El sueño infantil es un tema que en la sociedad occidental está cargado de expectativas irreales. La literatura puede ser hoy por hoy más extensa pero ciertamente llena de mitos y cargados de creencias personales con baja información certera de estudios científicos acerca de la realidad del sueño infantil. Nos preparemos o no durante el embarazo para saber lo que nos espera en cuanto al sueño de nuestros hijos, lo cierto es que no sabemos bien cómo es que se irá regulando de a poco el dormir de mi bebé a medida que crece y cómo también lidiar con el cansancio, la lactancia, las nuevas rutinas y un largo etcétera.
Hace 200 años aproximadamente que los bebés han empezado a dormir solos en sus cunas y/o en lejos de sus papás, en otros dormitorios. Son sólo 200 años versus 4 millones de años desde que el hombre comenzó a caminar erguido en lo que nos separó de los chimpancés (junto con otros temas por cierto). En estos 200 años se han planteado un sinfín de propuestas para el sueño infantil basadas en un tema cultural, no de evolución humana (esto es grave) y en cero evidencia científica y sociológica, que han puesto a muchos bebés y familias en peligro de extinción de la naturaleza más primitiva de la raza humana y animal… la intuición y el instinto de supervivencia.
Es importante entonces, estar informados de lo que realmente se tienen estudios y de lo que evolutivamente como raza humana necesitamos para un desarrollo mental/emocional y físico realmente óptimo, lo que actualmente en la cultura occidental, implique dejar ciertas costumbres de lado y dar rienda suelta al cerebro mamífero que llevamos dentro.
En este artículo analizaremos uno de los principales mitos del sueño infantil que hoy en día se pueden leer en artículos, revistas e internet:
A los niños hay que “entrenarlos” para dormir, ya que no saben e incluso te manipulan: Los bebés humanos nacen inmaduros, más que cualquier otro mamífero, su cerebro al momento de nacer está a su 20%. Esto debido a la necesidad de que la cabeza pueda pasar por el canal vaginal. “Un bebé tiene en promedio 100.000 millones de neuronas, pero pocas conexiones neuronales. Éstas se irán multiplicando a medida que el niño crece, mediante la estimulación ambiental, sensorial, cognitiva y del movimiento. A los cuatro años puede llegar a un máximo de
1000 billones de conexiones neuronales”.[i]
Entendiendo esta información evolutiva, es imposible que a un niño se le pueda exigir habilidades neuronales no desarrolladas todavía para adaptarse arbitrariamente a costumbres culturales sin ningún asidero sociobiológico que lo sustente. Los bebés NO poseen la capacidad neuronal para comprender ni menos adquirir de buenas a primeras una forma de dormir que es ANTIEVOLUTIVA.
Esto porque para nosotros como especie, es vital el cuidado absoluto del bebé para su supervivencia, esto sobretodo de noche y al dormir ya que filogenéticamente existe en nuestra memoria de millones de años, la vivencia de amenaza de muerte por parte de depredadores que se activa en niños Y ADULTOS durante toda la vida.
Un claro ejemplo de esto son los despertares nocturnos. Tanto bebés como adultos tenemos despertares nocturnos. Ellos son nuestro principal mecanismo de defensa ante una posible amenaza depredadora mientras dormimos y estamos desconectados y vulnerables.
Recordemos que como raza humana llevamos existiendo 4 millones de años y esa memoria, esa impronta NO SE BORRA NI SE ENTRENA. Pueden confirmar esta premisa adquiriendo aplicaciones en el celular que detectan los despertares nocturnos y miden la calidad de sueño. Pruébenlo y compruébenlo.
Ahora, ¿Cuál es la diferencia con los bebés? Que nosotros adultos, hemos adquirido a través del desarrollo cerebral de los años las habilidades para no despertarnos totalmente en cada despertar nocturno y podemos volver a dormir fácilmente. Los bebés que han pasado 9 meses dentro del útero materno sin ningún tipo de amenaza depredadora, no tienen la capacidad de regularse emocionalmente y por lo tanto requieren de mamá u adulto significativo para hacerle SENTIR a través del contacto FÍSICO y emocional que está A SALVO.
Los métodos de entrenamiento EVITAN el contacto físico, privan totalmente la sensación de seguridad del bebé y niegan la evolución humana de supervivencia, orientando el resultado a una cuestión social conveniente para fomentar la sumisión y dependencia de los seres humanos a los cánones sociales y moldear futuros adultos más manejables para la sociedad. La cultura del miedo y de la necesidad de aprobación social no está a la vuelta de la esquina. Está pasando aquí y ahora y se desarrolla desde estos actos antievolutivos apenas nacidos.
