Como influye la epidural en el vínculo madre-bebé y el maternaje

Como influye la epidural en el vínculo madre-bebé y el maternaje

Muchas mujeres asocian el parto directamente con la epidural. Pero, ¿cuántas personas son conscientes del impacto que este procedimiento de rutina de parto puede tener en el nacimiento y en los días siguientes?

Según la Dra. Sarah Buckley, autora de Gentle Birth, Gentle Mothering, sus efectos pueden alterar significativamente el curso del nacimiento e impactar la capacidad de la mujer de criar a su bebé después del nacimiento. “Transforma el parto en un procedimiento médico porque altera las hormonas que afectan la experiencia del parto, las hormonas liberadas tras el nacimiento y en la maternidad temprana, y tal vez a más largo plazo también. Nos estamos entrometiendo en un sistema antiguo diseñado para brindarnos éxito reproductivo “, dijo la Dra. Buckley.

“Es parte del diseño de la madre naturaleza que la madre se enamore del bebé. Hormonalmente, lo que está sucediendo es que los centros de recompensa y placer de la madre se activan poderosamente para que el bebé sea una fuente de placer que motive a la madre a darle el cuidado continuo que necesita “. Sin embargo, la Dra. Buckley dijo que una epidural interfiere con ese vínculo al causar una caída medible en las hormonas, particularmente la hormona del amor, la oxitocina.

Debby Gould, madre de dos hijos y coautora de “Cómo curar un mal parto: darle un sentido, hacer las paces y seguir adelante”, experimentó el impacto de una epidural con su primer bebé. “Tuve la suerte de poder estar durante bastante tiempo de mi parto en un entorno ideal con la ayuda de mis propias hormonas y hubo una marcada diferencia cuando tuve que someterme a una epidural. Pero tras dar a luz, inicialmente todo era confuso porque me sentía como aplanada, como si hubiera una brecha entre mi bebé y yo, no sentía que fuera mi hija “, dijo Gould. Los sentimientos maternos no aparecieron hasta el tercer día y tuvo problemas para amamantar.

Debby dijo que con su primer bebé tuvo problemas de vinculación. Pero con su segundo hijo, nacido sin epidural, el nacimiento fue eufórico y sintió una conexión instantánea en lugar de tenerla sensación de que “algo faltaba”. “La transición a la maternidad es difícil y si se pierden esas hormonas, esto afecta a todo: el vínculo, la lactancia materna y la capacidad de anteponer las necesidades del bebé y de sentirte bien con las tareas monótonas”, dijo.

Según la Dra. Buckley durante el trabajo de parto, hay un ciclo de retroalimentación en el que las sensaciones del parto envían mensajes al cerebro y el útero para producir contracciones más fuertes. “Si eliminas las sensaciones con una epidural, anulas el ciclo de retroalimentación y el trabajo se ralentiza, por lo que necesitas oxitocina sintética. También se reduce la oxitocina endógena liberada en el cerebro, que tiene efectos calmantes y analgésicos y activa la maternidad instintiva, que implica activar los centros de placer y recompensa “, dijo.

El presidente del Colegio de Obstetras y Ginecólogos de Nueva Australia y Nueva Zelanda, el profesor Stephen Robson, dijo que siempre habla sobre los pros y los contras de una epidural con sus pacientes. “Hay muchas implicaciones con la epidural, pero a veces es lo que le permite tener un parto vaginal”, dijo. “En algunas circunstancias, ralentiza el trabajo de parto, pero a veces el bebé puede estar en una mala posición y le permite rotar. Existe la posibilidad de que necesite un parto instrumental, pero también permite a las mujeres tener un parto vaginal “, dijo el profesor Robson. Sintió que el impacto de la epidural es bien comprendido por los obstetras. “El llamado efecto sobre las hormonas es variable. Le digo a la gente que puede ser un poco impredecible y que no hay dos personas que tengan la misma experiencia “, dijo el profesor Robson.

Para las mujeres que sí tienen epidural, la Dra. Buckley dijo que aún era posible volver a producir las hormonas maternas y activar los centros de placer y recompensa en el cerebro.

