
Estudios antropológicos y etológicos, así como distintos testimonios etnográficos, históricos y culturales, nos permiten hacerlos hacernos una idea de cuál sería la duración de lactancia materna de los bebés humanos desde el punto de vista biológico.
De este modo sabemos que la edad de destete natural correspondiente a los seres humanos estaría comprendida entre los 2,5 y los 7 años.
La construcción del sueño infantil se produce aproximadamente en ese primer período de lactancia que hasta hace poco han respetado la gran mayoría de culturas a lo largo de la historia.
El periodo de maduración del sueño infantil culmina a lo largo del periodo estimado de duración normal de la lactancia materna.
Artículo basado en:
Dormir sin lágrimas. Rosa Jové. La esfera de los libros. Madrid, 2006
Las primeras experiencias de la vida preparan el escenario para la salud física en la vida posterior. Reducir el estrés tóxico temprano es clave para prevenir la enfermedad en adultos (Shonkoff, 2016).
La lactancia materna es una manera muy directa de disminuir el estrés tóxico temprano. Estudios recientes han demostrado que la lactancia materna aumenta el bienestar físico y mental de los bebés, y estos efectos van mucho más allá de la composición de la leche. Una clave para entender estos efectos a largo plazo es la respuesta materna. Cuando las madres responden a las señales de sus bebés de forma consistente, preparan el escenario para una resiliencia permanente en sus hijos. Y la respuesta materna a las señales es algo intrínseco de la relación de amamantamiento. Esto se refleja en la salud mental de los niños.
En un estudio de 2.900 parejas bebé-madre lactante, la lactancia materna durante un año se asoció con una mejor salud mental infantil en todas las edades hasta los 14 años (Oddy et al., 2009). La mayor duración de la lactancia materna se asoció con una mejor salud mental infantil en cada aspecto de la evaluación.
Depresión materna
La depresión materna tiene un efecto negativo bien documentado en bebés y niños. Es perjudicial porque afecta la capacidad de las madres para responder a sus bebés. Las madres deprimidas tienden a desapegarse de sus bebés, y a no responder a sus señales. Los bebés experimentan esto como muy estresante, y ser criado por una madre o un padre crónicamente deprimido puede tener efectos para toda la vida (Field, Diego y Hernández-Reif, 2009; Kendall-Tackett, 2002, Weissman, 2006).
Los resultados de los experimentos de Edward Tronick ‘Still-Face Mother’ pueden extrapolarse a lo que sucede con la depresión materna. :os efectos de la no respuesta materna pueden apreciarse en estos videos elocuentes.
Y los efectos son duraderos. Un seguimiento de 20 años de niños hijos de padres deprimidos los comparó con un grupo de niños adultos cuyos padres no tenían ninguna enfermedad psiquiátrica. Pues bien, los hijos adultos de padres deprimidos tenían una tasa tres veces mayor de depresión, trastornos de ansiedad y abuso de sustancias, en comparación con los hijos adultos de padres no deprimidos.
Durante muchos años, en los estudios sobre depresión materna no se incluyó el factor del tipo de lactancia. De hecho, durante años, los profesionales de la salud mental perinatal creían que la lactancia materna era en realidad un factor de riesgo para la depresión posparto. Afortunadamente, ahora tenemos pruebas que indican que las madres que amamantan en exclusiva están en menor riesgo de depresión. De hecho, la lactancia materna protege la salud mental de la madre (Dennis & McQueen, 2009; Groer y Davis, 2006; Kendall-Tackett, Cong y Hale, 2011).
