por Carolina Herrera | Oct 3, 2018 | Uncategorized
Las crisis son normales en todas las parejas. La comunicación, la empatía y el trabajo personal nos ayudarán a superarlas.
La sociedad, las series de televisión, las novelas de éxito y las películas Disney nos transmiten la idea simplista de que las relaciones de pareja se fundamentan en el amor romántico. Sin embargo, la realidad de las relaciones de pareja es otra bien distinta al famoso “amor primera vista” o al falaz “felices para siempre”. En mayor o menor medida, las crisis afectan antes o después a todas las parejas.
Obviamente, sería extraño, además de aburrido e incluso sospechoso, que en una pareja nunca se diera una diferencia de opinión o que sus miembros no tuvieran jamás una discusión. En las parejas, siempre se dan (y deben darse) diferencias, pero en ocasiones, esta disparidad de opinión puede ir creciendo paulatinamente hasta el punto de estallar en una grave crisis en la que sus integrantes se hallen en la encrucijada de plantearse si existe futuro para su relación.
Justo en esos momentos de crisis, muchas parejas deciden acudir a mi consulta en busca de consejo y de una solución rápida para sus problemas. Sin embargo, como les comento, una crisis de pareja constituye una situación muy compleja, por lo que no se puede resolver con una serie de consejos rápidos enlatados.
Si de verdad estas personas están dispuestas a trabajar para encontrar soluciones efectivas a su crisis, tendrán que profundizar y comprender muy bien toda la historia de su pareja.
Con frecuencia, las crisis de pareja no hacen más que sacar a la luz un cúmulo de problemas que ya existían, pero que no habían sido afrontados con anterioridad. En estos casos, la crisis supone la oportunidad para resolver esos temas pendientes y enriquecer la relación.
Cómo resolver una crisis de pareja
En la cita previa que hacemos antes de comenzar a trabajar, siempre les aclaro a estas parejas que mi objetivo no será el de luchar por mantener a la pareja unida, ni tampoco el de forzar una ruptura. Yo les ofrezco herramientas que han servido a muchas otras parejas y que ellos pueden utilizar para mejorar, día a día, su relación.
Cuando ambos miembros tienen verdadero interés por sanar la relación, mi trabajo para ayudarles se centra en tres pilares fundamentales: comunicación, empatía y trabajo personal.
- Comunicación
La falta de comunicación lleva al distanciamiento entre las personas y deja campo libre para las suposiciones y/o para las interpretaciones erróneas.
Una comunicación sana implica expresar lo que uno siente en cada momento, transmitir nuestras expectativas y nuestros deseos. Cuanto antes nos expresemos, mejor, de esta forma, no acumularemos resentimientos ni emociones negativas.
- Empatía
Esta es la capacidad de ponernos en el lugar de la otra persona para comprender los motivos por los que, ante diversas situaciones, se conduce de tal o cual forma. La mayoría de las veces, interpretamos las situaciones desde nuestro único punto de vista, sin embargo, si logramos ampliar el foco podremos comprender mucho mejor las causas del comportamiento de nuestra pareja.
He comprobado ampliamente, que si ambas partes se toman en serio este ejercicio de empatía, sus problemas se reducen enormemente.
- Trabajo personal
Todos cargamos con una mochila previa de experiencias, traumas y recuerdos que afectan a cómo interpretamos y cómo nos influyen las situaciones presentes. Esto también sucede en nuestra vida en pareja. Un pequeño enfado puede convertirse en un volcán en erupción si nos roza en alguna herida abierta y no resuelta de nuestro pasado.
Recuerdo el ejemplo de Mario, que entraba en cólera cuando sentía que su pareja no le escuchaba, porque en esos momentos, revivía todas las emociones de las numerosas las veces que no había sido escuchado de pequeño. Su enfado presente era desproporcionado, pero totalmente comprensible si tenemos en cuenta su historia.
Sólo cuando Mario afrontó y trabajó su infancia pudo enfocarse, completamente libre de condicionamientos, en su relación de pareja.
Considero que este último punto es el más importante a tratar, ya que se dirige directamente a trabajar el origen de la crisis y a liberar la carga pasada (y pesada) que nos nubla el presente. Una vez realizada esta labor, podremos ver la relación actual con mucha más claridad.