Recuperar las hormonas de la maternidad tras una epidural

La Dra. Buckley recomienda hacer lo siguiente:

  • Tener un contacto inmediato y continuo piel con piel desde el momento en que nace el bebé. Esto también ayudara a contrarrestar los efectos de los medicamentos en el bebé y ayudará a instaurar la lactancia materna
  • Amamantar lo más posible porque esto ayudará a poner en marcha todas las hormonas;
  • Tener a mano una consultora de lactancia en el hospital para garantizar que la lactancia materna se desarrolle de manera rápida y sin problemas.
  • No colocar un gorro en la cabeza del bebé, ya que reduce el contacto piel con piel y su impacto sobre las feromonas, que están diseñadas para aumentar las hormonas liberadas
  • Tener al bebé siempre contigo en la habitación mientras estés en el hospital.

Traducido del artículo: Many expectant mums think about having an epidural. But there might be an unexpected side effect.

Fuente: saludmentalperinatal.es

5 heridas emocionales de la infancia que te marcan para siempre

5 heridas emocionales de la infancia que te marcan para siempre

Algunas experiencias negativas de la niñez que pueden repercutir en nuestra salud mental cuando llegamos a la etapa adulta

Gema Sánchez

Todos tenemos un pasado. Y aunque este ya no exista, las experiencias dolorosas vividas en la infancia marcan nuestro carácter, dejan huella.

Cinco heridas emocionales de la infancia que dejan su eco en el futuro.

La infancia es una etapa vital que nos condiciona para el resto de nuestros días. Hay infancias relativamente felices y estables, pero casi todos hemos vivido en alguna ocasión alguna situación que nos ha marcado. ¿Cuál es el rastro que estas heridas emocionales infantiles nos dejan para el futuro?

  1. El miedo al abandono
    Quienes han experimentado el abandono en su infancia consideran la soledad como su mayor enemigo. Les marcó tanto que se encuentran en constante vigilancia para no quedarse solos, por lo que en muchas ocasiones tomarán ellos la iniciativa de abandonar a los demás por temor a revivir la experiencia, como mecanismo de protección.
    Su mayor temor es afrontar una separación, de forma que las relaciones son vividas con dosis de inseguridad, miedo y recelo, siendo más vulnerables a la creación de vínculos de dependencia afectiva.
    – Cómo sanar la herida: Trabajando el miedo a la soledad, el temor a ser rechazados y las barreras invisibles al contacto físico. Es el niño interior, y no el adulto, quien teme que lo dejen, por lo que hay que abrazarlo para que se sienta seguro y sea capaz poco a poco de disfrutar de sus momentos de soledad.
  2.  El miedo al rechazo
    Es una de las heridas más profundas porque implica el rechazo hacia nuestros pensamientos, sentimientos y vivencias.
    Tiene su origen en experiencias de no aceptación por parte de los padres, familiares cercanos o iguales a medida que el niño va creciendo.
    Cuando un niño recibe señales de rechazo, crece en su interior la semilla del autodesprecio y piensa que no es digno de amar ni de ser amado, interpretando todo lo que le sucede a través del filtro de su herida. La mínima crítica le originará sufrimiento y, para compensarlo, necesitará el reconocimiento y la aprobación por lo demás.
    – Cómo sanar la herida: Empezando a valorarse y reconocerse por sí mismo, obviando los mensajes que el crítico interno le envía, procedentes de su infancia.
  3. La herida de la humillación
    Esta herida se abre cuando el niño siente que sus padres lo desaprueban y critican, afectando directamente a su autoestima, sobre todo, cuando lo ridiculizan.
    Construye una personalidad dependiente que está dispuesta a hacer cualquier cosa por sentirse útil y válida, lo cual contribuye a alimentar más su herida, ya que si los demás no lo reconocen, él tampoco lo hará.
    Quien ha sufrido la humillación tiene dificultades para expresarse y es especialista en rebajarse a sí mismo. Se considera mucho más pequeño y menos importante de lo que en realidad es, olvidándose de sus propias necesidades.
    – Cómo sanar la herida: La humillación se erige como una carga emocional pesada en la espalda que necesita ser soltada a través del perdón hacia las personas que lo dañaron, haciendo las paces con el pasado.
  4. La traición o el miedo a confiar
    Surge cuando el niño se ha sentido traicionado por alguno de sus padres porque no ha cumplido una promesa. Esta situación generará sentimientos de aislamiento y desconfianza que, en ocasiones, pueden transformarse en envidia, debido a que el niño no se siente merecedor de lo prometido y de lo que otras personas tienen.
    Esta herida emocional construye una personalidad fuerte, en la que predomina la necesidad de control para asegurar la fidelidad y lealtad, que muchas veces no permite respirar a los demás.
    – Cómo sanar la herida: Hay que trabajar la paciencia, la tolerancia, la confianza y la delegación de responsabilidades en los demás.
  5. La injusticia
    Esta herida emocional se origina cuando los progenitores son fríos y rígidos, con una educación autoritaria y no respetuosa hacia los niños.
    La exigencia constante generará sentimientos de ineficacia, inutilidad y la sensación de injusticia.
    Esta herida emocional genera adultos rígidos que no serán capaces de negociar ni de mantener diálogos con opiniones diversas. Sus intenciones girarán en torno a ganar poder e importancia, siendo fanáticos del orden y el perfeccionismo.
    – Cómo sanar la herida: La forma de curarse es trabajar la rigidez mental, cultivando la flexibilidad y la confianza hacia los demás.

