CAPACITISMO (Ableism)

CAPACITISMO (Ableism)

El año pasado, y más o menos por estas mismas fechas, escribía un post a propósito de la película “Sufragistas”. En él comparaba la lucha de las mujeres por el voto (y los derechos civiles que implicaba) con la que hoy en día nos lleva a muchas madres a empuñar otras pancartas donde también reivindicamos derechos, esta vez para nuestros hijos con diversidad funcional.

Hoy es otra película y otra lucha las que me llevan a una nueva reflexión: “Figuras ocultas”. La película no es extraordinaria, desde el punto de vista puramente cinematográfico, pero invita a reflexionar, y sobre todo sentir, mucho: si cambiamos color por funcionalidad, los hechos que narra nos transmiten la indignación que espero algún día sienta la sociedad del futuro, sobre quienes estamos en el aquí y el ahora.

Durante la proyección de la historia de esas tres extraordinarias matemáticas negras, muchos clínex rodaban de mano en mano y el 100% de los espectadores nos revolvíamos en nuestra butaca ante las situaciones de discriminación, segregación y negación de derechos civiles (y hasta humanos) que se vivían en la pantalla. Lo cierto es, sin embargo, que nuestra sociedad (la mayoría de quienes la conformamos, porque “la sociedad” no es un ente abstracto) reproduce exactamente lo mismo, sólo que aplicado a otro colectivo: el formado por personas con una funcionalidad distinta a la de la mayoría estadística de la población.

No somos capaces de verlo (y mucho menos de sentirlo), como tampoco lo veían (ni lo sentían) los blancos de aquella época: eran actitudes aprendidas y heredadas que no se cuestionaban y se reproducían sin más. Sólo algunos hemos llegado a verlo, y también sentirlo, cuando hemos pasado a formar parte de esa minoría discriminada y despojada de sus derechos.

Aunque no siempre y ni siquiera bajo esas circunstancias, se produce un cambio de percepción. Muchas veces, ni ese trasvase es capaz de hacer consciente a sus protagonistas de la situación de discriminación y negación de derechos que viven ellos o sus hijos. Del mismo modo que tampoco la mayoría del colectivo formado por personas negras se rebelaba porque era “lo natural”. Y la minoría de quienes dentro de esa comunidad sí se alzaron, fueron tratados como radicales, cuando no terroristas, incluso por miembros de su propia comunidad negra, de aquella por quien luchaban y que se benefició del proceso de insurrección y resistencia. Exactamente lo mismo que ocurre a día de hoy entre el colectivo de la diversidad funcional.

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Hay una escena en “Figuras ocultas” donde una mujer blanca le dice a una de aquellas compañeras negras de la NASA: Aunque no lo creas, no tengo nada contra vosotras. Y la matemática negra le responde: Lo sé. Ya sé que no lo crees.

Eso es exactamente lo que hace nuestra sociedad respecto al colectivo con diversidad funcional aquí y ahora: no creemos estar haciendo nada malo, cuando la realidad es que les discriminamos, les segregamos y les negamos sus derechos civiles (y hasta humanos). Exactamente lo mismo que los blancos en los Estados Unidos de aquella época con los individuos (que no ciudadanos y casi que ni personas) negros.

Y de la misma forma que aquellas tres mujeres estaban ocultas, también los normofuncionales tratamos de ocultar al colectivo diversofuncional en nuestra comunidad. Antes, por vergüenza. Ahora, y por aquello de sentirnos más “civilizados”, hemos cambiado los argumentos y decimos que “es por su bien” o porque “están mejor atendidos”. Esas son la frases que escuchan a diario familias de este país cuando sus hijos son trasvasados de la escuela ordinaria a los centros de educación especial para segregarlos (llamemos a las cosas por su nombre). Cuando no son ya directamente rechazados por esa escuela ordinaria (la de TODOS) en primera instancia. Este proceso se ha visto agravado en los últimos años con la excusa de la crisis y los recortes, cuando lo cierto es que lo primero que necesitamos para tener una escuela inclusiva es que el material humano que conforma esa comunidad educativa tenga la voluntad de incluir y, sobre todo, de creer en la inclusión.

Cuando unos padres escuchan de boca de un “profesional” de la educación que el principal problema de su hija con diversidad radica en ellos, su familia, porque no se dan cuenta de que esa niña “no es normal”, creo que ya está todo dicho. Y esta conversación (y bastante peores) no me la estoy inventado yo, tienen lugar casi a diario en los despachos de nuestros colegios “inclusivos”.

