La compasión y el verdadero significado de la empatía

La compasión y el verdadero significado de la empatía

 

Joan Hailfax, es una reconocida antropóloga e investigadora que ha recorrido el mundo compartiendo, ayudando y aprendiendo con las personas. Su trabajo ha sido tan significativo que TED la invitó a dar una conferencia sobre La compasión y la empatía. Dos temas que hemos tocado ya en Psyciencia pero creo la conferencia de Hailfax nos ofrece una experiencia muy humana y cálida que no sólo nos ayuda a entender estos importantes conceptos sino que también nos ayuda a experimentarlos.

“La compasión es la capacidad de ver con claridad la naturaleza del sufrimiento humano. Es esa habilidad de mantenerse firme y reconocer que no somos ajenos al sufrimiento. Pero eso no es suficiente, porque la compasión, la cual activa la corteza motora de nuestro cerebro, significa que también aspiramos a transformar el sufrimiento, y si somos bendecidos, nos involucraremos en actividades que transforman el sufrimiento.”

Joan Hailfax.

Fuente: www.psyciencia.com

Las madres que acuden a un grupo de lactancia reducen a la mitad las visitas al pediatra‏

Las madres que acuden a un grupo de lactancia reducen a la mitad las visitas al pediatra‏

Una de las recomendaciones que creo que se debería generalizar y ofrecer tanto a las mujeres que están embarazadas como a las mujeres que acaban de tener un bebé es la de acudir a un grupo de lactancia, ya sea uno creado por madres que amamantan o han amamantado, que normalmente son asesoras de lactancia tituladas, ya sea uno creado por los profesionales de un centro sanitario.

Lo creo porque la información es poder, y lo que una mujer puede recibir en estos talleres es eso, información, para luego tener las herramientas suficientes para actuar, buscar ayuda o lo que haga falta. Prueba de ello es que un estudio reciente demuestra que acudir a estos grupos de lactancia puede recudir a la mitad las visitas por enfermedades en las consultas de pediatría.

El estudio lo han llevado a cabo responsables del taller de lactancia materna del centro de salud Fuente de San Luis de Valencia, que además han constatado que con la información que reciben se asegura la continuidad de la lactancia y se evitan abandonos no deseados (por la madre).

Para hacer el estudio decidieron comparar la frecuencia de visitas por enfermedad en las consultas de pediatría de los lactantes cuyas madres habían acudido al taller de lactancia con la de una muestra aleatoria de niños de la misma edad cuyas madres no habían ido nunca.

En palabras de sus autoras:

Lo más llamativo del estudio fue que los niños que habían venido al taller de lactancia materna acudieron una media de 6,9 veces en un año a la consulta de su pediatra por algún problema de salud, mientras que en los que nunca pasaron por el taller esta media subía hasta 12,06 veces al año, casi el doble.

La razón de ello proviene de dos grandes beneficios, uno que los bebés de esas madres son amamantados durante más tiempo que los bebés de madres que no reciben ese apoyo (y ya se sabe que los bebés que maman menos tiempo tienen más riesgo de padecer infecciones) y otro, quizás más importante en este asunto (es mi percepción), que las madres que acuden a estos grupos tienen más seguridad en lo que hacen y en sus capacidades a la hora de cuidar a sus hijos.

Maite Hernández, pediatra del mencionado centro, cuyo taller de lactancia tiene cada año más madres asistentes, comenta lo siguiente:

El amamantamiento es el patrón de oro de la alimentación del lactante y el niño pequeño. Pero en una sociedad como la nuestra en la que hemos perdido la cultura de la lactancia, las madres que amamantan a menudo no reciben el apoyo necesario y, cuando surge algún problema, no tienen a quién consultar. La pérdida de lactancias es un problema de Salud Pública que iniciativas como ésta pueden paliar.

Así que ya sabéis, si queréis recibir información, si queréis tener poder de decisión, si queréis saber cuáles son algunos de los problemas que podéis tener cuando seáis madres o si queréis solventar algunos que se están presentando ahora que ya lo sois, no dudéis en buscar un grupo de lactancia, sobretodo porque no es una charla, no es un lugar donde escuchar el «ladrillo» y quedarte con cuatro cosas, sino porque es un lugar al que acudir cada semana y donde el mayor apoyo proviene muchas veces de otras madres que han vivido lo mismo, y la experiencia puede ser a veces más valiosa que la teoría.