Sueño
Una de las razones por las que la lactancia materna reduce el riesgo de depresión es por su impacto positivo sobre el sueño. En todos los parámetros del sueño, las madres que amamantan exclusivamente tienen un mejor sueño que aquellas que ofrecen una lactancia mixta o de fórmula, concretamente en:
Duración total del sueño
Minutos para llegar a dormir
Porcentaje de sueño de onda lenta
Fatiga diurna
Salud física percibida
(Blyton, Sullivan, & Edwards, 2002, Doan, Gardiner, Gay y Lee, 2007, Kendall-Tackett et al., 2011)
Nuestro estudio de 6.410 madres indicó que las madres que amamantaron exclusivamente eran puntuaban significativamente mejor en cada parámetro del sueño comparado con aquellas que ofrecían lactancia mixta o de fórmula. Sorprendentemente, no hubo diferencias significativas entre las madres de alimentación mixta y de fórmula (Kendall-Tackett et al., 2011). En otras palabras, la lactancia materna exclusiva es una experiencia fisiológica diferente a la alimentación mixta. Cuando las madres complementan con la fórmula, pierden el beneficio fisiológico de la lactancia materna en su sueño.
Protección y capacidad de respuesta
Un estudio también encontró que la lactancia materna protege a los bebés cuando sus madres están deprimidas. Este estudio comparó cuatro grupos de madres: madres que estaban deprimidas (lactancia materna o fórmula) o no deprimida (LM o fórmula). La medida fue el EEG (electroencefalograma) de los bebés: los patrones anormales fueron un síntoma de la depresión en los lactantes. Los bebés de madres lactantes deprimidas tenían patrones EEG normales en comparación con los bebés de madres deprimidas y alimentadas con fórmula (Jones, McFall y Diego, 2004). En otras palabras, la lactancia protege a los bebés de los efectos nocivos de la depresión de sus madres.
La razón de este hallazgo se reduce a la responsividad materna. Los investigadores descubrieron que las madres deprimidas y lactantes no se desprendían de sus bebés. No podían. Las madres lactantes miraban, tocaban y hacían contacto visual con sus bebés más que las madres que no estaban amamantando. Y eso fue suficiente para marcar la diferencia.
Transmisión de la violencia intrafamiliar
Las madres con un historial de abuso infantil a menudo sienten como si no tuvieran las herramientas necesarias para ser buenas madres, y se preguntan si perpetuarán el ciclo de violencia. El sueño deteriorado puede ser un factor importante para la transmisión intergeneracional del abuso. Los bebés de madres con depresión o TEPT (trastorno de estrés postraumático) son más propensos a tener dificultades para dormir, posiblemente debido a su exposición in utero a las hormonas de estrés elevadas de sus madres (Field, Diego y Hernandez-Reif, 2006). Un estudio reciente encontró que para las mujeres con trastorno de estrés postraumático y un historial de abuso infantil, las dificultades del sueño infantil y la depresión materna deterioraron el vínculo madre-bebé y aumentaron el riesgo de transmisión intergeneracional de trauma (Hairston et al., 2011). Pero si la madre amamanta, la situación cambia.
En Strathearn et al (2009), un estudio longitudinal de 15 años de duración de 7.223 parejas australianos de madre y bebé lactante, la lactancia materna redujo sustancialmente el riesgo de maltrato por parte de la madre. Las madres que no amamantan fueron 2,6 veces más propensas a ser físicamente abusivas, y tenían 3,8 veces más probabilidades de descuidar a sus hijos en comparación con las madres que amamantaban.
Los resultados de nuestro estudio de 2013 pueden ayudar a explicar este resultado. En nuestra muestra de 6,410 nuevas madres, 994 mujeres reportaron agresión sexual previa. Como se predijo, la agresión sexual tuvo un efecto negativo e intenso sobre el sueño de las madres, el bienestar físico y la salud mental. El sueño de las mujeres asaltadas sexualmente era malo, estaban más cansadas, ansiosas y enojadas, y tenían más depresión. Pero cuando agregamos el modo de lactancia a nuestro análisis, encontramos que la lactancia materna atenuó los efectos de la agresión sexual y suavizó la respuesta al estrés. Este efecto se produjo sólo en las mujeres que amamantaban exclusivamente (Kendall-Tackett, Cong, & Hale, 2013). La ira, en particular, se redujo y esto podría explicar los hallazgos de Strathearn citados anteriormente. Además, las tasas más bajas de depresión mejoraron la respuesta materna, lo que es un factor protector.
Apego y salud mental a largo plazo
También podemos examinar el impacto de la calidad del apego madre-hijo y sus efectos sobre la salud a largo plazo. Mary Ainsworth y John Bowlby señalaron que la responsividad materna (o de la persona maternante) era clave para crear un apego seguro en los bebés. Ainsworth desarrolló la medida primaria del apego en los bebés: La situación extraña.
