Cuando existe una dependencia a las drogas, generalmente es imposible pensar en otra cosa que no sea la droga, el modo de conseguirla, la forma de consumirla y los espacios para hacerlo. Cuando se está “enganchado a ella”, la situación se vuelve en contra de uno y los demás. Al principio es posible obtener cierta gratificación aparente. Pero, más temprano que tarde, la conducta empieza a tener consecuencias negativas en la vida del consumidor.
¿Y qué es la adicción a las drogas?
La adicción se presenta como un abuso en el empleo de sustancias que conlleva un deterioro en las distintas áreas de la vida: social, familiar, laboral, recreativa, amorosa, etc., y hay un patrón o tipo de consumo de la sustancia que finalmente termina perjudicando a quien la consume.
Las sustancias, las drogas, también afectan e interfieren en el funcionamiento normal del cerebro. Llega un momento en que los cambios en el cerebro pueden convertir el abuso de drogas en una enfermedad crónica, recurrente, progresiva y terminal. Las ansias del consumo, la planificación en la búsqueda de drogas y el tiempo premeditado de uso, son conductas que forman parte del aumento del deterioro de todas las áreas y del funcionamiento normal de la persona.
El abuso de la sustancia, puede conducir a una dependencia física pero también a una dependencia psicológica, en la que se puede observar una compulsión a consumir periódicamente la droga para sentir placer, alivio y/o euforia.
Las personas dependientes a las drogas se han sentido históricamente sin recursos para enfrentar momentos de disforia
Frente a momentos de incomodidad, en los que priman emociones desagradables o molestas, tales como: la tristeza, la ansiedad y/o irritabilidad, entre otros, las personas dependientes a las drogas, se sienten sin recursos y sin la capacidad de resolución para sobrellevar estos momentos. De este modo, llegan a usar la sustancia adictiva de manera compulsiva y como un instrumento que les permite lidiar con el estado emocional displacentero.
Con el consumo de drogas se produce una desconexión emocional
Como decíamos, las personas que consumen drogas las utilizan como una manera errónea de enfrentar estados emocionales que consideran inmanejables, descontrolados y peligrosos, ya que se sienten sin recursos, habilidades o capacidades para enfrentar estos estados (ref. Javier Guajardo G.) El problema, es que al utilizar las drogas para “sobrevivir” a estados afectivos disfóricos, se va generando un deterioro orgánico y psicológico progresivo.
Esta conducta, el consumo compulsivo de drogas, puede ser entendida como un recurso de autorregulación emocional, pero es un recurso patológico, ya que lo que se busca es la evitación y desconexión de lo que produce malestar. En este proceso, la droga es un instrumento de evitación del estado emocional de base ya que genera estados artificiales y efímeros de euforia, relajo, placer que son contrarios a la emoción displacentera de fondo.
Las drogas son entonces, las que otorgan la desconexión emocional en esta necesidad de no experimentar ansiedad, angustia, disforia, etc. En este escenario, podríamos pensar que la ilusión y fantasía que sostiene la dependencia a las drogas es la de NO SENTIR emociones desagradables, sino estar siempre en un estado de euforia, de placer o control independiente de las situaciones que se deben enfrentar.
Así, la desconexión emocional, la intoxicación permanente y la necesidad de sostener el recurso de la droga a pesar de los costos, sostienen la adicción sin que el sujeto reconozca o parezca consciente de cómo se perjudica a sí mismo y a los demás.
Esto se traduce en un sujeto enfermo, sin voluntad y que requiere ayuda.
El abuso de drogas puede conducir a una enfermedad crónica, recurrente, progresiva y terminal.
Te presentamos algunos indicadores que dan cuenta de un consumo dependiente a las drogas:
El consumo de drogas continúa a pesar de que existe conciencia de las consecuencias negativas.
La persona tiene dificultad para controlar el uso de la droga o siente que su consumo está fuera de control.
Presenta intoxicaciones frecuentes.
La persona reduce de manera considerable las actividades sociales, laborales, educativas o recreativas.
Recurre a la droga para aliviar el malestar provocado por su falta.
Presenta problemas físicos asociados.
Experimenta permanentemente deseos de consumir.
Presenta incapacidad de abstenerse y de detenerse; se ha prometido muchas veces no consumir más y no lo logra.
La mentira es recurrente, casi siempre está irritable, enfadada y/o con ganas de discutir.
Tiene cambios rápidos y pronunciados en el estado de ánimo.
Las drogas alteran la forma de percibir y conectarse con el mundo.
La adicción altera el funcionamiento general de la persona, de manera progresiva y con riesgo vital inminente.
La adicción produce dolor, desolación y desesperanza.
La técnica psicoterapéutica de “Caja de arena” o Sandplay fue creada por la psicoterapeuta suiza Dora M. Kalff (1904-1990), a partir de la psicología analítica de Carl Gustav Jung y el trabajo de Margarita Lowenfeld, psiquiatra infantil.
“Sandplay es el método que utilizo en terapia tanto con niños como con adultos para acceder a los contenidos del inconsciente. Como su nombre lo sugiere, consiste en jugar en una caja de madera especialmente proporcionada… Se ofrece así mismo la arena seca y húmeda. Los pacientes también tienen a su disposición un número de pequeñas figuras con las cuales ellos dan realización formal a sus mundos internos.
