«No se está portando mal, lo está pasando mal»

«No se está portando mal, lo está pasando mal»

Hoy hemos tenido un día un poco más difícil que de costumbre. Tenemos una inmensa suerte con nuestro peque, que de costumbre es un niño alegre y fácil de llevar. Pero hoy ha tenido un mal día. Ha llorado y se ha enfadado varias veces por cosas que a nuestros ojos pasaban desapercibidas. Se ha frustrado porque quería salir pero no quería vestirse, después porque no quería entrar en casa, porque quería comer, porque no quería sentarse en la trona, porque no quería más comida, porque no quería bajarse de la trona, porque quería bajarse de la trona, porque no quería que le quitara el babero… En fin, os hacéis una idea. Lo que se dice un mal día.

El climax ha venido a última hora de la tarde. En un momento determinado he salido del baño y al entrar en el salón estaban mi marido y el peque en el sofá tranquilamente. En cuanto he entrado me ha sonreído y ha dicho «¡Ahí está mamí!» pero en cuanto me he acercado al sofá para sentarme ha empezado a protestar porque no quería que me sentara. Cuando ha visto que me sentaba se ha enfadado muchísimo y ha intentado por todos los medios posibles hacer que me levantara. No lo he hecho, porque no creo que sea sano para los niños sentir que tienen la capacidad de controlar lo que hacen sus padres, ese tipo de control les supera y termina dando problemas a la larga. Como veía que no lo conseguía me ha terminado pegando. Un manotazo en la cara con toda la fuerza que ha podido.

Así que me ha tocado poner en práctica todo lo que llevo tanto tiempo estudiando y que no suelo tener muchas ocasiones de practicar. Le he cogido las manos y le he dicho muy tranquilamente: «No voy a dejar que me pegues.» Sorprendentemente, estaba tranquila de verdad. Supongo que me ha ayudado el hecho de que lo estaba viendo venir y de que en realidad no me había hecho daño. Lo he abrazado por detrás mientras le seguía sujetando las manos, y le he dicho al oído con un tono que pretendía ser calmante: «Estás muy enfadado. Lo sé. No voy a dejar que me pegues.» Normalmente recomiendo no iniciar contacto con un niño que rechaza el contacto, pero por una parte está la postura en la que estábamos y que me dificultaba levantarme y apartarme sin más (los dos semitumbados en el sofá, él justo delante de mí) y por otra parte estaba el hecho de que tuve que sujetarle para que no me pegara con lo que en cierto modo ya lo estaba abrazando. Tenía más sentido simplemente continuar así. Abrazarle me pareció lo más apropiado en ese momento, especialmente conociendo a mi hijo que es un niño que necesita y reclama muchísimo contacto físico. Ha roto a llorar en seguida, que creo que en el fondo es lo que necesitaba, y aunque ha forcejeado un poco más he ido notando como se iba relajando. En ese momento lo he soltado y él mismo me ha venido buscando para acurrucarse en mi brazo, aunque aún seguía enfadado porque ha empezado a intentar darle pataditas a papá, que estaba sentado a nuestro lado. Como he visto que el momento del desborde emocional había terminado, he optado por pasar a una fase de reconexión y de canalización de la ira: nos hemos ido a saltar a la cama. Sé que visto desde una perspectiva tradicional podría parecer una recompensa o algo así, pero el objetivo era dar herramientas. Es la misma lógica que siguen los adultos cuando salen a correr o van al gimnasio después de una discusión.

Fotor_147250321613926Así que nos hemos puesto a saltar en la cama, y a gritar, y a dar puñetazos a la almohada, y después lo he perseguido por la casa, y nos hemos ido a la habitación a leer cuentos. Y hemos hablado de lo que había pasado, de cómo se había enfadado conmigo y me había pegado, me ha dado un beso y hemos «hecho las paces» oficialmente. Después se ha puesto a jugar tranquilo en su cuarto mientras yo iba a recoger el lavavajillas. Y cuando papá ha ido a buscarlo para decirle que estaba la cena hecha, se lo ha encontrado recogiendo los juguetes por sí mismo (cosa que nunca había hecho). Y después se ha terminado todo el plato de verdura que le había hecho papá para cenar. Se notaba perfectamente que lo que fuera que llevaba todo el día molestándole había pasado por completo. Era un niño nuevo. El niño feliz, amable, que coopera, cariñoso de siempre.