La situación extraña se ha utilizado en miles de estudios en todo el mundo para medir la calidad del apego. El apego seguro es un gran predictor de la salud mental y física del niño, y la capacidad de respuesta materna es la clave. Cuando no se responde a las señales de los bebés manera consistente, desarrollan apegos inseguros, y eso tiene implicaciones a largo plazo para la salud mental, según un reciente estudio longitudinal de 32 años de 163 personas (Puig, Englund, Simpson y Collins, 2013). Se hizo un seguimiento de los participantes desde el nacimiento hasta los 32 años. A los 12 a 18 meses, se evaluaron a través de la Situación Extraña. Aquellos que tuvieron vínculos inseguros tenían significativamente más enfermedades inflamatorias a los 32 años que aquellos que tenían apegos seguros. Estos hallazgos se deben probablemente a la activación crónica del sistema de respuesta inflamatoria en aquellos con apegos inseguros.
En resumen, los resultados de estos estudios demuestran que la lactancia materna tiene un papel mucho más importante en el mantenimiento de la salud física y mental de lo que creíamos anteriormente. Debido a que la lactancia materna aumenta la sensibilidad y responsividad materna, hace que la experiencia cotidiana de la maternidad sea más agradable, y aumenta las posibilidades de que madres y bebés desarrollen un buen apego. La lactancia materna es mucho más que un método de alimentación. Es una manera de cuidar a un bebé que proporcionará una vida de buena salud emocional, ya que proporciona una manera para que las madres se conecten con sus bebés, incluso si ellas no experimentaron ese tipo de atención ellas mismas. En resumen, la lactancia materna puede hacer que el mundo sea un lugar más feliz y saludable, empezando por cada madre y cada bebé. No se trata sólo de leche.
Kathleen Kendall-Tackett, PhD, IBCLC, FAPA
Traducido del artículo:
Neuroscience show that breastfeeding is not just milk
Estamos acostumbrados a escuchar la inmensa lista de efectos positivos de la lactancia materna. Sin embargo, tal vez el motivo más importante para recomendarla o apoyarla sea que favorece el vínculo. Es algo tan sencillo como decir que permite que el bebé crezca sintiéndose muy querido y feliz, lo que a la larga hará que sea una criatura con una buena autoestima y confianza en sí misma. Desde luego que esto también se puede conseguir sin lactancia materna, pero lo cierto es que ésta lo facilita muchísimo. ¿por qué?
¿Qué es el vínculo?
El vínculo es la relación de apego entre la madre y el bebé. Es la base, la relación que le da a la criatura la seguridad y confianza que necesita para luego poder explorar el mundo que le rodea. Para tener una afinidad fuerte con la madre, los bebés nacen aprendidos: instintivamente buscan estar pegado a ellas. Como decía Bolwby, el investigador que describió la formación del vínculo en los humanos: “es una suerte, para su supervivencia, que los bebés estén hechos por la naturaleza de tal modo que seducen y esclavizan a sus madres“.
El vínculo entre madre e hija/a en condiciones ideales es una relación amorosa plena. La criatura va aprendiendo a confiar en el mundo y en las demás personas gracias a la seguridad que le produce saber que su madre está ahí, que responde a sus necesidades, que en resumidas cuentas la ama y acepta tal y como es.
El vínculo se va fortaleciendo a lo largo de los primeros meses y años de vida. El bebé despliega todas sus conductas destinadas a tener cerca a su madre: succiona, acaricia el otro pecho, la sigue con la mirada, le sonría, la llama o llora y se desespera si ésta desaparece de su entorno. Todo son conductas de apego, respondidas con la atención materna. Así, la madre y el bebé tienen una relación muy estrecha y cercana, satisfactoria, completa.
