Semana Mundial de la Salud Mental Materna

Semana Mundial de la Salud Mental Materna

Este miércoles 4 de mayo se conmemoró el día Mundial de la Salud Mental Materna, conmemoración que se viene realizando desde el año 2016 con el objetivo de aumentar la conciencia acerca de los problemas de salud mental que afectan a las mujeres madres.

«Juntas somos mas fuertes», es el lema que acompaña esta campaña, motivándonos a implicarnos desde la vereda en que nos encontremos. La salud mental de las madres no solo es necesaria para el desarrollo y crecimiento de los hij@s, sino que también repercute en la salud de la sociedad actual y futura.

Cada vez existen más estudios que corroboran que muchas mujeres sufren y experimentan emociones negativas frente a los  cambios vitales que ocurren durante la gestación y el posparto. Uno de cada cinco mujeres presenta algún problema de Salud Mental durante el embarazo y hasta un año después del parto en muchos países y más del 75 % de las mujeres no son diagnosticadas y no reciben el apoyo o tratamiento adecuado. Las cifras son alarmantes y su repercusión aún más.

Fuente: Sociedad Marce

 

El estrés y la enfermedad mental materna pueden afectar directamente al feto y al recién nacido, generando un impacto sobre su desarrollo físico, cognitivo y emocional, los que pueden perdurar en el tiempo. Por tanto, la atención y los cuidados hacia la salud mental de la madre proporcionan el apoyo necesario para que las mujeres puedan adaptarse mejor a los desafíos que conlleva la experiencia de ser madre, promoviendo un vinculo afectivo adecuado con su bebé, así como también el fortalecimiento y desarrollo de capacidades para el cuidado eficaz y nutricio del recién nacido.

Como centro, te invitamos a vivir la maternidad en compañía y con los cuidados y apoyos que sean necesarios. Te invitamos a no esconder el malestar detrás de la idea de la «Super Madre» con el afán de cumplir o estar a la altura de lo que la sociedad nos ha impuesto como modelo de maternidad.

Fuente: Sociedad Marce

El Lenguaje como fuente de poder

El Lenguaje como fuente de poder

Estamos muy contentas, ya que durante el mes de abril dimos inicio a un nuevo ciclo de talleres con la realización del taller «El Lenguaje como fuente de poder». Fue una jornada enriquecedora en el que contamos con la participación de una amiga Sonoterapeuta, Magdalena Gallardo, quien nos regalo un cierre hermoso a través de melodías terapéuticas y sanadoras.

A Magadalena la encuentran en su cuenta de instagram @magadalenayogaysonido, los invitamos a seguirla y participar de sus actividades.

 

Fotografía publicada con el consentimiento de los participantes

 

 

 

 

 

 

 

Fotografía publicada con el consentimiento de los participantes

 

 

 

 

 

 

 

 

 

LA REALIDAD DE LA ADICCIÓN A LAS DROGAS

LA REALIDAD DE LA ADICCIÓN A LAS DROGAS

ADICCIÓN A LAS DROGAS

Dolor y desesperanza

Cuando existe una dependencia a las drogas, generalmente es imposible pensar en otra cosa que no sea la droga, el modo de conseguirla, la forma de consumirla y los espacios para hacerlo. Cuando se está “enganchado a ella”, la situación se vuelve en contra de uno y los demás. Al principio es posible obtener cierta gratificación aparente. Pero, más temprano que tarde, la conducta empieza a tener consecuencias negativas en la vida del consumidor.

 

¿Y qué es la adicción a las drogas?

La adicción se presenta como un abuso en el empleo de sustancias que conlleva un deterioro en las distintas áreas de la vida: social, familiar, laboral, recreativa, amorosa, etc., y hay un patrón o tipo de consumo de la sustancia que finalmente termina perjudicando a quien la consume. El abuso de drogas puede conducir a enfermedad crónica, recurrente, progresiva y terminal.

Las sustancias, las drogas, también afectan e interfieren en el funcionamiento normal del cerebro. Llega un momento en que los cambios en el cerebro pueden convertir el abuso de drogas en una enfermedad crónica, recurrente, progresiva y terminal. Las ansias del consumo, la planificación en la búsqueda de drogas y el tiempo premeditado de uso, son conductas que forman parte del aumento del deterioro de todas las áreas y del funcionamiento normal de la persona.

