por Carolina Herrera | Jun 13, 2018 | Uncategorized
El objetivo de cualquier terapia siempre es el cambio. Y es fácil preguntarse si, al conseguir esa transformación, no estarás perdiendo también tu personalidad.
Puede parecer una pregunta absurda, rebuscada incluso, pero me la he hecho a mí misma demasiadas veces como para poder contarlas.
Y me consta que no soy la única. Somos muchas las personas con problemas de salud mental y emocional que nos preguntamos si, perdiendo aquello que nos ha definido durante más o menos tiempo, perderemos nuestra personalidad. Nuestra unicidad.
Me explico: no es que yo crea, ni haya creído, que no soy más que mi inestabilidad, mi caos, mis prontos, mis miedos y mi desolación. No es que yo me alegre (cómo iba a hacerlo) de ser una persona que se ha dejado arrastrar por conductas adictivas y auto-destructivas, que ha puesto en riesgo su propia vida; no, no es eso lo que me da miedo perder.
Pero, a veces, me he preguntado y tengo que reconocer, hasta me lo sigo preguntando; si, acaso, perdiendo todo eso, perdería mi sensibilidad, mi empatía, mi emotividad.
Estas creencias en apariencia irracionales no surgen de la nada, sin embargo. Durante años, hemos visto invalidadas nuestras vivencias, nuestras formas de experimentar el mundo y sus conflictos, de mayor o menor “gravedad”; siempre se nos ha dicho que somos demasiado sensibles, que exageramos, que dramatizamos.
A veces, parece que la única forma correcta de “recuperarse” o, al menos, de empezar a vivir mejor sea renunciar a nuestras formas de experimentar el mundo
Pero no se trata de eso. No se trata de perder nuestras personalidades y, menos aún, fortalezas tan vitales, tan cruciales para vivir e incluso para construir una sociedad mejor como lo son la sensibilidad y la capacidad de ponerse en la piel de la otra persona, la compasión también (y, cuando hablo de la compasión, no me refiero a la lástima ni a la pena).
Se trata, más que de renunciar a nuestras formas de experimentar el mundo, de cambiar nuestras formas de reaccionar a este mismo mundo.
Es decir que, si yo soy una persona especialmente sensible, más allá de los motivos o experiencias que haya detrás de esta sensibilidad en mí; no se trata de que deje de llorar cuando siento ganas de llorar, o de emocionarme con facilidad tanto por todo aquello que me construye como por todo aquello que me destruye por dentro.
Se trata de que estas emociones tan auténticas, tan primarias, no vayan ligadas a conductas impulsivas y dañinas para mí y para las personas que me rodean.
Y es que algo que he aprendido en terapia es, precisamente, que renunciar a la inestabilidad emocional tan dañina y nociva que lleva chupándome las ganas de vivir ya años no implica convertirme en una “ameba emocional” (así lo dice mi psicóloga). No, lo que implica dejar atrás la inestabilidad que me perjudica, que nos perjudica; es encontrar un cierto equilibrio.
Equilibrar nuestras emociones pero, sobre todo, nuestras reacciones
Así que yo me niego, me niego rotundamente a renunciar a aquello que me hace ser quien soy; pero, especialmente, a renunciar así a todo aquello que me permite entender, comprender, confortar, consolar y emocionarme, en definitiva.
Pero me niego también, por supuesto, a vivir toda mi vida entre atracones y ayunos; entre el todo o la nada, entre la intensidad mortífera y la apatía paralizante. Quiero sentirme mejor, quiero encontrar un equilibrio.
Quiero conocer, en definitiva, la estabilidad; y trabajo, en terapia y con mis amigas, por mi cuenta también por definir lo que esta estabilidad significa para mí. En mis propios términos. Y después, por experimentarla, por acostumbrarme a ella.
Porque no se trata de perdernos a nosotras mismas en favor de una vida menos peligrosa
Tus únicas opciones, mis únicas opciones, nuestras únicas opciones, en definitiva; no son el peligro o la indiferencia. Se trata de aprender a sobrellevar nuestra emocionalidad, nuestra emotividad, de forma que aprendamos al mismo tiempo a validar nuestras reacciones emocionales “disparadas” según esta sociedad y a no dejar que esas mismas emociones sean el único faro que nos guía.
Se trata, como escribía antes, de dejarnos a nosotras mismas conocer el equilibrio; nunca de desconocer la emotividad.
