Despenalización del aborto en tres causales: desafíos para los profesionales de salud mental

Despenalización del aborto en tres causales: desafíos para los profesionales de salud mental

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Por Javiera Navarro

¿Se ha puesto suficiente atención al dolor en el debate de la despenalización del aborto? Los psicólogos sabemos lo complejo que es tomar decisiones en medio del dolor y vemos cotidianamente en nuestras consultas cómo contar con la capacidad de decisión en minutos difíciles puede ser la mejor prevención de cuadros de estrés postraumático.

El año 2015 el psiquiatra norteamericano experto en trauma, Bessel Van der Kolk, publicó un magnífico libro llamado «The Body Keeps the Score» donde, cotejando un caso tras otro, da cuenta de cómo los seres humanos prevenimos los efectos del trauma cuando somos capaces de sentir que en medio de la tormenta podemos tomar algún control sobre nuestras circunstancias. La ley hoy devuelve a las mujeres (y a las familias) esa posibilidad de decidir su propio destino en minutos de profundo dolor. Ese es en sí mismo un motivo de celebración.

Pero existe otra razón digna de ser celebrada por los profesionales de la salud mental. Dentro del debate que se generó en el Congreso Nacional se agregó a la ley un nuevo elemento que me parece una oportunidad: «En el marco de las tres causales reguladas en el inciso primero, la mujer tendrá derecho a un programa de acompañamiento, tanto en su proceso de discernimiento, como durante el período siguiente a la toma de decisión, que comprende el tiempo anterior y posterior al parto o a la interrupción del embarazo, según sea el caso». De este modo, la ley no sólo permite a las mujeres poder volver a tomar control en circunstancias tan difíciles, sino que, además, les otorga el derecho a ser acompañada en ese proceso.

El espacio psicoterapéutico es por definición un espacio para pensar juntos, jamás para decidir por otro o influir en las decisiones de otros. No podrían existir profesionales de la salud mental haciendo ese trabajo si el fin fuese incentivar a la mujer en cualquier sentido, sea el de continuar el embarazo o el de abortar.

Pero, no da lo mismo el tipo de acompañamiento al que tendrán derecho. La ley detalla que el acompañamiento «incluirá acciones de acogida y apoyo biopsicosocial ante la confirmación del diagnóstico y en cualquier otro momento de este proceso» y que, de haber continuación del embarazo, además «se otorgará información pertinente a la condición de salud y se activarán las redes de apoyo».

Pero atención, si alguien quiere interpretar estos acompañamientos como espacio o forma de disuasión, está en un grave error. La ley es clara: «La información será siempre completa y objetiva, y su entrega en ningún caso podrá estar destinada a influir en la voluntad de la mujer».

El acompañamiento debe ser entregado por personas entrenadas, esto es, desde un dispositivo profesional que incorpore características básicas propias de cualquier acompañamiento psicológico. La idea de que un profesional influya sobre la decisión de la persona a quien acompaña es un total contrasentido. El espacio psicoterapéutico es por definición un espacio para pensar juntos, jamás para decidir por otro o influir en las decisiones de otros. No podrían existir profesionales de la salud mental haciendo ese trabajo si el fin fuese incentivar a la mujer en cualquier sentido, sea el de continuar el embarazo o el de abortar.

En la misma línea, lo que no podemos celebrar aún, son las condiciones en las cuales estos programas de acompañamiento serán diseñados. Por ejemplo, ¿cuáles serán las características de estos programas de acompañamiento? ¿Cuáles serán los perfiles profesionales de quienes los ejecuten? ¿Qué competencias serán necesarias que tengan estas profesionales para acompañar a una mujer, pareja, familia en medio de una decisión tan compleja?