El abuso de la sustancia, puede conducir a una dependencia física pero también a una dependencia psicológica, en la que se puede observar una compulsión a consumir periódicamente la droga para sentir placer, alivio y/o euforia.

 

Las personas dependientes a las drogas se han sentido históricamente sin recursos para enfrentar momentos de disforia

Frente a momentos de incomodidad, en los que priman emociones desagradables o molestas, tales como: la tristeza, la ansiedad y/o irritabilidad, entre otros, las personas dependientes a las drogas, se sienten sin recursos y sin la capacidad de resolución para sobrellevar estos momentos. De este modo, llegan a usar la sustancia adictiva de manera compulsiva y como un instrumento que les permite lidiar con el estado emocional displacentero.

Con el consumo de drogas se produce una desconexión emocional

Como decíamos, las personas que consumen drogas las utilizan como una manera errónea de enfrentar estados emocionales que consideran inmanejables, descontrolados y peligrosos, ya que se sienten sin recursos, habilidades o capacidades para enfrentar estos estados (ref. Javier Guajardo G.) El problema, es que al utilizar las drogas para “sobrevivir” a estados afectivos disfóricos, se va generando un deterioro orgánico y psicológico progresivo.

Esta conducta, el consumo compulsivo de drogas, puede ser entendida como un recurso de autorregulación emocional, pero es un recurso patológico, ya que lo que se busca es la evitación y desconexión de lo que produce malestar. En este proceso, la droga es un instrumento de evitación del estado emocional de base ya que genera estados artificiales y efímeros de euforia, relajo, placer que son contrarios a la emoción displacentera de fondo.

Las drogas son entonces, las que otorgan la desconexión emocional en esta necesidad de no experimentar ansiedad, angustia, disforia, etc. En este escenario, podríamos pensar que la ilusión y fantasía que sostiene la dependencia a las drogas es la de NO SENTIR emociones desagradables, sino estar siempre en un estado de euforia, de placer o control independiente de las situaciones que se deben enfrentar.

Así, la desconexión emocional, la intoxicación permanente y la necesidad de sostener el recurso de la droga a pesar de los costos, sostienen la adicción sin que el sujeto reconozca o parezca consciente de cómo se perjudica a sí mismo y a los demás.

Esto se traduce en un sujeto enfermo, sin voluntad y que requiere ayuda.

El abuso de drogas puede conducir a una enfermedad crónica, recurrente, progresiva y terminal.

 

Te presentamos algunos indicadores que dan cuenta de un consumo dependiente a las drogas:

 

  • El consumo de drogas continúa a pesar de que existe conciencia de las consecuencias negativas.
  • La persona tiene dificultad para controlar el uso de la droga o siente que su consumo está fuera de control.
  • Presenta intoxicaciones frecuentes.
  • La persona reduce de manera considerable las actividades sociales, laborales, educativas o recreativas.
  • Recurre a la droga para aliviar el malestar provocado por su falta.
  • Presenta problemas físicos asociados.
  • Experimenta permanentemente deseos de consumir.
  • Presenta incapacidad de abstenerse y de detenerse; se ha prometido muchas veces no consumir más y no lo logra.
  • La mentira es recurrente, casi siempre está irritable, enfadada y/o con ganas de discutir.
  • Tiene cambios rápidos y pronunciados en el estado de ánimo.

 

 

Las drogas alteran la forma de percibir y conectarse con el mundo.

La adicción altera el funcionamiento general de la persona, de manera progresiva y con riesgo vital inminente.

La adicción produce dolor, desolación y desesperanza.

 

Por Michelle Oberreuter Gallardo.

Trastorno de estres postraumático

Trastorno de estres postraumático

¿QUÉ ES EL TRASTORNO DE ESTRÉS POSTRAUMÁTICO?

El trastorno de estrés postraumático (TEPT) es un trastorno de ansiedad que puede surgir después de que una persona pasa por un evento traumático que le causó pavor, impotencia u horror extremo. El trastorno de estrés postraumático puede producirse a raíz de traumas personales (por ejemplo violación, guerra, desastres naturales, abuso, accidentes serios o cautiverio) o por haber presenciado o saber de un acto violento o trágico.

Aunque es común pasar por un breve estado de ansiedad o depresión después de dichos eventos, las personas que sufren de trastorno de estrés postraumático siguen «volviendo a vivir» el trauma; evitan a las personas, los pensamientos o situaciones relacionadas con el evento y tienen síntomas de emociones excesivas. Las personas con este padecimiento sufren estos síntomas durante más de un mes y no pueden llevar a cabo sus funciones como lo hacían antes del suceso traumático. Los síntomas del trastorno de estrés postraumático por lo general aparecen en un período de tres meses de la situación traumática, sin embargo, a veces se presentan meses o hasta años después.