Las figuras que pueden elegir, deben ofrecer de la manera más completa posible, una muestra representativa de todos los seres animados e inanimados que podemos encontrar en el mundo externo así como en el mundo imaginativo interno…” (Dora Kalff. Journal of Sandplay Therapy, volumen 1, número 1, 1991).
Así, para trabajar con esta técnica debemos contar con un material específico para ofrecer a la persona que está en nuestra consulta: una bandeja pintada de azul, con arena, y una variedad de figuras accesibles.
Las figuras deben incluir distintas categorías: personas, elementos de cómics y películas, fantasía, elementos místicos y espirituales, animales salvajes/de granja/prehistóricos, construcciones y viviendas, elementos domésticos, comida, vegetación, ítems naturales, medios de transporte…
Se considera esta técnica proyectiva un medio por el cual tanto niños como adultos pueden traer el contenido psíquico a la consciencia, a través de un juego con esencia no verbal y simbólica, en un ambiente facilitador generado por el terapeuta.
Facilita la expresión y elaboración de sentimientos y conflictos internos, teniendo valor diagnóstico y terapéutico en niños y adultos. Las escenas creadas se pueden considerar una fotografía tridimensional de la psique.
La caja de arena como técnica de juego
Como técnica de juego, la Caja de Arena invita a la curiosidad y a la exploración, convirtiéndose así en medio de comunicación y vehículo de expresión y representación simbólica respecto a cómo nos sentimos. Promueve el crecimiento y el desarrollo integral a nivel cognitivo y social, y permite comprender lo que verbalmente es difícil comunicar.
El juego implica espontaneidad y confianza, comprometiendo al cuerpo y facilitando una experiencia creadora. Permite expresar agresión, controlar la ansiedad, adquirir experiencia, integrar la personalidad, reuniendo objetos o fenómenos de la realidad exterior y usándolos al servicio de la realidad interna.
Por otra parte aporta placer, mejorando así la regulación emocional y reduciendo los niveles de estrés, al mismo tiempo que aumenta la flexibilidad mental y la creatividad. Se trata de una técnica terapéutica en sí misma, y especialmente indicada en casos de trauma.
Correlato neurobiológico ¿Qué ocurre en el cerebro cuando jugamos con la caja de arena?
El primer contacto despierta la motivación a través de los circuitos del placer (estriado ventral, accumbens). Cuanto menor sea la actividad de la amígdala, menor ansiedad y mayor posibilidad de disfrute.
Cuando damos las instrucciones sobre el uso de la caja de arena, se activan tanto la memoria implícita como la explícita: perceptiva (córtex occipital) y semántica (córtex temporal), episódica (hipocampo derecho). Las figuras serán atractivas en función de la sintonía con recuerdos implícitos/explícitos (ínsula, córtex prefrontal ventromedial y cingulado).
La construcción de la escena implica el mantenimiento de la atención y memoria de trabajo (córtex prefrontal dorsolateral) junto al procesamiento de estados internos (córtex prefrontal ventromedial y cingulado anterior).
Respecto al funcionamiento de los dos hemisferios cerebrales, durante el uso de la técnica, el hemisferio izquierdo está más relajado, ya que no se solicita interacción a través de la palabra (sí ocurre en terapias como la cognitivo-conductual).
No se va a juzgar si el pensamiento es distorsionado, ni se van a censurar “pensamientos irracionales”. Se va a aceptar cualquier expresión emocional. Esto permite un predominio en un primer momento del hemisferio derecho: elegirá figuras conectadas con su historia, sintonizadas con los estados emocionales internos, creará según sus activaciones, guiando la colocación de los elementos en la arena.
Nos interesa en un primer momento activar más el hemisferio derecho, y luego que lo haga también el izquierdo, participando en la construcción de la narrativa de lo que ha ocurrido dentro del elemento contenedor de la caja azul. Para facilitar esta interacción entre hemisferios podemos realizar preguntas abiertas, tipo: ¿Te gustaría contarme algo sobre lo que está ocurriendo?
Esta integración hemisférica va a ser clave en el proceso de elaboración del contenido traumático, que había quedado aislado, pudiendo integrarse en nuevas redes neuronales, facilitando así la superación de los síntomas.
[Video] La caja de arena en psicoterapia
En el siguiente documento gráfico, la propia Dora Kalff, analista Junguiana poco convencional, nos aporta su peculiar concepción de la Caja de arena como técnica proyectiva y terapéutica, capaz de hacer visible lo invisible, ofreciendo espacio y libertad para que el inconsciente se exprese en imágenes concretas.
El reflejo de la realidad interna en el juego con la caja de arena
A continuación ofrecemos para su descarga un excepcional documento firmado por las psicólogas Liliana Alzate y Cecilia Muñoz, en el que se analiza la caja de arena Junguiana como instrumento de juego terapéutico en la infancia bajo el marco de la teoría Kleiniana.
Según sus propias autoras “… se presentan algunas reflexiones sobre la manera de utilizar como instrumento de juego la Caja de arena, desarrollada por la escuela Junguiana a partir del trabajo de Kalff (1980), y utilizarla bajo la teoría de Melanie Klein (1958,1959) para explorar la estructura y el funcionamiento del sí-mismo y los objetos en la realidad interna y externa“.
Un texto de gran valor para quienes muestran interés por la técnica de la caja de arena desde una perspectiva más abierta y enriquecedora.
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