Porque el equilibrio y la emotividad no son, nunca, elementos opuestos. Nuestras emociones nunca han sido nuestras enemigas; nuestras únicas enemigas, en todo caso, han sido y son las personas que no nos permiten sentir en nuestros propios términos y nuestras propias reacciones desesperadas ante una sociedad, un entorno que no nos proporcionaba herramientas para aprender a sobrellevar esas emociones.
Para aprender a ser, al mismo tiempo, emocionales y estables.
Fuente: mentesana.es
por Carolina Herrera | May 15, 2018 | Uncategorized
Daniela Aguilar, Francisca Vergara
Madre, Estudiante 3° año, Escuela de Obstetricia y Puericultura, USACH.
Testimonios de un parto respetado.
Sabemos que en Chile aún tenemos mucho que avanzar en materia de parto respetado, es un tema que el Sistema Chile Crece Contigo instaló en los Servicios de Salud en sus inicios y que ha tenido un desenvolvimiento lento a diferencia de la movilización que este mismo tema ha generado en otras organizaciones civiles y del mundo académico. Sabemos que el proceso de la gestación y del nacimineto son fundamentales y que marcan la vida de los seres humanos, sabemos también que nuestra niñez determina mucho de nuestro potencial de desarrollo y plenitud; y por sobre todo, como Sistema de Protección Integral a la Infancia, queremos que esos primeros años puedan ser vividos en las mejores condicones, no sólo por tod@s l@s niñ@s, sino también por sus familias y comunidades.
Este sueño es un sueño que se construye entre muchos y que implica revisar muchos supuestos y formas de relacionarnos con la gestación , el nacimiento y la niñez (y todos los temas asociados a ello como la lactancia materna, crianza respetuosa, apego y un largo etcetera). Son temas que no dejan indiferentes a nadie porque tocan nuestra propia historia de vida como hij@s, padres y comunidad, todos hemos sido parte de una familia y hemos sido criados -mal o bien, más o menos…- y sí, todos hemos nacido y ese nacimiento ha dejado una huella subjetiva e indeleble, como cada hito relevante en nuestra existencia.
Hay especialistas en el tema del parto respetado, como el dr. Michel Odent, que aseguran que modificar nuestra manera de recibir a l@s niñ@s en este mundo, asi como el apoyo que damos a las gestantes; determinará el futuro de nuestra civilización. Y esto porque en esos momentos se demuestra la capacidad de una sociedad de amar y respetar la vida, y que eso se refleja simultaneamente en nuestra relación con la naturaleza, con nuestra comunidad, relaciones y nuestra propia vida.
Si esto es asi, queremos sumarnos a la visión de apoyar y respetar a las madres gestantes y a sus hij@s por nacer, facilitando las condiciones más respetuosas para que esto suceda. Para esto se necesita información, trabajo y la apertura para que tod@s l@s que forman parte de este proceso -equipos médicos, madres, organizaciones e instituciones- dialoguen, compartan y dispongan de nuevas prácticas que devuelvan a la gestación y al parto su valor y el rol que cada mujer-madre tiene en ese momento, asi como su hij@.
Desde esta perspectiva entendemos que en la medida en que compartamos buenas y nutritivas experiencias de partos respetados, podremos sembrar nuevos entendimeintos y formas de mirar este hecho; tal como en estos testimonios veremos que quizás es un poco más sencillo de lo que imaginabamos y a la vez, mucho más asombroso de lo que sabíamos que un parto puede ser. Se los compartimos con el consentimiento de sus dueñas y del equipo que las acompañó en esta hermosa vivencia. Agradecemos a todas las personas que hicieron posible en el Hospital del Pino que Nina Killen pudiera ser recibida por sus padres de forma tan amorosa, haciendo de su primera respiración, de su primer contacto con el mundo un momento de calma, amor y tranquilidad. Particularmente a Juan Chirino Salazar -matrón y docente- y a Pilar Céspedes -matrona jefa del hospital del Pino-. Disfruten de estos bellos testimonios.
DEL MIEDO A LO DESCONOCIDO AL AMOR POR LO NUESTRO
Daniela Aguilar, Madre.