Mientras duraba el desborde emocional y tenía la oportunidad de poner en práctica todos los consejos sobre los que había leído, estaba continuamente dudando de si lo estaría haciendo bien. No os penséis que todo esto me sale de forma natural. Procuro leer varios artículos a la semana, y leo mis grupos de facebook a diario, con lo que los consejos sobre cómo reaccionar están más o menos siempre frescos en mi mente. Pero muchos de ellos van totalmente en contra de lo que tengo interiorizado. ¿Ponerme a saltar, a jugar, a reír, y a leer cuentos con un niño que acaba de pegarme? Suena raaaaaarooo, raro, raro. Suena a contraproducente. Suena a premio. Y eso hace que de alguna forma entres en conflicto entre lo que tienes preaprendido y todo lo nuevo que estoy aprendiendo con estos artículos. Me asaltan dudas, como a la que más. Y supongo que esas dudas solo se irán pasando con el tiempo y la experiencia. Esta vez, sentí como ayudaba a mi hijo a pasar, canalizar, y procesar el desborde emocional de una forma en la que se pudiera sentir 100% apoyado, primando la conexión a la corrección, viendo en todo el momento al niño y no al comportamiento, sabiendo que algo le pasaba y que el guantazo no era más que una forma de pedir ayuda.

Lo curioso, y lo que ha hecho que me anime a escribir este post, es que mientras estaba en la cocina, justo después de que hubiera pasado todo el proceso, Papá me ha dicho que le había prometido al peque que esa noche se bañaría en la bañera grande (no lo hace a menudo, porque gastamos muchísima agua, para él es como una ocasión especial). Papá me lo ha dicho con un tono serio, me ha sonado como si esperara que dijera que no me parecía bien, después de como se había «portado». Pero mi respuesta, inmediata y sin pensar, ha sido: «Sí, me parece bien, se lo merece, porque vaya día que ha tenido.» Y justo entonces me he dado cuenta de que ha sido una elección de palabras algo extraña. «Se lo merece» poco rato después de haberme pegado… Y entonces me he dado cuenta de que creo que por fin lo tengo interiorizado: Aquello de «No se está portando mal, lo está pasando mal». Hoy lo he visto claro. Una verdad como un templo.

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Fuente: www.crianzarespetuosayconsciente.blogspot.cl

9 juegos de relajación para criar niños emocionalmente fuertes

9 juegos de relajación para criar niños emocionalmente fuertes

En una época en la que se usan las tablets para calmar a los niños, se hace más indispensable si cabe entrenar a nuestros pequeños en técnicas de relajación. Podemos hacerlo por medio de juegos para que, a la vez que desarrollan recursos para la vida, se diviertan.

Así, teniendo en cuenta que vivimos en una sociedad que fomenta la prisa, los estímulos rápidos y la gratificación inmediata, es de suma importancia que tengamos a mano recursos que favorezcan un mayor autocontrol.

Por eso, basándonos en esta premisa, en este artículo hemos recopilado algunos juegos que se constituyen como técnicas de relajación para los más pequeños de la familia. Veamos en qué consisten:

1.¡¡A soplar la vela!!

Este juego consiste en aprender a respirar de manera profunda, es decir, cogiendo aire por la nariz, inflando la barriga y expulsando poco a poco el aire mientras soplamos la vela con intención de apagarla. Una vez que están comprendidas las instrucciones, situamos al niño en una silla a dos metros de la vela, que se encontrará encendida encima de una mesa.

No puede levantarse ni inclinarse, por lo que es esperable que no consiga apagarla. Así que lo acercaremos medio metro aproximadamente. Realizaremos acercamientos progresivos hasta que la apague. De esta manera tendremos un rato de juego de unos 5 minutos en el que el niño adquirirá la habilidad de respirar profundamente.

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2.El juego del globo

La técnica del globo es un juego maravilloso que nos ayuda a fomentar la relajación a través de una correcta respiración. ¿Qué necesitamos? Un espacio amplio y globos de colores. ¿Qué debemos hacer? Inflar un globo tanto que explote e inflar otro globo y dejar que expulse el aire lentamente manipulando la boquilla.

Después, les pediremos a los niños que cierren sus ojos y se imaginen que se convierten en globos mientras toman aire. Luego, les solicitaremos que expulsen el aire lentamente, como si fueran globos.

Tras hacer esto pediremos a los niños que nos cuenten situaciones en las que se sienten como globos, situaciones en las que no pueden soportar o tolerar algo. Entonces, les invitaremos a que nos indiquen cómo lo han resuelto, ofreciendo alternativas si necesitasen ayuda para tomar conciencia de esas situaciones.