Sería interesante que ese “profesional” nos aclarara el concepto de “normal” y la descripción del mismo. Quizás haga referencia a esta clasificación: nacional, familia biparental, clase media hacia arriba, cociente intelectual superior a 100, heterosexual y normofuncional. Entiendo, entonces, que todo aquel alumno que no encaje en alguno de estos parámetros, “no es normal”. Con lo cual, se da la paradoja de que en muchas, muchísimas, de nuestras escuelas públicas, lo normal acaba resultando una excepcionalidad.

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Sé que soy reincidente en mis escritos en esa idea de comparar la lucha de las personas con diversidad funcional con la de otras minorías como las mujeres, ciudadanos negros o el colectivo LGTBQ+. Lo cierto es que las luchas de las minorías sometidas, oprimidas y segregadas siempre se parecen. Tienen las mismas causas e idéntico desarrollo. Es por ello que debemos tomarlas como referencia para perseguir su mismo objetivo: el fin de la opresión, discriminación y segregación.

En una de mis publicaciones en Facebook (donde, de nuevo, utilizaba la comparación con el racismo) Sergio Avalos me informaba de la existencia de una corriente teórica dentro de los “Disability Studies” que planteaba exactamente eso: la relación hacia la discapacidad como racismo y post-colonialismo.

En el mismo hilo, Paula Mariana Maciel me hablaba del término CAPACITISMO y, por fin, conseguía la traducción al castellano de una palabra sobre la que había leído tanto y me parecía tan útil pero que no sabía cómo traducir: ABLEISM. El capacitismo es el equivalente al racismo, pero aplicado a la funcionalidad en lugar de a la raza. Mientras que capacitista (ableist) es el adjetivo que debemos aplicar a quienes consideran a las personas normofuncionales superiores a las personas con diversidad funcional.

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En otro post criticaba las palabras y expresiones utilizadas en una conversación pública y televisada. Suscitó algunos comentarios donde se cuestionaba mi crítica y que me atribuían una cierta hipersensibilidad. Esto vendría a decir que el daño no estaba en las palabras de quien hablaba, sino en la mente de quien las escuchaba (es decir: yo).

¿Cómo hay que llamarles sin herir a nadie?, preguntaba alguien.

Pues, fundamentalmente, con respeto. Utilizando palabras justas y respetuosas que reflejen la realidad. Desechando aquellas que reproducen las construcciones sociales injustas que hemos creado entorno al colectivo. Como recuerda tantas veces Ignacio Calderón Almendros: la discapacidad es una construcción cultural. En otro tipo de sociedad y en otra cultura, la mayoría de los que escribimos y leemos por esta esfera virtual, también tendríamos una discapacidad.

Cuando el lenguaje hiere, entonces es que está mal empleado. El colectivo con diversidad funcional existe y por supuesto que hay ocasiones (menos de las que realmente creemos) en que necesitamos términos para referirnos a él. También existe el colectivo LGTBQ+ pero a sus miembros, por suerte, hemos dejado de llamarles “maricones” o “bolleras”. ¿Acaso esos términos reflejaban la realidad? ¿o eran, en realidad, una construcción social y cultural? ¿Qué connotaciones implicaba la utilización de esas expresiones? Pues las mismas que cuando seguimos hablando de discapacitado, minusválido o personas con problemas. Y hasta la palabra especial ha acabado cargándose de connotaciones tremendamente negativas cuando se utiliza en este contexto. ¿Acaso los que funcionamos como la mayoría estadística somos completamente capaces? ¿Completamente válidos? ¿No tenemos problemas? ¿Acaso no somos todos únicos y, por tanto, especiales? Yo no conozco dos seres humanos idénticos.

Seguramente hablar con corrección puede llegar a resultar pesado, pero no sólo es de justicia hacerlo (a nadie le gusta que le califiquen con términos injustos o irrespetuosos), sino que, además, la realidad no se puede transformar sin cambiar primero el lenguaje.

Y lo que yo criticaba fundamentalmente de aquella conversación, eran las actitudes que se escondían tras las palabras y expresiones utilizadas por esas dos personas (públicas y además padres de niños con discapacidad con lo cual el daño era doble).