Fuente: mentesana.es

Cómo encontrar el camino hacia nuestros auténticos deseos

Cómo encontrar el camino hacia nuestros auténticos deseos

Y evitar la neurosis, la depresión… Si dibujamos nuestro mapa de los deseos, descubrimos si son propios o ajenos, si nos aportan equilibrio o malestar. Te guiamos para actualizarlo en 4 pasos

Carmen Vázquez

Desear hace que nos sintamos más vivos y humanos que nunca. Y, a veces, también, más confundidos que nunca… Perderse en el camino de los propios deseos revela un conflicto con los valores internos, un desajuste del mapa de carreteras interior. Es el momento de revisarlo para poder seguir adelante.

Cuando, hace ya muchos siglos, los seres humanos empezaron a crear normas de convivencia para poder vivir juntos y cooperar entre ellos, no sabían que estaban inventando algo que, en el futuro, llamaríamos neurosis ni que estaban planteando un nuevo reto a la humanidad. Un reto para el que todavía no hemos encontrado solución, a pesar de las numerosas escuelas de psicoterapia existentes que nos proponen cómo deberíamos vivir nuestra vida individual teniendo en cuenta, al mismo tiempo, la de las personas que nos rodean.

Deseos propios y ajenos, un delicado equilibrio

La sociedad, la familia, las comunidades… presentan normas y principios de convivencia atendiendo al “bien común”, mientras que cada uno de nosotros tiende a buscar la manera de satisfacer sus propias necesidades y deseos.

En ocasiones, ambos polos coinciden y encontramos entonces el equilibrio y la satisfacción. Pero, a veces, los intereses y las normas sociales chocan con nuestras propias necesidades y deseos.

El resultado de este conflicto es lo que conocemos con el nombre de neurosis, dando lugar a problemas como el insomnio, la culpabilidad, las obsesiones, los tics, las depresiones…

Tanto la satisfacción de una necesidad como la de un deseo suponen una estrecha relación entre cada uno de nosotros y el mundo exterior.

Se trata de algo que queremos “echar” de nuestro interior: “Necesito ir al baño”, “Deseo con toda mi alma no ver más a esa persona”.

Pero también puede ser algo que queremos “atraer” a nuestro mundo: “Tengo sed”, “Deseo ser amiga de ese chico”.

El deseo es una forma más refinada de necesidad, pues va más allá de lo puramente fisiológico o corporal para implicarnos por entero y colorear temporalmente nuestra vida con la fuerza de las emociones y los sentimientos. Anhelamos con fuerza todo aquello que deseamos.

El deseo es como una tormenta que amenaza con desestabilizar nuestros cimientos, pero todos conocemos también el placer que los sentidos experimentan tras una tempestad: el aire renovado, el olor a tierra mojada, el brillo de los colores de la naturaleza… Pero a veces las tormentas también causan estragos y es necesario reparar sus consecuencias.

No es lo mismo necesitar que desear

Necesidad y deseo se pueden observar respondiendo a tres preguntas:

  1. ¿Qué necesito/deseo?
  2. ¿Cómo puedo satisfacerlo?
  3. ¿Cuándo voy a satisfacerlo?

