por Carolina Herrera | Jul 6, 2018 | Uncategorized
Todos somos conscientes de que el clima influye en nuestro estado de ánimo. De hecho, a la mayoría nos afecta en cierto modo la llegada del calor o los días lluviosos, los días soleados o los días grises, por ejemplo. Pero, ¿cómo funciona realmente este impacto? ¿Es algo meramente psicológico o tiene el tiempo un efecto real sobre nuestro organismo?
A continuación vamos a ver cuál es la influencia del clima en nuestro estado de ánimo y algunos datos curiosos que pueden resultar muy útiles.
El invierno nos desanima
Con el invierno, además del frío, llega el llamado trastorno afectivo estacional. En inglés muchos bromean con ello, puesto que lo conocen por sus siglas, SAD (Seasonal Affective Disorder), ya que “sad” significa triste. Pero, sin embargo, para muchas personas el frío no tiene ninguna gracia.
Se cree que los que sufren este trastorno pueden sentirse particularmente afectados por la falta de luz durante los meses de invierno más oscuros. De hecho, los estudios han encontrado que cuando estas personas se exponen a la luz del sol, sobre todo durante las horas de la mañana, tienden a sentirse mejor.
Aunque el trastorno afectivo estacional es relativamente poco común, incluso los que no lo padecen pueden experimentar bajadas de ánimo durante los meses de invierno o en climas más fríos.
¿Afecta el clima al estado de ánimo?
Sin embargo, también podríamos estar sobrestimando lo mucho que el tiempo frío afecta a nuestro estado de ánimo. Algunas investigaciones han encontrado que la incidencia de esta especie de “depresión de invierno” es muy exagerada, y que la mayoría de las personas no se ven afectados por los cambios de humor de temporada, es decir, que el frío no afecta tanto al ánimo (tanto como para sufrir depresión) como parece.
El clima extremo puede influir en nuestra empatía
Las dificultades relacionadas con el mal tiempo pueden cultivar la empatía en la gente. De hecho, en su máximo extremo, en ninguna ocasión más que cuando ocurren grandes catástrofes se puede observar hasta qué punto el espíritu solidario y comunitario está arraigado en la gente.
En lo que se refiere a eventos cotidianos, las situaciones climatológicas extremas puede influir en detalles tan sencillos como dejar más propina.
Aunque parezca que los desastres sacan lo peor de la gente y que desencadenan un egoísmo desenfrenado y la competencia brutal por la supervivencia, la realidad es muy distinta, ya que las personas que hacen frente a las crisis son en realidad muy altruistas y se ayudan unas a otras.
El mal tiempo convierte un día malo en un día horrible
Si tienes un buen día, es probable que el mal tiempo no te afecte demasiado. Pero si te sientes mal ya desde que te levantas, un día triste y frío podría fácilmente hacer que tu estado de ánimo vaya de mal en peor.
¿Afecta el clima al estado de ánimo?
En un estudio de 2008 publicado en la revista Emotion, los investigadores evaluaron las personalidades y los estados de ánimo de más de 1.200 hombres y mujeres adultos a través de cuestionarios diarios.
Al analizar los resultados, se encontraron con que los factores relacionados con el clima, como la temperatura, la luz del sol, el viento y las precipitaciones no tuvieron un impacto notable en el estado de ánimo positivo, pero la temperatura, el viento y la luz del sol sí tuvieron un efecto sobre el estado de ánimo negativo.
El aumento de la temperatura tuvo un efecto positivo en la mayoría de personas con ánimo negativo, mientras que el aumento del viento y la disminución de la luz solar tuvo un efecto negativo en la mayoría de las personas con estado de ánimo negativo, aunque estos efectos variaron de un individuo a otro.
También se encontró que la luz solar puede afectar al modo en el que los participantes dijeron que estaban cansados. Los resultados fueron poco concluyentes, pero sí apuntan a la necesidad de más investigación futura en la relación del estado de ánimo de clima.
El crimen violento aumenta con el calor
Una investigación sugiere que el clima puede jugar un papel importante en la incidencia de crímenes violentos, junto con otros factores. Los investigadores de la Universidad de California en Berkeley analizaron 60 estudios previos en los Estados Unidos sobre las tasas de crímenes violentos y encontraron un vínculo entre la violencia y el calor, así como con las lluvias extremas.
Encontraron que en estas circunstancias los conflictos intergrupales (guerras, conflictos armados) subieron un 14% mientras que los casos de violencia interpersonal (violaciones, violencia doméstica, homicidios) aumentaron un 4%.
Teniendo en cuenta que se espera que la temperatura global aumente en las próximas décadas, el panorama es desolador.