Fuente: www.bebesymas.com

«No se está portando mal, lo está pasando mal»

«No se está portando mal, lo está pasando mal»

Hoy hemos tenido un día un poco más difícil que de costumbre. Tenemos una inmensa suerte con nuestro peque, que de costumbre es un niño alegre y fácil de llevar. Pero hoy ha tenido un mal día. Ha llorado y se ha enfadado varias veces por cosas que a nuestros ojos pasaban desapercibidas. Se ha frustrado porque quería salir pero no quería vestirse, después porque no quería entrar en casa, porque quería comer, porque no quería sentarse en la trona, porque no quería más comida, porque no quería bajarse de la trona, porque quería bajarse de la trona, porque no quería que le quitara el babero… En fin, os hacéis una idea. Lo que se dice un mal día.

El climax ha venido a última hora de la tarde. En un momento determinado he salido del baño y al entrar en el salón estaban mi marido y el peque en el sofá tranquilamente. En cuanto he entrado me ha sonreído y ha dicho «¡Ahí está mamí!» pero en cuanto me he acercado al sofá para sentarme ha empezado a protestar porque no quería que me sentara. Cuando ha visto que me sentaba se ha enfadado muchísimo y ha intentado por todos los medios posibles hacer que me levantara. No lo he hecho, porque no creo que sea sano para los niños sentir que tienen la capacidad de controlar lo que hacen sus padres, ese tipo de control les supera y termina dando problemas a la larga. Como veía que no lo conseguía me ha terminado pegando. Un manotazo en la cara con toda la fuerza que ha podido.

Así que me ha tocado poner en práctica todo lo que llevo tanto tiempo estudiando y que no suelo tener muchas ocasiones de practicar. Le he cogido las manos y le he dicho muy tranquilamente: «No voy a dejar que me pegues.» Sorprendentemente, estaba tranquila de verdad. Supongo que me ha ayudado el hecho de que lo estaba viendo venir y de que en realidad no me había hecho daño. Lo he abrazado por detrás mientras le seguía sujetando las manos, y le he dicho al oído con un tono que pretendía ser calmante: «Estás muy enfadado. Lo sé. No voy a dejar que me pegues.» Normalmente recomiendo no iniciar contacto con un niño que rechaza el contacto, pero por una parte está la postura en la que estábamos y que me dificultaba levantarme y apartarme sin más (los dos semitumbados en el sofá, él justo delante de mí) y por otra parte estaba el hecho de que tuve que sujetarle para que no me pegara con lo que en cierto modo ya lo estaba abrazando. Tenía más sentido simplemente continuar así. Abrazarle me pareció lo más apropiado en ese momento, especialmente conociendo a mi hijo que es un niño que necesita y reclama muchísimo contacto físico. Ha roto a llorar en seguida, que creo que en el fondo es lo que necesitaba, y aunque ha forcejeado un poco más he ido notando como se iba relajando. En ese momento lo he soltado y él mismo me ha venido buscando para acurrucarse en mi brazo, aunque aún seguía enfadado porque ha empezado a intentar darle pataditas a papá, que estaba sentado a nuestro lado. Como he visto que el momento del desborde emocional había terminado, he optado por pasar a una fase de reconexión y de canalización de la ira: nos hemos ido a saltar a la cama. Sé que visto desde una perspectiva tradicional podría parecer una recompensa o algo así, pero el objetivo era dar herramientas. Es la misma lógica que siguen los adultos cuando salen a correr o van al gimnasio después de una discusión.

