Lactancia materna y sueño infantil

Lactancia materna y sueño infantil

Se sabe que el sueño es un proceso evolutivo. Todo niño sano, aunque al principio presente despertares frecuentes o algún problema a la hora de acostarse, va a dormir correctamente algún día.

El sueño va ligado al desarrollo del ser humano, por tanto siempre cambia, se va modificando conforme el ser humano nace, crece y envejece.

El sueño prenatal

Los bebes en estado fetal, sobre todo en el tercer trimestre de gestación, ya presentan momentos de vigilia seguidos de momentos de inactividad muy semejantes a las fases del sueño que tienen los recién nacidos. Este sueño fetal es independiente del sueño de la madre.

Se han descrito dos patrones del sueño en el bebé antes de nacer: sueño activo y sueño tranquilo.

Etapa de construcción del sueño (de 0 a 7 meses)

A lo largo de sus primeros 7 meses de vida, el sueño de los bebés evolucionará paulatinamente: de las dos fases de sueño que tienen los recién nacidos se pasará a las cinco fases del sueño adulto.

A lo largo de todo este proceso, los cambios en el sueño infantil irán de la mano de otro tipo de cambios, normales en el crecimiento de cualquier ser humano sano, desde el crecimiento físico, la forma de alimentarse, de relacionarse y el desarrollo de actividades motrices, etc.

De 0 a 3 meses

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Los bebes nacen sabiendo dormir. Estadísticamente lo hacen la mayor parte del día, entre 14 horas los más despiertos y 20 horas los más dormilones.

Los recién nacidos necesitan comer con frecuencia para evitar hipoglucemias y crecer. Por tanto no pueden tener un sueño muy continuado y necesitan pequeñas siestas a lo largo de las 24 horas del día para poder despertarse con frecuencia y comer.

Este ritmo de alimentación se adapta perfectamente a la fisiología de la lactancia materna. Las tomas frecuentes aumentan los receptores de prolactina en la mama y aseguran una buena producción de leche. La prolactina también tiene el efecto de relajar a la madre e inducirle el sueño, así mientras amamanta descansa.

Por otra parte la leche materna contiene un aminoácido (L-triptófano) que favorece el sueño, además la succión del pecho es relajante y ayuda a dormir. Sueño y lactancia materna se complementan entre sí para un desarrollo óptimo de los bebés. El colecho, madre y bebé durmiendo juntos, facilita no solo la lactancia materna sino el sueño de ambos.

El patrón de sueño en este periodo (pequeñas siestas intercaladas con despertares frecuentes) esta sincronizado con las necesidades del bebe por más de un motivo:

 

  • Alimentarse con frecuencia.
  • Superar posible episodios de apnea.
  • Mantener la alerta del cuidador.
  • Desarrollar la mente.
  • Madurar.
  • Ejercitar la succión.

Y se caracteriza más específicamente por:

  • Es bifásico: sueño activo o REM y sueño lento.
  • Es ultradiano: no diferencia entre el día y la noche.
  • Es polisecuencial: se reparte en varias secuencias a lo largo de todo el día.
  • Mayor porcentaje de sueño REM: es en esta fase que cerebro integra los aprendizajes.
  • El sueño se inicia directamente en fase REM: prioriza la maduración a nivel mental frente al descanso corporal.

La maduración de los bebés durante los primeros meses de vida es impresionante, en ningún otro momento de su vida van a desarrollarse tanto y tan rápido, no solo a nivel físico sino a nivel neuronal. Tanto la lactancia materna como el sueño, se adaptan, ayudan y refuerzan este proceso.

Hacer ingerir a los bebes alimentos de digestión pesada, o pautar horarios para las ingestas para alterar el patrón normal del sueño infantil a esta edad y adaptarlo al sueño adulto, puede ser contraproducente. Lo que favorece el desarrollo natural del sueño es la lactancia materna y el colecho.