El suicidio podría estar ligado a factores estacionales
Algunas investigaciones han sugerido que los suicidios son más frecuentes a finales de la primavera y principios del verano, un fenómeno que se observó por primera vez en el siglo XIX. Aunque algunos estudios han contradicho este hallazgo, otra investigación apoya la existencia de un pico estacional de suicidio.
Los estudios han sugerido que el sol y las temperaturas más altas podrían estar relacionados con pensamientos suicidas y las tasas de suicidio más altas, incluso a pesar de la asociación general de los meses más fríos con la tristeza y el aislamiento.
La gente es más feliz en climas templados
Algunas investigaciones han identificado un vínculo entre el clima y los niveles de felicidad. Así, las temperaturas medias más cálidas en el invierno y las temperaturas medias más bajas en el verano parecen estar correlacionadas con el aumento de la felicidad.
Además, los inviernos suaves y los veranos más fríos hacen que sea fácil de conseguir disfrutar del aire libre durante todo el año, no solo porque facilitan la actividad física, sino porque pasar tiempo al sol se ha asociado amenores niveles de estrés y el aumento de bienestar.
Fuente: lamenteesmaravillosa.com
por Carolina Herrera | Jun 27, 2018 | Uncategorized
El diálogo interno negativo afecta a las emociones y a la conducta del individuo, y tiene consecuencias perjudiciales para su bienestar, sus relaciones familiares, sociales o laborales, y su forma de afrontar las circunstancias o los problemas. Para frenar estos pensamientos negativos erróneos, y sustituirlos por un autodiálogo positivo y constructivo, sigue los siguientes pasos:
- Aprende a detectar la relación entre lo que piensas, cómo te sientes y cómo te comportas. Cuando estés experimentando una emoción intensa anota en una hoja qué es lo que la ha desencadenado (como si fuera la captura de una cámara de fotos), qué has pensado, te has dicho a ti mismo, y has interpretado, cómo te has sentido, y cómo has actuado.
- Chequea tus pensamientos y pregúntate si son o no razonables. Un pensamiento razonable es contrastable por la experiencia, no exagera, se expresa en forma de deseo o preferencia, produce una emoción moderada, y nos ayuda a construir o a resolver un problema. Por el contrario, un pensamiento no razonable se basa en suposiciones no demostrables, se expresa de forma dramática (por ejemplo no puedo aguantar, es horrible, qué asco, etcétera), se formula como una exigencia, produce emociones intensas, y nos bloquea la resolución de problemas.
- Indaga sobre los sesgos cognitivos que te han llevado a pensar, sentir u obrar de determinada forma. Observa si en tu autodiálogo existen sesgos como los que hemos nombrado anteriormente que te hagan interpretar la realidad de forma dramática y personalizada.
- Intenta generar un pensamiento alternativo; si los pasos anteriores te han hecho ver que tu forma de pensar no es del todo adecuada, intenta anotar un pensamiento alternativo al inicial, comparando la emoción que te hace sentir este nuevo pensamiento con la que te producía el pensamiento negativo. Para facilitar esta tarea, al principio puedes preguntarte qué le dirías a un amigo que se encontrara en una situación similar, qué datos tienes para pensar de forma contraria, o cómo pensaría una persona a la que tú admiras por su capacidad de gestión emocional en esta mismas circunstancias. No se trata de que te engañes, sino de pensar en forma de posibilidades que se ajusten más a la realidad.
- Solicita ayuda a un psicoterapeuta cognitivo-conductual. Es posible que a pesar de adoptar las estrategias anteriores tú continúes con un autodiálogo interno que te taladra la cabeza. A veces, pueden existir causas subyacentes al mismo, que un terapeuta cognitivo-conductual te puede ayudar a desvelar y comprender. Con este tipo de terapia tu psicoterapeuta te enseñará técnicas para la gestión del autodiálogo interno negativo, que mejorarán tu estado emocional y te ayudarán a que afrontes situaciones problemáticas. Entre ellas destacan la terapia cognitiva de Beck, la terapia racional emotiva de Ellis, el entrenamiento en autoinstrucciones y atribuciones positivas, o la terapia de resolución de problemas y toma de decisiones para problemas psicosociales, entre otras.
Fuente: webconsultas.com
por Carolina Herrera | Jun 13, 2018 | Uncategorized
El objetivo de cualquier terapia siempre es el cambio. Y es fácil preguntarse si, al conseguir esa transformación, no estarás perdiendo también tu personalidad.
Puede parecer una pregunta absurda, rebuscada incluso, pero me la he hecho a mí misma demasiadas veces como para poder contarlas.