No sólo favorece el vínculo: es el vehículo perfecto, el lugar ideal, el espacio de encuentro. Porque dar de mamar es un abrazo madre-bebé casi continuo. Los bebés amamantados permanecen mucho tiempo en brazos de sus madres, pegados a su pecho, oyendo su corazón, escuchando su voz, sintiendo su olor continuamente … El bebé se siente amado, sabe que su madre está ahí cerquita, y que responde a sus necesidades. Así se construye la seguridad en uno mismo, sintiendo ese amor de los demás, y la autoestima, porque a través del cariño que la madre muestra por el cuerpo de su bebé (mediante caricias, abrazos, incluso cantos), éste también aprende a amar su propio cuerpo. La lactancia facilita la conexión madre-hijo/a: pasarse horas mirándose y acariciandose, quedarse medio dormidos en un sofá o dormidas del todo en una cama …
La lactancia materna es, además, gratuita, preciosa, ecológica y portátil. Las madres pueden amamantar en cualquier lugar y a cualquier hora: el alimento siempre está en su punto, da igual que la madre acabe de bañarse en el mar o esté viajando en un avión. Cada vez que se ofrece el pecho a un bebé se le está dando mucho más que leche, se le da un abrazo, un consuelo, una caricia. La lactancia es cosa de dos, y las madres que amamantan pueden explicar todo lo que reciben a cambio: los bebés también las acarician, les sonríen, miran, escuchan, dan las gracias de mil maneras…
Conforme van creciendo, la relación va adquiriendo nuevas y sorprendentes formas: los niños de dos años que siguen tomando el pecho juegan con él, acercan los juguetes al pecho, hablan con cariño de “las tetis” de su madre… Y a veces también lo piden cuando notan que es su madre la que necesita parar un rato y recibir un abrazo. La lactancia es una relación amorosa muy intensa y deliciosa, pero muchas veces se malogra de manera temprana a pesar de los deseos de madre e hijo/a.
Hoy comienza la Semana Mundial de la Lactancia Materna, una fecha instaurada por la OMS y UNICEF para proteger, fomentar y apoyar la lactancia materna, por los innumerables beneficios que aporta a la salud de la madre y el bebé.
Y es precisamente este último punto el que ha querido destacar este año WABA (Alianza Mundial pro Lactancia Materna) en el lema de la campaña 2018: «Lactancia materna, pilar de vida».
Los objetivos de la campaña 2018
La idea fundamental que este año se pretende destacar, tanto a través del logo como del eslogan de la campaña, es el vínculo entre la lactancia materna y la triada nutrición, seguridad alimentaria y reducción de la pobreza.
Por ello, la Semana Mundial de la Lactancia Materna 2018 se va a enfocar, principalmente en analizar, buscar soluciones y fomentar la lactancia en estos ámbitos:
Prevenir la malnutrición en todas sus formas
La malnutrición se refiere tanto a la desnutrición, como al sobrepeso y a las enfermedades no transmisibles asociadas, y tanto una cosa como la otra tiene importantes riesgos para la salud a corto y largo plazo.
Por eso, es fundamental apostar por la lactancia materna para preservar la salud de la madre y el niño, porque en el caso de la mujer, la lactancia materna exclusiva le ayudará a recuperar más rápidamente el peso previo al embarazo, y a reducir el riesgo de desarrollar diabetes. Además, contribuirá también a minimizar las probabilidades de padecer cáncer de mama y ovario, así como hipertensión.
Por su parte, el niño alimentado con la leche de su madre minimiza el riesgo de padecer enfermedades infecciosas, respiratorias y diarreas graves, y en caso de aparecer las combate mejor. Además, la lactancia materna le ayuda a prevenir problemas dentales y de maloclusión.
Asegurar la seguridad alimentaria incluso en tiempo de crisis
El que todas las personas puedan acceder de forma segura a los alimentos, es algo que puede verse afectado en un momento dado por causas externas como desastres naturales, crisis humanitarias, conflictos, hambre o degradación ambiental.
Fomentar la lactancia materna es crucial en estos casos, ya que garantiza al bebé o al niño el acceso a un alimento seguro y ecológico (se produce y se entrega al consumidor sin contaminación, envases ni desechos), contribuyendo a su bienestar y a preservar su salud.