Critico el capacitismo como forma de discriminación sobre el colectivo diverso. Critico el yo-soy-mejor-soy-superior porque tengo habilitadas mayor número de funciones que tú. Y si todavía no somos capaces de verlo, es porque quedan muchas más cosas por cambiar de las que yo creía. Porque si todavía estamos en la fase de modificación del lenguaje, entonces, la transformación de la realidad para el colectivo diverso queda muy, pero que muy lejana.

Para terminar, una última reflexión: no creo que los racistas, los clasistas, los homófobos, los misóginos o los xenófobos se consideren a si mismos malas personas. Para ellos es el orden natural de las cosas. Porque son creaciones culturales y sociales aprendidas que se limitan a reproducir sin cuestionarlas: vosotros (negros, pobres, mujeres, gays, extranjeros), abajo; nosotros (blancos, ricos, hombres, heterosexuales, nacionales), arriba. Es exactamente lo mismo que se sigue practicando, a día de hoy, con las personas con diversidad funcional.

Sólo quienes se han cuestionado lo heredado, han sido capaces de realizar los cambios políticos y sociales que nos han traído hasta donde estamos. Así que, para seguir avanzando debemos seguir cuestionando casi todo lo aprendido. Y esto debe hacerse por parte de ambos bandos: por parte de quienes están “arriba” y también, y sobre todo, de quienes estamos “abajo”.

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Fuente: proyectomadres.wordpress.com

El optimismo en los niños. Educar en valores

El optimismo en los niños. Educar en valores

Cómo enseñar el optimismo a los niños. Qué es y cómo ser optimista

El ser optimista también se aprende de la misma manera que otros valores como la confianza, la perseverancia, etc. El optimismo, al igual que la esperanza, es la capacidad que uno adquiere y tiene de esperar siempre por lo mejor. Se trata de uno de los valores más positivos que podemos inculcar en los niños. Ser optimista es lo contrario de ser pesimista.

Cómo enseñar el optimismo a los niños

El optimismo está de moda. Lo de ‘you can’ es cada día más universal y una actitud recomendable para conseguirse los propósitos y hacer realidad todos nuestros sueños. Es creer que todo va a mejor en la vida. Si deseas que tu hijo sea optimista, es aconsejable que:

  1. Dale ejemplo. Su actitud es lo que realmente contará en este proceso de educación positiva.
  2. Ejercita el buen humor con tu hijo. Juega y ríete con él con cosas tan sencillas como haciéndole cosquillas o contándole chistes… existen mil maneras para despertar el buen humor en los niños. El buen humor aumentará su autoestima.
  3. Enseña a tu hijo a dar las gracias por la comida de cada día, por tener una familia, amigos, por poder celebrar los cumpleaños, etc.
  4. Di a tu hijo que le quieres no solo con palabras, sino también con gestos y sorpresas. Un niño que se siente querido tiene más probabilidad de ser optimista.
  5. Reconoce las buenas cosas que hace o que logra tu hijo. Esa es una buena manera de fortalecer el sentimiento de éxito en él.
  6. Enseña a tu hijo a luchar contra el desánimo y el negativismo. Aunque todo parezca que no puede ser, es necesario creer que sí.

Por qué el optimismo es importante

El optimismo tanto genera beneficios como previene problemas la vida de los niños. Un niño optimista:

  • Será menos inseguro
  • Controlará sus expectativas
  • Evitará la apatía y el aburrimiento
  • No caerá en la desesperación por cualquier cosa
  • Tendrá menos posibilidad de sufrir de ansiedad o depresión ante das dificultades.
  • Será más relajado y tranquilo. Sin estrés.
  • Será entusiasta y emprendedor en sus actividades.

 

Fuente: guiainfantil.com

¿Qué podemos esperar de las nuevas generaciones?

¿Qué podemos esperar de las nuevas generaciones?

 

Dos de los principales valores que definen el mundo globalizado en el que viven los niños de hoy, que además han sido altamente difundidos por internet, son la democracia y el desarrollo sostenible.

1. La democracia

Más allá del ámbito político, la democracia señala que todos somos iguales, que merecemos respeto por igual y que debemos tener las mismas oportunidades.

2. El desarrollo sostenible

Señala que nuestra vida diaria, nuestra evolución como seres humanos no debe comprometer al medio ambiente.
Juntos, ambos valores generan una concepción del mundo en la que lo más importante es el respeto a los otros y al medio ambiente.