Y me consta que no soy la única. Somos muchas las personas con problemas de salud mental y emocional que nos preguntamos si, perdiendo aquello que nos ha definido durante más o menos tiempo, perderemos nuestra personalidad. Nuestra unicidad.
Me explico: no es que yo crea, ni haya creído, que no soy más que mi inestabilidad, mi caos, mis prontos, mis miedos y mi desolación. No es que yo me alegre (cómo iba a hacerlo) de ser una persona que se ha dejado arrastrar por conductas adictivas y auto-destructivas, que ha puesto en riesgo su propia vida; no, no es eso lo que me da miedo perder.
Pero, a veces, me he preguntado y tengo que reconocer, hasta me lo sigo preguntando; si, acaso, perdiendo todo eso, perdería mi sensibilidad, mi empatía, mi emotividad.
Estas creencias en apariencia irracionales no surgen de la nada, sin embargo. Durante años, hemos visto invalidadas nuestras vivencias, nuestras formas de experimentar el mundo y sus conflictos, de mayor o menor “gravedad”; siempre se nos ha dicho que somos demasiado sensibles, que exageramos, que dramatizamos.
A veces, parece que la única forma correcta de “recuperarse” o, al menos, de empezar a vivir mejor sea renunciar a nuestras formas de experimentar el mundo
Pero no se trata de eso. No se trata de perder nuestras personalidades y, menos aún, fortalezas tan vitales, tan cruciales para vivir e incluso para construir una sociedad mejor como lo son la sensibilidad y la capacidad de ponerse en la piel de la otra persona, la compasión también (y, cuando hablo de la compasión, no me refiero a la lástima ni a la pena).
Se trata, más que de renunciar a nuestras formas de experimentar el mundo, de cambiar nuestras formas de reaccionar a este mismo mundo.
Es decir que, si yo soy una persona especialmente sensible, más allá de los motivos o experiencias que haya detrás de esta sensibilidad en mí; no se trata de que deje de llorar cuando siento ganas de llorar, o de emocionarme con facilidad tanto por todo aquello que me construye como por todo aquello que me destruye por dentro.
Se trata de que estas emociones tan auténticas, tan primarias, no vayan ligadas a conductas impulsivas y dañinas para mí y para las personas que me rodean.
Y es que algo que he aprendido en terapia es, precisamente, que renunciar a la inestabilidad emocional tan dañina y nociva que lleva chupándome las ganas de vivir ya años no implica convertirme en una “ameba emocional” (así lo dice mi psicóloga). No, lo que implica dejar atrás la inestabilidad que me perjudica, que nos perjudica; es encontrar un cierto equilibrio.
Equilibrar nuestras emociones pero, sobre todo, nuestras reacciones
Así que yo me niego, me niego rotundamente a renunciar a aquello que me hace ser quien soy; pero, especialmente, a renunciar así a todo aquello que me permite entender, comprender, confortar, consolar y emocionarme, en definitiva.
Pero me niego también, por supuesto, a vivir toda mi vida entre atracones y ayunos; entre el todo o la nada, entre la intensidad mortífera y la apatía paralizante. Quiero sentirme mejor, quiero encontrar un equilibrio.
Quiero conocer, en definitiva, la estabilidad; y trabajo, en terapia y con mis amigas, por mi cuenta también por definir lo que esta estabilidad significa para mí. En mis propios términos. Y después, por experimentarla, por acostumbrarme a ella.
Porque no se trata de perdernos a nosotras mismas en favor de una vida menos peligrosa
Tus únicas opciones, mis únicas opciones, nuestras únicas opciones, en definitiva; no son el peligro o la indiferencia. Se trata de aprender a sobrellevar nuestra emocionalidad, nuestra emotividad, de forma que aprendamos al mismo tiempo a validar nuestras reacciones emocionales “disparadas” según esta sociedad y a no dejar que esas mismas emociones sean el único faro que nos guía.
Se trata, como escribía antes, de dejarnos a nosotras mismas conocer el equilibrio; nunca de desconocer la emotividad.
Porque el equilibrio y la emotividad no son, nunca, elementos opuestos. Nuestras emociones nunca han sido nuestras enemigas; nuestras únicas enemigas, en todo caso, han sido y son las personas que no nos permiten sentir en nuestros propios términos y nuestras propias reacciones desesperadas ante una sociedad, un entorno que no nos proporcionaba herramientas para aprender a sobrellevar esas emociones.
Para aprender a ser, al mismo tiempo, emocionales y estables.