De 4 a 7 meses

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Pasado el primer trimestre, los bebés cambian y su sueño también, volviéndose cada vez más parecido al de los adultos. El bebe empieza a dormir algo más de noche que de día y cuando se queda dormido, el sueño empieza en fase no-REM (sueño ligero seguido de sueño profundo, por lo que se puede despertar fácilmente si algún estímulo lo altera). Cuando ya ha llegado a las fases más profundas del sueño, puede permanecer una hora en ella.

El patrón de sueño en este período también se relaciona con las necesidades de los bebés a esta edad son:

  • Adquirir el ritmo circadiano.
  • Adquirir las fases del sueño adulto.
  • Su alerta será selectiva: reclamará a la madre cuando se sienta solo o entre extraños.
  • Iniciará la alimentación complementaria.

Por tanto a esta edad el sueño será:

  • Circadiano: diferenciará paulatinamente entre el día y la noche.
  • Polifásico: tendrá adquiridas casi todas las fases del sueño adulto, podrá unirlas con más facilidad e incluso hacer tiradas de más de un ciclo.
  • Inestable: las dos fases de sueño del primer trimestre se desarrollan hasta alcanzar las cinco fases del sueño adulto. Las fases van surgiendo paulatinamente a lo largo de un periodo de transición y el bebe necesita adaptarse a ellas.

En nuestro tiempo y cultura, estos cambios suelen coincidir con el inicio de la alimentación complementaria y la reincorporación al trabajo remunerado por parte de las madres, por lo que puede ser un período crítico para las familias.

De nuevo, la lactancia materna, y especialmente el colecho, pueden hacerlo todo más llevadero.

Etapa de maduración del sueño (de 8 meses a 6 años)

En esta etapa, el sueño madura paulatinamente hasta parecerse al sueño adulto, las horas de sueño se reducen y poco a poco se eliminan los despertares nocturnos.

De los 8 meses a los 2 años

Los bebés a esta edad los bebes necesitan:

  • Seguir incorporando alimentos complementarios a su dieta.
  • Superar el periodo de angustia por separación.
  • Relacionarse con el entorno: deambulación (afianza el gateo y empieza a andar).
  • Superar la irrupción dentaria.
  • Realizar la reglamentación esfínteriana.

En este periodo el sueño de los bebés será:

  • Temido
  • Inquieto

SUEÑO-EN-FAMILIA

De 3 a 6 años

A partir de los tres años suele iniciarse un descenso de los despertares nocturnos que desaparecen aproximadamente a los 5 años.

Entre los 5 y los 6 años los niños se hacen mayores y su sueño será ya parecido al de los adultos.

Es la etapa de los primeros aprendizajes escolares y la consolidación del lenguaje hablado.

Hacia los 3 o 4 años dejan de hacer siesta. Por otra parte empiezan a pedir cosas que les gustan para rebajar su ansiedad antes de dormir ( cuentos, canciones, …). Tanto si duermen solos o en compañía llega un día en que no sólo no necesitan a nadie sino que no quieren a nadie mas en su habitación.

La duración de la lactancia materna y el sueño infantil

Estudios antropológicos y etológicos, así como distintos testimonios etnográficos, históricos y culturales, nos permiten hacerlos hacernos una idea de cuál sería la duración de lactancia materna de los bebés humanos desde el punto de vista biológico.

De este modo sabemos que la edad de destete natural correspondiente a los seres humanos estaría comprendida entre los 2,5 y los 7 años.

La construcción del sueño infantil se produce aproximadamente en ese primer período de lactancia que hasta hace poco han respetado la gran mayoría de culturas a lo largo de la historia.

El periodo de maduración del sueño infantil culmina a lo largo del periodo estimado de duración normal de la lactancia materna.

Artículo basado en:

Dormir sin lágrimas. Rosa Jové. La esfera de los libros. Madrid, 2006

Fuente: www.albalactanciamaterna.org

La neurociencia demuestra que la lactancia materna no es solo leche

La neurociencia demuestra que la lactancia materna no es solo leche

Por Kathleen Kendall-Tackett


Las primeras experiencias de la vida preparan el escenario para la salud física en la vida posterior. Reducir el estrés tóxico temprano es clave para prevenir la enfermedad en adultos (Shonkoff, 2016).