Efectos de la democracia en el niño

  •  Poco a poco ha ido disminuyendo el autoritarismo que se reflejaba en la familia, en las jerarquías y en las estructuras de autoridad.
  • Se ha generalizado la idea de que todos somos iguales y que por ello es importante respetar y ser solidario con los demás.

Los efectos del desarrollo sostenible

  • Las acciones encaminadas al cuidado del medio ambiente ya son parte de la educación de los niños.
  • La mentalidad está encaminada a preservar, conservar y proteger el medio ambiente y los recursos naturales, satisfaciendo las necesidades económicas, sociales y culturales de la generación actual sin comprometer el bienestar de las generaciones futuras.
    Este nuevo sistema de valores ha ido generando nuevas actitudes, mediante las cuales los niños se desenvuelven y construyen su mundo.

Autoridad horizontal

Poco a poco, los padres han dejado de corregir a los hijos acusándolos. Cada vez es menos frecuente que los hijos obedezcan por temor; ahora los padres empiezan a ponerse en su nivel, y la obediencia se da en función del respeto y del amor, lo que deriva en confianza. Los niños prefieren a las personas puerta, aquellas que les abren el mundo, les dan libertad para crear un mundo propio y dan estructura a su vida sin coartar su creatividad.

Independencia y autenticidad

Los niños aprenden a ser autónomos a través de actividades diarias en su casa o en la escuela, desarrollando su capacidad de reacción ante la vida diaria. Han aprendido a estar solos y eso les permite ser auténticos. Esto no significa que necesiten menos de la relación con los demás, sino que ahora son más capaces de cuidarse y cuidar a otros.

Respeto y tolerancia a la diversidad

La base de una sociedad democrática es la igualdad entre todas las personas sin importar sus creencias, ideología, raza o prácticas. Todas las personas merecen respeto y consideración, así que lo normal es aceptar y admitir la diversidad. Para los niños la empatía es la base, ponerse en los zapatos del otro, protegerlo; la globalización ha expandido la idea del respeto y la protección a la vida, la propia y ajena, a la de todas las personas que viven en este mundo. “Lo distinto” y “el otro” cada vez causan menos miedo y confusión. La diferencia es algo muy valorado: los niños tratan de no segregar al diferente, sino incluirlo dentro de su mundo y aprender de él.

Conciencia ecológica

La necesidad de tener una cultura en la cual se generen medidas serias y profundas para combatir el cambio climático, la escasez del agua y así preservar el medio ambiente, tiene como punta de lanza a estas nuevas generaciones de niños. Vivir en un mundo mejor y más cuidado es algo que les preocupa y los ocupa al mismo tiempo. Intentan influir en sus padres para que sigan acciones como cuidar el agua, ahorrar energía, separar y reciclar la basura, así como preservar las especies.

Fuente: psicologiaparaninos.com

Cómo los clichés sobre las mujeres limitan sus expectativas desde la infancia

Cómo los clichés sobre las mujeres limitan sus expectativas desde la infancia

Las niñas se creen menos brillantes que los niños desde los seis años.

A una edad tan temprana como los seis años, las niñas se vuelven menos propensas a asociar la brillantez intelectual con su propio sexo y tienden a rehuir las actividades que se cree son para niños ‘muy inteligentes’, indica un estudio de tres universidades estadounidenses.

Los investigadores advierten que se trata de una tendencia preocupante, ya que las aspiraciones profesionales de las mujeres se ven moldeadas por los estereotipos sociales de género.

Las ideas preconcebidas que asocian una mayor brillantez intelectual al género masculino empiezan a afectar a las niñas a una edad tan tierna como los seis años, según indica un estudio de las universidades de Nueva York, Illinois y Princeton, cuyos resultados se publican esta semana en la revista Science.

Según explica a Sinc Lin Bian, investigadora de Psicología de la Universidad de Illinois y una de las líderes del trabajo, “los estereotipos que otorgan una mayor habilidad intelectual a los niños que a las niñas emergen muy pronto y tienen un impacto sobre las aspiraciones profesionales de las mujeres”.

¿Muy inteligente o muy trabajadora?

Para probar a qué edad empiezan a gestarse estas ideas, los investigadores llevaron a cabo varios experimentos con niños y niñas de entre 5 y 7 años. En uno de ellos, se les hizo escuchar una historia sobre una persona que era ‘muy inteligente’ y luego se les pidió que adivinaran cuál de cuatro adultos desconocidos (dos hombres y dos mujeres) era el protagonista. También se les dijo que eligieran qué adulto en una serie de pares de diferentes géneros era ‘muy, muy inteligente’.