En mi experiencia como terapeuta trabajando en vínculos tempranos con mujeres embarazadas y con bebés recién nacidos, me toca frecuentemente escuchar historias difíciles de escuchar, cargadas además de una intensidad propia del período puerperal. Y es que este trabajo requiere de equipos preparados para tolerar altos niveles de sufrimiento. No es fácil escuchar a una madre que dice sentir asco por su guagua, no es fácil escuchar a una joven violada describiendo el rechazo que le genera que su bebé se acerque a sus pezones, no es fácil nunca en esta sociedad machista escuchar situaciones donde la maternidad no es aquella que hemos idealizado. Lo central para poder acompañar es poder escuchar desde un lugar del no prejuicio, desde un lugar, como decía el psicoanalista inglés Wilfred Bion, «sin memoria y sin deseo».

Ahora bien, no sólo debemos hacer la pregunta por el tipo de profesionales que harán estos acompañamientos sino también por los recursos con que contarán ¿Estarán debidamente supervisados para tolerar el dolor?, ¿cuánto tiempo podrán trabajar con estas mujeres y eventualmente con sus bebés? o ¿quién asumirá los costos? Porque por muy bueno que sea el profesional, ninguna intervención es mágica y se requiere tiempo y recursos para que se construya un vínculo de seguridad. Y en los casos de las mujeres que decidan la continuación de sus embarazos ante cualquiera de las tres causales ¿está el Estado preparado efectivamente para acompañar a esa mamá y su bebé, que parten con condiciones adversas para garantizar las mejores condiciones para el desarrollo infantil? ¿Está el Estado preparado para poner a disposición de estas mujeres esos recursos?

Porque se trata de entregar servicios que ayuden a que se generen los vínculos de apego necesarios para la construcción de pilares sólidos para la salud mental de ese bebé, y también para devolver a la madre la posibilidad de gozar su maternidad. En este mismo sentido, ¿qué apoyos tienen en términos vinculares mujeres que han sido violadas y deciden conservar a sus bebés? ¿Hay servicios psicoterapéuticos para ellas y sus hijos para que logren elaborar esa experiencia y construyan el mejor vínculo afectivo posible? ¿Es esta ley un paso adelante en la posibilidad de garantizar que los niños vengan al mundo provistos de los vínculos de seguridad que necesitan para crecer y desarrollarse? La respuesta es que es una oportunidad si pensamos en esta ley no sólo como despenalizar el aborto, sino también como mejor acompañar a las mujeres y sus familias en uno de los minutos más importantes de sus vidas.

Las ganas de celebrar serán totales si esta ley no sólo devuelve a las mujeres la libertad de elegir sobre sus destinos, sino que además las acompaña (y las ayuda a elaborar) sus experiencias en torno a ser madres (ya sea si interrumpen o siguen con sus embarazos) para que puedan vivir (o volver a vivir a futuro) su maternidad desde el mejor lugar posible.

Fuente: elmostrador.cl

7 trucos para conseguir que al niño le resulte fácil estudiar

7 trucos para conseguir que al niño le resulte fácil estudiar

Muchas veces se nos olvida a los padres: estudiar no es fácil. Los niños tienen diferentes asignaturas y, de todas ellas, extraen nuevos conocimientos cada día. Su cerebro está en constante aprendizaje y la memoria se vuelve un aliado fundamental.

Tras un largo día en el colegio absorbiendo información, haciendo ejercicios y manteniendo la concentración, los niños llegan a casa y han de seguir estudiando, sobre todo cuando llegan a la educación primaria. ¿Crees que es fácil? La realidad es que no.

¿Cómo podemos ayudar a nuestros hijos a gestionar todo esto? Te damos una serie de consejos para conseguir que al niño le resulte fácil estudiar.