Resulta fundamental tener presente el hecho de que al igual que sucede con otras relaciones familiares o de amistad, siempre existirán diferencias entre los miembros de la pareja. Estas diferencias pueden ser mayores o menores, y pueden provocar crisis más o menos graves, pero, no debemos centrarnos en evitar estas crisis, sino en estar preparados para afrontarlas de forma objetiva y madura.
Los pasos que hemos comentado anteriormente no evitarán las crisis, pero sí nos proporcionan herramientas nuevas que nos ayudarán a solventarlas de la mejor forma posible.
Fuente: mentesana.es
por Carolina Herrera | Sep 28, 2018 | Uncategorized
Qué es la procrastinación
En primer lugar vamos a conocer exactamente lo que significa el término procrastinación, ya que no es algo de lo que se hable habitualmente. En realidad esta palabra proviene del latín: pro, adelante, y crastinus, referente al futuro, postergación o posposición. Por tanto, la procrastinación es la acción o el hábito de postergar actividades o situaciones que deben atenderse, sustituyéndolas por otras situaciones más irrelevantes o agradables.
El término se aplica en psicología para definir la sensación de ansiedad generada ante una tarea pendiente de concluir. Es un trastorno del comportamiento que a todos nos afecta en mayor o menor medida en alguna ocasión, y que en términos más populares le solemos llamar “pereza” o dejar para mañana lo que deberíamos hacer hoy.
Ocasionalmente es algo normal sufrir procrastinación, pero hay personas especialistas en postergar, son aquellas que se comportan así de manera continuada porque de alguna forma creen que el día de mañana será más adecuado para llevar a cabo una o varias tareas que tienen pendientes. Pero en realidad la procrastinación es un problema de mala regulación y pésima organización del tiempo. Quien pospone o procrastina lo que está realizando en el fondo es una conducta claramente evasiva.
Las situaciones de la vida que más habitualmente procrastinamos todos en algún momento son:
- Las tareas del día a día: ir a comprar, limpiar la casa, planchar, hacer las maletas para un viaje, ir al médico, cortarnos el pelo, etc.
- El cuidado personal: lo típicos propósitos de cada año nuevo: dejar de fumar, hacer más ejercicio, hacer dieta, realizar mayor formación para mejorar en el trabajo, etc.
- Los compromisos con los demás: no resolvemos conflictos de pareja, dejamos para el último día preparar una fiesta de aniversario, aplazamos el hecho de dedicarle más tiempo personal a nuestros hijos, etc. pero también en el trabajo procrastinamos cuando no nos preparamos una reunión o dejamos las tareas para el último momento.
Todo esto provoca en el procrastinador una sensación de caos, de no poder llegar a todo y de frustración, debido a la acumulación de tareas pendientes. También produce sentimientos de insatisfacción, inseguridad, inferioridad y estancamiento. Como consecuencia, además, se termina perdiendo la confianza y el respeto de los demás.
Aunque al parecer las personas que dicen que no tienen tiempo, extrañamente no lo tienen. Pero no nos engañemos, no dicen que no tienen tiempo porque no lo tengan realmente, sino que es exactamente lo opuesto: No tienen tiempo, porque siempre dicen que no lo tienen.
Como casi todo en esta vida, la mente juega un papel crucial en el desempeño y alcance de nuestro verdadero potencial. Gracias a la mente logramos o dejamos de lograr nuestros sueños y deseos. Si no fuese por nuestra predisposición (ya sea positiva o negativa) sería muy fácil decir que el éxito consiste simplemente en tomar acción.
Procrastinación por autodudas
El psicólogo Willian Knaus nos dice que las autodudas, junto con la baja tolerancia a la tensión, son las raíces de las conductas de postergación y evitación.
La autoduda es el reflejo de un proceso autodestructivo. Ocurre cuando juzgamos nuestras habilidades como deficientes o inadecuadas. Por ejemplo, si nos decimos a nosotros mismos: “Yo soy muy lento para escribir”, estamos diciendo que la conducta adecuada sería escribir rápido. De este modo, estamos haciendo una valoración negativa de nosotros mismos. Por ese motivo, si hemos llegado a la conclusión de que somos muy lentos para escribir; y no obstante tenemos que redactar un informe, entonces nos vamos a poner tensos, y probablemente lo vamos a postergar, diciéndonos: “Como soy muy lento, mejor lo hago mañana”.