Fotor_147250321613926Así que nos hemos puesto a saltar en la cama, y a gritar, y a dar puñetazos a la almohada, y después lo he perseguido por la casa, y nos hemos ido a la habitación a leer cuentos. Y hemos hablado de lo que había pasado, de cómo se había enfadado conmigo y me había pegado, me ha dado un beso y hemos «hecho las paces» oficialmente. Después se ha puesto a jugar tranquilo en su cuarto mientras yo iba a recoger el lavavajillas. Y cuando papá ha ido a buscarlo para decirle que estaba la cena hecha, se lo ha encontrado recogiendo los juguetes por sí mismo (cosa que nunca había hecho). Y después se ha terminado todo el plato de verdura que le había hecho papá para cenar. Se notaba perfectamente que lo que fuera que llevaba todo el día molestándole había pasado por completo. Era un niño nuevo. El niño feliz, amable, que coopera, cariñoso de siempre.

Mientras duraba el desborde emocional y tenía la oportunidad de poner en práctica todos los consejos sobre los que había leído, estaba continuamente dudando de si lo estaría haciendo bien. No os penséis que todo esto me sale de forma natural. Procuro leer varios artículos a la semana, y leo mis grupos de facebook a diario, con lo que los consejos sobre cómo reaccionar están más o menos siempre frescos en mi mente. Pero muchos de ellos van totalmente en contra de lo que tengo interiorizado. ¿Ponerme a saltar, a jugar, a reír, y a leer cuentos con un niño que acaba de pegarme? Suena raaaaaarooo, raro, raro. Suena a contraproducente. Suena a premio. Y eso hace que de alguna forma entres en conflicto entre lo que tienes preaprendido y todo lo nuevo que estoy aprendiendo con estos artículos. Me asaltan dudas, como a la que más. Y supongo que esas dudas solo se irán pasando con el tiempo y la experiencia. Esta vez, sentí como ayudaba a mi hijo a pasar, canalizar, y procesar el desborde emocional de una forma en la que se pudiera sentir 100% apoyado, primando la conexión a la corrección, viendo en todo el momento al niño y no al comportamiento, sabiendo que algo le pasaba y que el guantazo no era más que una forma de pedir ayuda.

Lo curioso, y lo que ha hecho que me anime a escribir este post, es que mientras estaba en la cocina, justo después de que hubiera pasado todo el proceso, Papá me ha dicho que le había prometido al peque que esa noche se bañaría en la bañera grande (no lo hace a menudo, porque gastamos muchísima agua, para él es como una ocasión especial). Papá me lo ha dicho con un tono serio, me ha sonado como si esperara que dijera que no me parecía bien, después de como se había «portado». Pero mi respuesta, inmediata y sin pensar, ha sido: «Sí, me parece bien, se lo merece, porque vaya día que ha tenido.» Y justo entonces me he dado cuenta de que ha sido una elección de palabras algo extraña. «Se lo merece» poco rato después de haberme pegado… Y entonces me he dado cuenta de que creo que por fin lo tengo interiorizado: Aquello de «No se está portando mal, lo está pasando mal». Hoy lo he visto claro. Una verdad como un templo.

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Fuente: www.crianzarespetuosayconsciente.blogspot.cl

¿Tu bebe sólo duerme con el pecho? Tranquila, es normal

¿Tu bebe sólo duerme con el pecho? Tranquila, es normal

«A ver, mamá, ¿cómo me dormía yo cuando era bebé? Porque tiene cuatro meses y solo se duerme en el pecho… y ya no sé que hacer», pregunta la hija a su madre. «Te daba el biberón y normalmente te quedabas tan relajada que enseguida te dormías en mis brazos comiendo, o con el chupete», le responde la madre. «Entonces, ¿me está usando de chupete?». «Sí, hija, eso parece… tienes que intentar que no lo haga».

Esta conversación se repite, seguro, en cientos y cientos de casas cada año. Una hija pidiendo consejo a su madre, al pediatra o a quien sea, recibiendo como respuesta un «si se duerme al pecho, lo estás haciendo mal». ¿El problema? Pues que es mentira. El que un bebé de cuatro meses, de ocho o de año y medio se duerma al pecho no solo es normal, sino que además es lógico.

Nos dormíamos con el chupete, o sin él, porque no teníamos pecho

Claro, uno se pregunta por qué nosotros de pequeños nos dormíamos sin la teta y la respuesta es obvia: no nos daban el pecho. Tomábamos biberón, chupábamos la tetina hasta que nuestros estómagos estaban llenos hasta la bandera y entonces quedábamos extasiados. No hacía falta mucho para que conciliáramos el sueño, y si alguno lo necesitaba, se cambiaba el biberón por el chupete y a succionar, que anda que eso no calma. Unos brazos amorosos, bailecitos, alguna canción y rendidos.