Consejos para lograr que al niño le resulte fácil estudiar

  1. No presionar: en ocasiones los padres queremos acabar cuanto antes con las tareas escolares. Sucede también que hemos apuntado a los niños a actividades extraescolares y nos empeñamos en que, según salen del colegio, se pongan a estudiar y además, lo hagan rapidito para poder llegar a karate… ¡error! Dejemos que descansen un poco, merienden y, si puede ser, jueguen en el parque un rato y relajen la mente.
  2. Ejercicio físico: ¿Sabes qué recomiendan para facilitar el estudio? Caminar, dicen los expertos que caminar un rato ayuda a que el cerebro funcione mejor ya que acelera la circulación sanguínea. Si volvéis caminando del colegio a casa, será un momento perfecto para oxigenar el cerebro y prepararlo para el estudio, además charlar de lo que ha ocurrido en el día.
  3. Respetar los descansos: una vez que el niño comience a estudiar, no podemos pretender que siga haciéndolo durante 2 horas seguidas. Ni rendirá, ni conseguirás que remate bien los deberes, es preferible que trabaje durante 20 o 25 minutos, haga un descanso de 5 minutos y así hasta que termine. Esos breves intermedios servirán para que coja fuerzas y al niño le resulte fácil estudiar.
  4. Leer en alto: ¿eres de los que habla solo? ¡Enhorabuena! Según los más reconocidos psiquiatras hablar en voz alta ayuda a pensar mejor, a organizar el pensamiento y a superarse a sí mismo. Por lo tanto, leer la lección en alto y que el niño se escuche a sí mismo, le ayudará a estudiar y memorizar mejor.
  5. No dejar el estudio para la noche: está comprobado que durante la primera mitad del día el cerebro rinde mucho más que durante la segunda. Postergar el estudio para la última hora del día o antes de ir a dormir no merece la pena, al niño le resultará mucho más difícil.
  6. Utilizar herramientas digitales: podemos aprovechar todo lo bueno que nos brinda las nuevas tecnologías. Dejar que el niño busque en Internet aquello que no sabe, o recuerde las tablas de multiplicar mediante aplicaciones. Estudiar así será mucho más fácil y divertido. ¿Conoces Google Académico? Los resultados que muestra son únicamente enfocados a las materias del colegio o la Universidad, y no muestra otro tipo de resultados. Una estupenda manera de ayudarle en el estudio.
  7. Hacer esquemas: puede que perdamos una tarde o dos explicándole al niño cómo realizar un esquema, pero la efectividad de los mismos es alabada por maestros y pedagogos. Es una forma visual de resumir el contenido a estudiar.

Fuente: guiainfantil.com

Formas de decir NO a los niños de forma positiva

Formas de decir NO a los niños de forma positiva

Cómo decir no a los niños sin pronunciar la palabra NO

¿Crees que se puede decir no a los niños de forma positiva?, ¿Decirles no sin pronunciar el NO? Te demostraré que, no sólo es posible, sino que además se obtienen más y mejores resultados en los niños.

Si la palabra NO forma parte de tu vocabulario diario, si crees que en un día se la has dicho a tus hijos más de 20 veces y, si ahora son tus hijos los que constantemente dicen NO… quizás sea el momento de encontrar otras formas de decir NO a los niños de forma positiva. ¡Es posible!

Cómo decir NO a los niños de forma positiva

Las madres y padres, tendemos a utilizar el NO con los niños de forma constante: no te subas al columpio, no abras ese cajón, no dejes nada en el plato, no subas, no bajes, no entres, no salgas… Es un constante e incesante devenir de noes por aquí y noes por allá. ¿Acaso es raro que nuestros hijos pasen por la etapa del NO con este despliegue nuestro?

La realidad es que demasiados noes transmitirán un mensaje negativo a nuestros hijos, de la misma manera que los padres que dicen SÍ a todo a sus hijos, podrían ser responsables de conductas de niño tirano o incluso de su frustración si un buen día les dicen un solo NO.

Lo ideal es que exista un balance entre el sí y el no, o mejor aun, que aprendamos a decir No a los niños de forma positiva, es decir, sin pronunciar la palabra NO.

Y es que, decir no a los niños sin decir no es algo posible, y además mucho más beneficioso para ellos. ¿Por qué? Así los niños entenderán y comprenderán mejor el sentido de las normas que ponemos, serán más responsables para conocer que los actos tienen consecuencias, actuarán de forma más autónoma, tendrá una mejor autoestima, habrá más armonía en casa, mejorarán sus habilidades y descubrirán sus capacidades evitando berrinches, rabietas, gritos y enfados.