El “qué” de nuestras necesidades no solemos cuestionarlo: necesitamos comer, dormir, saciar nuestra sed, tener amigos, pareja, encontrar un trabajo, tener un techo donde vivir…

El “cómo” es conocido con el nombre de estrategia; esto es, los pasos que debemos dar a fin de vencer las dificultades y los obstáculos, tanto internos como externos, y conseguir así nuestros fines. En la satisfacción de una necesidad hay bienestar: el sentimiento de urgencia que experimentamos es seguido por un sentimiento de equilibrio. Y, generalmente, no hay ninguna discrepancia entre nuestras necesidades y las normas sociales o familiares.

Puede que tengamos que posponer nuestra necesidad, el “cuándo”, pero solamente de un modo temporal, mientras buscamos el mejor modo de llevarla a cabo. Si, por ejemplo, estamos en un teatro y nos entran ganas de comer un caramelo, necesitamos encontrar el momento oportuno para no molestar ni a los actores ni a los espectadores.

¿Por qué deseamos?

El deseo es la sofisticación de una necesidad. Pero ya no se refiere a una generalización; es decir, ya no está implicado el simple hecho general de “tener sed” o de “necesitar una pareja” sino que, en el deseo, la intensidad está específicamente referida a algo o a alguien concreto.

Este algo o alguien se vuelven únicos debido a la fuerza de nuestro deseo: “Deseo ardientemente ese vestido que he visto en aquella tienda” o “deseo locamente conocer a ese chico que veo cada mañana en el autobús”.

El apasionamiento y la conciencia clara de qué es lo que queremos marca la diferencia entre necesidad y deseo

El objeto de este último se instala como figura predominante en nuestra vida, y todo empieza a girar en torno a él: es como una obsesión ocasional que nos moviliza, que nos impele a su satisfacción.

El deseo nos saca de nuestra rutina, nos desubica, nos altera, nos vitaliza, nos llena de fuerza, entusiasmo y energía. El deseo intensifica nuestro amor por la vida, nos hace sentir más dinámicos, nos empuja a arriesgar, dispara nuestros sentidos, nos hace sentir pletóricos. El deseo es eminentemente humano.

Nuestra voz interna

Si bien el deseo sexual producido por el enamoramiento es el más conocido de los deseos, no es –ni mucho menos– el único que encontramos en nuestras vidas, pues los seres humanos estamos hechos para vivir deseando. Es importante aclarar que esta intensidad proviene de nosotros, no del objeto o de la persona que ha despertado nuestro anhelo: nuestra fisiología se altera y nos hace saber que estamos deseando algo.

Pero, junto con esta alteración de nuestra fisiología, todos tenemos una “voz interna” que “opina” sobre nuestros pensamientos, deseos y acciones. Si bien cada persona siente esta voz interna a su manera, esta se forma del mismo modo en todos nosotros: con las normas y los principios de nuestra familia y de la sociedad a la que pertenecemos.

Esta voz interna es una especie de representante personal del mundo externo en el que hemos crecido, un asesor personal que nos acompaña durante toda la vida.

Cuando nuestros deseos y acciones se encuentran en sintonía con este asesor interno, nuestras intenciones también están en armonía

Entonces sentimos que tenemos ‘permiso’ para llevar a cabo nuestros planes: nuestro deseo ha sido ratificado y apoyado por ese representante social, que no deja de ser una parte de nosotros mismos.

Pero, si nuestro deseo choca con los principios que hemos interiorizado durante nuestra infancia, surgirá un malestar

Entonces nos hará sentir zozobra, duda, inquietud… El conflicto estará servido, y necesitaremos entonces prestarle atención consciente con el fin de identificar las claves para su resolución.

Trazar la hoja de ruta adecuada

La mayoría de las personas tratan de evitar los conflictos porque los consideran negativos, desgastadores y un indicador de desequilibrio emocional. Sin embargo, los conflictos tienen un aspecto muy positivo: sacan a primer plano no solamente la naturaleza de nuestros deseos sino también los mensajes que hemos interiorizado.

Los profesionales de la psicoterapia conocemos estos mensajes que aparentemente se oponen a los deseos con el nombre de introyectos.

Un conflicto es, por lo tanto, una oportunidad única para revisar nuestros introyectos y actualizarlos

Es decir, para aceptarlos como adecuados para nosotros, rechazarlos por ser ajenos a nuestra forma de ser o “modernizarlos”, porque ya no se adecuan a nuestra realidad.