Fuente: mentesana.es
por Carolina Herrera | May 30, 2018 | Uncategorized
Al igual que la mayor parte de nuestras conductas, nuestros pensamientos y diálogo interno negativo (y también el positivo) son aprendidos; algo que nos diferencia de otras especies, que se basan más en los instintos. Sin dejar de lado las predisposiciones genéticas con las que nacemos, lo cierto es que lo que determina nuestra forma de pensar, sentir y comportarnos son las experiencias vividas, nuestros aprendizajes. Por ello, si hemos aprendido a hablarnos de un determinado modo, como veremos más adelante, también podemos desaprender a hacerlo, aprendiendo en su lugar otras formas de diálogo interno más positivo y constructivo.
Estas formas de aprendizaje se ven a su vez influenciadas por diversos factores, que condicionan el hecho de que nos hablemos mal a nosotros mismos:
- Factores motivacionales (por ejemplo, las personas ansiosas tienden a interpretar más situaciones como amenazantes).
- Familiares y educativos (por ejemplo, en muchas ocasiones, en nuestro diálogo autocrítico habla más un padre autoritario, o un maestro poco reforzador).
- Culturales (por ejemplo, nuestros pensamientos asociados con los juicios de la realidad son contextuales, es decir, la realidad es buena o mala en función de la cultura de la que provenga).
- Los amigos y compañeros (por ejemplo, existen personas que piensan y hacen autodiálogos similares a los que hacen su grupo de pares).
- Las experiencias vividas (por ejemplo, la forma en la que juzgamos un resultado de nuestra actuación puede estar influenciado por lo que ya nos ocurrió, u observamos que le ocurrió a otro en el pasado).
- Las expectativas (por ejemplo, en función de lo que esperábamos conseguir podemos tener un autodiálogo más o menos motivador, que sin duda influirá en nuestro comportamiento).
Sesgos cognitivos que ‘alimentan’ el diálogo interno negativo
La mayoría de nuestro diálogo interno negativo es resultado de una mala interpretación de la realidad que, a su vez, puede ser consecuencia de sesgos o distorsiones cognitivas. Los sesgos cognitivos hacen que interpretemos la realidad parcialmente, ignorando elementos importantes de la misma, y alterando funciones cognitivas básicas como la atención (por ejemplo, hacemos visión túnel de lo que nos interesa), la interpretación (por ejemplo, cogemos solo una parte de la realidad, dejando de lado otros datos importantes y llegando a conclusiones erróneas), y la memoria (por ejemplo, almacenamos erróneamente nuestras experiencias vividas, como resultado de una mala interpretación de las mismas).
Entre los sesgos cognitivos más comunes encontramos la magnificación (por ejemplo, dar demasiada importancia a un hecho negativo o a un error), la minimización (por ejemplo, restar importancia a un hecho positivo o capacidad personal, pensando que las cosas buenas no cuentan); el catastrofismo (por ejemplo, anticiparse a todo aquello que puede salir mal); la sobregeneralización (por ejemplo, pensar en términos generales como siempre, todo, nadie, etcétera, sacando conclusiones universales); y la adivinación del pensamiento (por ejemplo, creer que conoces el porqué de la conducta del otro, comportándote hacia él de acuerdo a tu autodiálogo, más que a los verdaderos motivos del mismo). Todos ellos se asocian con emociones muy intensas, que dan lugar a un comportamiento poco ajustado a la situación que los desencadena.
Fuente: webconsultas.com
por Carolina Herrera | May 23, 2018 | Uncategorized
Muchas veces se ha hablado respecto a los efectos que tienen algunas de las drogas más conocidas en la salud, ¿pero sabemos realmente cuánto tiempo permanecen en nuestro cuerpo?
Un nuevo video realizado por el periódico español El País, usando información aportada por la Oficina pública de información de drogas y alcohol de Irlanda, nos muestra las horas -e incluso días- que estas sustancias quedan alojadas en el organismo hasta que son expulsadas de la sangre, pelo y orina.
Según señala el Centro de Asistencia Terapéutica de Barcelona, toda droga que ingresa en el cuerpo humano es metabolizada en el hígado y “transformadas en sustancias eliminables denominadas metabolitos”
Posteriormente son eliminadas por el riñón, aún cuando pueden ser liberadas por las fecas o sudor. Esta es la razón por la que se puede realizar la detección de drogas en la orina, análisis que en todo caso estará condicionada por factores como la grasa almacenada.
Por su parte, el cabello es un material importante para la detección del consumo de sustancias, ya que todas estas son absorbidas y permanecen en el pelo durante un tiempo más prolongado.