Los niños si saben dormir. Saben perfectamente y mejor que nosotros los ritmos de su cuerpo. Sin embargo nuestra misión es ayudarles a ese confort, proporcionando calor, contención y ciertas rutinas que ayuden a aclimatarse a la vida extrauterina. Ése es el punto. Estudios demuestran que el periodo evolutivo del sueño infantil hasta llegar a un sueño parecido al de adulto toma desde recién nacido hasta aprox 6 a 7 años de edad para su total maduración.
Acompañar informadamente las etapas del sueño infantil es parte de la responsabilidad implícita de la ma/paternidad y no un mero tema de moda de crianza. Cuando nos informamos del desarrollo cerebral estamos formando futuros adultos con un óptimo desarrollo de habilidades emocionales/sociales/físicas e inteligencia de todo tipo. Es ahí cuando la evidencia comprobable de Daniel Siegel y otros expertos en el tema, demuestra que la autonomía y autorregulación de los adultos se desarrolla si está acompañada de una guía parental que propicia el buen desarrollo neuronal. Por último, queda demostrado en estudios científicos, los efectos nocivos de no atender al llanto de los bebés, que es la propuesta de cualquier método de adiestramiento.
A continuación citaré sólo algunos de los principales estudios y sus consecuencias y evidencia científica que, dicho sea de paso, no menciona ni brinda y quizás ni sabe, ningún profesional de la salud que fomenta estás prácticas violentas hacia los niños. Estos estudios han sido recopilados por María Berrozpe, PhD. y experta en sueño infantil: “Al llorar sin el consuelo de sus cuidadores, sus cerebros se inundan con hormonas del estrés que son neurotóxicas, como el cortisol (Blunt Bugental et al, 2003; Gunnar & Donzella, 2002). Los opiáceos endógenos cerebrales, responsables de la sensación de bienestar, disminuyen con la tristeza (Zubieta et al, 2003) y los circuitos de dolor físico se activan (Eisenberger et al, 2003; Panksepp, 2003).
Con el tiempo, cuando estas experiencias son frecuentes y duraderas, la respuesta al estrés del cerebro puede verse afectada y producirse un exceso de sensibilidad y actividad (Anishman et al, 1998), produciendo una predisposición a la depresión clínica y la ansiedad (Barbas et al, 2003; De Kloet et al, 2005; Watt & Panksepp, 2009), malos resultados en la salud física y mental y envejecimiento prematuro y mortalidad (Preston & Waal, 2002). Un sentimiento de angustia persistente y recuente durante los periodos sensibles de la infancia temprana reduce la expresión de los genes del ácido gamma-aminobutírico (GABA), lo que produce desórdenes de ansiedad y depresión a la vez que aumenta el riesgo de consumo de alcohol como respuesta de alivio al estrés (Caldji et al, 2000; Hsu et al, 2003)”. [ii] Sabemos a su vez que un correcto equilibrio de GABA evita respuestas agresivas y el desarrollo sano de control de impulsos durante toda la vida.
Por otro lado, a nivel vincular hay un estudio de Middlemiss y colaboradores (Middlemiss et al, 2012) muy interesante que demuestra que tras tres días de adiestramiento se producía una desincronización significativa en los niveles de cortisol entre las madres y sus bebés. Mientras que los niveles de cortisol de los bebés no cambiaban a pesar de que dejaban de llorar, el de sus madres disminuía significativamente en cuanto sus hijos ya no lloraban. Esta desincronización significa en términos simples que la madre se desconecta afectivamente del bebé y con esto, todo el proceso intuitivo-sensitivo de supervivencia de la especie se altera. Se presume además que puede traer como consecuencia mayor taza de problemas vinculares con el bebé y emocionales de la madre, al no poder “leer” a su bebé con facilidad debido al efecto que genera en ella éste entrenamiento de sueño infantil, quedando a la merced de un vínculo más racional, albergando emociones contradictorias y pudiendo predisponer en mayor medida a depresión postparto y otros trastornos ansiosos, de estrés y de ánimo. También observaron que, a pesar de que los niveles de cortisol eran iguales en los bebés durante los tres días de adiestramiento, estos lloraban significativamente más el primer día que el tercero. Esto simboliza lo que en psicología se llama la “desesperanza aprendida” la cual se define por aprender tempranamente que mis necesidades básicas de contención y afecto no serán cubiertas por mis cuidadores e incluso imprimen en muchos niños la sensación de no merecimiento de amor incondicional y atención por parte de quienes más aman.
Pamela Labatut Hernández
Psicóloga Clínica y Psicoterapeuta
Terapeuta Complementaria
Especialista en sueño infantil
www.psicologiayflores.cl
Valores fundamentales para los niños en los estudios
La perseverancia es uno de los valores que destacan quienes alcanzan éxitos en su vida. Como padres, sabemos de la gran importancia de la constancia en los estudios de nuestros hijos y, a veces, el hecho de que la desarrollen para que obtengan los resultados necesarios, se convierte en nuestro principal caballo de batalla.