Romper el ciclo de la pobreza
Los costos a corto y a largo plazo de no amamantar afectan a la sociedad en su totalidad de las siguientes maneras:
1) Se ha demostrado que lo bebés amamantados de forma prolongada tienen un cociente intelectual más alto, lo que aumentaría sus posibilidades de alcanzar una buena educación, y a su vez, de generar más ingresos por su trabajo, contribuyendo por tanto al bienestar de su familia.
2) Como hemos visto al inicio, los bebés que no son amamantados tienen más probabilidades de contraer enfermedades, lo que conlleva mayores gastos en atención médica y tratamientos.
3) La producción, el envasado, el almacenamiento, la distribución y la preparación de las fórmulas infantiles contribuyen al daño medioambiental, por lo que optar por lactancia materna además de todos los beneficios mencionados, ayudaría a proteger nuestro ecosistema.
Tanto la OMS como UNICEF aconsejan que la lactancia materna se establezca dentro de la primera hora tras el nacimiento, que sea exclusiva durante los seis primeros meses de vida, y continue hasta los dos años como mínimo con la complementación de otros alimentos.
Porque la lactancia materna es base de la vida, y protegerla, promoverla y apoyarla entre todos es fundamental para lograr un mundo más sostenible.
Psicóloga experta en asertividad y autoestima y autora de ‘Quiero aprender… a quererme con asertividad’
«Si te educan desde la dependencia hacia el qué dirán, desarrollarás una forma de comunicarte sumisa o agresiva, pero difícilmente asertiva»
La asertividad y la autoestima son conceptos inseparables, según la psicóloga Olga Castanyer, que nos explica cómo trabajar la empatía y la inteligencia emocional para comunicarnos de manera asertiva.
Una sana autoestima es la base para aprender a comunicarnos con los demás de manera asertiva, según afirma Olga Castanyer, psicóloga clínica y autora de Quiero aprender… a quererme con asertividad (Desclée De Brouwer, 2018), porque para hacernos respetar y respetar a los demás, añade, es necesario que primero nos respetemos a nosotros mismos. Olga, que está especializada en asertividad y autoestima y su aplicación en el ámbito clínico y en la educación desde hace 20 años, nos explica cómo comportarnos y relacionarnos de manera asertiva y cómo enseñar a nuestros hijos a hacerlo porque, asegura, todas las personas “tienen la capacidad de ser asertivas, independientemente de cómo sea su personalidad”.
Tu anterior libro ‘La asertividad: expresión de una sana autoestima’ ha alcanzado ya la 40ª edición. ¿Qué novedades sobre este tema has querido desarrollar en ‘Quiero aprender… a quererme con asertividad’?
He querido darle más énfasis a la parte interna de la asertividad, que es todo lo que tiene que ver con cómo nos tratamos, respetamos y cuidamos a nosotr@s mism@s.
Tú eres experta en autoestima y asertividad. ¿Es posible disfrutar de una sana autoestima y no ser asertivo a la hora de comunicarse con los demás?
Sí, es posible. La parte externa de la asertividad son las estrategias de comunicación asertiva, “cómo decimos qué”. Aunque tengamos una buena autoestima, podemos haber aprendido un modelo de comunicación sumiso, simplemente porque es lo que hemos visto y nadie nos ha enseñado a comunicarnos de forma asertiva, o habernos asentado en una comunicación agresiva porque nuestro puesto de trabajo nos lo exige y, a partir de ahí, no sabemos comunicarnos de otra forma.
Pero si está la base, que es una autoestima sana, aprender estrategias de comunicación asertiva es peccata minuta, y lo aprenderemos rápidamente.
¿Cuáles son las principales características de la personalidad y los factores ambientales que más dificultan el desarrollo de la asertividad?
Características de la personalidad, ninguna. Todas las personas tienen la capacidad de ser asertivas, independientemente de cómo sea su personalidad. Y cada persona tiene que buscar sus puntos fuertes para desarrollar su asertividad a partir de ahí.
Respecto a los factores ambientales, los que más dificultan el desarrollo de la asertividad son las pautas educativas que se reciben de niño. Si te educan desde la dependencia hacia el qué dirán, la imagen que des a los demás, etcétera, desarrollarás una forma de comunicarte sumisa o agresiva, pero difícilmente asertiva.