La autoduda se va desarrollando en el contexto de la vida cotidiana y nos conduce a una conclusión irracional. Por ejemplo, una de las más comunes ideas erróneas y autodestructivas que está a la base de la autoduda y conduce a la postergación, es la creencia de que: “Todo lo que yo haga, tiene que ser hecho en forma fácil y de excelente calidad”.
Es decir, y volviendo al ejemplo anterior: “Yo soy lento para escribir”. “Va a ser muy difícil para mí hacerlo, y el trabajo me va a quedar mal”. “Por lo tanto, lo hago mañana”.
Este es un ejemplo típico de postergación, sobre la base de la autoduda.
Procrastinación por baja tolerancia a la tensión
Tiene lugar cuando tendemos a sobreactivarnos en términos emocionales, conductuales y cognitivos. También en aquellas ocasiones en que nuestras metas se hacen difíciles de lograr o cuando existe algún tipo de obstáculo o bloqueo en nuestros logros.
Si algo nos produce tensión o irritación como por ejemplo, conducir con mucho tráfico, prepararnos un examen, las discusiones de pareja, etc. focalizaremos toda nuestra tensión en ese acto, por el que vamos a sentirnos muy estresados, ya que magnificamos la importancia negativa de dichos sentimientos. Por ese motivo, simultáneamente intentaremos neutralizarlos. ¿Cómo? Procurando poner fin a la tensión que estábamos experimentando en ese momento, evitando o procrastinando.
Dejar de procrastinar con la Regla de 2 minutos
Existen bastantes formas y sistemas que nos pueden ayudar a dejar de procrastinar, pero de todas ellas he seleccionado la Regla de 2 minutos, de james Clear.
1. Si toma menos de dos minutos, entonces hazlo ahora: Esta parte surge del libro bestseller de David Allen “Getting Things Done”. Es sorprendente cuántas cosas que postergamos podríamos hacerlas en dos minutos o menos. Por ejemplo, lavar los platos después de comer, meter la ropa en la lavadora, sacar la basura, quitar la basura del escritorio, enviar un email, entre otras. Si una tarea requiere de menos de dos minutos, entonces sigue la regla y hazlo ahora mismo.
2. Cuando inicies un nuevo hábito, éste debe tomar menos de dos minutos en hacerse: ¿Todas nuestras metas pueden alcanzarse en menos de dos minuto? Claramente no. Pero todas las metas pueden iniciar en dos minutos o menos. Y ése es el propósito detrás de esta regla. Podríamos pensar que esta estrategia es demasiado básica como para lograr nuestras metas de vida, pero no. Funciona para cualquier objetivo por una simple razón: la física de la vida real.
La física de la vida real
Isaac Newton nos enseñó hace tiempo que los objetos en descanso tienden a mantenerse en descanso; y los objetos en movimiento tienden a mantenerse en movimiento. Esto es igualmente verdadero para los humanos como lo es para las manzanas que caen.
Beneficios de la regla de los 2 minutos
- La ‘Regla de 2 minutos’ funciona para las grandes metas al igual que para las pequeñas debido a la inercia de la vida. Una vez que empezamos a hacer algo, es más fácil continuar haciéndolo.
- la ‘Regla de 2 minutos’ porque adoptamos la idea de que todas las cosas buenas ocurren una vez que las iniciamos.
¿Quieres convertirte en un mejor escritor? Sólo escribe un párrafo (la ‘Regla de 2 minutos’), y seguido te encontrarás escribiendo por más de una hora.
¿Quieres comer más saludable? Sólo come un pedazo de fruta (la ‘Regla de 2 minutos’), y seguido te encontrarás inspirado a comer una ensalada sana.
¿Quieres crearte el hábito de la lectura? Sólo lee la primera página de un nuevo libro (la ‘Regla de 2 minutos’) y antes de que te des cuenta habrás leído los primeros tres capítulos.
¿Quieres correr tres veces a la semana? Todos los lunes, miércoles y viernes ponte tus tenis para correr y sal (la ‘Regla de 2 minutos’) y pronto terminarás fortaleciendo tus piernas en lugar de introducir frituras a tu estómago.