Los introyectos son como una foto robot de quién y cómo se supone que somos y de cómo tendríamos que ser y actuar. Son como un mapa de carreteras que nos indica el camino que debemos seguir. Pero para viajar conviene revisar si el mapa que utilizaremos es actual o si ya no se corresponde con la realidad.

Cuando se nos presenta un conflicto entre un deseo y los introyectos, conviene revisar si nuestro mapa interno ha quedado obsoleto

Revisadas y actualizadas nuestras pautas internas, la solución del conflicto es sencilla:

  • Si nuestro deseo es acorde al mapa interno, tenemos vía libre para su satisfacción
  • Si no coinciden, será necesario buscar el modo de acallar nuestro deseo

Porque, si lo seguimos, sufriremos un serio deterioro emocional y, a la larga, un desequilibrio que podría requerir tratamiento psicológico.

Los conflictos nos informan

Los introyectos en sí no son buenos ni malos: pueden ser potenciadores y animarnos a hacer lo que deseamos, o bien limitadores, cuando nos aconsejan desistir de nuestro interés.

Este código interno de acción puede referirse a nosotros mismos o, por el contrario, al objeto de nuestro deseo.Por ejemplo, podemos desear con todas nuestras fuerzas comprar un vestido que hemos visto en una tienda, pero nuestro código interno nos podría decir que ese tipo de vestido no nos queda bien, o que, si nos lo compramos, se desequilibrará todo nuestro presupuesto económico.

Si somos conscientes de que nuestros introyectos están actualizados y son acordes con nuestra realidad, tanto personal como social, ese mensaje interno nos permitirá decidir conscientemente que no nos compraremos el vestido.

Es cierto que nos sentiremos infelices, ya que, cada vez que no obtenemos lo que deseamos, experimentamos frustración, pues es el sentimiento que nos indica que hemos renunciado a algo y que necesitamos poner nuestras estrategias al servicio de la renuncia. Pero si no tenemos actualizado nuestro código interno –nuestros introyectos– nos resultará realmente difícil tener claro cuál es la decisión que queremos tomar.

“El mapa no es el territorio”, dijo el experto en comunicación Herbert Mar­shall McLuhan. Con el mismo sentido, podemos decir:

“Nuestro mapa interno, nuestros introyectos, no siempre son nuestra realidad”

Cada vez que un introyecto nos critica el propio hecho de desear o aquello que deseamos, nos desvaloriza, nos insulta o nos compara con otro –con frases como “Eres caprichoso y egoísta. Isabel es más sensata que tú. No te lo mereces. Es malo sentir lo que estás sintiendo. Eso que deseas es una tontería…”–, podríamos afirmar casi con total seguridad que nuestra voz interna, nuestro mapa de carreteras para vivir la propia vida, está obsoleto y necesita una seria revisión y actualización.

La senda del crecimiento personal

A veces revisar nuestros introyectos no resulta sencillo, ya que es como cuando nos adentramos en un bosque y solamente vemos árboles, en lugar del bosque en su conjunto y en perspectiva. Sin embargo, en la actualidad tenemos numerosos medios a nuestro alcance que nos pueden facilitar esta tarea. Uno de ellos es la lectura de textos serios y especializados, cuyos autores nos ayuden a profundizar en el conocimiento de nosotros mismos y para cambiar lo que crea­mos conveniente.

También existen numerosos centros de psicoterapia que ofrecen cursos y grupos de autoconocimiento y crecimiento personal para que, de un modo vivencial, exploremos nuestro mundo interno, que surge y se plasma en las interacciones con los demás.

Querer lo que se hace

Con todo, de nada valen los medios a nuestra disposición si no tenemos previamente un fuerte deseo de autoconocimiento y una absoluta tolerancia hacia lo que descubramos sobre nosotros mismos.

Descubramos lo que descubramos, debemos recordar que no es ni bueno ni malo sino limitador o potenciador del camino que hemos como nuestro

Si es limitador de lo que hemos imaginado como nuestra vida, y esa imagen ideal está basada en la realidad, no tiene sentido lamentarnos ni caer en el victimismo: hay que ponerse manos a la obra para el cambio.

No olvidemos, tampoco, que solo nosotros decidimos nuestro propio camino, solo nosotros aprobamos y seguimos adelante con nuestros deseos, o renunciamos a ellos.