A las 40 semanas y 2 días mi hija me avisa que ya viene en camino, desde las 5 de la madrugada del jueves 10 de julio. Me di cuenta al sentir que había tenido una contracción muy larga. Le pedí a mi pareja, papá de mi hija, que me hiciera masajes, cuando de repente sentimos un crujir que salió de mi espalda. Hace unas semanas había leído sobre la rotura de membranas y claro, había un aviso antes de que cayera el líquido, entonces me paré para ir al baño y comenzó a bajar el flujo con olor a amoniaco entre mis piernas. Indudablemente era el momento que tanto estaba esperando y al que tanto le tenía dudas, temores, pero también una gran significancia. Esa significancia la daba todo mi amor hacia la guagua que comencé a sentir desde que supe que la estaba esperando, y que lo demostré preparándome física y emocionalmente para tener un parto libre y natural; pero las dudas y temores, como las dije en un conversatorio sobre parto respetado[1], era hacia el grupo de matronas y matrones, técnicos y técnicas del Hospital El Pino, público y para Fonasa A, que asistieran mi parto y que hicieran imposible esa libertad y respeto que tanto deseaba como regalo inicial a mi hija.
Cuando nos dimos cuenta que la bolsa se había roto, decidí tomar una ducha de agua caliente, avisé a mi mamá para que se pudiera bañar y calentar el auto, mientras yo la esperaba caminando y respirando profundamente. Dos semanas antes había ido en una falsa alarma a urgencias de maternidad, porque haciendo caso a las recomendaciones de las matronas, me fijé en tomar la distancia horaria entre contracción y contracción. Esta vez decidí no tomar el tiempo, y más bien me preocupé de sentir las contracciones, que realmente eran muy distintas a las que “calentaban motores”.
Al llegar a urgencias de maternidad del Hospital El Pino, a las 7 am, luego de esperar unos 30 minutos, me hacen pasar para tomarme los signos vitales, y de nuevo, a esperar otros 20 minutos para esperar a que la matrona de turno me revisara y me diera el visto bueno para ingresar a la sala de pre-parto. Mientras mis contracciones seguían intensas, la matrona me invita a tomar asiento para llenar un formulario. No pude hacerlo y seguí caminando en la pequeña sala, respondiendo sus preguntas y conteniendo mis contracciones, accedí a que me hiciera un tacto vaginal y me dice, felicitándome, que tenía 8 cm de dilatación, “ahora espera a que te llamen”.
Mientras esto ocurría, mi pareja estaba realizando el papeleo en el ingreso a urgencias de maternidad y llega justo en el momento para decirle a la técnico que no era necesario contabilizar la ropa y accesorios que traía en mi bolso y en el bolso de mi bebé porque nosotros habíamos hecho una visita previa a maternidad para ahorrar tiempo. Ella, un poco molesta dice que era su deber realizarlo, pero que esta vez lo dejaría pasar. Luego llega otra mujer con una silla de ruedas, para llevarme, tal cual una enferma a punto de parir. Insistí en que no era necesario, que prefería caminar para soportar el dolor, pero los argumentos que escuché en ese momento era que “¿y qué pasa si tiene la guagua en el pasillo?”…como si yo, mujer, con una ficha que decía que había tenido un embarazo absolutamente normal, no fuese capaz de recibir a mi hija en una circunstancia de adversidad, como si le tuviera miedo desde ya al hecho de parir…en fin, accedí a la silla de ruedas para llegar lo más rápido a la sala de pre-parto, que según el matrón que nos guió en la visita previa a maternidad, era el lugar más íntimo que había en el proceso de parto, y que ahí tendría la libertad de realizar mis movimientos. En ese momento, mi pareja era nuevamente relegado sutilmente con un “usted tiene que esperar, lo van a llamar”.
Eran las 8 am, estaba ingresando sola como una enferma a la sala de pre-parto, con los ojos cerrados para tratar de concentrarme en las contracciones, que por el engorroso recibimiento estaban siendo muy dolorosas. Por lo que escuché, estaba siendo derivada a la sala número 2. Por las risas, comentarios, teléfonos sonando y muy poco respeto, deduje que estaba justo al frente del mesón de las matronas. Al llegar a la sala de pre-parto, que era individual, lo primero que me dicen es “acuéstese en la cama para que la controlemos”, me negué; luego llegó una matrona y me dice “acuéstese para que le pongamos el suero”, le dije que no quería suero, luego sube un poco la voz y me pregunta “¿y cómo quiere que le pongamos la anestesia?”, le respondí “no quiero anestesia” –“¿cómo no va a querer anestesia?” (esa pregunta ya me lo habían hecho en recepción y estaba anotado en el documento que autorizaba o no la utilización de anestesia, y claro, no lo leyeron) Y se va, entonces de afuera de la sala escucho un “a lo mejor quiere parto natural”, entonces cambia la matrona y me ofrece el balón kinésico, luego me dice que me acueste que me pondrá un suero para tranquilizarme, siendo que yo estaba tranquila y sólo quería estar en silencio. En aquél momento aparece Mauricio, mi acompañante, por fin, y en medio de esa tranquilidad, escucho gritos de otras mujeres que estaban pariendo, y el miedo toma mi cuerpo, las contracciones se comenzaban a hacer insoportables y le digo a Mauro “no quiero gritar así” casi llorando, al punto de que estaba desistiendo de tener un parto como lo había planeado.