La lactancia materna es una manera muy directa de disminuir el estrés tóxico temprano. Estudios recientes han demostrado que la lactancia materna aumenta el bienestar físico y mental de los bebés, y estos efectos van mucho más allá de la composición de la leche. Una clave para entender estos efectos a largo plazo es la respuesta materna. Cuando las madres responden a las señales de sus bebés de forma consistente, preparan el escenario para una resiliencia permanente en sus hijos. Y la respuesta materna a las señales es algo intrínseco de la relación de amamantamiento. Esto se refleja en la salud mental de los niños.

En un estudio de 2.900 parejas bebé-madre lactante, la lactancia materna durante un año se asoció con una mejor salud mental infantil en todas las edades hasta los 14 años (Oddy et al., 2009). La mayor duración de la lactancia materna se asoció con una mejor salud mental infantil en cada aspecto de la evaluación.

Depresión materna

La depresión materna tiene un efecto negativo bien documentado en bebés y niños. Es perjudicial porque afecta la capacidad de las madres para responder a sus bebés. Las madres deprimidas tienden a desapegarse de sus bebés, y a no responder a sus señales. Los bebés experimentan esto como muy estresante, y ser criado por una madre o un padre crónicamente deprimido puede tener efectos para toda la vida (Field, Diego y Hernández-Reif, 2009; Kendall-Tackett, 2002, Weissman, 2006).

Los resultados de los experimentos de Edward Tronick ‘Still-Face Mother’ pueden extrapolarse a lo que sucede con la depresión materna. :os efectos de la no respuesta materna pueden apreciarse en estos videos elocuentes.

Y los efectos son duraderos. Un seguimiento de 20 años de niños hijos de padres deprimidos los comparó con un grupo de niños adultos cuyos padres no tenían ninguna enfermedad psiquiátrica. Pues bien, los hijos adultos de padres deprimidos tenían una tasa tres veces mayor de depresión, trastornos de ansiedad y abuso de sustancias, en comparación con los hijos adultos de padres no deprimidos.

Durante muchos años, en los estudios sobre depresión materna no se incluyó el factor del tipo de lactancia. De hecho, durante años, los profesionales de la salud mental perinatal creían que la lactancia materna era en realidad un factor de riesgo para la depresión posparto. Afortunadamente, ahora tenemos pruebas que indican que las madres que amamantan en exclusiva están en menor riesgo de depresión. De hecho, la lactancia materna protege la salud mental de la madre (Dennis & McQueen, 2009; Groer y Davis, 2006; Kendall-Tackett, Cong y Hale, 2011).

Sueño

Una de las razones por las que la lactancia materna reduce el riesgo de depresión es por su impacto positivo sobre el sueño. En todos los parámetros del sueño, las madres que amamantan exclusivamente tienen un mejor sueño que aquellas que ofrecen una lactancia mixta o de fórmula, concretamente en:

Duración total del sueño
Minutos para llegar a dormir
Porcentaje de sueño de onda lenta
Fatiga diurna
Salud física percibida
(Blyton, Sullivan, & Edwards, 2002, Doan, Gardiner, Gay y Lee, 2007, Kendall-Tackett et al., 2011)

Nuestro estudio de 6.410 madres indicó que las madres que amamantaron exclusivamente eran puntuaban significativamente mejor en cada parámetro del sueño comparado con aquellas que ofrecían lactancia mixta o de fórmula. Sorprendentemente, no hubo diferencias significativas entre las madres de alimentación mixta y de fórmula (Kendall-Tackett et al., 2011). En otras palabras, la lactancia materna exclusiva es una experiencia fisiológica diferente a la alimentación mixta. Cuando las madres complementan con la fórmula, pierden el beneficio fisiológico de la lactancia materna en su sueño.

Protección y capacidad de respuesta

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Un estudio también encontró que la lactancia materna protege a los bebés cuando sus madres están deprimidas. Este estudio comparó cuatro grupos de madres: madres que estaban deprimidas (lactancia materna o fórmula) o no deprimida (LM o fórmula). La medida fue el EEG (electroencefalograma) de los bebés: los patrones anormales fueron un síntoma de la depresión en los lactantes. Los bebés de madres lactantes deprimidas tenían patrones EEG normales en comparación con los bebés de madres deprimidas y alimentadas con fórmula (Jones, McFall y Diego, 2004). En otras palabras, la lactancia protege a los bebés de los efectos nocivos de la depresión de sus madres.