Ahora bien, detengámonos un momento a reflexionar las formas de conseguir que los niños establezcan la perseverancia como un valor natural para lograr éxitos en los estudios.
La perseverancia: un valor fundamental para los niños en los estudios.
Recientemente leí un estudio realizado por la Universidad de Chicago con diferentes grupos de personas en el que se buscaban las claves de la perseverancia. En los grupos tratados, quedaba claro que el motor principal de la constancia es el disfrute, incluso por encima del dinero. La persona persevera en sus objetivos, cuando se interesa por la tarea al punto de perder la noción de lo que le rodea y, en un grado menor, también persevera cuando no se aburre en el camino.
Como padre, ¿te suena escuchar -¡Me aburro!- cuando tu hijo o hija se encuentra frente al libro de texto estudiando? Conozco bastantes profesores vocacionales que realmente se esfuerzan por hacer amenas la tareas de aprendizaje de los niños, pero tenemos que tener en cuenta lo siguiente: a lo largo de su formación, los niños van a tener que enfrentarse muchas veces al estudio de materias o conocimientos que no les van a resultar gratos o que son difíciles, y van a necesitar mantener la constancia para avanzar en su preparación.
Por tanto, este sentido del disfrute no tenemos que buscarlo solo en la materia en sí, que también es necesario hacerlo, sino en el desarrollo de una gratificación o satisfacción interna que va ayudar al niño a desarrollar la perseverancia para toda su formación.
Como padres, nosotros podemos aportar que los niños puedan aprender a encontrar el disfrute en sentir su propio avance, así como la conquista y superación de los obstáculos.
Refuerzo positivo para que los niños consigan perseverar
¿Cómo podemos hacerlo?Mediante la valoración de su trabajo y sus logros. Cuando los niños son más pequeños, esta valoración seguramente necesite de alguna clase de premio: «Cuando acabes de hacer los deberes, puedes ver los dibujos un rato». El niño inicialmente hará los deberes o estudiará porque sabe que después vendrá el premio.
Pero el objetivo final es que el niño persevere porque quiera conseguir esa satisfacción interna; es decir que se sienta contento de terminar las tareas, de hacerlas bien y de lograr superarse cada día en el estudio. En definitiva, el fin será que sienta la satisfacción de comprobar cómo mejora cada día y de ver cómo nosotros, sus padres, junto con profesores, nos sentimos satisfechos con sus logros y los valoramos: ¿Te das cuenta de lo bien que te ha salido este trabajo? Mira qué buena nota que te ha puesto el profesor. Está fenomenal cómo conseguiste superar esta dificultad o esta otra, y cómo lo conseguiste con tu esfuerzo.
Es difícil que un niño no se sienta contento y dispuesto a repetir este mismo esfuerzo perseverante en el futuro con comentarios de este estilo por parte de su padre o su madre.
Enseñar a los niños a perseverar y superar los obstáculos.
Perseverar suele llevar implícito el hecho de superar obstáculos. Puede ser que a veces al niño no le apetezca estudiar, porque su pensamiento está puesto en el juego, o bien porque la materia le resulte difícil; o quizá sea porque no haya atendido en clase y se encuentra perdido con respecto a lo que hay que hacer para realizar la tarea.
Los obstáculos pueden ser de diferentes clases, pero algo que ayudará a solventarlos es el diálogo, la comunicación con el niño para darle el espacio para contar lo que está pasando. Si vemos que está estancado o desganado, podemos hablar con él para saber en qué podemos ofrecerle nuestro apoyo. Ayudar a nuestro hijo en el estudio nunca significa que le hagamos los deberes, sino que le ayudemos a encontrar lo que necesite para poder hacerlos él mismo: quizá sea una explicación, o ayudarle a organizar las prioridades del estudio de la materia, o guiarle para hacer esquema o un resumen. En fin, se trata de apoyarle para que sea capaz de avanzar por sí mismo.
Fomentar la perseverancia en los estudios en nuestro hijo no solo es algo que le reportará beneficios en su formación académica, sino que se convertirá en un valor con el que consiga obtener algunos de los logros que le van a proporcionar una vida plena como adulto.
Ahora que han cambiado los roles, que los hijos somos padres y necesitamos a los abuelos, es necesario ser flexibles y poner en valor su papel, los niños lo agradecerán.
Los abuelos son los transmisores de nuestra historia familiar, y también del valioso legado del pasado. Y sin embargo no les prestamos demasiada atención. A menudo relegamos su papel en la crianza de nuestros hijos a la mera función de canguros, cuando podría ser mucho más enriquecedor; a su lado, los más pequeños pueden hallar un cómplice con quien aprender grandes lecciones sobre la vida.