Parece que lo que sucediera con nosotros, en nuestra infancia, es lo normal, lo de toda la vida. Sin embargo, como todos sabemos, la leche artificial es un invento de hace nada y lo normal es lo otro, la leche materna, lo de toda la vida.

Extrapolando la situación, un bebé se duerme cuando ha comido, con un bailecito o canción, si hace falta, pero succionando algo. Sí, ya sé que algunos no lo necesitan, pero la mayoría se duermen mejor con un chupete o con la teta.

¿Por qué la teta en vez del chupete?

Pues porque el chupete también es un invento reciente, no podemos decir que lo normal es que después del pecho le pongamos un chupete al bebé porque lo de toda la vida es tener al bebé mamando y quedarse dormido aún succionando.

Si una madre quiere cambiar una cosa por otra, puede hacerlo, solo falta que el bebé acepte el cambio, que muchos no quieren ni oír hablar de la «teta seca de goma» si al lado tiene el pecho de mamá, que es de carne de verdad y saca leche.

El pecho, mucho más que alimento

Y es que muchas personas, y aquí incluyo a muchos profesionales (sobre todo los expertos del sueño infantil amantes del conductismo), creen que dar el pecho es lo mismo que dar un biberón: le das la leche que necesita y fuera, ya ha acabado de comer, no tiene sentido que siga chupando. Por eso dicen tonterías tan grandes como que los bebés tienen que mamar despiertos, luego tienen que estar un rato despiertos y finalmente deben dormirse separados del pecho de la madre, para que separen el comer con el dormir.

Tonterías porque el pecho de una madre no es un biberón, ni se le parece demasiado. Es cierto que los dos sacan leche, pero una vez se acaba, la función del biberón es cero y sin embargo, la función del pecho no. Dar el pecho es alimentar, pero es también ofrecer succión no nutritiva, es permitir el contacto piel con piel, es evitar tener que poner al niño a hacer un eructo, es el olor a mamá y es, fíjate tú, mamá. Biberón vs mamá: demasiadas diferencias.

Pero aún hay más

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Pero es que aquí no acaba todo. Mamar da sueño. Succionar, como hemos dicho, les relaja. Hacerlo en el regazo de mamá les relaja. Llenarse el estómago da sueño. La leche calentita da sueño. La leche materna da sueño, entre otras cosas, porque contiene un aminoácido llamado L-triptófano que ayuda a los bebés a conciliar el sueño. Si lo normal fuera que el bebé no se duermiera en el pecho la leche llevaría cafeína.

Y digo más, la leche materna contiene también melatonina, la hormona que nos ayuda a establecer los ritmos dentro del día y los ciclos de vigilia y sueño. ¿Lo sorprendente del asunto? Que el flujo de melatonina es variable, según el momento del día que sea, para ayudar al bebé a centrarse en qué momento del día está.

Se dice que lo más recomendable para ayudarles a seguir el ritmo circadiano es consiguiendo que haya oscuridad de noche y promoviendo que por el día, aunque duerman, haya luz. Así aprenden antes cuándo es de día y cuándo es de noche. Pues bien, además de hacer esto, se consigue mediante la leche materna, que envía concentraciones diferentes de melatonina al cuerpo del bebé según el momento del día que sea.

En resumen

¿Aún crees que no es normal que un bebé se duerma al pecho? Porque si es así tendrás que explicarme tus argumentos. Yo no los veo por ninguna parte. De hecho, me parece tan normal y lógico que los bebés aprovechen la succión y el contacto de mamá para conciliar el sueño tranquilamente, hasta el día en que se sienten seguros y son capaces de dormirse solos, que no puedo entender que haya quien pretenda explicar que lo normal es que se duerman solos.

Fuente: www.bebesymas.com

El poder de la Empatía

El poder de la Empatía

Compartimos con ustedes un corto de animación, para explicar las sutiles y reveladoras diferencias entre una respuesta «simpática» ante los problemas de los demás y una respuesta empática.

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