Si bien los resultados mostraron que tanto los niños como las niñas de 5 años veían a su género de manera positiva, las niñas de 6 y 7 años eran mucho menos propensas a asociar la brillantez con su propio género. Estas diferencias de edad fueron muy similares entre participantes de contextos socioeconómicos y étnicos diversos.

En una prueba posterior, a un grupo diferente de niños y niñas de 6 y 7 años se le invitó a participar en dos juegos, uno para niños ‘realmente inteligentes’ y el otro para los que ‘trabajan muy duro’.

Las niñas estuvieron mucho menos interesadas que los niños en el juego para inteligentes. Sin embargo, no hubo diferencia entre unos y otras en la elección del juego para los trabajadores.

Estereotipos que marcan para toda la vida

Un experimento final comparó el interés de los niños y niñas de 5 y 6 años por los juegos para niños inteligentes. Los resultados no mostraron diferencias significativas en los niños y niñas de 5 años; sin embargo, la inclinación de las niñas de 6 años por esta actividad fue, de nuevo, inferior a la que mostraron los niños.

Sara-Jane Leslie, investigadora de Filosofía de la Universidad de Princeton y otra de las autoras, recuerda las conclusiones de un trabajo anterior, en el que analizaron cómo el estereotipo del genio limita las carreras de las científicas.

“Las mujeres son menos propensas a cursar títulos superiores en campos que, según la creencia establecida, requieren brillantez intelectual. Estos nuevos hallazgos muestran que estos estereotipos empiezan a afectar las decisiones de las niñas en una edad increíblemente temprana”, destaca.

En opinión de Lin Bian, “si queremos cambiar las mentes de los jóvenes y hacer que el mundo sea más equitativo, necesitamos saber cuándo comienzan a surgir estos estereotipos para poder intervenir y evitar estas consecuencias negativas sobre las decisiones educativas de las niñas y sus futuras opciones de carrera”.

Fuente: www.psicopedia.net


Referencia bibliográfica:

Lin Bian, Sarah-Jane Leslie, Andrei Cimpian “Gender stereotypes about intellectual ability emerge early and influence children’s interests” Science (26 enero, 2017).

Fuente con Licencia CC3.0: Agencia SINC – Las niñas se creen menos brillantes que los niños desde los seis años por Ana Hernando.

Cómo entender a los adolescentes

Cómo entender a los adolescentes

Al trabajar con padres y madres de adolescentes una frase que se repite con frecuencia es “Mi hijo o hija se ha convertido en un desconocido”. De ahí el título del presente artículo “Cómo entender a los adolescentes”, Pienso que se adapta muy bien a la realidad de muchos hogares y a los sentimientos de muchos padres y madres cuando viven la adolescencia de sus hijos.

Con frecuencia no somos conscientes de que la adolescencia es una etapa de cambios y descubrimiento. En algunas ocasiones, a los ojos de los padres y madres los adolescentes son niños en el cuerpo de un adulto, y en otras ocasiones los ven como desconocidos que no son ni niños ni adultos. Tenemos que tener en cuenta que los cambios hormonales que se dan en esta etapa, provocan cambios muy importantes a diferentes niveles (físicos, psicológicos, sociales e intelectuales) y para asimilar todo esto se precisa tiempo.

Pero cuando los progenitores empiezan a ver que sus hijos se alejan de ellos, que no quieren compartir tiempo como antes, que tienen cambios de humor importantes, ¿qué ocurre? Que la preocupación y el miedo los invade. Ya no ven al niño que estaba a su lado hasta hace poco, el que les mostraba que los necesitaba, sino que ahora ven a una persona que está completamente aislada en su mundo.

Pero debemos entender que están aislados en su mundo con motivos, ya que tienen muchas cosas nuevas que asimilar y manejar, y deben que hacerlo en muy poco tiempo. La adolescencia es un periodo muy corto de nuestro ciclo vital. Por este motivo, cuando los hijos llegan a la adolescencia los padres y madres deben aprender junto a ellos a funcionar, a relacionarse y a comunicarse de otra manera, porque ya no son niños.