El papel de los abuelos en la crianza
Pero más allá de este legado ancestral que recae sobre toda la familia, la influencia de los abuelos puede sentirse en la vida cotidiana, y especialmente en el rol que desempeñan en la crianza de los nietos.
¿Malcrían a sus nietos?
Tienen los abuelos fama de ser más “blandos” que los padres. Tienen más tiempo para dedicar a sus nietos, y la vida les ha enseñado a valorar el contacto humano por encima de otras cosas.
Pueden concentrarse en querer a sus nietos. No les afecta, como a muchos padres –sobre todo primerizos– la presión de sentirse responsables de su educación.
¡Cuántas ocasiones perdidas por aquel absurdo miedo a malcriar! Pero con los nietos no nos va a pasar
Han podido comprobar con sus propios ojos que las cosas no son tan terribles como algunos las pintan y los niños crecen: el bebé que iba a “querer ir en brazos toda la vida”, el niño “que sólo come lo que le da la gana”, la niña “que es lista pero no se esfuerza”, el adolescente huraño… son ahora padres o madres trabajadores y responsables.
Transformarse en abuelo
Algunos abuelos varones atraviesan una transformación aún más espectacular, pues se educaron en una cultura en que los hombres no se ocupaban de los bebés. Superando tímidamente viejos y arraigados prejuicios, disfrutan con sus nietos de un contacto que les estuvo vedado con sus hijos.
En La sonrisa etrusca, de José Luis Sampedro, el protagonista, un viejo guerrillero, vive con asombro y orgullo una transformación personal, no sólo psíquica, sino incluso física. Le ha sido dado el privilegio de convertirse, para su nieto, en mujer; de ser, más que abuelo, abuela –ignora que los aspectos físicos del cambio se deben a los estrógenos que recibe para el tratamiento de un cáncer de próstata avanzado.
En este proceso de transformación de los abuelos, se produce a veces un extraño conflicto:
Los padres todavía intentan criar a sus hijos como les criaron a ellos –¡es tan difícil hacerlo de otra forma! Sería casi como decirles a nuestros propios padres: “Lo habéis hecho mal, yo lo haré mejor”– cuando los propios abuelos ya han desechado sus antiguos métodos.
Algunos padres se quejan de que los abuelos malcrían a los nietos: “¡Claro, todo el rato en brazos y haciéndole fiestas, y ahora la señorita no se quiere quedar en la cuna!”.
A veces, es posible distinguir una pizca de celos en esas quejas: “¡Fíjate, cada día le dan chocolate para merendar! Pues a mí me decían que el chocolate es malo para el hígado…”.
Muchas veces se crea cierta complicidad y los niños y adolescentes confían a los abuelos secretos que ocultan a sus padres
Según ciertas teorías, esa “blandura” de los abuelos debería llevar a los nietos a “portarse mal” y a faltarles al respeto. En realidad, suele ser al contrario: los niños pequeños reservan para sus padres las peores rabietas –probablemente porque les tienen más confianza– y, muchas veces, tratan a sus abuelos con gran deferencia:
El niño de dos años que exige que sus padres le lleven en brazos hace el esfuerzo de caminar cuando va con sus abuelos artríticos; el de diez, que a menudo responde a sus padres “calla tonto” o “no quiero”, escucha las batallitas con ejemplar paciencia y obedece órdenes sencillas sin rechistar.
Cómo el papel de los abuelos
Nadie tiene mayor influencia en la relación entre nietos y abuelos que los padres, pues se hallan en una posición intermedia y de autoridad clave. Eso requiere a veces iniciativa, a veces silencio y a veces tacto.
Sé flexible
No puedes pretender que los abuelos sigan al pie de la letra tus instrucciones. “Ponle el jersey, no se lo pongas, dale manzana, no le des pera, cógelo en brazos, no lo cojas, que duerma la siesta, que no duerma tanto…”. Recuerda que los abuelos han criado al menos a un hijo vivo.
Decide qué cosas son realmente importantes y explícaselas con claridad; para el resto, confía en su criterio.
Admite las discrepancias
No siempre estarás de acuerdo con los abuelos sobre la forma de educar a tus hijos, como no estarás de acuerdo con tu pareja. Es una suerte para los niños que los adultos que les rodean puedan expresar diferentes opiniones y que no exista un poder absoluto.
Por supuesto, no se debería caer en descalificación o el insulto. Ni «esta madre tuya, seguro que no te da más que congelados», ni «no le hagas caso al abuelo, que no dice más que tonterías».
¿Discutir ante los niños?