En cualquier caso, lo importante es que la decisión sea consciente, de que haya sido tomada al haber aunado nuestro deseo con el código interno. Para acabar, os presto una frase que desde hace mucho es uno de los lemas de mi vida:

“No solo es importante hacer lo que se quiere sino querer lo que se hace”

Cómo actualizar nuestro mapa de los deseos y las necesidades

No tiene sentido hablar solo sobre teoría y no pasar a la práctica. Vamos a conocer algunos sencillos hábitos que nos pueden ayudar a actualizar nuestros esquemas de deseos y necesidades.

  1. Empieza a conocerte
    Un método sencillo consiste en hacer dos listas. En la primera, con frases cortas, escribe lo que conoces de ti y te gusta: “Soy buen amigo de mis amigos”, “Me gusta el color de mis ojos”… Después, empieza la lista de los cambios. Deja espacio para añadir nuevos aspectos de ti que quieras incluir. No emitas juicios de valor, especialmente, en la lista de las cosas a cambiar.
  2. Propicia el cambio
    Vas a cambiar una por una las cosas que no te gustan de ti. ¡No suspires con desaliento! Por raro que parezca, siempre que cambiamos un aspecto de nuestra vida, hay otros que se transforman por sí solos. Busca el aspecto a cambiar que te parezca más sencillo.
  3. Obsérvate sin juzgar
    Ahora, necesitas poner este aspecto elegido en observación mientras te relacionas con los demás. Si, por ejemplo, has escrito “No soy simpático”, tienes que observar qué haces para no ser simpático. Así vas a tener los matices más sutiles y específicos de tu forma de interactuar. Anota cómo lo haces, tus sensaciones y sentimientos, y los cambios fisiológicos que has ido notando en ti.
  4. Disfruta de los resultados
    Este darte cuenta aceptador introducirá de forma natural una sutil variación que propiciará el cambio.
    Ser conscientes de cómo actuamos es nuestra herramienta más potente. Nunca hay fracasos, solo resultados, porque una sutil modificación… lo cambia todo.

 

Fuente: mentesana.es

Las sonrisas y las miradas construyen el cerebro social del bebé

Las sonrisas y las miradas construyen el cerebro social del bebé

Por Sue Gerhardt

El cerebro del bebé crece muy rápidamente durante el primer año de vida, doblando con creces su peso. El metabolismo de la glucosa -activado por las respuestas bioquímicas- del bebé cuando está con su madre, es muy intenso en los dos primeros años de vida, lo que facilita que los genes puedan expresarse. Al igual que ocurre en muchas otras áreas del desarrollo humano, que haya un buen crecimiento de las estructuras cerebrales del cerebro social depende, frecuentemente, del aporte social, del número de experiencias positivas en los comienzos de la vida. Personalmente me quedé sorprendida al descubrir que no nacemos con dichas capacidades, sino que se desarrollan en el contexto de relaciones significativas. Un gran número de experiencias positivas en los comienzos de la vida da lugar a cerebros con más conexiones neuronales, es decir, cerebros con una red más rica en interconexiones. El cerebro social se construye desde el nacimiento, desde la primera mirada entre la madre y el bebé. Pero entre los seis y doce meses de edad hay un desarrollo masivo de conexiones sinápticas en el cortex prefrontal -el cerebro social-, si se dan las condiciones idóneas.

Según Allan Schore, mirarse los rostros juega un papel muy importante en la vida humana. Especialmente en la infancia, las miradas y las sonrisas ayudan al desarrollo del cerebro. Podemos preguntarnos cómo tiene lugar ese proceso. Schore sugiere que las miradas positivas son el estímulo más importante para el crecimiento de la inteligencia social y emocional del cerebro.

Cuando el bebé mira a su madre (o a su padre) y ve sus pupilas dilatadas, recibe la información de que su sistema nervioso simpático está en un estado de estimulacion, y que están inmersos en un estado placentero. En respuesta a ello, el propio sistema nervioso del bebé se estimula de manera placentera y su ritmo cardíaco se acelera, y este proceso desencadena, a su vez, una respuesta bioquimica. En primer lugar, un neuropéptido llamado beta-endorfina, que tiene un efecto positivo placentero, es liberado en la circulación, especialmente en la región ortibofrontal del cerebro. Se sabe que los opiáceos “endógenos” elaborados por el propio cuerpo, como la beta-endorfina- ayudan al crecimiento de las neuronas mediante la regulación de los niveles de glucosa e insulina (Schore, 1994), y en su papel de opiáceos naturales hacen que la persona se sienta bien. Al mismo tiempo, se genera en el tronco cerebral otro neurotransmisor llamado dopamina, que también tiene como destino el córtex prefrontal -el cerebro social-.