Ideas para decir No a los niños de forma positiva

La tabla que te mostramos arriba contiene algunos ejemplos de cómo simplemente cambiando el lenguaje, expresas lo mismo, en definitiva, pedirle al niño que no haga algo o decirle que nosotros no podemos hacer algo.

Si empleamos el NO constantemente como: no puedo jugar contigo, no puedes ir al parque, no cojas la tablet o no pegues a tu hermano; el mensaje es negativo y además estamos abusando del NO y con ello corremos el riesgo de que no nos hagan caso.

Puedes guardar el NO para algo realmente importante, algo que suponga un peligro para tu hijo, como cruzar la calle sin ir de la mano, o asomarse a la ventana y para el resto de las cosas utilizar fórmulas positivas. De esta manera, podemos cambiar el mensaje diciéndoles, qué te parece si jugamos después de hacer las camas; hoy en vez de ir al parque, vamos a organizar un juego muy divertido en casa; cuando termines tus tareas, podrás coger la tablet; si pegas a tu hermano, no querrá jugar contigo.

No se trata de no negarle al niño cosas, de hecho los padres debemos hacerlo para aplicar disciplina, imponer normas, reforzar el carácter del niño, en definitiva, para educarle. Sin embargo, cuando lo decimos 20 veces, pierde todo el significado. Para decir no a los niños de forma positiva podemos:

– Sugerir otra cosa que puede hacer: si no podemos ir al parque, podemos cocinar en casa, jugar a juegos de mesa, pintar…

– Posponer la petición hasta que realice: si en ese momento no se puede llevar a cabo lo que quiere o estamos ocupados, podemos dejarlo para otro momento, pero hemos de recordar cumplirlo.

– Explicarle qué ocurrirá si hace lo que quiere: si pega a su hermano, si rompe los juguetes, si se asoma a la ventana, puede haber consecuencias, debemos explicarlas.

– Aclararle las normas: antes de que llegue el momento de decirle no a las chucherías, no a saltar charcos o no a ver más tiempo televisión, tenemos que contarles qué normas tenemos en casa y por qué. De esta manera, ellos anticiparán la respuesta.

– Emplear el humor.

Fuente: guiainfantil.com

Aprender a soltar, para permitirnos recibir

Aprender a soltar, para permitirnos recibir

Por: Valeria Sabater

A veces, soltar no es necesariamente un sacrificio ni un adiós, sino más bien un “gracias” por todo lo aprendido. Es dejar ir lo que ya no se sostiene por sí mismo para permitirnos ser más libres y auténticos y recibir así lo que tenga que llegar.

Si pensamos en ello durante un minuto nos daremos de que las mejores decisiones, esas a las que le sigue un estado de grata felicidad, implican precisamente el tener que soltar algo. Puede que sea un miedo, una angustia, el poner distancia de un lugar o incluso de una persona. La renuncia es parte del proceso de la vida. Es algo natural, porque todos estamos obligados a elegir en qué y en quién invertimos nuestro tiempo y esfuerzo.

Suelto, entrego, confío y agradezco, porque hay que dejar ir lo que no quiere quedarse, lo que pesa, lo que ya es falso… Para permitir así que en nuestro corazón solo quede lo que es auténtico.

Un hecho a tener en cuenta también es que el acto de soltar, por sí mismo, no implica solo cortar esos lazos que ponen vetos al crecimiento personal y a la felicidad. Soltar significa en ciertos casos tener que desprendernos y reformular muchos de nuestros constructos psicológicos, tales como el ego, el rencor, o incluso el propio miedo a la soledad.

Porque quien quiera recibir, debe tener preparado el corazón para acomodar esa nobleza que no entiende de egoísmos ni de tormentas interiores.