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3.La relajación progresiva

Si bien podemos darles nosotros las instrucciones, en youtube tenemos un vídeo estupendo basado en el texto original de la relajación de Koeppen que narra las instrucciones de relajación con una fantástica música de fondo cortesía de Salvador Candel. No obstante, cabe decir que las instrucciones también podemos dárselas nosotros, ambientando la situación con música relajante que favorezca un entorno cálido y sosegado.

Como nota adicional, cabe decir que para favorecer que generalicen este tipo de relajación en contextos más “naturales” como el colegio, podemos decirles que si se ponen nerviosos en clase, agarren la silla mientras están sentados y tensen los brazos y el tronco al mismo tiempo que hacen fuerza con los pies en el suelo.

4.El juego de la semilla

Con música relajante de fondo y luz tenue, simbolizaremos el crecimiento de un árbol. Comenzaremos por ponernos de rodillas en el suelo con la cabeza agachada y los brazos extendidos hacia adelante, como si fuésemos gatitos desperezándose.

Somos una semilla que, al son de la música, va creciendo y convirtiéndose en un árbol grande con hermosas ramas, que serán nuestros brazos extendidos hacia arriba cuando estemos de pie. Este ejercicio es ideal para hacerlo con ellos por la noche, antes de acostarlos.

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5.El cuento de la tortuga

El cuento de la tortuga, desarrollado por Schneider, es magnífico para fomentar habilidades de autocontrol. En el enlace se narra la historia de una pequeña tortuga que se enfadaba por todo y explotaba con gran facilidad.

Un día, tras sentirse sola y aislada, se encuentra con una sabia tortuga que le da un truquito para controlarse cuando se enfada: meterse en su caparazón, contar hasta calmarse, frenar sus pensamientos y relajarse.

Este cuento es ideal para narrarlo a niños entre los 3 y los 7 años. Para favorecer la puesta en práctica de esta habilidad podemos darles una pegatina o un papelito con una tortuga cada vez que realicen el ejercicio en una situación de tensión. Lo tenemos descargable y listo para imprimir en este enlace.

6.El frasco de la calma

Llamamos frasco de la calma a un bote en el que metemos agua, silicona líquida para dar densidad al contenido y, por ejemplo, purpurina. Podemos fabricarlo con ellos con una manualidad más y es ideal para que lo contemplen tanto en momentos de tensión como en momentos que podemos llamar “zen”.

Consiste en que lo agiten y observen el movimiento, después de ello les explicaremos que la purpurina es como sus emociones, que se agitan y agitan hasta que se tranquilizan. Es ideal para fomentar la reflexividad.
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La sola observación de la purpurina moviéndose lentamente les ayudará a concentrarse y relajar su mente tras momentos de gran activación. Os dejamos un enlace en el que se explica cómo fabricarlo y cómo usarlo. ¡¡No olvidéis sellar el bote con pegamento extrafuerte para impedir que se abra y se desparrame el contenido!!

7.El juego del soplador de bola gigante

Otro recurso más para divertirse y aprender a respirar de manera profunda es el juego del soplador. Consiste en que mantengan durante el mayor tiempo posible la bola en el aire. Divertido, ¿verdad? Lo cierto es que este juego les encanta y es muy funcional para favorecer la relajación.

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8.Arrugar papeles, aplastar bolas, garabatear

Garabatear, arrugar papeles o aplastar bolas blanditas tipo anti-estrés es otro juego maravilloso para ayudarles a canalizar sus emociones negativas. Además, al mismo tiempo favorecemos el desarrollo de la motricidad fina, ya que les ayudamos a fortalecer los músculos de sus pequeñas manos.

9.Pintar mandalas

Pintar mandalas no solo favorece la relajación y la reflexividad, sino la capacidad de concentración y la habilidad creativa. En librerías y en internet encontramos numerosas alternativas adecuadas para ellos que les encantarán.

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Hasta aquí la recopilación de hoy, esperamos que realmente estos juegos y recursos sean de utilidad en la crianza de los más pequeños. No olvidemos que es más fácil criar niños fuertes que reparar adultos rotos y que el hecho de que la naturaleza nos confíe la educación de los niños es nuestra mayor responsabilidad.