En los adultos, un entorno laboral hostil, una situación de acoso o una sensación de no pertenencia pueden derivar en conductas sumisas o agresivas
También hay factores ambientales que influyen de adultos: un entorno laboral hostil, una situación de acoso, una sensación de no pertenencia…, pueden derivar también en conductas sumisas o agresivas.
Cuando enumeras los derechos de la persona asertiva incluyes el “derecho a elegir no comportarme de forma asertiva”. ¿Significa eso que en determinadas circunstancias o situaciones es mejor comportarse o comunicarse de otra forma?
Si, por ejemplo, tienes un jefe que abusa de tu tiempo y energía, pero sabes que si te opones, te echa, y a la vez tienes una familia que depende de ti y te resultaría muy difícil encontrar otro trabajo con esta remuneración…, te puedes acoger al derecho a no ser asertivo, y aparentemente ceder ante el jefe y mostrar una conducta sumisa. En realidad, estás siendo asertivo contigo mismo, porque estás eligiendo, previa consulta contigo mismo, lo que más te interesa en esa situación concreta.
Enseñar a los niños a ser asertivos
La asertividad es una habilidad social que se puede aprender. ¿Qué deben hacer los padres para enseñar a sus hijos a ser asertivos desde pequeños?
En primer lugar, predicar con el ejemplo, y me refiero a querer y aceptar incondicionalmente al niño y mostrar respeto hacia sus gustos, intereses, capacidades…, aunque no sean las nuestras. Si el niño siente que se le respeta, aprenderá a respetarse a sí mismo. Si ve en los padres una conducta de respeto, aprenderá a respetar a los demás.
Hay que aprender a tolerar la frustración de que los demás no hagan lo que nosotros queremos en cada momento, respetándolos
En segundo lugar, y dentro del respeto a cómo sea el niño, educar en límites: igual que tú tienes unos límites, los demás también los tienen, y hay que aprender a tolerar la frustración de que los demás no hagan lo que nosotros queremos en cada momento, respetándolos.
Y finalmente no dejar pasar y, por el contrario, trabajar con tu hijo, todas aquellas situaciones que le estén afectando y tengan que ver con la asertividad: si otro niño le agrede; si quiere negarse a algo que el grupo quiere; si tiene que expresar una opinión o un gusto diferente a los del resto, etcétera.
Y en la escuela, ¿cómo crees que se podría acostumbrar a los niños a ponerse en el lugar de los demás, y evitar de esta forma que se produzcan situaciones como el bullying?
Trabajando la empatía y la inteligencia emocional. Estos conceptos deberían de figurar en las escuelas como temas transversales, que se pueden introducir en cualquier asignatura y en cualquier nivel educativo, y no como una asignatura suelta a la que no se le concede importancia.
Comunicación asertiva en las redes sociales y en la pareja
Las redes sociales se han convertido en los principales canales de comunicación para muchas personas, especialmente los más jóvenes. ¿Cuáles son las claves para que también esa comunicación resulte asertiva?
Por un lado, cuidar el lenguaje. La comunicación en las redes sociales se basa en un gran porcentaje en el lenguaje, aunque a veces se limite a ser una frase suelta. Con una expresión despreciativa o insultante se puede hacer mucho daño en las redes sociales, por la difusión que tiene. Pero también no respondiendo a una provocación, o respondiendo de forma inadecuada (respondiendo simplemente “jajaja”, sin más) se está mostrando una sumisión.
En las redes sociales la clave es enviar mensajes claros que muestren exactamente lo que se quiere decir, y cuidando mucho las expresiones que pueden dañar a otros
La clave es enviar mensajes claros, que muestren exactamente lo que se quiere decir, sin esperar que los demás sobreentiendan y, por supuesto, cuidando mucho las expresiones que pueden dañar a otros. Y si hay que decir no, se dice ‘no’ sin disimulos ni emoticones que puedan trivializar el mensaje.
Hablando de redes sociales… ¿Se puede distinguir si una persona tiene una baja autoestima o no es asertiva analizando su uso de las redes sociales?