La parte más importante de un nuevo hábito es iniciar –no sólo la primera vez, sino cada vez. No se trata del desempeño; sino de consistentemente tomar acción. De muchas maneras, iniciar es más importante que triunfar. Esto es especialmente cierto en el comienzo porque habrá mucho tiempo para mejorar tu desempeño en el futuro.
La ‘Regla de 2 minutos’ no se trata de los resultados que quieres alcanzar, sino del proceso de realmente hacer el trabajo. Esto funciona mejor en las personas que creen que el sistema es más importante que el objetivo. El enfoque está en actuar y en dejar que las cosas fluyan a partir de ello.
Fuente: psicoactiva.com
por Carolina Herrera | Sep 5, 2018 | Uncategorized
El deseo se nos escapa entre los nervios y las prisas del día a día: vive mejor entre las sorpresas, lo desconocido y lo prohibido. Necesita nuevos escenarios y juegos. Te damos 7 ideas.
Una parte de nosotros mismos busca siempre la repetición, porque nos da seguridad, ahorra energía y sabemos que funciona. Y como nuestro cerebro tiende sin pensarlo a la rutina, de vez en cuando es bueno preguntarnos cómo son nuestras relaciones sexuales: ¿Me siento satisfecho?, ¿son aburridas?, ¿tengo suficiente sexo?
Darse cuenta hasta qué punto la monotonía se ha instalado en nuestra vida sexual y aceptarlo es el primer paso para explorar e introducir cambios. Aunque la rutina es sinónimo de conocido, seguro, confortable, no es en sí misma nada negativa. Pero no es menos cierto que tiende a anular otros ingredientes necesarios para una sexualidad sana, estimulante, viva, como son la novedad, la sorpresa y la aventura.
Dice la terapeuta sexual Esther Perel que las parejas del mundo occidental nos estamos enfrentando a una larga vida en común, llena de seguridad, pero vacía de deseo. Y es que, según su experiencia, todo aquello que se cultiva en la vida estable de pareja, paradójicamente mata el deseo. El placer se esconde en nuestro yo más íntimo e instintivo y necesita que lo miremos con otros ojos, un poco egoístas.
La mente erótica más bien se acerca a un comportamiento egoísta en el que estamos más conectados con el propio yo, un yo más instintivo y presente, un yo que habita más el cuerpo y la sensación.
Para mantener una buena dinámica sexual conviene alimentar todo lo contrario de lo que hace crecer la seguridad. Como mantener cierto misterio y comportamientos que no siempre se asocian a las normas aceptadas de conducta, ya que el deseo no siempre es políticamente correcto. Conviene por tanto guardar un espacio para generar este misterio y seguir viendo al otro como alguien extraño, un terreno virgen por conquistar y explorar. ¿Quién no se ha sentido más atraído por su pareja cuando ve que esta se siente atraída por otra persona?
Es necesario mantener una distancia entre el yo y el tú, y seguir preservando mi espacio y mi sexualidad independientemente de la pareja que tengo. Es bueno que cada miembro de la pareja mantenga un espacio propio en el que experimente y sienta la expresión de su sexualidad. Un espacio en el que volver a conectarse. Cuando se sabe y se conoce absolutamente todo sobre el otro se acaban el misterio, la aventura y la curiosidad, elementos indispensables para propiciar el erotismo.
Resérvale un espacio al misterio para poder mirar al otro como algo desconocido, un extraño terreno que deseas conquistar.
Para evitar la rutina conviene ver las relaciones sexuales como un aprendizaje constante, conviene apostar también por nosotros, pensar en qué queremos, descubrirnos y experimentar. La imaginación, el ingrediente que más moviliza nuestro cerebro, tendrá un papel clave. Por tanto, es importante explorar, atreverse a romper las normas, introducir más curiosidad. Así podemos boicotear esa parte de nuestro cerebro instintivo que se aferra a lo repetitivo, rutinario y estereotipado para obtener seguridad y ahorrarse el esfuerzo.
7 ideas para recuperar el deseo
- Ponte en modo relax
El cansancio y la tensión nos desconectan del cuerpo y llevan a repetir comportamientos, en lugar de permitirnos sentir. Un masaje previo, un baile o un baño caliente pueden ayudarte a conectar más con lo que deseas en el presente.