Fue en ese momento en que veía todo más negro que blanco, cuando escucho (estuve casi todo el momento anterior con los ojos cerrados) “¿ella es Daniela Aguilar?, ¿quiere parto natural?” e inmediatamente dije que sí, “entonces yo le asistiré el parto”. La voz era del matrón Juan Carlos Chirino, que lo había conocido en el conversatorio sobre parto respetado que mencioné anteriormente. En aquel momento sentí una calma inmediata, y fue como un abrigo que caía sobre nosotros tres para recibir a nuestra hija de manera libre. Al levantar la vista me fijé que el matrón venía con dos ángeles, vestidas de azul, eran dos jóvenes de tercer año de obstetricia, que actuaron como doulas[2].
Inmediatamente nos cambiamos de pieza, a una más apartada del mesón de matronas. Raudamente Juan Carlos, el matrón, se puso a adecuarla, puso un biombo para tapar las ventanas que daban hacia las ventanas del pasillo, tiró el colchón de la cama al suelo, y la apegó a la pared, pegó unas bolsas de basura en la ventana para atenuar la luz, se consiguió un calefactor, se consiguió unos guateros, sacó la cama, todo en silencio, hasta que me dice “puedes moverte como quieras, eres libre, ponte lo más cómoda que sientas” y ahí sólo atiné a agradecerle por su existencia. Entonces volví a cerrar los ojos, le pedí a Mauricio que pusiera las canciones de Beatriz Pichi Malén[3] a respirar profundamente y a escuchar mi cuerpo, que me dijo que debía estar sobre el colchón, probé estar en cuclillas, pero no me era cómoda, me puse en 4 y me quedé así por unos 40 minutos, y de vez en cuando sentía que una de las ángeles me hacía masajes muy certeros en la cadera. Luego sentí la necesidad de cambiar de posición y me puse acostada de lado, pero debía subir una pierna y mis fuerzas no eran tantas, o por lo menos no se estaban concentrando en levantar una pierna, así que le pedí a una de las ángeles que sostuvieran mi pierna por un ratito.
Mauricio, mientras tanto me acompañó con cariños, con aliento a mi trabajo de parto, activó la música y me comunicaba lo que el matrón o alguna de las ángeles aconsejaban pues los presentes activos hablaban muy bajito y sólo con mi acompañante. Luego del parto supe que si no tenían nada que hacer se ponían detrás del biombo, permitiendo un ambiente más íntimo. Durante la mayor parte del parto permanecí con los ojos cerrados, para encontrar el trance del cual siempre hablé durante el embarazo, una conexión entre mi cuerpo, mi mente y mi hija, formar una triada para que pudiéramos hacerlo bien juntas, pues estaba consciente que para las guaguas salir del vientre es realmente un trabajo.
Cuando sentí las ganas de pujar estando acostada de lado, le pedí al matrón que me hiciera un tacto vaginal para estar segura de que debía ponerme ya en mejor posición, entonces él me avisa que tenía ya 10 cms de dilatación, y sentí cosquillas en mi panza. Entonces volví a quedar en 4, me saqué el camisón que estaba todo mojado con fluidos y comencé a pujar. Las sensaciones que sentí con esas contracciones sólo me hacía sentir que la cabecita de mi hija estaba avanzando, por lo mismo, no lo recuerdo tanto como un dolor, sí una incomodidad porque da la sensación de querer defecar, y seguramente eso es lo que a las mujeres de la miedo como para soltar y relajar los músculos perineales. Luego de quizás unos 3 pujos, Mauricio me dice que podía tocar la cabecita de mi hija, pero en ese momento retrocedió, asique volví a preocuparme de sólo pujar. En la siguiente contracción, ya sentí como un círculo de fuego, y fue cuando Mauro me dice muy emocionado al oído “tiene tu misma oreja!”, entonces, además de alegrarme que mi hija sacó algo mío, supe que ya había salido la cabeza, asique faltaba muy poco para que saliera el cuerpecito. Pujé nuevamente con todas mis fuerzas y sentí toda la humanidad de mi pequeña salir de mi cuerpo.