La razón de este hallazgo se reduce a la responsividad materna. Los investigadores descubrieron que las madres deprimidas y lactantes no se desprendían de sus bebés. No podían. Las madres lactantes miraban, tocaban y hacían contacto visual con sus bebés más que las madres que no estaban amamantando. Y eso fue suficiente para marcar la diferencia.

Transmisión de la violencia intrafamiliar

Las madres con un historial de abuso infantil a menudo sienten como si no tuvieran las herramientas necesarias para ser buenas madres, y se preguntan si perpetuarán el ciclo de violencia. El sueño deteriorado puede ser un factor importante para la transmisión intergeneracional del abuso. Los bebés de madres con depresión o TEPT (trastorno de estrés postraumático) son más propensos a tener dificultades para dormir, posiblemente debido a su exposición in utero a las hormonas de estrés elevadas de sus madres (Field, Diego y Hernandez-Reif, 2006). Un estudio reciente encontró que para las mujeres con trastorno de estrés postraumático y un historial de abuso infantil, las dificultades del sueño infantil y la depresión materna deterioraron el vínculo madre-bebé y aumentaron el riesgo de transmisión intergeneracional de trauma (Hairston et al., 2011). Pero si la madre amamanta, la situación cambia.

En Strathearn et al (2009), un estudio longitudinal de 15 años de duración de 7.223 parejas australianos de madre y bebé lactante, la lactancia materna redujo sustancialmente el riesgo de maltrato por parte de la madre. Las madres que no amamantan fueron 2,6 veces más propensas a ser físicamente abusivas, y tenían 3,8 veces más probabilidades de descuidar a sus hijos en comparación con las madres que amamantaban.

Los resultados de nuestro estudio de 2013 pueden ayudar a explicar este resultado. En nuestra muestra de 6,410 nuevas madres, 994 mujeres reportaron agresión sexual previa. Como se predijo, la agresión sexual tuvo un efecto negativo e intenso sobre el sueño de las madres, el bienestar físico y la salud mental. El sueño de las mujeres asaltadas sexualmente era malo, estaban más cansadas, ansiosas y enojadas, y tenían más depresión. Pero cuando agregamos el modo de lactancia a nuestro análisis, encontramos que la lactancia materna atenuó los efectos de la agresión sexual y suavizó la respuesta al estrés. Este efecto se produjo sólo en las mujeres que amamantaban exclusivamente (Kendall-Tackett, Cong, & Hale, 2013). La ira, en particular, se redujo y esto podría explicar los hallazgos de Strathearn citados anteriormente. Además, las tasas más bajas de depresión mejoraron la respuesta materna, lo que es un factor protector.

Apego y salud mental a largo plazo

También podemos examinar el impacto de la calidad del apego madre-hijo y sus efectos sobre la salud a largo plazo. Mary Ainsworth y John Bowlby señalaron que la responsividad materna (o de la persona maternante) era clave para crear un apego seguro en los bebés. Ainsworth desarrolló la medida primaria del apego en los bebés: La situación extraña.

La situación extraña se ha utilizado en miles de estudios en todo el mundo para medir la calidad del apego. El apego seguro es un gran predictor de la salud mental y física del niño, y la capacidad de respuesta materna es la clave. Cuando no se responde a las señales de los bebés manera consistente, desarrollan apegos inseguros, y eso tiene implicaciones a largo plazo para la salud mental, según un reciente estudio longitudinal de 32 años de 163 personas (Puig, Englund, Simpson y Collins, 2013). Se hizo un seguimiento de los participantes desde el nacimiento hasta los 32 años. A los 12 a 18 meses, se evaluaron a través de la Situación Extraña. Aquellos que tuvieron vínculos inseguros tenían significativamente más enfermedades inflamatorias a los 32 años que aquellos que tenían apegos seguros. Estos hallazgos se deben probablemente a la activación crónica del sistema de respuesta inflamatoria en aquellos con apegos inseguros.