Vemos pues que las primeras capacidades cerebrales “mas altas”, que se desarrollan en el curso de la evolución, son sociales, y lo hacen al intercambio social. Por ello el bebé, para su desarrollo, no necesita ayudas pedagógicas o culturales, sino que es más apropiado, simplemente, cogerlo en brazos y disfrutar de ella/él. Sin la experiencia social apropiada con el adulto que le cuida y un intercambio relacional persona-a-persona, es difícil un buen desarrollo del córtex orbitofrontal, desde las etapas tempranas. En uno de los primeros experimentos en relación con este tema, Harry Harlow, que investigaba con primates, observó que los monos que se mantenían aislados durante el primer año de vida se volvían autistas y perdían la capacidad de relacionarse con los otros monos (Blum, 2003). Más recientemente, observaciones con niños rumanos huérfanos han mostrado que aquellos que no pudieron establecer relaciones estrechas con un adulto debido a que nadie les sacaba de la cuna durante todo el día, eran incapaces de establecer relaciones con las otras personas, y que el lugar que correspondia al córtex orbitofrontal había un virtual “agujero negro”) (Chugani y col. 2001).

En mi trabajo con madres y bebés, que la interacción entre ambos sea agradable ha llegado a ser una referencia; si un progenitor disfruta al relacionarse con su bebé, generalmente uno puede estar tranquilo respecto a aquella relación, aunque existan algunos problemas. Cuando en la relación dominan las interacciones agradables, la madre y el bebé están construyendo, sin darse cuenta, el córtex prefrontal de este último, y desarrollando sus capacidades para la autorregulacion y para las complejas interacciones sociales. La mayoría de las familias disfrutan estableciendo este tipo de relación. Pero el sistema madre-bebé es frágil, y puede deteriorarse fácilmente debido a la falta de recursos internos o externos. Afortunadamente, a menudo puede volverse al buen camino con una ayuda adecuada cuando se necesita.

Fuente: formacionterramater.es

Cómo enseñar a un niño que nadie puede tocar su cuerpo

Cómo enseñar a un niño que nadie puede tocar su cuerpo

Aunque muchas veces nos parece muy complicado y no tenemos ni idea de cómo hacerlo, es importante que le expliquemos a nuestros hijos que nadie debe tocar su cuerpo, ni obligarlos a hacer nada que no quieran.

Pero, ¿cómo hacerlo sin perturbarlos al respecto?

Existen ciertas reglas que ayudan a que los peques aprendan a no permitir este tipo de contacto.

  1. Enséñale que su cuerpo es suyo y que nadie puede tocarlo sin su permiso.
  2. Dile a tu hijo cómo se llama cada parte de su cuerpo, con un lenguaje que vaya de acuerdo a su edad.
  3. Habla sobre su derecho de rechazar un beso o una caricia que no le guste, aunque sea de un familiar cercano a él o ella.
  4. Enséñale a decir NO de forma firme e inmediata, cuando sienta que existe un contacto físico nada agradable o intenten obligarlo a hacer algo que no quiera.
  5. Platica sobre la diferencia de un secreto bueno y malo, explicándole que los segundos se deben contar a la persona que le tenga confianza.
  6. Los niños no tienen malicia y esto ocasiona que confíen en los demás; sin embargo, es importante que desde pequeños les enseñemos a distinguir lo bueno de lo malo (buen o mal contacto).
  7. Aclárale que ningún adulto tiene derecho pedir ayuda a los niños para hacer algo (y menos aún sin permiso de los padres). Es normal que un adulto pida ayuda a otro adulto y no a un pequeño.
  8. Muéstrale que no está bien si alguien mira o toca las partes privadas de su cuerpo, que son las que cubren su ropa interior; y si eso sucede, que no tengan miedo de decir NO, irse del lugar e ir con una persona de su confianza a contarle lo sucedido.

Mantén una conversación abierta con tus hijos para que tengan la plena confianza de contarte todo lo que les sucede, no importa si tiene uno, dos, tres o cinco años. Hazlos sentir seguros y protegidos por ti.

Fuente: naranxadul.com

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