Se enfatiza sobre el trastorno emocional y el desequilibrio, además del fracaso en la solución de problemas o enfrentamientos durante el estado de crisis. Taplin, subrayó el componente cognoscitivo, es decir, la violación de las expectativas de la persona sobre su vida por el proceso traumático, o la incapacidad para manejar situaciones nuevas y dramáticas. “Todos los humanos pueden estar expuestos en ciertas ocasiones de sus vidas a experimentar crisis caracterizadas por una gran desorganización emocional, perturbación y trastornos en las estrategias previas de enfrentamiento”.

Uno de los aspectos más obvios de la crisis, es el trastorno emocional grave o desequilibrio experimentado por el individuo. Se describen sentimientos de tensión, ineficacia e impotencia. A rasgos generales, las personas en crisis experimentan significativamente:

– Sentimientos de cansancio y agotamiento, desamparo, inadecuación y confusión.
– Síntomas físicos, ansiedad y desorganización.

Una parte de la desorganización es la vulnerabilidad del individuo. Cuando ya no es capaz de enfrentar, todo parece destruirse, ya no queda nada por defender. La sobrecarga de la estructura cognoscitiva deja al organismo confundido. En este estado de la crisis, el individuo puede aceptar información que le explique lo que está pasando. De la forma de integrar o recibir esta información, va a resultar un comportamiento más o menos desestructurado. Probablemente, el individuo oscile en estos episodios confusionales, ofreciendo un estado de ánimo o expresión alternante. En este tipo de acontecimientos tan críticos, graves o inesperados, el desconocimiento de lo que está sucediendo puede facilitar comportamientos automáticos no determinados por ninguna estrategia cognoscitiva, tal y como suele apreciarse.

Casi cualquier definición de crisis se centra en la idea de que el enfrentamiento o la solución de problemas se ha trastornado. La crisis es demasiado grave, demasiado intensa para nuestros recursos, que no resultan ni suficientes ni disponibles para resolver lo que está sucediendo (apreciación subjetiva). La persona en crisis se siente completamente ineficaz para abordar esas circunstancias.

El estado de crisis se caracteriza por un trastorno en estos procesos: una primera valoración de la situación y el peligro y una respuesta adaptada. La solución racional de problemas es imposible (petición de ayuda, resolver una cosa cada vez…) y se tiene incapacidad para manejar aspectos subjetivos: miedo, dolor, etc.

FASES O MOMENTOS FUNDAMENTALES EN LA CRISIS

– Impacto, retirada y recuperación o desadaptación.
– El impacto produce un efecto de exceso emocional y sobrecarga. Aparece un primer momento de retirada con síntomas tales como la negación, la ansiedad y la inhibición o agitación.
– Si el individuo cuenta con los recursos personales suficientes, o recibe la ayuda necesaria, la recuperación adaptativa supone la resolución de la crisis y, generalmente, hay un fortalecimiento de las defensas y un aumento de la autoestima y la independencia. En el caso de fracasar los mecanismos adaptativos, aparecerán síntomas crónicos con persistencia de las memorias traumáticas, indefensión futura y dependencia.

Pasados estos primeros instantes y una vez fuera del lugar de peligro, lo habitual es que se produzca un cierto enturbiamiento de la conciencia, que varía desde una leve sensación de flotamiento o extrañeza, hasta un cuadro semiestuporoso con escasa respuesta a los estímulos. Se aprecia un embotamiento general, con lentitud y pobreza de reacciones, acompañado por una sensación de gran laxitud y abatimiento.
Los primeros pensamientos suelen ser de extrañeza e incredulidad y, a medida que la conciencia se va haciendo más penetrante y se diluye el embotamiento producido por el estado de “shock”, van abriéndose paso las vivencias afectivas de una colorido más violento y dramático: dolor, indignación, rabia, impotencia, culpa, miedo, alternándose con momentos de profunda aflicción y abatimiento.