Fuente: www.lamenteesmaravillosa.com

«En la lactancia es importante que la madre confíe en sí misma»

«En la lactancia es importante que la madre confíe en sí misma»

Presidenta de la Comisión de Lactancia de Atención Primaria. Elena Fabregat es pediatra de Atención Primaria y jefa de Zona Básica en el centro de salud Gran Vía de Castelló. Desde hace años, trabaja junto a su equipo para obtener la acreditación IHAN que otorga la OMS y Unicef. La pediatra apuesta por una crianza más humanizada «que relegue a los profesionales a un segundo plano»

¿Cuál fue la motivación por la que el centro decidió trabajar para obtener la acreditación IHAN?

La principal motivación fueron las múltiples evidencias que aportaba la literatura científica acerca de la superioridad de la lactancia materna sobre cualquier sucedáneo de leche para la alimentación de lactantes y niños pequeños. No obstante, trasladar estos conocimientos a la práctica clínica diaria no resultaba fácil sin un método. Y esto fue precisamente lo que nos aportó la OMS y UNICEF con su iniciativa IHAN: una herramienta para los profesionales. Y nos alegra que otros compañeros se hayan incorporado a este proyecto como Coves de Vinromà, Benlloch y Benicàssim y previsiblemente Almassora y Fernando el Católico lo harán en breve.

¿Qué beneficios aporta la humanización de la crianza?

La humanización de la crianza pretende devolver el protagonismo a quienes nunca debieron perderlo y relegar a los profesionales a un segundo plano, para que intervengan sólo cuando sea necesario y de forma menos invasiva, más respetuosa. Por ejemplo, el contacto piel con piel, en la primera hora tras el nacimiento, permite un espacio de intimidad entre madre e hijo y favorece un mejor inicio de la lactancia, el desarrollo del vínculo materno-filial y el apego seguro.

La humanización del parto y la cada vez mayor recomendación de la lactancia materna, ¿va en contra de la ciencia?

Al contrario. Los avances de la ciencia, lo que llamamos Medicina Basada en la Evidencia, nos abrió los ojos sobre una serie de rutinas que realizábamos los profesionales sin ningún respaldo científico, sino simplemente por costumbre. Por supuesto apoyamos la investigación en alimentación infantil que ha logrado desarrollar unos sucedáneos de leche materna de calidad que cumplen con los requisitos exigidos e incorporan los nutrientes adecuados para permitir el crecimiento del lactante. Pero no se puede sintetizar las sustancias vivas, enzimas, anticuerpos, la flora bacteriana materna, etc. como tampoco es posible reproducir los cambios que experimenta la leche materna a medida que el lactante madura adaptándose a sus necesidades.

Una madre que quiere dar el pecho y presenta dificultades, ¿durante cuánto tiempo debería seguir intentándolo antes de optar por la leche de fórmula?

No se puede hablar de plazos, pero la primera semana es crucial. De ahí nuestro interés en recibir a los niños lo más precozmente tras el alta, en 48-72 horas, para solucionar aquellos problemas que se presenten.

¿Qué elementos se tienen que dar para que la lactancia materna sea un éxito?

Los Diez Pasos para una Lactancia Feliz descritos en el famoso decálogo de IHAN que se pueden resumir en permitir al lactante un acceso al pecho precoz y sin límites, a demanda, las primeras semanas (o sea, olvidarse del reloj y de las tan manidas 3 horas) y lograr un buen agarre al pecho; no tiene que doler y, si duele, no se tiene que aguantar, sino pedir ayuda para mejorar la posición y el agarre al pecho. También es muy importante la confianza de la madre en sí misma y en su capacidad de amamantar.

De sobra se conocen los beneficios de la leche materna pero, ¿también hay aspectos negativos, como la merma de la libertad e independencia de la madre, por ejemplo?

La maternidad o paternidad es una opción escogida por los padres que, como todos los que somos padres sabemos, lleva aparejada una notable perdida de libertad e independencia, pero esta pérdida tiene relativamente poco que ver con el tipo de alimentación. Cuando uno decide ser madre o padre asume una gran responsabilidad, no solo la de alimentar a su hijo, sino la de cuidarle, protegerle, quererle y ofrecerle todas las oportunidades que estén en su mano para que sea un niño feliz. Todo esto se logra mejor con el pecho que con el biberón según la evidencia científica ya disponible.

¿La alimentación de los bebés responde a modas?

Por supuesto que sí, como otras facetas de la vida. Pero como profesionales sanitarios no podemos movernos por modas sino por criterios científicos basados en las mejores pruebas disponibles.