No descalificar al otro no significa que no opinemos delante de los hijos, que haya que aceptar lo que nos parece injusto sólo para no mermar la autoridad de otro adulto. No hay que tener miedo a decir delante de los niños cosas como «va, no te enfades, seguro que ha sido sin querer» o «es que es muy pequeña para recoger sola, yo la ayudaré».
Por supuesto, también los abuelos (o tu pareja) podrán discutir tus decisiones.
Escucha sus necesidades
Para evitarles una carga excesiva, mantén un diálogo abierto con ellos y ofréceles hacer otras actividades que no se limiten a tareas y obligaciones. Por lo general, a los abuelos les encanta ocuparse de los nietos, pero algunos se sienten «usados». Ellos también disfrutan yendo a la playa, al cine u organizando los cumpleaños de sus nietos.
Enseña geografía familiar
Enséñales a tus hijos dónde vivieron vuestros abuelos y demás ancestros. Si podéis, emplead algunas vacaciones en visitar esas tierras. De esa manera, los niños tendrán una mayor oportunidad de vincularse a la realidad de sus mayores, situándose físicamente en el lugar donde tuvieron lugar los hechos que los abuelos narran.
Mantén vivo el vínculo
Si tus hijos ven que tus padres y tú mantenéis una afición en común o compartís alguna actividad, aunque sean meras conversaciones, aprenderán que ellos pueden hacer lo mismo con sus abuelos y contigo.
Aprenderán que la familia no es sólo una fuente de satisfacción de necesidades, sino también un entramado de relaciones afectuosas que no tiene límites en su desarrollo.
Ante la ruptura familiar…
No todo son caminos de rosas. Hay familias rotas, peleadas, padres que no quieren hablar con los abuelos. Es probable que ahora que tienes tus propios hijos seas capaz de comprender mejor algunas de las cosas que hicieron tus padres.
Tal vez sea el momento de iniciar una reconciliación. O tal vez no. Quizá no puedas perdonar a tus padres. Tal vez no quieras dejar a tus hijos con sus abuelos, para que no se repitan cosas que te dolieron. Cuando tengan edad suficiente, podrás explicarlo a tus hijos.
Toda persona experimenta señales físicas en el momento cuando se enoja, algunas de estas pueden ser: sudor en las manos, la respiración se agita, la cara se enrojece, los músculos se ponen tensos, se nubla la vista, se aceleran las pulsaciones del corazón, se siente un vacío en el estómago o se seca la boca.
En condiciones como estas, cae bien la aplicación de La técnica del semáforo, la cual precisamente consiste en reconocer estas señales y mediante este conocimiento comenzar la dinámica de controlar las emociones. La situación es que cuando se presenta una de estas señales es semejante al semáforo en rojo.
Descripción de La técnica del semáforo
Luz roja. Esto significa que, de la manera como se para una persona en un semáforo, la persona se debe estacionar y comenzar a detectar las señales que se mencionaron en el párrafo anterior, este es el primer paso que se debe dar en aras de determinar el estado de ánimo en el que el niño se encuentra.
Luz naranja. En este momento se puede entrar en la concientización de manejar los sentimientos, habiendo logrado el control de la emoción que se esté presentando, ya se está frente al descubrimiento del estado de enfurecimiento que se tenga, es decir, se puede determinar la causa de lo que esté sucediendo.
Luz verde. Este estado de La técnica del semáforo indica que el alumno debe pensar en primer lugar cuál es la mejor forma de expresar la emociones que está experimentando en el momento y a la vez, se necesita saber cuál es la mejor forma de salir de la emoción para retornar a un estado de comportamiento normal.
Luz intermitente. Cuando el semáforo tiene una luz intermitente, significa que los vehículos se deben detener para que los peatones puedan pasar, esto en los niños es cuando deben hacer un alto para mirar minuciosamente su conducta.
Más allá de la situación emocional. Esta técnica no se centra únicamente en la situación emocional de las personas, lo mejor de todo es que se extiende a lograr mejoras en cuanto al comportamiento que en determinado momento se puede tener como respuesta a las circusntancias buenas o malas que rodean al alumno.
Todo es de manejo. El problema mayor es cuando se deja que la conducta avance y no se detiene para que la persona cambie en su forma de comportarse. Es por eso que La técnica del semáforo se aplica en múltiples casos y se pueden ver los resultados positivos que los alumnos pueden experimentar.
Lo normal de los niños. El comportamiento de los niños en cada una de las circunstancias que les rodean es semejante, es decir, se enojan cuando no están de acuerdo con ciertas situaciones de los demás niños y casi en todos los casos actúan de la misma manera, para lo cual sirve bien la técnica antes dicha.
Gestionar las emociones negativas. La técnica del semáforo tiene que ver con la capacidad de controlar las emociones de las que los niños son víctimas.