Estas escenas producen en el sujeto una dolorosa conmoción que suscita un estado de intensa alteración emocional, pudiendo desencadenarse un ataque de angustia. Este mecanismo de intrusión de recuerdos se considera normal en la mayoría de los casos. También suelen observarse irrupciones del recuerdo durante el sueño, en forma de pesadilla recurrente, con despertares frecuentes de alto contenido emocional.
Hasta aquí son reacciones genéricas ante una situación de peligro y se producen sistemáticamente en la mayoría de los individuos. En cambio, lo que sucede a continuación depende mucho de las características y la situación del afectado y su entorno.

Un acontecimiento traumático puede desembocar en situaciones muy distintas si el sujeto se encuentra bien apoyado por su entorno más cercano o si no es así. Prácticamente todos los autores coinciden en el papel de la familia/grupo social como fuente principal de apoyo. En este sentido, se habla de la intervención de dos tipos de factores: Factores de vulnerabilidad y factores de protección. El destino psicológico de la víctima, va a depender en gran medida de la dialéctica entre estos dos tipos de factores.

Factores de vulnerabilidad: existen tres tipos de factores característicos del sujeto y de su entorno, previos al trauma, que pueden vulnerabilizarle hacia cuadros psicológicos posteriores:

– Factores de personalidad: generalmente son personas con tendencia a evitar experiencias nuevas. Presentan un tiempo de adaptación lento y un locus de control externo.
– Factores biológicos: dependen de unas pautas determinadas de respuesta endocrina y de neurotransmisión.
– Ausencia-Influencia de factores de protección social.

Factores de protección: son aquellos que, siendo tanto internos como externos, van a proteger al individuo de la posibilidad de desarrollar cuadros psicopatológicos posteriores:

– Factores de personalidad y biológicos: recursos de afrontamiento al estrés.
– Apoyo y protección familiar
– Apoyo social próximo: amigos, grupos de afiliación.
– Apoyo social general: opinión pública, medios de comunicación
– Apoyo social institucional: Estado, Administración Pública

Si la dinámica de estos factores favorece al sujeto, los síntomas se irán metabolizando (readaptación funcional). Si ocurre lo contrario, el desequilibrio de esta segunda etapa se irá agravando, emergiendo y fraguándose en un conjunto de síntomas que determinarán su vida: TEPT y trastornos asociados.

Se van a añadir a los cuadros psicopatológicos, ciertas consecuencias difícilmente tipificables en ocasiones, pero que influyen en gran medida en el sufrimiento subjetivo de las víctimas:

– Ruptura del sentimiento de seguridad, indefensión.
– Pérdida del rol personal o social previos, cambio de jerarquías y criterios de valor.
– Graves problemas de desadaptación social, laboral y familiar.
– Trastornos de carácter: introversión, pasividad, regresividad, dependencia, e irritabilidad.
– Conflictos socio-familiares: que, obviamente, se derivan y cierran el círculo vicioso, desembocando frecuentemente en una situación de desencuentro recíproco, desconfianza y frustración, en el que conviven el aislamiento y el rechazo.

Desde la perspectiva de la víctima, la incapacidad por parte del entorno para comprender la situación y ofrecerle reconocimiento y compensación, acaba constituyendo una segunda victimización, a menudo más dolorosa que la inicial.

Ante la muerte inesperada de un ser querido, se suceden según Horowitz (1.976), reacciones de tensión graves, que pueden ser tipificadas en una serie de etapas:

– El Grito: según este modelo, la primera reacción es el grito, una reacción emocional reflexiva, así como llanto, pánico, grito, desmayo o lamentos. La reacción puede ser más o menos obvia. El llanto conduce a la negación o a la intrusión.
– La Negación: conduce a un bloqueo del impacto. Puede acompañarse de un entorpecimiento emocional, en no pensar en lo ocurrido. Una viuda puede entrar en esta etapa en el momento del funeral, llevando a la conclusión de fortaleza aparente.
– La Intrusión: incluye la abundancia involuntaria de ideas y sentimientos de dolor sobre el suceso. Aparecen pesadillas periódicas. Puede empezar a experimentarlo en los momentos en que han finalizado las gestiones iniciales y se enfrentan a la soledad o a la normalidad. Es entonces cuando suele aparecer el impacto pleno de la pérdida. La abundancia de pensamientos intrusivos puede incluir afirmaciones sobre la pérdida y su impacto.

Algunos individuos omiten la fase de negación y entran en la de intrusión. También se aprecian oscilaciones y retornos de una etapa a otra.