Por este motivo la adolescencia, en muchas ocasiones, se convierte en una época muy complicada en el hogar. Pero tal vez, más que los adolescentes, lo que se hace desconocido es la adolescencia en sí. Este es un fenómeno relativamente nuevo. Hace aproximadamente 40 años se empezó a hablar de la adolescencia, porque hasta entonces, sólo los hijos e hijas de las familias de alto estatus económico pasaban por esta etapa. El resto tenían que adentrarse en el mundo laboral a temprana edad, y empujados por la necesidad pasaban directamente de la infancia a la edad adulta.

Hoy en día, como consecuencia de los cambios sociales que se han dado en los últimos años está adquiriendo cada vez más importancia. Se han dado cambios muy importantes también en la estructura y el funcionamiento de las familias, se hacen las cosas de diferente manera, el cansancio y la falta de paciencia están presentes en el día a día de las mismas, hay menos supervisión, aparecen sentimientos de culpabilidad en los padres y madres, y todo esto dificulta el trabajo de poner normas y límites.

Mi objetivo principal es aportar algo de luz a este periodo que en ocasiones resulta tan duro, porque entender la adolescencia nos ayuda a entender a los adolescentes. Nuestros adolescentes tienen que hacer frente a grandes desafíos, desde el punto de vista psíquico vivimos en una sociedad mucho más exigente y esto tiene un efecto directo en su comportamiento, por ejemplo, soportan una transmisión mediática continua de la idealidad, la belleza, el estatus, el éxito, el poder, etc. y todo esto en una etapa llena de grandes cambios y desequilibrio personal.

Se está desarrollando su personalidad, se están dando cambios en su carácter, y asimilar todos estos mensajes que les llegan en esta etapa, es verdaderamente difícil para ellos.

Normalmente esta etapa que va desde la infancia a la edad adulta no suele tener muy buena fama. Se dice que los adolescentes lo tienen todo, y desde el punto de vista material, sí puede ser así en la mayoría de los casos, pero desde el punto de vista psicosocial son mucho más frágiles. Por este motivo se debe prestar especial atención y comprensión a los adolescentes, y esto debe hacerse tanto en las familias como los centros educativos.

Para entender la adolescencia, es necesario conocer los cambios que viven los adolescentes, para que la actitud que tenemos los adultos hacia ellos no sea más exigente de la cuenta, para no pedirles más de lo que pueden dar y para que nuestros caminos en la convivencia vayan a la par.

A continuación muestro los cambios más importantes o más significativos que se dan en la adolescencia, ya que estos definen sus características.

La trampa de la imagen: cambios físicos

En esta etapa el crecimiento se acelera de forma considerable y cambia el aspecto del cuerpo. Desde el punto de vista físico y fisiológico, se dan cambios mucho más rápidos y profundos que en etapas anteriores. Se dice, que pueden compararse a los que se dan en la fase fetal y en la primera etapa tras el nacimiento. Pero ahora los cambios físicos más importantes se dan en el tamaño y aspecto del cuerpo y de los órganos sexuales. Por eso, los adolescentes, pasan de tener un cuerpo de niño a uno de adulto en un corto espacio de tiempo.

Ahora tienen un nuevo cuerpo, externamente tienen un cuerpo de adulto, aunque todavía les queda un largo camino que recorrer para llegar a serlo. Existe un gran desequilibrio entre lo que parecen y lo que son realmente. El aspecto tiene una influencia muy grande, y por eso, se tiende a pedirles más de lo que realmente son capaces de dar, por la trampa que hace su nueva imagen física. Están recorriendo el camino hacia la edad adulta, ya no son niños, pero les queda mucho para adquirir y desarrollar las capacidades de los adultos.

Junto a estos cambios físicos, llega el desarrollo sexual. Los cambios físicos nombrados anteriormente son desencadenados por las hormonas. Al fin y al cabo, en esta etapa los jóvenes adquieren la capacidad reproductora, se hace presente el primer periodo y se inicia la producción de espermatozoides. A consecuencia de esto, el deseo sexual se hace muy fuerte. Y este es uno de los cambios más grandes, ya que empiezan a sentir cosas nuevas. Empiezan a tener las primeras “relaciones” de pareja, deseos, relaciones sexuales, desilusiones, complejos, etc. y si encima añadimos la presión social que deben soportar, el arduo trabajo de madurar, se complica.