Una de las ángeles recibió a mi hija y la puso en posición para que yo la recibiera por abajo a la secara. Tomé a mi hija y estuvimos las dos desnudas, conectadas aún por el cordón, con Mauro la limpiamos para que no se enfriara y la sostuve sobre mi pecho. A las 10:22 am, luego de 2 horas de trabajo de parto brutal y hermoso, Mauricio corta el cordón umbilical y se anota como hora de nacimiento. Por fin llegó el momento en que podíamos ver sus ojitos, por fin nuestra hija llegó a África[4], y nosotros, Mauricio y yo éramos las únicas voces que tranquilizaría a Nina Killen, porque mientras estuvo dentro de mi vientre, le conversábamos, le cantábamos, le leíamos y la molestábamos con nuestras manos. Ella ya nos conocía. Más tarde supe que no hubo intervención para sacar a Nina, ella giró sola para que sus hombros salieran, lo único que se hizo fue sacar el cordón umbilical de su cuello para que no hubiera problemas.
Luego del nacimiento, venía el alumbramiento, el momento en que debía salir la placenta de mi cuerpo. Yo aún sentía contracciones, similares a las de parto, pero distintas a la vez pues su función era contraer mi útero. Según mi plan de parto, yo deseaba llevar la placenta, la casita de mi hija durante 9 meses, y creación de mi cuerpo, para plantarla debajo de un limón pequeño que tengo cultivando, pero en la visita previa a maternidad, el guía nos dice que eso era imposible pues se hacía una quema de las placentas, que estaban contabilizadas según el número de partos en el día, debido a un posible mal uso de ellas. Sin embargo, el matrón Chirino me pregunta “¿y qué deseas hacer con tu placenta? ¿te la quieres llevar?” y creo que mis ojos brillaron y le dije que si era posible, que sí, entonces él fue a preguntar a la jefa matrona para pedir una autorización, que fue aceptada. Buscaron a mi mamá, que estuvo afuera durante todo el tiempo, para que se llevara la placenta a casa y la refrigerara inmediatamente. Mientras tanto, las matronas de neonatología pidieron a mi hija, pues ya su temperatura había bajado a 36°C, y debían seguir su protocolo. Mauricio acompañó a Nina en ese proceso.
Ya estando en casa mi madre me comenta que al llegar a la sala de preparto a buscar la placenta, las personas que estuvieron presentes tenían una cara de gozo, de alegría, de emoción, y claro, para todos y todas fue un parto muy especial. Según lo que conversamos, para el matrón le fue especial porque él había sido contactado por Silvina, de quien estoy muy agradecida, una interna del hospital, de quinto año de la USACH, avisando que yo estaba cerca de la fecha de parto, y que coincidíamos en el deseo de realizar un parto respetado, que fue pionero en El Pino. Para las dos ángelitos, o doulas, estudiantes de tercer año, me agradecieron por darles la oportunidad de practicar un parto respetado, que la verdad de las cosas no se lo esperaban, menos en un hospital público. Y bueno, para Mauricio y para mí fue un parto que más allá de salir de lo común en su planificación, nunca pensábamos que las cosas se darían así. Todo resultó como deseábamos sin necesidad de planearlo todo. Para nosotros, personas que no tenemos altos ingresos y que no podíamos pagar una clínica, tampoco teníamos para pagarle a una matrona y realizar el parto en casa, pudimos traer a nuestra hija libre y respetada de forma gratuita, y sabemos bien que este tipo de parto realiza un menor gasto tanto para el hospital como para los y las matronas. Ese día nos dimos cuenta que es cosa de voluntad respetar la decisión de las mujeres al momento de parir, porque el cuerpo y la sexualidad es de nosotras.
Sin más que agregar, reitero mis agradecimientos al matrón Juan Carlos Chirino, a las angelitos estudiantes de obstetricia, Francisca y Gabriela, a Silvina por dar aviso, a mi mamá por entregar sus energías desde lejos y a Mauricio, por crear conmigo a tan hermosa pequeña mujer, Nina Killen.