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La ambición y la necesidad de acumular

En la sociedad actual hemos asociado la conquista de ciertas cosas con la idea de felicidad. “Seré feliz cuando haga ese viaje, cuando tenga pareja, cuando tenga mi propia casa, cuando me aumenten el sueldo, cuando tenga coche nuevo, teléfono nuevo, cuando pierda unos kilos, cuando estrenen la nueva temporada de mi serie favorita…”

Compramos libros y más libros para aprender a ser felices mientras esperamos que algo cambie, mientras aguardamos que en algún momento, todo lo acumulado nos ofrezca la respuesta que esperamos. Frédéric Beigbeder, un famoso escritor, creativo y publicista francés, dijo una vez que en el mundo de la publicidad nadie desea que las personas sean felices. Sencillamente, porque la gente feliz “no consume”.

La felicidad es algo que las sociedades modernas nos venden como una “ilusión”, algo que debe ser breve y efímero para obligarnos así consumir más. De ahí la “obsolescencia programada” de los aparatos electrónicos, de ahí la idea de que para ser feliz hay que ser atractivos y llevar determinadas ropas, tener muchos amigos, y buscar el amor ideal en las páginas de contactos, donde las relaciones pueden iniciarse hoy y desecharse mañana en un solo “click”.

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Hemos creado un mundo donde valores como la ambición y el inconformismo patológico nos alejan por completo del auténtico sentido de la felicidad. Vivimos pendientes de lo que nos falta, sin darnos cuenta de todo lo que en realidad, nos sobra. Todo aquello que deberíamos soltar para compensar el equilibrio, para ser nosotros mismos.

Para ser felices hay que tomar decisiones y… Soltar

La vida es muy corta para vivir permanentemente frustrados. Por ello, y si de verdad deseamos ser felices debemos ser capaces de tomar decisiones, de saber en qué y en quién deseamos invertir nuestro tiempo. Ahora bien, como ya puedes intuir, decidir implica muchas veces tener que renunciar, un ejercicio que deberá hacerse de forma consciente y madura asumiendo las consecuencias.

La vida es un eterno dejar ir, porque solo con las manos vacías serás capaz de recibir.

Para ayudarte en el complejo camino de la renuncia y en el arte de soltar, vale la pena recordar que para la filosofía budista la felicidad no es más que un estado mental de calma y bienestar. Así pues, atiende con sosiego y sabiduría todo aquello que te envuelve para intuir qué te ofrece serenidad y qué ruido, qué y quién nutre tu alma con respeto y qué o quién te trae tempestades en días despejados. Decide, elige, confía en tu instinto y, sencillamente, suelta.

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Otro aspecto que es preciso recordar es quien tiene la valentía para soltar también debe ser digno para recibir. De ahí, que valga la pena reflexionar unos instantes en estas dimensiones:

  • Hemos de renunciar a nuestra necesidad por mantener siempre el control sobre los demás. Es necesario “ser” y “dejar ser”. Quien reclama libertad personal para crecer debe ser capaz a su vez de poder ofrecerla.
  • Renuncia a la necesidad de tener siempre la razón. Asumir el equívoco es crecer y saber guardar silencio cuando el momento lo requiere es un acto de sabiduría.
  • Suelta tu ego, libérate de la necesidad de impresionar, de tener que competir, de reclamar la atención cuando nadie te observa, de buscar cualquier falsa compañía cuando temes a la soledad. Suelta tu miedo para permitirse ser auténtico, para ser tú mismo, esa persona que es tan capaz de dar, como de recibir.

En conclusión, en esta compleja pero apasionante lucha cotidiana por ser felices, todos nosotros deberíamos practicar el saludable ejercicio de soltar lo que nos pesa, amar lo que ya tenemos y ser agradecidos ante todo lo bueno, que sin duda, está por llegar.

Fuente: lamenteesmaravillosa.com

CARL JUNG: SOBRE LA ACEPTACIÓN COMO EL CAMINO PARA SANAR

CARL JUNG: SOBRE LA ACEPTACIÓN COMO EL CAMINO PARA SANAR

Una psique en guerra consigo misma sólo se libera cuando la oscuridad sale a la luz.