– La Penetración: es el proceso en el que se expresan, identifican y divulgan pensamientos, sentimientos e imágenes. Algunos hacen solos este proceso, otros necesitan ayuda externa.
– La Consumación: Es la etapa final de la experiencia en crisis. Conduce a una integración de la misma en la vida del individuo. A la desorganización de la crisis la sustituye el sentimiento de tristeza por el recuerdo de la pérdida, que se sitúa cronológicamente en el pasado (atención a rituales presentes, altares…).

TIPO DE TRAUMAS

Meichenbaum distingue 5 tipos de acontecimientos traumáticos:

1) Acontecimiento traumático simple:
– Peligroso, perjudicial, amenazador, a menudo imprevisto y abrumador para casi todo el mundo.
– Desastres naturales: inundaciones, terremotos…
– Desastres accidentales: coche, tren, explosión, accidente químico, avión, incendio…
– Desastres de diseño humano intencional: bombardeo, atentado terrorista, violación, agresión, disparos…

2) Trauma repetido, prolongado:
– Natural. Exposición a la radiación, enfermedad…
– Ejecución humana intencional: abuso sexual, maltrato doméstico, prisioneros…

3) Exposición indirecta:
Especialmente en el caso de los niños.
– Hijos de supervivientes
– Exposición a la experiencia traumática de alguien muy cercano, o cercanía situacional al propio lugar del suceso.

4) Traumas Tipo I:
– Hechos traumáticos simples.
– Experiencias traumáticas aisladas.
– Hechos repentinos inesperados y devastadores.
– Duración limitada.
– Desastres naturales, accidentes de coche.
– Los hechos se recuerdan con detalle.
– Mayor probabilidad de síntomas de idea intrusiva, evitación y síntomas de hiperactividad.
– Recuperación rápida más probable.

5) Traumas Tipo II:
– Traumas variables, múltiples, crónicos y permanentes.
– Con más probabilidad de ejecución humana intencional.

¿QUIEN LO PADECE?

La mayoría de las personas que han sufrido un trauma no llegan a padecer el estrés postraumático, un hecho que todavía no tiene explicación. Además y al contrario de lo que se cree, la gravedad del síndrome no depende de la naturaleza del trauma que lo desencadena.

La reacción a una situación dura e inusual depende mucho de la sensibilidad de las personas afectadas y de sus recursos para afrontar los traumas. En parte esto se encuentra determinado por las características genéticas de cada uno, pero también influye la personalidad y la situación vital concreta que esté atravesando, si ha sufrido o no otros traumas en el pasado o el tejido familiar y social que pueda apoyarle.

Puede aparecer a cualquier edad, aunque suele ser más frecuente entre las personas jóvenes, quizá porque tienen más posibilidades de exponerse a los traumas desencadenantes. También es más común en aquéllos individuos socialmente aislados.

En concreto, las principales consecuencias de las agresiones sexuales sobre el equilibrio emocional de las víctimas son las siguientes (según Echebur, Zubizarreta y Sarasua, 1995):

1.A CORTO PLAZO: quejas físicas, alteraciones del apetito, trastornos del sueño, pesadillas…. Lo que predomina como resultado de todo ello es una conducta global desorganizada y un cierto grado de dificultad para retomar la vida cotidiana.

2.A MEDIO PLAZO: depresión, pérdida de autoestima, dificultades en la relación social y disfunciones sexuales, así como temores diversos. Es decir la víctima es capaz de retomar su vida habitual, pero con limitaciones.

3.A LARGO PLAZO: irritabilidad, desconfianza, alerta excesiva, embotamiento afectivo, disfunciones sexuales y capacidad disminuida para disfrutar de la vida. La experiencia sexual, aunque deseada, puede verse evocada al trauma experimentado.

Fuente: www.trastornolimite.com

La Terapia Brainspotting en qué consiste

La Terapia Brainspotting en qué consiste

¿Has oído hablar de la terapia Brainspotting? Probablemente no, porque no es una terapia demasiado conocida ni extendida. Sin embargo, puede ser una gran opción a la hora de aliviar la tensión física y emocional derivada de sucesos traumatizantes.

¿Qué es exactamente el Brainspotting?

Para explicar qué es el brainspotting, lo mejor que podemos hacer es explicar de dónde viene el término. Y es que, como puedes suponer, “brainspotting” es un término inglés, que significa, literalmente, “punto cerebral”.

Este es un método muy innovador que viene utilizándose en psicología desde hace relativamente poco tiempo, y que consiste en abordar el sufrimiento de una forma más profunda y transformadora que otras técnicas.