UN PARTO NATURAL EN UN HOSPITAL PÚBLICO
Un parto naturalmente bello.
Francisca Vergara, estudiante de 3° año, Escuela de Obstetricia y Puericultura, USACH.
Era un día jueves 10 de julio del 2014 y nosotras con mis compañeras íbamos a iniciar un día mas de práctica, que solo tenemos en las mañanas. Cuando llegamos inmediatamente le dijeron al profe: “la paciente de allá es tuya”, indicándonos un box de preparto, luego nos explicaron que la joven quería tener su parto de manera natural y que cuando llego al preparto no dejo que le realizaran un monitoreo, ni que le pusieran una vía venosa, ni otros procedimientos que se hacen de rutina al ingreso. Entramos en su sala de prepartos y su pareja tenía música de meditación en su celular y de inmediato nos contagiamos de una atmósfera especial. La trasladamos a otra sala de prepartos, un poco más grande y que aislaba mejor el ruido ambiental y después que entendimos muy bien como ella quería su parto nos dijimos manos a la obra. Tiramos el colchón de la cama al suelo y sacamos la cama para afuera, trajimos un calefactor y mi profesor puso un biombo que tapaba toda la visión del que estaba afuera de la sala, también cubrió las ventanas con unos plásticos, la idea era disminuir en lo máximo la entrada de luz.
En esos momentos todos los que estaban afuera asomaban sus cabezas de curiosidad intentando observar que estaba pasando en ese lugar, escuchamos muchos comentarios respecto a esto, pero solo hicimos oídos sordos y continuamos en lo que estábamos. Dejamos que la mujer pudiese deambular y tomar las posiciones que quisiera, también le ofrecimos el balón kinésico, pero no fue muy cómodo para ella así que no se ocupo. En ese instante mi compañera y yo entendimos sobre lo que nos habían enseñado de que la mujer buscaba ciertas asimetrías, y justo eso estaba pasando frente a nuestros ojos, en un clima de absoluto silencio, solo con la maravillosa música de fondo que la pareja había seleccionado para ese especial momento.
Mi compañera y yo nos turnábamos con los masajes sin decir ninguna sola palabra, y así también con la pareja. Nos dimos cuenta que no eran necesarias y que ese silencio no era para nada incomodo era más bien un silencio mágico. Una de las cosas más bonitas era ver la increíble comunicación que ella tenía con su pareja, un amor incondicional que les brotaba por los poros. La mujer se colocaba en cuatro patas, en cuclillas, luego se recostaba hacia un lado, estiraba sus piernas y se las tomaba, caminaba y volvía a recostarse en una especie de danza. En un momento ella nos pregunto si las posiciones que ella adoptaba estaban bien o eran otras y que si de verdad lo estaba haciendo bien, nos miramos y le dijimos lo estás haciendo perfecto. Con mi compañera ya estábamos insertas en esa atmósfera tan bonita, nunca paramos de hacerle masajes, cuando ella estaba cansada de sostener sus piernas le ayudábamos y se las sosteníamos nosotras, aplicamos calor local con guateros de semilla y sueros que calentábamos periódicamente. En un momento decidimos quitarle la camisa que llevaba puesta pues estaba muy mojada, su pareja nos ayudo y le trajimos otra limpia y seca, pero ella prefirió parir lo más cómoda posible, con su cuerpo totalmente desnudo.
Mi profesor se encontraba detrás del biombo y la comunicación con el también era no verbal y todo el equipo se entendió de esa manera y con pequeñas palabras en forma de susurro. En todo este proceso el futuro padre podía ver como estaba avanzando el parto de su mujer y ella también podía tocarse inspeccionando como iba todo sin ningún impedimento por parte de nosotros, era su cuerpo, ella tenía el derecho de tocarlo como quisiera, era suyo.
Luego de todos los cambios de posiciones, decidió de que manera parir: era en cuatro apoyos o como lo conocemos mejor en 4 patas. Comencé a ver su cabecita y el profesor me dice solo colóquese guantes, nada más. Yo estaba muy nerviosa, era mi tercera asistencia de partos y primera vez de esa manera, pensando en formas técnicas de cómo iba salir esa nueva vida y no disfrutando del hermoso momento que estaba sucediendo. El profesor me vio y me dijo: “tranquila, mire como están ellos, súper tranquilos” y me di cuenta que los nervios y el miedo no iban en esa situación y de inmediato lo erradique de mi cuerpo, mi compañera que estaba realizando el trabajo de doula me hizo unos pequeños masajes, que de verdad sirvieron.