En resumen, los resultados de estos estudios demuestran que la lactancia materna tiene un papel mucho más importante en el mantenimiento de la salud física y mental de lo que creíamos anteriormente. Debido a que la lactancia materna aumenta la sensibilidad y responsividad materna, hace que la experiencia cotidiana de la maternidad sea más agradable, y aumenta las posibilidades de que madres y bebés desarrollen un buen apego. La lactancia materna es mucho más que un método de alimentación. Es una manera de cuidar a un bebé que proporcionará una vida de buena salud emocional, ya que proporciona una manera para que las madres se conecten con sus bebés, incluso si ellas no experimentaron ese tipo de atención ellas mismas. En resumen, la lactancia materna puede hacer que el mundo sea un lugar más feliz y saludable, empezando por cada madre y cada bebé. No se trata sólo de leche.

Kathleen Kendall-Tackett, PhD, IBCLC, FAPA
Traducido del artículo:
Neuroscience show that breastfeeding is not just milk

 

Fuente: www.saludmentalperinatal.es

La lactancia materna como herramienta fisiológica del vínculo afectivo

La lactancia materna como herramienta fisiológica del vínculo afectivo

Por Ibone Olza


Estamos acostumbrados a escuchar la inmensa lista de efectos positivos de la lactancia materna. Sin embargo, tal vez el motivo más importante para recomendarla o apoyarla sea que favorece el vínculo. Es algo tan sencillo como decir que permite que el bebé crezca sintiéndose muy querido y feliz, lo que a la larga hará que sea una criatura con una buena autoestima y confianza en sí misma. Desde luego que esto también se puede conseguir sin lactancia materna, pero lo cierto es que ésta lo facilita muchísimo. ¿por qué?

¿Qué es el vínculo?

El vínculo es la relación de apego entre la madre y el bebé. Es la base, la relación que le da a la criatura la seguridad y confianza que necesita para luego poder explorar el mundo que le rodea. Para tener una afinidad fuerte con la madre, los bebés nacen aprendidos: instintivamente buscan estar pegado a ellas. Como decía Bolwby, el investigador que describió la formación del vínculo en los humanos: “es una suerte, para su supervivencia, que los bebés estén hechos por la naturaleza de tal modo que seducen y esclavizan a sus madres“.

El vínculo entre madre e hija/a en condiciones ideales es una relación amorosa plena. La criatura va aprendiendo a confiar en el mundo y en las demás personas gracias a la seguridad que le produce saber que su madre está ahí, que responde a sus necesidades, que en resumidas cuentas la ama y acepta tal y como es.

El vínculo se va fortaleciendo a lo largo de los primeros meses y años de vida. El bebé despliega todas sus conductas destinadas a tener cerca a su madre: succiona, acaricia el otro pecho, la sigue con la mirada, le sonría, la llama o llora y se desespera si ésta desaparece de su entorno. Todo son conductas de apego, respondidas con la atención materna. Así, la madre y el bebé tienen una relación muy estrecha y cercana, satisfactoria, completa.

No sólo favorece el vínculo: es el vehículo perfecto, el lugar ideal, el espacio de encuentro. Porque dar de mamar es un abrazo madre-bebé casi continuo. Los bebés amamantados permanecen mucho tiempo en brazos de sus madres, pegados a su pecho, oyendo su corazón, escuchando su voz, sintiendo su olor continuamente … El bebé se siente amado, sabe que su madre está ahí cerquita, y que responde a sus necesidades. Así se construye la seguridad en uno mismo, sintiendo ese amor de los demás, y la autoestima, porque a través del cariño que la madre muestra por el cuerpo de su bebé (mediante caricias, abrazos, incluso cantos), éste también aprende a amar su propio cuerpo. La lactancia facilita la conexión madre-hijo/a: pasarse horas mirándose y acariciandose, quedarse medio dormidos en un sofá o dormidas del todo en una cama …