Si bien cualquier tipo de pelo sirve para el análisis (corporal, capilar, pecho, etc), la compañía especialista en diagnóstico y detección de drogas nal von minden GmbH asevera que “el cabello de una persona que nunca ha consumido drogas puede llegar a contaminarse por el humo del cannabis o el polvo de la cocaina”.
En tanto, la sangre es un material que resulta de bastante utilidad para la detección de drogas debido a que “contiene la sustancia narcótica en el momento en el que la sustancia se introduce en el cuerpo y se transporta a todos los tejidos incluyendo las zonas donde la sustancia tiene efecto y a los diferentes órganos que la expulsaran del cuerpo”, precisa la revista Mundo Forense.
¿Quieres saber cuánto tardan algunas de las drogas en salir de tu sangre, pelo y orina?
Averígualo a continuación.
LSD
Sangre: 3 horas
Pelo: hasta 3 días
Orina: 3 días
Morfina
Sangre: 8 horas
Pelo: hasta 90 días
Orina: 6 días
Heroína:
Sangre: 12 horas
Pelo: hasta 90 días
Orina: 4 días
Anfetaminas
Sangre: 12 horas
Pelo: hasta 90 días
Orina: 3 días
Alcohol
Sangre: 12 horas
Pelo: hasta 90 días
Orina: 5 días
Metanfetaminas
Sangre: 37 horas
Pelo: hasta 90 días
Orina: 6 días
Cocaína
Sangre: 2 días
Pelo: hasta 90 días
Orina: 4 días
Marihuana
Sangre: 14 días
Pelo: hasta 90 días
Orina: 30 días
Fuente: biobiochile.cl
por Carolina Herrera | May 17, 2018 | Uncategorized
Sentir que no tenemos un objetivo vital claro puede ser angustiante, pero encontrar nuestro camino está en nuestras manos: solo tenemos que escucharnos.
Francesc Miralles
Tina Su dejó su trabajo de informática para «capturar las lecciones de la existencia». En Discover you now presenta quince preguntas que le ayudaron a descubrir, el motor de su vida.
- ¿Qué te hace sonreír? Piensa en actividades, personas, acontecimientos, aficiones o proyectos que te hacen sentir lleno o «realizado».
- ¿Cuáles fueron tus actividades favoritas en el pasado? ¿Qué te parecen ahora? Este ejercicio de revisión te permitirá ver si tu esencia ha cambiado a lo largo del camino.
- ¿Qué actividades te hacen perderla noción del tiempo? Las actividades que lo consiguen generan el estado de «flow» del que habla en su libro Fluir (Ed. Kairós) el conocido psicólogo Mihaly Csikszentmihalyi.
- ¿Qué te hace sentir bien contigo mismo? Dedica más tiempo a las actividades que te procuran sentimientos de armonía y paz interior.
- ¿Quién te inspira más? ¿Qué cualidades te inspiran de cada persona? Pensaremos en familiares, amigos, autores, artistas o en cualquier persona que nos motive interiormente.
- ¿Haciendo qué cosas eres especialmente bueno? Esta pregunta apela a aquellas habilidades y capacidades que destacan en ti. Cultívalas.
- ¿Para qué te pide ayuda la gente normalmente? Muy probablemente aquello que los demás reclaman de ti constituye tu punto fuerte.
- Si tuvieras que enseñar algo, ¿qué sería? Puede ser más de una cosa, pero decide cuál sería tu materia principal, la que más te motiva.
- ¿Qué te arrepientes de no haber hecho, sido o tenido aún? La respuesta a esta pregunta te señalará la misión «o misiones» que has desatendido hasta ahora pero que todavía estás a tiempo de poder cumplir.
- Imagínate con 90 años, sentado en tu mecedora en el porche, sintiendo la brisa de la primavera. Estás feliz con la vida que has tenido. Mira hacia atrás y pon en una lista lo que has logrado.
- ¿Cuáles son tus valores más profundos? Ese es otro camino para trazar una misión que esté de acuerdo con esos valores.
- ¿Qué retos, dificultades y calamidades has superado o estás en ello? ¿Cómo lo lograste? También los obstáculos y cómo los superas definen tu plan vital.
- ¿En qué causas crees? ¿Con qué conectas? Aquello a lo que te unes habla de tu propósito vital.
- Si pudieras transmitir un mensaje a un grupo numeroso de personas, ¿qué personas serían? ¿Y cuál sería el mensaje?
- Teniendo en cuenta tus talentos, pasiones y valores, ¿cómo podrías usar estos recursos para servir, ayudar y contribuir? La respuesta a esta última pregunta acabará de clarificar cuál puede ser tu misión en la vida.
Fuente: mentesana.es
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