Ya , había llegado el momento tan esperado por sus padres y todos los que estábamos en esa sala, su cabecita comenzó asomarse y vi su carita ,venia con dos circulares de cordón que reducimos de inmediato, esperamos que rotara solita su cabeza y al próximo pujo su cuerpo salió, mis manos recibieron con mucho amor a esa hermosa criatura, dándole la bienvenida a este mundo, una niñita hermosa de 3380gr , la pase entre las piernas de su madre y sus padres la recibieron abrazándola con un amor infinito…por fin se conocían, su padre emocionado hasta las lagrimas y nosotros observando esa escena de esa amorosa triada, nos miramos entre todos y estábamos extasiados de tanta felicidad con una especie de orgullo de decir lo hicimos bien pero sin hacer nada. Los ojos de todos eran un mar de emoción que era imposible contener, se respiraba una paz y alegría extraordinaria casi imposible de expresar a través de estas letras.
Dejamos a la triada compartir este momento tan único, solos y todos nos fuimos tras del biombo, luego pinzamos y papá corto cordón dándole la hora de nacimiento a su hija a las 10:22 am, esperamos el alumbramiento y no fue necesario ninguna maniobra , ni otro procedimiento innecesario de rutina. En todo el proceso de trabajo de parto solo se realizo un tacto con permiso de la mujer y se ausculto LCF sin necesidad que la mujer modificara la postura que estaba adoptando, todo muy respetado, no se requirió ningún fármaco que interfiriera en su proceso de parto. Su oxitocina natural hizo y estaba haciendo efecto y no era necesario más.
Luego de un largo apego no recuerdo de cuanto fue, porque nadie estaba pendiente de los tiempos, se le tomo la temperatura a la bebe y estaba un poquito baja, se la querían llevar a la neonatología para colocarla en una cuna radiante, mi profesor de inmediato miro a la matrona y le dijo de manera respetuosa pero firme de sus convicciones: “tiene a su madre y a su padre y además hay una estufa al lado, no necesita más”, hicimos que el padre se sentara en el suelo a lo indio junto a la estufa junto a su hija en brazos y era verdad no necesitaban más.
En ese mismo instante a la madre se le dio su desayuno, se veía cansada pero feliz, había hecho un buen y hermoso trabajo de traer al mundo a su hija de una manera tan bonita y natural. Después conversando con ambos padres preguntamos como la iban a llamar y la llamarían Nina que significaba Fuego y su segundo nombre seria Quillen que significaba hermoso.
Ya cuando íbamos devuelta a clases, recordamos que ella había ido a un conversatorio que existió en nuestra universidad y pregunto cómo se podía tener un parto natural en el sistema público y en realidad nadie supo darle una respuesta ya que no existía tal posibilidad.
Lo sorprendentemente de esto que ella de alguna manera nos buscaba y nosotros la buscamos a ella y Nina eligió esa hora para nacer para darnos un hermoso regalo de poder ser parte del trabajo de parto y parto que tuvo su madre, una mujer informada y empoderada total y de ser partícipe de su hermoso, único, natural y especial nacimiento en el Hospital El Pino.
[1] Conversatorio Parto Respetado, celebrado el 22 de mayo del 2014, en Universidad de Santiago de Chile. Organizado por la ONG RELACAHUPAN Chile, y la escuela de Obstetricia de la universidad.
[2]“El término doula procede de la antigua Grecia y significa esclava, sierva. Otros autores sitúan su origen en el indi, lengua, en la que significa mujer experimentada. La antropóloga Dana Raphael, fue la primera persona que empleó este término, que proviene de la antigua Grecia, para refereirse a mujeres experimentadas que ayudaban a las futuras madres en el crianza de sus bebés, en Filipinas. Investigadores médicos como M. Klaus y J. Kennell extendieron el empleo de este término a ayudantes prenatales y durnate el parto, en una serie de estudios aleatorios controlados”. En http://www.doulas.es/definicion-2.html
[3]Beatriz Pichi Malen, disco Plata, año 2000. http://prensalibrepueblosoriginarios-mapuche.blogspot.com/2011/07/cantante-mapuche-beatriz-pichi-malen.html
[4]Taller realizado el 19 de junio, Consultorio Carlos Lorca. Última sesión prenatal.
Fuente: www.crececontigo.gov.cl
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