Vaya por delante que nadie tiene derecho a analizar a los demás para saber si tienen buena o mala autoestima, porque podemos utilizar esa información, que no sabemos si es acertada, para hacer mucho daño a una persona. Pero sí; las redes sociales son comunicación, y en nuestra forma de comunicarnos mostramos mucho de nuestro ser.
La persona con buena autoestima no tendrá necesidad de mostrar una y otra vez lo que hace y lo bien que lo hace, porque no necesita la aprobación externa
La persona que depende de los demás, que busca la admiración, el reconocimiento, incluso la envidia de los otros, está demostrando no sentirse bien consigo misma y necesitar del beneplácito ajeno. Las redes sociales ofrecen muchas posibilidades de ejercer esta dependencia de la aprobación de la gente, pero una persona con buena autoestima no tendrá necesidad de mostrar una y otra vez lo que hace y lo bien que lo hace, porque no necesita de esa aprobación externa.
Y en las relaciones de pareja, ¿cómo podemos evitar ‘perder los papeles’ en una discusión y comunicarnos siempre con la otra persona con asertividad?
“Siempre” es una palabra que no es muy útil ya que, aun intentando ser lo más asertivos que podamos, somos seres emocionales y a veces nos dejamos invadir por nuestras emociones. Si perdemos frecuentemente los papeles con nuestra pareja, podemos analizar qué está pasando. Detectar qué estímulos (frases, actitudes, temas…) nos afectan y pueden tener como consecuencia que perdamos los papeles. Observarnos y comprobar qué señales nos manda el cuerpo cuando estamos a punto de estallar (¿apretamos los dientes? ¿Nos decimos internamente algo? ¿Cerramos los puños?).
Con esta información podemos intentar prevenir la siguiente situación y elaborar un plan de respuestas asertivas que podemos emitir cuando se toquen ciertos temas o notemos determinadas señales corporales.
La muerte es un hecho natural que debemos aprender a aceptar, porque solo así podemos asumir la pérdida y dar paso a la nueva vida que nos espera.
En Occidente, la muerte se ha convertido en un tabú y los ritos funerarios se hacen cada vez de manera más aséptica, de modo que los familiares no tengan apenas contacto con el muerto.
Tradicionalmente, el ritual tenía lugar en casa y los niños asistían al velatorio, que duraba días, con toda naturalidad. Esto les daba una cercanía con la muerte, integrada a la vida cotidiana como un elemento más del devenir.
El actual rechazo a todo lo que tiene que ver con el deceso ha provocado un incremento del miedo a la muerte, pues se ha convertido casi en una desconocida. Esto hace que también nos resulte más difícil despedirnos de nuestros seres queridos.
La lección de la mostaza
Un relato que empezó a popularizarse hacia el siglo V ilustra cómo Siddhartha Gautama abordaba este tema.
Esta fábula no hace menguar la tristeza, pero nos permite compartir. No se puede pretender que la persona que ha sufrido una pérdida se libere enseguida de la tristeza y el dolor, ya que asimilar la muerte de un ser querido requiere tiempo.
Una mujer llamada Kisa Gotami fue una vez a ver al Buda, muy trastornada por la muerte de su hijo. Con el niño entre sus brazos, la madre imploró que le devolviera la vida.
—De acuerdo –respondió el iluminado–, pero primero debes traerme una semilla de mostaza.
—¡Una semilla de mostaza! ¡Qué fácil!
—Pero, debes tomarla de una casa donde no haya muerto nadie.
Kisa Gotami salió corriendo a pedir una semilla de mostaza y llamó a una casa tras otra. Pero al preguntar si alguien había fallecido en la casa, la respuesta era siempre:
–Desgraciadamente sí. Los muertos son muchos, y los vivos, pocos.
La mujer estaba totalmente desesperada y se preguntaba dónde podría encontrar la semilla que necesitaba. Finalmente comprendió el mensaje: la muerte llega a todo el mundo. Así pues, fue a reunirse con el Buda y dejó a su hijo en el suelo, diciendo:
–Ahora sé que no estoy sola en este inmenso duelo. La muerte llega a todos.