Fuente: www.levante-emv.com

Los efectos en tus hijos del ‘rincón de pensar’ y otros castigos

Los efectos en tus hijos del ‘rincón de pensar’ y otros castigos

Aislar e ignorar física y afectivamente al niño sólo logran que obedezca por miedo

Una madre encadena a una farola a su hija de ocho años por faltar a clase, era el titular de la noticia publicada en este medio hace unos días. Estoy convencida de que la mayoría de los padres y madres que la leyeron pensaron que era una barbaridad. Sin embargo, y conviniendo con todos en que efectivamente lo es, yo quiero hoy hablar de otras formas de maltrato infantil cotidianas, normalizadas, asumidas por la mayoría de los que educan y que llamamos eufemísticamente castigo.

La forma en que castigamos a nuestros niños ha evolucionado en los últimos años, en los que el castigo físico es cada vez menor y peor visto, porque además es ilegal. Sin embargo, han aparecido formas aparentemente más benignas, como la famosa y generalizada “silla o rincón de pensar”. Este engendro gestado y parido por el conductismo más mohoso y maquillado no es otra cosa que el famoso tiempo fuera (time out) disfrazado de moraleja reflexiva. De todos los que somos padres o educadores es sabida la capacidad de reflexión que tiene un niño de tres o cuatro años sobre un suceso o una conducta inadecuada. Hagan el experimento y pregunten a un niño qué ha estado pensando después de estar un rato sentado en la silla de “pensar” y sin riesgo a equivocarme la mayoría le dirá que solo a que pasara el tiempo y le dejaran continuar su vida.

Eso, en el mejor de los casos, porque la silla de pensar es la silla del resentimiento y la confusión. Es una técnica punitiva, se trata de una expulsión o aislamiento del niño sin dotarle de ningún tipo de herramienta para que aprenda a gestionar el conflicto. Un niño no sabe pensar si no es guiado y acompañado con un adulto y desde luego, nadie puede pensar inundado de ira o de frustración. Aislar e ignorar física y afectivamente a un niño no educa. Por el contrario, contenerle, ayudarle a calmarse (respiración, frasco de la calma, un cojín preferido, un abrazo si se deja, unas cuantas carreras…), para después guiarle hacia una reflexión sobre lo ocurrido y tratar conjuntamente de encontrar una mejor manera de hacer las cosas, sí educa. Porque no se trata solo de decirle lo que no es correcto, sino de mostrarle caminos alternativos al mal comportamiento. Incluso pueden utilizarse recursos como teatralizar la situación con las nuevas estrategias para que “ensaye” su puesta en marcha, o darle al botón imaginario del retroceso para tener la oportunidad de esta vez, hacerlo bien. Ellos necesitan saber cómo y es nuestra responsabilidad ayudarles. No expulsarles.

Nos han entrenado durante generaciones para pensar que el castigo, adecuadamente suministrado, es educativo. Y no lo hemos cuestionado. Desde la ciencia conductista que experimenta con perros y ratas de laboratorio, nos dijeron que el castigo modifica la conducta. Y es verdad. Al menos, en el caso de las ratas y los perros. La cuestión es que modificar la conducta no es educar, es adiestrar. Es hacer que el otro haga lo que es presuntamente correcto por miedo y por sumisión porque estoy ejerciendo una acción punitiva sobre él.

Hemos normalizado grandes dosis de violencia contra los niños en nombre de su educación, en el peligroso “por su bien”. Forma parte de la cotidianidad de los hogares la amenaza, la violencia verbal, el silencio, el chantaje, la sumisión. Hablo de una sociedad que entiende la educación y la crianza de forma vertical donde yo adulto, tengo la prerrogativa de administrar la dosis de respeto y dignidad hacia ti que por ser menor y/o saber menos que yo, estás por debajo. Hablo de una sociedad profundamente adultocentrista y violenta en su forma de vincularse y ejercer el poder. Hablo de miles de generaciones que han transmitido todo esto como la sangre que nos corre por las venas sin cuestionamiento alguno, porque cuestionar eso era cuestionar a quien lo ejerció sobre nosotros.

Las consecuencias del castigo

Pero además de que el castigo, en cualquiera de sus variantes, atenta contra la dignidad de quien lo recibe, intoxica el vínculo padre-hijo, produce resentimiento, anula el criterio, genera indefensión, conductas evitativas, y violencia, fragiliza una autoestima en construcción, genera ansiedad y miedo, y perpetúa el modelo anacrónico, simplista e ineficaz de educación, que ya no defenderían ni los conductistas más radicales. Se trata de un modelo aprendizaje que corresponde al siglo pasado y experimentado inicialmente con animales, para generalizarlo después al comportamiento humano. El castigo modifica la conducta, es efectista y nos encanta porque crea el espejismo de que hemos sido capaces de corregir aquello que el niño ha hecho mal, víctimas de la inmediatez de todo lo que hoy nos ocupa. Educar es una carrera de fondo, que consiste básicamente en sembrar la motivación intrínseca en el propio niño para hacer lo que ha de hacerse. Con los castigos no se interioriza el aprendizaje a largo plazo, los niños solo obedecen por miedo y se dejan fuera las variables emocionales y cognitivas, que son básicamente el barro del que estamos hechos.