Buscando su lugar en el mundo de los adultos: cambios psicológicos

Una de las características más importantes de la adolescencia es que llegan a la sociedad de los adultos y tienen que socializarse en ella. Desde el punto de vista psicológico se dice que los niños dejan de serlo, por un lado porque han crecido y han adquirido las características físicas de los adultos, y por otro, porque ahora buscan su lugar en ese desconocido mundo. Por este motivo, tienen que parecerse a ellos, pero al mismo tiempo tendrán que hacerles frente, para posicionarse junto a ellos. Pero el mundo de los adultos no acepta al adolescente como tal, porque lo considera inmaduro y falto de experiencia, pero al mismo tiempo el nivel de exigencia que se tiene con ellos no es el mismo que tenemos con los niños, sino que este aumenta de forma notable.

El adolescente para encontrar su lugar en la sociedad, tendrá que iniciar un nuevo camino para encontrar su nueva identidad como adulto, y al mismo tiempo adaptarse a ese nuevo cuerpo. Y esa nueva identidad será distinta a la de sus progenitores y los referentes que tiene a su alrededor. Por este motivo, en muchas ocasiones se posicionan en contra del adulto, pero no en contra de la persona en sí, sino en contra de lo que representa ese adulto.

Suelen tener juegos de cercanía y lejanía, tienen la necesidad del adulto, pero niegan tenerla. Suelen actuar como si lo supieran todo, y aquí es dónde entramos en juego nosotros. Nos corresponde hacerles entender que no es así, que el camino a la madurez es largo, pero debemos hacerlo sin dañar su frágil autoestima.

Además en esta época el grupo de iguales, adquiere gran importancia. Sentirse aceptados en el grupo social más cercano a ellos les ayuda a fortalecer su nueva identidad, por eso a partir de ahora toman un peso que hasta este momento no habían tenido.

En la construcción de su nuevo yo, en la construcción de esa nueva persona, suelen hacer pruebas, buscan los límites de las personas que los rodean, tanto físicamente como en lo referente a su personalidad, de ahí que tomen actitudes extremas, o radicales.

Cambios intelectuales

A nivel intelectual también es época de cambios. Adquieren la capacidad de argumentar y analizar, pero esto normalmente no coincide la forma de entender o analizar las cosas de los adultos, y en muchas ocasiones se considera que los argumentos que dan son un sinsentido.

Esto, debemos entenderlo como una práctica, están aprendiendo a ser adultos, y por este motivo es imprescindible que escuchemos lo que dicen. Cuando hablamos de escuchar, nos referimos a la escucha activa, que consiste en no hacer juicios ni valoraciones.

Sentirse escuchados les da confianza, sienten que pueden confiar en sus padres/madres. Y esta confianza es fundamental tanto para buscar apoyos cuando los necesiten, como para llegar acuerdos en las situaciones conflictivas que surgen como fruto de la convivencia.

Cambios sociales

En este periodo, la sociedad toma una importancia que hasta ahora no había tenido. Ahora son conscientes de lo que ocurre tras las paredes del hogar y de la escuela, y de los efectos que tiene sobre ellos. Descubren el mundo. Y hoy en día además más rápido y más extensamente que nunca, gracias a internet. Es verdad que la sociedad tiene influencia a cualquier edad, pero es muy diferente la que tiene en la adolescencia, porque para la sociedad los niños no tienen conciencia, pero los jóvenes sí.

Los adolescentes son conscientes de la presión de la sociedad, y muchas veces se sienten como actores, por un lado se dan cuenta de que pertenecen a esa sociedad y entienden cómo tienen que actuar o comportarse, pero por otro lado quieren entender lo que realmente ocurre en ella, y empiezan a plantearse muchas cuestiones.

Quieren descubrir si tienen que comportarse como la sociedad espera o no, ¿tengo que hacer lo que esperan de mí? ¿O tengo que hacer lo que yo considero correcto? Se mecen en una balanza constantemente.

Conclusiones

Todos estos cambios, tienen un efecto directo en el funcionamiento de la familia. Si entendemos lo que sucede en este periodo, si intentamos acercarnos a nuestros adolescentes, si les damos el espacio que necesitan para seguir creciendo y llegar a este mundo de adultos de la forma más equilibrada posible, tal vez consigamos borrar esa “mala fama” de la que goza este periodo.

La presencia de los progenitores es fundamental para un correcto desarrollo, encargándose de establecer normas y límites claros. Y el apoyo, la comunicación y la confianza mutua, se convierten en este periodo vital en la base de los cimientos sobre los que se construirá esa nueva identidad. Esa nueva persona.

Fuente: psicocode.com

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