Los casos de maltrato en casa son más numerosos de lo que puede parecer.
por Angel Ximenez
La violencia intrafamiliar es un problema grave que ocurre en todos los grupos sociales, profesiones, culturas y religiones. Incluso popularmente se concibe al género masculino como el constituyente de los únicos agresores, pero la realidad es que en muchos casos las mujeres pasan a ser las agresoras, por lo que resulta que también ocurre en ambos géneros.
Es un problema de salud pública que, lamentablemente, va en aumento. Tan sólo en México, en el último año se registró un incremento del 9.2% en carpetas de investigación por este delito, según Cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP).
Por si fuera poco, de acuerdo a resultados de la última Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH), elaborada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), refiere que 10.8 millones de hombres casados o unidos con mujeres de 15 años o más han ejercido algún tipo de violencia contra sus parejas a lo largo de su relación, específicamente un 40% de forma emocional, 25.3% económica, 11.6% física y 5.3% sexual.
Tipos de violencia
Las cifras anteriores ilustran las distintas categorías que existen en las que se puede dañar a una persona, dependiendo del contenido de la agresión. A continuación se proporciona mayor información al respecto.
Violencia física
Esta categoría involucra golpes, rasguños, jaloneos y empujones; es más fácil de identificar porque suele dejar marcas en el cuerpo como moretones o heridas visibles, lo que culmina, en muchas ocasiones, en la muerte de la víctima.
Violencia psicológica o emocional
La persona agrede por medio de palabras hirientes como insultos o apodos, con la intención de denigrar a la pareja. Este tipo de acciones producen en la víctima sentimientos de ansiedad, desesperación, culpa, temor, vergüenza, tristeza, además de baja autoestima.
Violencia sexual
Se llevan a cabo comportamientos con connotación sexual de manera forzada, sin el consentimiento de la víctima, sólo por el simple hecho de ser su pareja. Puede incluir la violencia física y psicológica.
Violencia económica
Implica robar el dinero de la pareja, utilizar indebidamente su cuenta bancaria; e incluso cuando sólo el agresor es el que trabaja, éste amenaza con negarle el dinero a su cónyuge.
Las claves de la violencia intrafamiliar
Los hombres que son agresores generalmente en su infancia fueron testigos de violencia doméstica en contra de sus mamás, por lo que crecieron en un ambiente violento donde existían roles establecidos para cada género y donde la mujer era denigrada; por lo que hay una conducta aprendida hacia la pareja. Esto significa que en sus futuras relaciones, la persona termina por repetir aquello que presenció en su infancia, pues elige inconscientemente como pareja a alguien con perfil sumiso, desempeñando entonces un rol dominante.
Además de una baja autoestima, el agresor presenta una baja tolerancia a la frustración. Es decir, se frustra fácilmente, y es en esos casos cuando tiene arranques de agresividad y culpa a la víctima de haberlo provocado, de manera que lo que más desea es tener el control, tanto de la relación como de su cónyuge.
Si examinamos con detenimiento los tipos de violencia mencionados anteriormente, podemos identificar que el común denominador es el deseo de poder de parte del agresor hacia la víctima; es por eso que la denigra física, psicológica y sexualmente. En el caso de la economía, se trata de otra clase de poder, ya que el dinero es un recurso muy importante; si la víctima es independiente económicamente, ésta tiene cierto grado de poder, por lo que en la violencia económica, el agresor también busca quitarle tal cosa. Es por eso que detrás de la violencia doméstica por parte del hombre encontramos ideas machistas.
Por otro lado, las mujeres que son víctimas de violencia intrafamiliar muchas veces vivieron algo similar en su infancia; crecieron en un entorno donde se aceptaba la violencia y experimentaron ser las subordinadas de los hombres del hogar. De igual manera, la sumisión también es una postura que se aprende, probablemente por la creencia de que ese rol en la relación es algo normal.
A parte de una baja autoestima, la víctima puede presentar depresión y una dependencia emocional hacia su pareja, lo cual provoca no querer separarse de él manifestando amarlo. Por lo que cuando el agresor la culpa de provocar los arranques de violencia, la víctima acepta la responsabilidad. Aún en la sumisión, de igual manera en la mente de la víctima se encuentran ideas machistas.
Y cuando hay hijos…
Cuando hay hijos de por medio en la relación, éstos pueden padecer diversos problemas de conducta y emocionales, los cuales no tardarán en manifestarse con bajo rendimiento académico, siendo partícipes o víctimas de acoso escolar, aislamiento, ser propensos al consumo de drogas, caer en depresión, resentimiento, baja autoestima o estrés postraumático, entre otras.
Al crecer y desarrollarse en un ambiente en el que se acepta la violencia tienen altas probabilidades de repetir patrones, ya sea como agresores o víctimas en sus relaciones de pareja, tal como sucedió con los padres. Cabe mencionar que es en el seno familiar donde los niños aprenden a definirse a sí mismos, a entender el mundo y cómo relacionarse con él por medio de lo que observan y aprenden.
Ciclo de la violencia
La interacción entre el agresor y la víctima suele ser un círculo vicioso que se retroalimenta constantemente. A continuación presento las tres fases en las que se compone.
Fase de acumulación de tensión
En esta primera fase se presentan insultos, reproches, burlas, escenas de celos e intentos de controlar las acciones de la víctima, así como malestar constante que va en aumento. Por ejemplo: criticar la forma en la que viste, prohibirle salidas o ciertas actividades.
Fase de explosión
Esta parte representa un nivel superior a la fase anterior. En este punto es cuando la persona tiene un arranque violento en el que hay golpes, ruptura de objetos y amenazas.
