Algunas experiencias negativas de la niñez que pueden repercutir en nuestra salud mental cuando llegamos a la etapa adulta

Gema Sánchez

Todos tenemos un pasado. Y aunque este ya no exista, las experiencias dolorosas vividas en la infancia marcan nuestro carácter, dejan huella.

Cinco heridas emocionales de la infancia que dejan su eco en el futuro.

La infancia es una etapa vital que nos condiciona para el resto de nuestros días. Hay infancias relativamente felices y estables, pero casi todos hemos vivido en alguna ocasión alguna situación que nos ha marcado. ¿Cuál es el rastro que estas heridas emocionales infantiles nos dejan para el futuro?

  1. El miedo al abandono
    Quienes han experimentado el abandono en su infancia consideran la soledad como su mayor enemigo. Les marcó tanto que se encuentran en constante vigilancia para no quedarse solos, por lo que en muchas ocasiones tomarán ellos la iniciativa de abandonar a los demás por temor a revivir la experiencia, como mecanismo de protección.
    Su mayor temor es afrontar una separación, de forma que las relaciones son vividas con dosis de inseguridad, miedo y recelo, siendo más vulnerables a la creación de vínculos de dependencia afectiva.
    – Cómo sanar la herida: Trabajando el miedo a la soledad, el temor a ser rechazados y las barreras invisibles al contacto físico. Es el niño interior, y no el adulto, quien teme que lo dejen, por lo que hay que abrazarlo para que se sienta seguro y sea capaz poco a poco de disfrutar de sus momentos de soledad.
  2.  El miedo al rechazo
    Es una de las heridas más profundas porque implica el rechazo hacia nuestros pensamientos, sentimientos y vivencias.
    Tiene su origen en experiencias de no aceptación por parte de los padres, familiares cercanos o iguales a medida que el niño va creciendo.
    Cuando un niño recibe señales de rechazo, crece en su interior la semilla del autodesprecio y piensa que no es digno de amar ni de ser amado, interpretando todo lo que le sucede a través del filtro de su herida. La mínima crítica le originará sufrimiento y, para compensarlo, necesitará el reconocimiento y la aprobación por lo demás.
    – Cómo sanar la herida: Empezando a valorarse y reconocerse por sí mismo, obviando los mensajes que el crítico interno le envía, procedentes de su infancia.
  3. La herida de la humillación
    Esta herida se abre cuando el niño siente que sus padres lo desaprueban y critican, afectando directamente a su autoestima, sobre todo, cuando lo ridiculizan.
    Construye una personalidad dependiente que está dispuesta a hacer cualquier cosa por sentirse útil y válida, lo cual contribuye a alimentar más su herida, ya que si los demás no lo reconocen, él tampoco lo hará.
    Quien ha sufrido la humillación tiene dificultades para expresarse y es especialista en rebajarse a sí mismo. Se considera mucho más pequeño y menos importante de lo que en realidad es, olvidándose de sus propias necesidades.
    – Cómo sanar la herida: La humillación se erige como una carga emocional pesada en la espalda que necesita ser soltada a través del perdón hacia las personas que lo dañaron, haciendo las paces con el pasado.
  4. La traición o el miedo a confiar
    Surge cuando el niño se ha sentido traicionado por alguno de sus padres porque no ha cumplido una promesa. Esta situación generará sentimientos de aislamiento y desconfianza que, en ocasiones, pueden transformarse en envidia, debido a que el niño no se siente merecedor de lo prometido y de lo que otras personas tienen.
    Esta herida emocional construye una personalidad fuerte, en la que predomina la necesidad de control para asegurar la fidelidad y lealtad, que muchas veces no permite respirar a los demás.
    – Cómo sanar la herida: Hay que trabajar la paciencia, la tolerancia, la confianza y la delegación de responsabilidades en los demás.
  5. La injusticia
    Esta herida emocional se origina cuando los progenitores son fríos y rígidos, con una educación autoritaria y no respetuosa hacia los niños.
    La exigencia constante generará sentimientos de ineficacia, inutilidad y la sensación de injusticia.
    Esta herida emocional genera adultos rígidos que no serán capaces de negociar ni de mantener diálogos con opiniones diversas. Sus intenciones girarán en torno a ganar poder e importancia, siendo fanáticos del orden y el perfeccionismo.
    – Cómo sanar la herida: La forma de curarse es trabajar la rigidez mental, cultivando la flexibilidad y la confianza hacia los demás.

Fuente: mentesana.es

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