Se trata de construir cimientos sólidos desde dentro, no convertir a nuestros hijos en marionetas manejadas por la aprobación o desaprobación del entorno, siendo capaces de estimular el criterio propio y el sentido de la dignidad. Se trata de romper un círculo vicioso transmitido por generaciones donde hemos creído que para educar es necesario violentar, coartar, rescindir, amenazar, mientras que simultáneamente les ahorramos por sobreprotección la posibilidad de experimentar las consecuencias del error, construyendo sin querer una sociedad individualista, poco empática que nunca se pregunta el porqué de una mala conducta y solo tiende a eliminarla. Si educamos en el resentimiento obtendremos adultos con deseos de venganza que la ejercerán en cuanto se les brinde el poder para ello: como padres, como jefes, como vecinos, como individuos en definitiva que se relacionan con ese oscuro lugar.

La pregunta obvia entonces es que si no disponemos de esta herramienta tan socorrida para combatir el mal comportamiento, ¿cómo lo hacemos? Yo abogo por un modelo educativo basado en la prevención y en la comunicación emocional. Un modelo donde, por supuesto, hay límites razonados y donde no evito que el niño sienta las consecuencias naturales de un mal comportamiento. Son estas las que nos servirán de vehículo para la reflexión, acompañada y el aprendizaje a través de la experiencia, único aprendizaje verdadero que conduce al crecimiento sano y a la madurez. Un modelo que pone más luz en lo que se hace bien que en el error, un modelo donde dicho error es un recurso genuino y valioso para el aprendizaje, no algo a combatir.

Por Olga Carmona.

Fuente: www.elpais.com

Ideas para hablar en positivo con nuestros hijos

Ideas para hablar en positivo con nuestros hijos

El lenguaje que empleamos para dirigirnos a nuestros hijos es una potente arma educativa. Te contamos por qué.

positivo-cuad_0La comunicación con nuestros hijos tiene una gran importancia ya que será el canal por el cual se den las relaciones sociales y la educación. Será el que usaremos dentro de la familia para transmitir aspectos tan importantes como los sentimientos, valores, la afectividad, etc.

Una comunicación que aparece desde que nacemos y va evolucionando a lo largo de nuestra vida. El modelo que ofrecen los padres y la manera en que se comunican con los hijos hacen que estos tengan herramientas para relacionarse con otras personas de tal manera que vayan configurando su personalidad.

¿Cómo se comunican los padres y las madres con sus hijos?

Una de las murallas más elevadas que tienen que escalar los padres y madres y que no permite que la comunicación sea positiva es que culturalmente han sido educados tanto en la familia como en la religión y en la escuela con el NO por delante: «no te subas», «no te portes mal», «no grites», «no seas grosero», «no seas agresivo», “no llores”, etc.

Hay que considerar que lo importante es que los padres y las madres como formadores de sus hijos deben dejar de decir que es lo que “NO quieren”, para decir qué es lo que quieren. Esto quiere decir que cuando los padres y las madres hablan en positivo el resultado es una comunicación positiva y, por ello, asertiva y poderosa.

Por ejemplo, decir: » Ve más despacio» tiene mucho más poder y crea una imagen más clara en la mente del niño de ir más despacio, que decir: «No corras» en al que se crea una imagen de alguien corriendo, donde el “NO” tiene un carácter abstracto.

Comunicarse de una manera positiva previene la agresividad y el autoritarismo como único modo de resolución de conflictos, desarrolla el respeto y la capacidad personal para enfrentarse a momentos difíciles.

El modelo lo ofrecen los padres y las madres

Esta comunicación positiva es una habilidad que deben fomentar y estimular los padres hacia sus hijos.

Los padres son excelentes modelos para enseñarles multitud de comportamientos. La forma en que les expresemos o pidamos las cosas va a ir configurando el estilo de comunicación aprendido por nuestros hijos.

Así que… para educar a nuestros hijos en positivo… ¡hablémosles en positivo!

Fuente: www.serpadres.es (por: Borja Quicios)

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