Muchas de las enfermedades que nos aquejan tienen al miedo como uno de los factores detonantes. Sentirlo nos coarta e impide que nuestro cuerpo y nuestra mente sean libres. Eso es al menos lo que postula la terapia de flores de bach, la que trabaja enseñándonos cómo asumir nuestra propia vida.
Carla González C.
Miedo a enfermarnos o a padecer de alguna patología, enredarnos en él a tal punto de no poder desarrollarnos, actuar todos los días bajo el miedo, dejar de hacer lo que nos apasiona o no cumplir con nuestros propósitos y un largo etcétera de acciones son las que frecuentemente se pueden apreciar en varias personas quienes al parecer tienen razones de sobra para sentir esta emoción que tanto daño puede causarnos.
Según el diccionario de la Real Academia Española, miedo se define como la “perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario” y desde allí es que quizás esta emoción se convierte en uno de los factores que más prepondera en las enfermedades, sobre todo las de tipo emocional, donde pareciera ser que detuviera el ánimo de ser libre en una persona, coartándolo e impidiéndole actuar a conciencia.
Desde la Terapia Floral de Bach (TF), el miedo ocupa un espacio importante, tanto, que existen esencias florales destinadas especialmente a tratarlo, permitiéndole a la persona fortalecerse y enfrentarlo desde adentro hacia afuera.
Para la psicóloga clínica y terapeuta floral Virginia Vergara (www.hipersei.cl), “el miedo está presente en todas las personalidades o arquetipos y sólo su manifestación o forma de enfrentarlo varía de una persona a otra”.
En cuanto a la enfermedad, afirma que ésta según la TF creada por el doctor Edward Bach, “es uno de los instrumentos con que cuenta el hombre para hacer posible el crecimiento de su nivel de conciencia” y por lo tanto, no sería algo negativo sino al contrario, “la señal que nos indica la necesidad de aprender una lección que de otro modo habría pasado desapercibida”.
La psicóloga Virginia Vergara cita al doctor Bach quien dice que “la enfermedad, en apariencia tan cruel, es en sí beneficiosa y existe para nuestro bien y si se la interpreta correctamente nos guiará para corregir nuestros defectos fundamentales”.
Para la trabajadora social, terapeuta floral y presidenta de la Asociación Gremial de Terapeutas Florales, Julia Pérez Videla (juliaperezvidela.blogspot.com), el miedo ocupa un lugar importante en el sistema curativo del doctor Bach, pues según cuenta, “una de las cosas que dice es que erradiquemos el miedo porque éste muchas veces nos aleja de lo que queremos hacer, por miedo a que no nos quieran, a que le pase algo a nuestros seres queridos, etcétera”.
Los 5 miedos de Bach
Ambas terapeutas cuentan que dentro de la terapia floral, existen 7 grupos que contienen la representación de arquetipos que son “un modo particular que tiene el hombre de enfrentar la vida”.
Es así como Virginia Vergara dice que en el grupo 1 se pueden encontrar las “flores para todas las gamas del miedo”, las que según dice, pueden ser aplicadas en cada una de las personas, incluso en aquellas que aseguran no temerle a nada. En ellas, afirma “el miedo se esconde en el inconsciente y por lo tanto conocerlo y procesarlo las hace más fuertes”.
Julia Pérez Videla en tanto menciona que este grupo está compuesto por 5 tipos de miedos: Mimulus (miedo a las cosas conocidas, a lo concreto y definible como por ejemplo a las enfermedades, el dolor, el castigo o a sufrir humillaciones), Rock Rose (pánico y terror. Muy común en las crisis de pánico), Aspen (miedo a aquello que no tiene forma, sensación de que algo puede pasar), Cherry Plum (miedo a perder el control, a volverse loco) y Red Chesnut (miedo a que le pase algo a nuestros seres queridos).
Para Julia Pérez Videla la medicina usa la “sustoterapia” para que las personas desarrollen ciertas conductas por el miedo a las consecuencias que podrían suceder si no siguen las indicaciones frente a la enfermedad. “En vez de mejorar la información que le permita a la persona tomar mejores decisiones con respecto a su salud”, comenta.
Además de las flores anteriormente nombradas, Virginia Vergara cuenta que existen otras que también “tienen algún tipo de miedo implicado” en ellas. Entre éstas menciona al Crab Apple (que se hizo cargo del miedo a las enfermedades infecciosas), la alianza entre Chicory, Heather y Centaury para tratar el miedo a la soledad y el abandono; el Scleranthus (miedo a equivocarse), Agrimony (conflictos internos), Cen (miedo a perder el cariño del resto) y Larch (miedo a fallar y cometer errores).
