La muerte es un hecho natural que debemos aprender a aceptar, porque solo así podemos asumir la pérdida y dar paso a la nueva vida que nos espera.

En Occidente, la muerte se ha convertido en un tabú y los ritos funerarios se hacen cada vez de manera más aséptica, de modo que los familiares no tengan apenas contacto con el muerto.

Tradicionalmente, el ritual tenía lugar en casa y los niños asistían al velatorio, que duraba días, con toda naturalidad. Esto les daba una cercanía con la muerte, integrada a la vida cotidiana como un elemento más del devenir.

El actual rechazo a todo lo que tiene que ver con el deceso ha provocado un incremento del miedo a la muerte, pues se ha convertido casi en una desconocida. Esto hace que también nos resulte más difícil despedirnos de nuestros seres queridos.

La lección de la mostaza

Un relato que empezó a popularizarse hacia el siglo V ilustra cómo Siddhartha Gautama abordaba este tema.

Esta fábula no hace menguar la tristeza, pero nos permite compartir. No se puede pretender que la persona que ha sufrido una pérdida se libere enseguida de la tristeza y el dolor, ya que asimilar la muerte de un ser querido requiere tiempo.

Una mujer llamada Kisa Gotami fue una vez a ver al Buda, muy trastornada por la muerte de su hijo. Con el niño entre sus brazos, la madre imploró que le devolviera la vida.

—De acuerdo –respondió el iluminado–, pero primero debes traerme una semilla de mostaza.

—¡Una semilla de mostaza! ¡Qué fácil!

—Pero, debes tomarla de una casa donde no haya muerto nadie.

Kisa Gotami salió corriendo a pedir una semilla de mostaza y llamó a una casa tras otra. Pero al preguntar si alguien había fallecido en la casa, la respuesta era siempre:

–Desgraciadamente sí. Los muertos son muchos, y los vivos, pocos.

La mujer estaba totalmente desesperada y se preguntaba dónde podría encontrar la semilla que necesitaba. Finalmente comprendió el mensaje: la muerte llega a todo el mundo. Así pues, fue a reunirse con el Buda y dejó a su hijo en el suelo, diciendo:

–Ahora sé que no estoy sola en este inmenso duelo. La muerte llega a todos.

Las 5 etapas del duelo

La psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross fijó en su libro de 1969 On death and dying («Sobre la muerte y el morir»), las cinco etapas del duelo, tanto si se trata de la muerte de un familiar como del diagnóstico en la propia persona de una enfermedad terminal:

  1. Negación. La primera reacción del individuo es defensiva y de incredulidad. Se dice interiormente: «Esto no puede estar pasándome a mí.»
  2. Ira. La segunda fase es de rebelión e indignación: «¿Por qué tiene que pasarme esto a mí? ¡No es justo!»
  3. Negociación. Se da sobre todo cuando la muerte no ha llegado aún, en enfermos terminales. La persona tiene la esperanza de retrasar el fin y piensa cosas como: «Dios, solo necesito un poco más de tiempo para…»
  4. Depresión. Una vez aceptado el hecho inevitable, la persona se entrega a la tristeza y se hace preguntas sobre el sentido último de la vida: «¿Para qué vivir si luego hay que morir?». Según Kübler-Ross, no hay que intentar alegrar a la persona que está en esta fase, que debe ser respetada.
  5. Aceptación. El individuo reconoce que «dado que no hay remedio, debo asumirlo». Es una fase de paz en la que se deja de luchar contra la muerte y el dolor va remitiendo.

    El pensador romano Marco Aurelio escribió:

«No hay que temer a la muerte, sino a no haber empezado nunca a vivir»

El temor a la muerte enmascara muchas veces un temor a la vida: se sabe que en realidad no se está sacando jugo a la existencia.

La mayoría de personas pasan, de hecho, por diferentes «muertes» a lo largo de su vida. Quien sufre un despido, un divorcio o una ruina económica se encuentra de pronto en un lugar totalmente distinto en el que debe integrar la pérdida y aprender a vivir de nuevo.

El problema es cuando intentamos entrar en la siguiente etapa sin haber «dejado ir» la anterior, ya que entonces continuaremos anclados al pasado.

La Teoría U: si no dejar ir, no dejas venir

La llamada Teoría U, de Otto Scharmer (Ed. Eleftheria) trata esta cuestión. Muchas personas no logran que suceda nada realmente nuevo en su vida –encontrar la pareja, descubrir otra vocación– porque analizan su vida en clave de pasado. Filtran todo lo que les sucede a través de lo que ya han vivido, manteniendo las mismas ideas preconcebidas.

Según Scharmer, hasta que no dejemos ir el pasado, no llegarán los regalos del futuro. En la «Teoría U» esto se sintetiza con dos frases en inglés: sin el Let it go («déjalo ir») no puede haber Let it come («deja que llegue»).

Cualquiera que sea nuestro duelo, una vez hayamos comprendido y honrado el pasado, debemos dejarlo allí para abrir puertas a lo nuevo. Si lo hacemos así, permitiremos que lleguen otras experiencias que darán valor a cada día de nuestra vida.

Los cuatro mandamientos de Elisabeth Kübler-Ross

  1. Vive de tal forma que, cuando mires hacia atrás, no lamentes haber desperdiciado tu existencia.
  2. Vive de tal forma que no lamentes las cosas que has hecho ni desees haber actuado de otra manera.
  3. Vive con sinceridad y de manera plena.
  4. Vive.

Después de la pérdida

La doctora en metafísica Anji Carmelo señala que, tras completar el duelo, llega el momento de honrar al difunto a través del recuerdo y la renovación personal, de modo que podamos integrar lo mejor de quien acabamos de perder.

  • Es importante buscar momentos de armonía y paz, que se pueden fomentar por medio de encuentros con la naturaleza, la música, la lectura y la relajación.
  • El paso siguiente es la conversión del bienestar interno en una manifestación real externa y la mejora de la vida cotidiana, haciendo algo bueno para uno mismo.
  • Vale la pena entonces volver a conectar con las personas queridas, redescubrir pequeños placeres y permitirse disfrutar de ellos.
  • Y finalmente, analizar y valorar las vivencias y ver cuán enriquecido y fortalecido se está, sabiendo que ya nadie ni nada podrá separarnos del familiar o amigo tan querido, ya que se lleva dentro del corazón en paz y armonía.

Fuente: mentesana.es

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