De esta forma, se puede ayudar a la persona que está sufriendo a recuperarse de las heridas emocionales que un evento traumático le ha causado.

Esta técnica, como decimos, es bastante novedosa. De hecho, fue descubierta en el año 2003 por el psicoterapeuta David Grand, mientras estaba practicando terapia EMDR con sus pacientes.

Durante una de estas terapias, se dio cuenta de que, cuando reducían los movimientos oculares, podían procesar las experiencias traumáticas de una forma más tolerable, sin un impacto tan elevado.

Es decir, Grand se dio cuenta de que las personas mostraban reacciones reflejas poco frecuentes cuando sus ojos se encontraban en determinadas posiciones.

Y es así como desarrolló el brainspotting, que consiste en conectar las reacciones emocionales y las reacciones físicas que una persona tiene en la actualidad con los eventos traumáticos del pasado. Con ello, se puede identificar el “punto cerebral” y, con trabajo, liberar las emociones de la experiencia traumática que han quedado bloqueadas.

¿Por qué las experiencias traumáticas se quedan bloqueadas en el cerebro?

Todas las experiencias estresantes que podemos considerar una amenaza pueden acabar por convertirse en un trauma. Es un mecanismo normal del cerebro, porque busca protegerse (y protegernos). Sin embargo, el hecho de que busque algo, no significa que lo consiga. De hecho, a menudo, esos mecanismos de protección son contraproducentes.

Esto se ve, especialmente, cuando los traumas se derivan de una situación difícil que hemos pasado en algún momento, y para la cual no hemos contado con el apoyo adecuado (algo fundamental a la hora de procesar emociones negativas e integrarlas en nuestra vida).

El resultado de esto es que la experiencia negativa se queda grabada en nuestro cerebro y se transforma en un trauma que se activa en distintas situaciones y que, como ya debes saber, afecta negativamente a nuestro equilibrio emocional y físico.

Esto, que podría sonar muy etéreo, lo cierto es que ha sido confirmado por estudios de la Universidad de Harvard, en los cuales se ha podido ver que las huellas dolorosas quedan grabadas en el cerebro, activando la amígdala, el núcleo del miedo y la corteza visual.

Esto es muy importante, porque, cuando una experiencia negativa se procesa correctamente, ésta pasa a formar parte de la narrativa vital de la persona, por lo que, al recordarla, el área del cerebro que se activa es el área de Broca, responsable del lenguaje.

Es decir, hay una relación clara entre las áreas del cerebro que se activan para un mismo suceso emocional doloroso procesado correctamente y uno procesado incorrectamente.

Teniendo esto en cuenta, el secreto del brainspotting reside en que la mayoría de las personas, cuando recuerdan las experiencias traumáticas, experimentan un nivel de excitación fisiológica que puede ser excesivo para ellas, y acaba conllevando que no procesen adecuadamente la situación (lo que impide su mejoría).

Con el brainspotting, en cambio, se pueden integrar las zonas relacionadas con la información visual y somatosensorial, lo que permite que la memoria reajuste el trauma sin necesidad de que aparezcan ansiedad ni angustia, que es lo que sucedía con los métodos y las técnicas tradicionales.

Cómo funciona el Brainspotting

Pero… ¿Cómo se aplica exactamente la técnica? Pues lo cierto es que el brainspotting no es más que una posición concreta del ojo, que se vincula con una activación de un circuito neuronal concreto en el cerebro, que es el que almacena la información sobre nuestra vida.

El psicoterapeuta buscará ese punto mientras mueves los ojos (y te pregunta, por ejemplo, si sientes más o menos ansiedad, etc). Y, una vez detectado ese punto, se trabajará en la terapia propiamente dicha, mientras mantienes la mirada fija en esa dirección.

Puesto que cuando miras en esa dirección el cerebro está en proceso de recuperar recuerdos y procesarlos, es normal que aparezcan reacciones fisiológicas y psicológicas razonablemente fuertes. Pero es en eso sobre lo que hay que trabajar para que se produzca la sanación emocional.

Parece magia, pero no: Es ciencia.

Como puedes ver, la terapia Brainspotting es una gran forma de aliviar la tensión física y emocional que se deriva de sucesos que causan lesiones emocionales. Por tanto, si has tenido algún trauma, deberías valorar la posibilidad de someterte esta terapia.

Fuente: www.psicoactiva.com

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