La lactancia materna es, además, gratuita, preciosa, ecológica y portátil. Las madres pueden amamantar en cualquier lugar y a cualquier hora: el alimento siempre está en su punto, da igual que la madre acabe de bañarse en el mar o esté viajando en un avión. Cada vez que se ofrece el pecho a un bebé se le está dando mucho más que leche, se le da un abrazo, un consuelo, una caricia. La lactancia es cosa de dos, y las madres que amamantan pueden explicar todo lo que reciben a cambio: los bebés también las acarician, les sonríen, miran, escuchan, dan las gracias de mil maneras…

Conforme van creciendo, la relación va adquiriendo nuevas y sorprendentes formas: los niños de dos años que siguen tomando el pecho juegan con él, acercan los juguetes al pecho, hablan con cariño de “las tetis” de su madre… Y a veces también lo piden cuando notan que es su madre la que necesita parar un rato y recibir un abrazo. La lactancia es una relación amorosa muy intensa y deliciosa, pero muchas veces se malogra de manera temprana a pesar de los deseos de madre e hijo/a.

Fuente: www.saludmentalperinatal.es

«Lactancia Materna, pilar de vida»: arranca la Semana Mundial de la Lactancia Materna 2018

«Lactancia Materna, pilar de vida»: arranca la Semana Mundial de la Lactancia Materna 2018

Hoy comienza la Semana Mundial de la Lactancia Materna, una fecha instaurada por la OMS y UNICEF para proteger, fomentar y apoyar la lactancia materna, por los innumerables beneficios que aporta a la salud de la madre y el bebé.

Y es precisamente este último punto el que ha querido destacar este año WABA (Alianza Mundial pro Lactancia Materna) en el lema de la campaña 2018: «Lactancia materna, pilar de vida».

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Los objetivos de la campaña 2018

La idea fundamental que este año se pretende destacar, tanto a través del logo como del eslogan de la campaña, es el vínculo entre la lactancia materna y la triada nutrición, seguridad alimentaria y reducción de la pobreza.

Por ello, la Semana Mundial de la Lactancia Materna 2018 se va a enfocar, principalmente en analizar, buscar soluciones y fomentar la lactancia en estos ámbitos:

  • Prevenir la malnutrición en todas sus formas

La malnutrición se refiere tanto a la desnutrición, como al sobrepeso y a las enfermedades no transmisibles asociadas, y tanto una cosa como la otra tiene importantes riesgos para la salud a corto y largo plazo.

Por eso, es fundamental apostar por la lactancia materna para preservar la salud de la madre y el niño, porque en el caso de la mujer, la lactancia materna exclusiva le ayudará a recuperar más rápidamente el peso previo al embarazo, y a reducir el riesgo de desarrollar diabetes. Además, contribuirá también a minimizar las probabilidades de padecer cáncer de mama y ovario, así como hipertensión.

Por su parte, el niño alimentado con la leche de su madre minimiza el riesgo de padecer enfermedades infecciosas, respiratorias y diarreas graves, y en caso de aparecer las combate mejor. Además, la lactancia materna le ayuda a prevenir problemas dentales y de maloclusión.

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  • Asegurar la seguridad alimentaria incluso en tiempo de crisis

El que todas las personas puedan acceder de forma segura a los alimentos, es algo que puede verse afectado en un momento dado por causas externas como desastres naturales, crisis humanitarias, conflictos, hambre o degradación ambiental.

Fomentar la lactancia materna es crucial en estos casos, ya que garantiza al bebé o al niño el acceso a un alimento seguro y ecológico (se produce y se entrega al consumidor sin contaminación, envases ni desechos), contribuyendo a su bienestar y a preservar su salud.

  • Romper el ciclo de la pobreza

Los costos a corto y a largo plazo de no amamantar afectan a la sociedad en su totalidad de las siguientes maneras:

1) Se ha demostrado que lo bebés amamantados de forma prolongada tienen un cociente intelectual más alto, lo que aumentaría sus posibilidades de alcanzar una buena educación, y a su vez, de generar más ingresos por su trabajo, contribuyendo por tanto al bienestar de su familia.

2) Como hemos visto al inicio, los bebés que no son amamantados tienen más probabilidades de contraer enfermedades, lo que conlleva mayores gastos en atención médica y tratamientos.