“El miedo surge del pensamiento”
Según cuenta la presidenta de la Asociación Gremial de Terapeutas Florales, el miedo surge desde nuestros propios pensamientos y desde la interpretación que nosotros mismos hacemos de la realidad.
Al respecto, afirma que “no es una experiencia manejable, excepto cuando uno lo siente pudiendo allí racionalizarlo, pero la emoción del miedo no se puede ni abstraer ni pretender no sentirlo”.
Para la terapeuta, por miedo desarrollamos conductas evitativas que nos impiden entre otras cosas, el desarrollo de la compasión (muy acorde a la personalidad Mimulus). En ese sentido dice que si una mujer teme a los perros, “no podría ser capaz de defender a su hijo porque el miedo va a ser mayor y su egoísmo primará. Sin embargo, sólo por el amor a él supera su egoísmo y así al miedo. Al respecto Bach dice que el egoísmo hace “que pongamos nuestros intereses por delante del bien de la humanidad y del cuidado y protección de aquellos que están más cerca de nosotros”.
Virginia Vergara por su parte asegura que en el caso del miedo, “para disiparlo hay que conocer el argumento y el mandato que hay en mi vida y que produce la enfermedad. Cuando sufrimos un fuerte estrés por miedo, las hormonas liberadas por las glándulas suprarrenales reprimen el sistema inmunitario y nos hacen más vulnerables a las enfermedades. Con las esencias florales, podemos trabajar profundizando en los mensajes que transmitimos al cuerpo”.
“Los traumas producen una huella que provoca una distorsión de los neurotransmisores (funcionamiento patológico) casi imposible de modificar. Dejan una toxicidad emocional que hace torcida la realidad y las experiencias de la vida permiten entender la permanencia de ciertos hábitos patológicos difíciles de modificar debido a su fuerza”, menciona la psicóloga Virginia Vergara.
Uno atrae a lo que teme
Julia Pérez Videla afirma que si bien el miedo no es precisamente la causa principal de las enfermedades, sí puede ser considerado como un elemento importante en ellas (quizás el más potente, asevera). Para la terapeuta no hay patologías claves, pero asegura que “tú atraes aquello que temes”. Entonces, agrega, “estar consciente de ello ayuda a deshacer” ese temor que se plantea como la base de futuros padecimientos.
De esta manera, dice que “las flores no sirven para mejorar a nadie desde el punto de vista físico, pero sí ayudan a enfrentar ese momento con calma y tranquilidad”, aportando equilibrio a la persona y potenciando aquellas cualidades antes perdidas por innumerables razones.
Virginia Vergara por su parte menciona algunas enfermedades de tipo psicológico que están directamente relacionadas con el miedo y donde por cierto, éste predomina. Así, dice que las crisis de pánico, las fobias, el estrés post traumático, las obsesiones y los trastornos de ánimo son algunas de ellas.
En este contexto dice que “al bajar nuestro sistema inmunológico por el miedo, podemos decir que éste está presente en todas las enfermedades y su característica dependerá de su tipo y su asociación con otras emociones. En el cáncer un factor importante es el miedo, donde incluso la misma palabra lo causa”, asegura.
Para Julia Pérez Videla, la sociedad chilena vive en un miedo constante a distintas cosas. Miedo al qué dirán, al ridículo y a enfrentar un conflicto, son algunos de ellos.
Para trabajarlo con la ayuda de la terapia de flores de Bach, Virginia Vergara cuenta que no se puede basar este sistema en “fórmulas o recetas uniformes”, esto porque “las esencias florales actúan elevando nuestras vibraciones y abriendo nuestros canales para la recepción de la conciencia y para inundar nuestra naturaleza con la virtud particular que necesitamos”.
Según afirma la psicóloga, se debe tener en cuenta que se está “trabajando con patrones energéticos dirigidos a desarrollar la virtud opuesta al defecto y sólo así podremos ser los auténticos directores de nuestra vida y nuestro devenir en todas sus manifestaciones”.
Por su parte, Julia Pérez Videla cuenta que el miedo sí es causante de sufrimiento y debe ser tratado, observado y expulsado. “En ese sentido, la TF da luz a esos miedos porque finalmente estos tienen poder sobre nosotros cuando no nos atrevemos a mirarlos y cuando se tiene el valor de verlos a la luz, uno se da cuenta de que aquello a que temíamos no era tan grande como lo pensábamos. Las esencias florales nos aportan esa luz que nos ayuda a superarlos aumentando el valor que necesitamos para enfrentarlos”, concluye.
Cada hija lleva consigo a su madre. Es un vínculo eterno del que nunca nos podremos desligar. Porque, si algo debe quedarnos claro, es que siempre contendremos algo de nuestras madres. Para tener salud y ser felices, cada una de nosotras tenemos que conocer de qué manera nuestra madre influyó en nuestra historia y cómo sigue haciéndolo.