Cuando pensamos en el arquetipo de maestros o sanadores se nos vienen a la mente imágenes de médicos diligentes, sacerdotes de moral impecable, chamanes sabios en medio de la selva o enfermeras abnegadas y serviciales; sin embargo, para poder ayudar a otros es preciso ser capaces de ayudarnos primero a nosotros mismos. Parafraseando un viejo refrán, un ciego no puede guiar a otro ciego, y en el caso del acompañamiento psicológico, el psicoanalista Carl Jung tiene bastante que compartir al respecto.

Durante una conferencia dictada frente a un auditorio de sacerdotes suizos, Jung habló de la importancia de que los médicos y los sacerdotes —así como los psicólogos y psicoanalistas— no juzguen a sus pacientes ni se dejen invadir por prejuicios morales, pues aquellos que buscan apoyo en ellos ya se sienten de por sí bastante enjuiciados. Esto, para Jung, sólo se consigue si el médico acepta su propio “lado oscuro”. No se trata de que el médico aliente las fantasías de sus pacientes, sino de “sentir a través de la mente del paciente”, sin juzgarlo, a través de algo que Jung llamó “objetividad desprejuiciada”.

Aunque el término puede sonar abstracto y con un ligero aire intelectual, para Jung se trata de una condición que incluso los hombres y mujeres de fe deben albergar y cultivar en sí mismos, a sabiendas de que “Dios ha permitido que toda clase de cosas extrañas e inconcebibles ocurran, y busca entrar en el corazón del hombre de las más curiosas formas”. Así pues, la objetividad desprejuiciada nos permitirá “sentir en todas partes la presencia invisible de la voluntad divina”, incluso en lo demoníaco, a través del arquetipo del Diablo, que interpretado alquímicamente puede leerse como una metáfora de la conversión de la materia mortal en oro.

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Para Jung “no es posible cambiar algo a menos que lo aceptemos”, y eso incluye toda clase de enfermedad y abyección moral, así como las imágenes distorsionadas que nos seducen o aterran en nuestros propios sueños. No sirve de nada enjuiciar a los pacientes por sus estilos de vida o elecciones si queremos ayudarlos; pero aunque no seamos psicólogos ni religiosos, podemos pensar que tampoco sirve de mucho juzgarnos duramente a nosotros mismos; en palabras de Jung, “la condenación no libera, sino que oprime. Soy el opresor de aquellos a quienes condeno, no su amigo ni acompañante en el sufrimiento”.

Puede parecer muy simple darnos a la tarea de no juzgarnos a nosotros mismos ni a los demás, ¿pero es posible sostener esta idea a largo plazo? ¿Qué hacer cuando el juicio moral recae sobre nuestras propias acciones, incluso las pasadas, cuando nos dejamos llevar por el arrepentimiento y la duda respecto al futuro? A decir de Jung, la sola idea de aceptarnos a nosotros mismos con toda nuestra envidia, nuestra maldad, nuestro deseo de reconocimiento, nuestros pequeños vicios, “puede hacernos sudar de miedo”.

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Para Jung, mucha gente decide no observarse ni aceptarse a sí misma, y emprenden el escape del camino del autoconocimiento sólo para caer en lo que él llama “la morbus sacer de la neurosis”, cuando la personalidad parece estar en una guerra interna consigo misma. Jung escribe:

La neurosis es una escisión interna —el estado de guerra consigo mismo. Todo lo que acentúa esta escisión hace que el paciente empeore, y todo lo que la mitiga tiende a sanarlo. Lo que lleva a la gente a estar en guerra con ellos mismos es la sospecha o el saber de que cada uno consiste en dos personas opuestas entre sí. El conflicto puede darse entre el hombre sensual y el espiritual, o entre el ego y la sombra. Es lo que Fausto quiere decir cuando afirma ‘Dos almas, ¡ay!, habitan en su pecho, y cada una de ellas quiere separarse de la otra’. La neurosis es una división de la personalidad.