3) La producción, el envasado, el almacenamiento, la distribución y la preparación de las fórmulas infantiles contribuyen al daño medioambiental, por lo que optar por lactancia materna además de todos los beneficios mencionados, ayudaría a proteger nuestro ecosistema.

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Tanto la OMS como UNICEF aconsejan que la lactancia materna se establezca dentro de la primera hora tras el nacimiento, que sea exclusiva durante los seis primeros meses de vida, y continue hasta los dos años como mínimo con la complementación de otros alimentos.

Porque la lactancia materna es base de la vida, y protegerla, promoverla y apoyarla entre todos es fundamental para lograr un mundo más sostenible.

Fuente: www.bebesymas.com

Las madres que acuden a un grupo de lactancia reducen a la mitad las visitas al pediatra‏

Las madres que acuden a un grupo de lactancia reducen a la mitad las visitas al pediatra‏

Una de las recomendaciones que creo que se debería generalizar y ofrecer tanto a las mujeres que están embarazadas como a las mujeres que acaban de tener un bebé es la de acudir a un grupo de lactancia, ya sea uno creado por madres que amamantan o han amamantado, que normalmente son asesoras de lactancia tituladas, ya sea uno creado por los profesionales de un centro sanitario.

Lo creo porque la información es poder, y lo que una mujer puede recibir en estos talleres es eso, información, para luego tener las herramientas suficientes para actuar, buscar ayuda o lo que haga falta. Prueba de ello es que un estudio reciente demuestra que acudir a estos grupos de lactancia puede recudir a la mitad las visitas por enfermedades en las consultas de pediatría.

El estudio lo han llevado a cabo responsables del taller de lactancia materna del centro de salud Fuente de San Luis de Valencia, que además han constatado que con la información que reciben se asegura la continuidad de la lactancia y se evitan abandonos no deseados (por la madre).

Para hacer el estudio decidieron comparar la frecuencia de visitas por enfermedad en las consultas de pediatría de los lactantes cuyas madres habían acudido al taller de lactancia con la de una muestra aleatoria de niños de la misma edad cuyas madres no habían ido nunca.

En palabras de sus autoras:

Lo más llamativo del estudio fue que los niños que habían venido al taller de lactancia materna acudieron una media de 6,9 veces en un año a la consulta de su pediatra por algún problema de salud, mientras que en los que nunca pasaron por el taller esta media subía hasta 12,06 veces al año, casi el doble.

La razón de ello proviene de dos grandes beneficios, uno que los bebés de esas madres son amamantados durante más tiempo que los bebés de madres que no reciben ese apoyo (y ya se sabe que los bebés que maman menos tiempo tienen más riesgo de padecer infecciones) y otro, quizás más importante en este asunto (es mi percepción), que las madres que acuden a estos grupos tienen más seguridad en lo que hacen y en sus capacidades a la hora de cuidar a sus hijos.

Maite Hernández, pediatra del mencionado centro, cuyo taller de lactancia tiene cada año más madres asistentes, comenta lo siguiente:

El amamantamiento es el patrón de oro de la alimentación del lactante y el niño pequeño. Pero en una sociedad como la nuestra en la que hemos perdido la cultura de la lactancia, las madres que amamantan a menudo no reciben el apoyo necesario y, cuando surge algún problema, no tienen a quién consultar. La pérdida de lactancias es un problema de Salud Pública que iniciativas como ésta pueden paliar.

Así que ya sabéis, si queréis recibir información, si queréis tener poder de decisión, si queréis saber cuáles son algunos de los problemas que podéis tener cuando seáis madres o si queréis solventar algunos que se están presentando ahora que ya lo sois, no dudéis en buscar un grupo de lactancia, sobretodo porque no es una charla, no es un lugar donde escuchar el «ladrillo» y quedarte con cuatro cosas, sino porque es un lugar al que acudir cada semana y donde el mayor apoyo proviene muchas veces de otras madres que han vivido lo mismo, y la experiencia puede ser a veces más valiosa que la teoría.

Fuente: www.bebesymas.com

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