Ella es la que antes de nacer nos ofrece nuestra primera experiencia de cariño y de sustento. Y es a través de ella que comprendemos qué es ser mujer y cómo podemos cuidar o descuidar nuestro cuerpo. El vínculo con las madres es algo sumamente especial.
“Nuestras células se dividieron y desarrollaron al ritmo de los latidos de su corazón; nuestra piel, nuestro pelo, corazón, pulmones y huesos fueron alimentados por su sangre, sangre que estaba llena de las sustancias neuroquímicas formadas como respuesta a sus pensamientos, creencias y emociones. Si sentía miedo, ansiedad, nerviosismo, o se sentía muy desgraciada por el embarazo, nuestro cuerpo se enteró de eso; si se sentía segura, feliz y satisfecha, también lo notamos” -Christiane Northrup-
El legado que heredamos de nuestras madres
Cualquier mujer, sea o no sea madre, lleva consigo las consecuencias de la relación que ha tenido con su progenitora. Si esta ha transmitido mensajes positivos acerca del cuerpo femenino y de la manera en la que hay que trabajarlo y cuidarlo, sus enseñanzas siempre formarán parte de una guía para su salud física y emocional.
Sin embargo, la influencia de las madres también puede resultar problemática cuando el papel que ejercen resulta tóxico debido a una actitud descuidada, celosa, chantajista o controladora.
“La mejor herencia de una madre a una hija es haberse sanado como mujer” -Christiane Northrup-
Cuando conseguimos comprender los efectos que la crianza ha tenido en nosotras, comenzamos a estar dispuestas a comprendernos, a sanarnos, a ser capaces de asimilar lo que creemos de nuestro cuerpo o a explorar lo que consideramos posible conseguir en la vida.
La atención materna, un nutriente esencial para toda la vida
Cuando una cámara de televisión enfoca a alguien del público en un evento deportivo o cualquier otro acontecimiento… ¿Qué grita la gente generalmente? “¡¡Hola mamá!!”. Casi todos nosotros tenemos la necesidad de ser vistos por nuestras madres, buscamos su aprobación.
En origen, esta dependencia obedece a cuestiones biológicas, pues las necesitamos para subsistir durante muchos años; sin embargo, la necesidad de afecto y de aprobación se forja desde el minuto uno, desde que la miramos para ver si algo estamos haciendo bien o si somos merecedores de una caricia.
Tal y como señala Northrup, el vínculo madre-hija está estratégicamente diseñado para ser una de las relaciones más positivas, comprensivas e íntimas que tendremos en la vida. Sin embargo, esto no siempre sucede así…
Con el paso de los años esta necesidad de aprobación puede volverse patológica, generando unas obligaciones emocionales que propiciarán que nuestra madre tenga el poder de nuestro bienestar durante toda o casi toda nuestra vida.
El hecho de que nuestra madre nos reconozca y nos acepte es una sed que tenemos que saciar, a pesar de que para ello tengamos que sufrir. Esto supone una pérdida de independencia y de libertad que nos apaga y nos transforma
¿Cómo comenzar a crecer como mujer y como hija?
La decisión de crecer implica limpiar las heridas emocionales o cualquier cuestión que haya quedado inconclusa en la primera mitad de nuestra vida. Esta transición no es una tarea fácil, pues primero tenemos que detectar cuáles son las partes de la relación materno-filial que requieren de resolución y curación.
De ello depende nuestro sentimiento de valía presente y futuro. Esto sucede porque siempre hay una parte de nosotras que piensa que debemos darnos en exceso a nuestra familia o a nuestra pareja para ser merecedoras de amor.
La maternidad e incluso el amor de mujer siguen siendo sinónimos culturales de sacrificio en la mente colectiva. Esto supone que nuestras necesidades queden siempre relegadas al cumplimiento o no de las de los demás. Como consecuencia, no nos dedicamos a cultivar nuestra mente de mujer, sino a moldearla al gusto de la sociedad en la que vivimos.
Las expectativas del mundo sobre nosotras pueden llegar a ser muy crueles. De hecho, yo hablaría de que constituyen un verdadero veneno que nos obliga a olvidar nuestra individualidad.
Esta son las razones que hacen tan necesaria la ruptura con la cadena del dolor y la sanación íntegra de nuestros vínculos o los recuerdos que tenemos de ellos. Debemos percatarnos de que estos hace tiempo que se convirtieron en espirituales.
Por lo tanto, nos toca hacer las paces con las rarezas con las que nos tocó vivir. Sean o no sean tan malas. No podemos escapar de ese vínculo, pues sea o no sea sano, manejará siempre nuestro futuro a su antojo.
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