¿Cómo ayudar a otros a aceptar su propia sombra, su propio “lado oscuro”? Y tal vez más importante, ¿cómo aceptar que nosotros también llevamos una escisión, una división interna que amenaza con ponernos en guerra contra nosotros mismos? En realidad, la única opción disponible si decidimos no adentrarnos en nuestro lado oscuro es vivir en la ignorancia de nuestra propia completud y habitar como extraños dentro de nosotros mismos. Este camino puede llevarnos a “ocuparnos de los problemas y pecados de otras personas”, así como darnos “un perceptible aire virtuoso, en función de que nos hemos engañado con benevolencia a nosotros mismos y a los demás. ¡Gloria a Dios, hemos escapado por fin de nosotros mismos!”

Así pues, no queda más que observar nuestras faltas, inconsistencias, “pecados” y toda clase de imperfecciones con mirada benevolente: en realidad no son invenciones genuinas de nosotros, y probablemente ni siquiera son tan reprobables como las de la mayoría. Es posible encontrar algo en común con toda la humanidad cuando aceptamos lo que Jung llama la “sombra” de nosotros mismos, el lado oscuro, la parte negada. “Sólo aquel que se ha aceptado a sí mismo por completo”, remata Jung, “posee la ‘objetividad desprejuiciada’”, ingrediente sin el cual será incapaz de ayudar a otros e incluso a sí mismo.

Fuente: culturainquieta.com

El estrés laboral: qué es, causas y síntomas

El estrés laboral: qué es, causas y síntomas

¿Qué es el estrés laboral?

Hablamos de estrés laboral cuando se produce una discrepancia entre la demanda laboral y los recursos del trabajador para hacerlas frente. El problema consiste en que nuestro cuerpo tiene unos recursos limitados, ocasionando al trabajador un estado de agotamiento tanto físico como mental. Esto supone una seria amenaza para la salud y el bienestar del trabajador, afectando a sus relaciones familiares y emocionales.

Causas del estrés laboral

Se podrían mencionar algunas causas del estrés laboral:

  • Las expectativas económicas, salario insuficiente
  • La presión por parte del empresario, mobbing o acoso laboral
  • Las actividades de gran responsabilidad
  • Las funciones contradictorias del trabajador
  • Motivaciones deficientes
  • La ausencia de incentivos
  • Los conflictos entre empleados o empresarios
  • Cargas excesivas de trabajo
  • La exposición a riesgos físicos constantes
  • Jornadas de trabajo excesivas
  • Ritmo de trabajo acelerado
  • La preocupación por el despido
  • La falta de posibilidades para conciliar la vida laboral con la personal

 

Efectos sobre el trabajo del estrés laboral

  • Bajo nivel de productividad
  • Absentismo (no justificado o por enfermedad)
  • Relaciones laborales casi nulas
  • Dificultad de concentración y memorización
  • Desorganización laboral

Otro de los efectos que tiene el Estrés laboral en el trabajador es el denominado Burnout.

El síndrome se detecta en el 7.5% de las personas antes de los 5 años de ejercicio profesional o laboral, y en el 25% antes de los 10 años de desempeño, constituyéndose en un problema de salud pública.

Manifestaciones clínicas más frecuentes

Entre las manifestaciones clínicas más frecuentes de tipo psicosomático se hallan: fatiga crónica, dolor de cabeza, alteración del sueño, baja de peso, gastritis y dolor muscular.

Se señalan entre las manifestaciones conductuales: ausentismo laboral, abuso de sustancias (café, alcohol, tabaco, psicofármacos), aumento de conductas violentas, relaciones humanas superficiales y comportamiento de alto riesgo.

Entre las alteraciones emocionales: aburrimiento y actitud cínica, distanciamiento afectivo, impaciencia e irritabilidad, sentimiento de omnipotencia, dificultad para la concentración, depresión y/o ansiedad y conflictos con el grupo familiar.

Fuente: nascia.com

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