Las 5 etapas del duelo
La psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross fijó en su libro de 1969 On death and dying («Sobre la muerte y el morir»), las cinco etapas del duelo, tanto si se trata de la muerte de un familiar como del diagnóstico en la propia persona de una enfermedad terminal:
Negación. La primera reacción del individuo es defensiva y de incredulidad. Se dice interiormente: «Esto no puede estar pasándome a mí.»
Ira. La segunda fase es de rebelión e indignación: «¿Por qué tiene que pasarme esto a mí? ¡No es justo!»
Negociación. Se da sobre todo cuando la muerte no ha llegado aún, en enfermos terminales. La persona tiene la esperanza de retrasar el fin y piensa cosas como: «Dios, solo necesito un poco más de tiempo para…»
Depresión. Una vez aceptado el hecho inevitable, la persona se entrega a la tristeza y se hace preguntas sobre el sentido último de la vida: «¿Para qué vivir si luego hay que morir?». Según Kübler-Ross, no hay que intentar alegrar a la persona que está en esta fase, que debe ser respetada.
Aceptación. El individuo reconoce que «dado que no hay remedio, debo asumirlo». Es una fase de paz en la que se deja de luchar contra la muerte y el dolor va remitiendo.
El pensador romano Marco Aurelio escribió:
«No hay que temer a la muerte, sino a no haber empezado nunca a vivir»
El temor a la muerte enmascara muchas veces un temor a la vida: se sabe que en realidad no se está sacando jugo a la existencia.
La mayoría de personas pasan, de hecho, por diferentes «muertes» a lo largo de su vida. Quien sufre un despido, un divorcio o una ruina económica se encuentra de pronto en un lugar totalmente distinto en el que debe integrar la pérdida y aprender a vivir de nuevo.
El problema es cuando intentamos entrar en la siguiente etapa sin haber «dejado ir» la anterior, ya que entonces continuaremos anclados al pasado.
La Teoría U: si no dejar ir, no dejas venir
La llamada Teoría U, de Otto Scharmer (Ed. Eleftheria) trata esta cuestión. Muchas personas no logran que suceda nada realmente nuevo en su vida –encontrar la pareja, descubrir otra vocación– porque analizan su vida en clave de pasado. Filtran todo lo que les sucede a través de lo que ya han vivido, manteniendo las mismas ideas preconcebidas.
Según Scharmer, hasta que no dejemos ir el pasado, no llegarán los regalos del futuro. En la «Teoría U» esto se sintetiza con dos frases en inglés: sin el Let it go («déjalo ir») no puede haber Let it come («deja que llegue»).
Cualquiera que sea nuestro duelo, una vez hayamos comprendido y honrado el pasado, debemos dejarlo allí para abrir puertas a lo nuevo. Si lo hacemos así, permitiremos que lleguen otras experiencias que darán valor a cada día de nuestra vida.
Los cuatro mandamientos de Elisabeth Kübler-Ross
Vive de tal forma que, cuando mires hacia atrás, no lamentes haber desperdiciado tu existencia.
Vive de tal forma que no lamentes las cosas que has hecho ni desees haber actuado de otra manera.
Vive con sinceridad y de manera plena.
Vive.
Después de la pérdida
La doctora en metafísica Anji Carmelo señala que, tras completar el duelo, llega el momento de honrar al difunto a través del recuerdo y la renovación personal, de modo que podamos integrar lo mejor de quien acabamos de perder.
Es importante buscar momentos de armonía y paz, que se pueden fomentar por medio de encuentros con la naturaleza, la música, la lectura y la relajación.
El paso siguiente es la conversión del bienestar interno en una manifestación real externa y la mejora de la vida cotidiana, haciendo algo bueno para uno mismo.
Vale la pena entonces volver a conectar con las personas queridas, redescubrir pequeños placeres y permitirse disfrutar de ellos.
Y finalmente, analizar y valorar las vivencias y ver cuán enriquecido y fortalecido se está, sabiendo que ya nadie ni nada podrá separarnos del familiar o amigo tan querido, ya que se lleva dentro del corazón en paz y armonía.
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