Fase de arrepentimiento o luna de miel
En este último nivel, la persona se dice arrepentida y pide perdón (no sin antes hacer responsable a la víctima por haberla violentado), pero promete cambiar. De repente el romanticismo vuelve a la relación y el agresor se convierte en un ser detallista por un tiempo, hasta que vuelva a presentarse algo que no le guste para que dé inicio de nueva cuenta la primera fase y así sucesivamente.
Cuando la víctima es el varón
También existen situaciones en las que la mujer es la agresora y el hombre es la víctima. De igual manera que el hombre en su papel de agresor, la mujer busca tener poder y control sobre su pareja.
En estos casos, la mujer comienza con violencia psicológica hasta que con el tiempo se transforma en física: golpea, abofetea o jalonea a su esposo.
Aunque es más fuerte que ella, el esposo no aplica violencia porque considera una cobardía el hacer uso de la fuerza sobre una mujer, por lo que prefiere aislarse sintiendo una vergüenza profunda y guardando silencio para que nadie se entere de su situación humillante; probablemente si decide contarlo a alguien simplemente no le creería o se burlaría de él, incluidas las autoridades en caso de denuncia. De esta manera, el hombre sufre psicológicamente tratando de conservar las apariencias.
Qué hacer ante la violencia intrafamiliar
A continuación ofrezco una serie de pasos a seguir para prevenir y actuar en caso de violencia doméstica. Dirigido tanto a hombres como a mujeres. Identifica las señales:
- Usa palabras hirientes y acusadoras contra ti.
- Te ridiculiza en presencia de otras personas.
- Te insulta cuando se enoja y te echa la culpa por hacerlo o hacerla enojar.
- Controla todo lo que haces, a dónde vas, con quién estás. Revisa tu celular. Prohíbe que salgas con tus amistades y/o familiares, o prohíbe que le hables a tal persona.
- Dice que tiene celos porque te ama.
- Te jalonea de alguna parte del cuerpo o de la ropa, o simplemente te empuja.
- Te agarra con fuerza y te grita.
- Te presiona u obliga a tener relaciones sexuales.
- Amenaza con pegarte a ti o a tus hijos.
Si tu pareja hace más de una de las acciones mencionadas anteriormente, ya eres víctima de algún tipo de violencia y pronto tu pareja podría pasar a los golpes. Habla de esto con alguien de tu confianza y prepara un plan de emergencia para protegerte a ti y a tus hijos en caso necesario. Procura tener un lugar de refugio, por ejemplo, la casa de alguien de confianza.
En caso de que ya estés inmersa o inmerso en el maltrato, lleva a cabo el plan de emergencia para protegerte, sal de tu casa y acude a ese lugar de refugio. Asesórate con un abogado sobre tu situación, ya que es necesario proceder por la vía legal en contra del agresor, quien será detenido y llevado a proceso penal.
Si no cuentas con un refugio, existen unos patrocinados por ayuntamientos, organizaciones no gubernamentales o instituciones religiosas que ayudan a la víctima y a sus hijos a estar protegidos cubriendo sus necesidades físicas y emocionales. Incluso en algunos de esos lugares ofrecen asesoría legal y apoyo psicológico para brindar la ayuda necesaria.
Qué hacer si eres amigo íntimo o familiar de la víctima
No juzgues ni critiques su actitud o incapacidad para hacerle frente al problema. Al contrario, dedica tiempo a escuchar, comprender, y para que se desahogue. Hazle saber que no es culpable de nada. Ofrece también tu apoyo en lo que puedas ayudar, por ejemplo en cuidar a sus hijos, ofrecer refugio, o en la búsqueda de un abogado.
Considera la seguridad de la persona y sus hijos. Incluso en situaciones donde la persona agredida no percibe la realidad tal como es y no está consciente de ser una víctima de violencia, puedes ser tú quien pida el apoyo y haga la denuncia ante las autoridades. Tu colaboración puede marcar la diferencia y evitar consecuencias graves.
Qué hacer si eres el agresor
Finalmente, en caso de que seas tú el que ejerza la violencia, reflexiona en las consecuencias que puede provocar tu comportamiento. Da el primer paso, acepta que tienes un problema y busca ayuda profesional.
Conclusión
El noviazgo es la antesala al matrimonio. Si en esa etapa ya se sostiene una relación tóxica en la que uno de los miembros de la pareja trata de controlar y tener poder sobre el otro manifestando alguno de los tipos de violencia mencionados anteriormente, existen altas probabilidades de que a futuro se den casos de violencia intrafamiliar.
Es durante el noviazgo cuando se deben identificar actitudes de riesgo. Toda persona debe prestar atención a la forma en la que su pareja la trata; averiguar cuáles son sus valores; así como estar atentas a la forma en la que trata a sus padres y a las demás personas, particularmente a aquellos que le prestan un servicio en lugares públicos. Ya que de la misma manera en la que los trate a ellos, es como va a tratar a su cónyuge.
Referencias bibliográficas:
Acosta, F. (19 de Abril de 2018). Atiende UVI 100 casos de violencia doméstica al día. La Crónica.
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Melgosa, J. (2008). Cómo tener una mente sana. Madrid: Safeliz.
Ponce, K. (12 de Mayo de 2017). Los datos duros de la violencia intrafamiliar en México. Excelsior.
Salud, O. M. (29 de Noviembre de 2017). Organización Mundial de la Salud. Recuperado el 14 de Diciembre de 2018, de Organización Mundial de la Salud: https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/violence-against-women.
Fuente: psicologiaymente.com
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