- Explotar todos los sentidos
La rutina en la sexualidad tiende a reducir la actividad sexual a la zona genital. Proponerse implicar otras zonas del cuerpo y todos los sentidos es una manera fácil de introducir la novedad. Por ejemplo, prohibido mirar y tocar para poder saborear, escuchar y oler.
- Cambiar de escenario
En la cocina, la terraza, por el suelo… Hacer el amor en otros lugares y momentos del día es otra forma de introducir el factor sorpresa. Atreviéndonos incluso en algún lugar público (playa, parque, la montaña, un baño público, un probador…). Aunque tal vez no puedan llegar a ser relaciones sexuales completas, la emoción del riesgo a ser descubierto seguro que acelerará el deseo.
- Nuevas estrategias
Ampliar las formas de contacto, el ritmo, el orden… introduciendo cambios pequeños sin más, sentiremos cosas muy diferentes. Si habitualmente vamos rápido hacia la penetración, conviene explorar cómo es “prohibirse” o retrasarla lo más posible. O si siempre utilizamos una estimulación manual, probar cómo es hacerlo con la boca, los pies, etc.
Celos, poder, travesuras, dominación… constituyen según Perel elementos que contribuyen a despertar el deseo.
- Impón otras posturas
Animarse a practicar sexo en otras posiciones, analizando qué sentimos para después contarnos todas las sensaciones con pelos y señales.
- Juegos y juguetes eróticos
Inventar nuevos juegos sexuales, ropa sexy, películas, cuerdas, vendas, alimentos o aceites… Ser curioso y explorar.
- ¿Cambiamos de papel?
Si consciente o inconscientemente cada uno desempeña siempre el mismo rol, cambiadlos. Si tú eres la “dominada”, pasa a ser la “dominante”, o viceversa. Será excitante poder veros con otros ojos.
Fuente: mentesana.es
por Carolina Herrera | Ago 22, 2018 | Uncategorized
Las crisis de pareja son un hecho normal, e incluso deseable, a lo largo del ciclo vital de la pareja. Los distintos puntos de vista, las dificultades de la convivencia, la educación de los hijos, etcétera, son problemas comunes que pueden hacer saltar chispas en la relación. Y también es posible que éstos u otros factores causen un malestar demasiado intenso y prolongado en uno o ambos miembros de la pareja, amenazando la integridad de la unión. Cuando las personas desconocen cómo resolver estos problemas es importante buscar ayuda para evitar que se hagan mas grandes y causen un daño mayor que, en algunos casos, puede resultar irreparable; es en estos casos cuando hay que recurrir a una terapia de pareja.
Como hemos dicho, las crisis de pareja son situaciones que forman parte del ciclo vital normal de una relación. Las crisis sanas son periodos de malestar que atraviesan los miembros de la pareja y que pueden resolver por sí mismos sin la ayuda de terceros. Este tipo de crisis suelen aparecer cuando hay cambios importantes en la vida de pareja (por ejemplo, irse a vivir juntos, el nacimiento de un hijo, un despido, exámenes, etcétera) y no afectan al amor o apego que sienten sus miembros.
Por el contrario, los problemas de pareja se pueden considerar como crisis patológicas cuando el intenso malestar que producen es duradero y casi permanente. Este tipo de circunstancias pueden surgir como algo ocasional o ser la consecuencia del devenir de una crisis sana mal resuelta que, poco a poco, se ha ido complicando hasta el punto de que la pareja ya no es capaz de resolverla o ni siquiera se siente motivada para hacerlo. Estas crisis suelen estar ocasionados por factores que siempre han estado presentes en la relación (mala relación con la familia del otro, falta de implicación en la pareja, objetivos de vida distintos, problemas de comunicación…).
Lo más significativo de los problemas de pareja que se enquistan, y que también les diferencia en mayor medida de las crisis pasajeras, es el daño que producen a la afectividad, que pone en peligro el apego de los miembros y su deseo de mantener la relación. Esta circunstancia es realmente peligrosa, puesto que sin apego (amor) no hay pareja ni familia, ya que nuestro hogar está allá donde estén los que amamos.
Fuente: webconsultas.com
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