María Bustamante, psicóloga especialista en Psicología Infantil y Familiar.
Directora de de la Unidad de Psicología Infantojuvenil
Ser madre es una de las tareas, decisiones y responsabilidades más importantes y complejas que existe en la vida. Pues si ya de por sí es así, me gustaría hacer una referencia especial a la opción de ser madre adoptiva.
En la mayoría de los casos, lo que lleva a una madre a la decisión de adoptar es una pérdida. A tener un hijo biológico, a cerrar un etapa, una relación o una situación, pero al fin y al cabo, lleva a la decisión de embarcarse en esta aventura y asumir el acompañamiento vital de una persona que ha nacido en otra familia, que a su vez también viene de otra pérdida. En este caso, de un abandono. Este escenario supone ya un punto de partida muy distinto a la maternidad biológica.
Si de por sí ser madre es una labor tan compleja como necesaria, ser madre adoptiva requiere unas habilidades y fortalezas que deben ser tenidas en cuenta, ya que la situación de vincular con el hijo/a adoptado/a, va a requerir superar situaciones en ocasiones extremas.
Hasta que el niño pasa a formar parte en la familia definitiva normalmente tiene más de una vivencia de rupturas vinculares, generando en él/ella una experiencia de apego inseguro o desorganizado, favoreciendo una mayor complejidad y dificultad en los vínculos posteriores que necesita generar para acceder a un hogar adoptivo.
Inevitablemente, cuando hay adopción aflora la Teoría del Apego de Bowlby, según la cual la persona que es adoptada trae un daño en su apego con alguna figura de referencia. Su relación con el entorno que lo ha recibido ya es compleja por todas las variables que le han rodeado, y el vínculo afectivo no podrá generarse de la misma manera que cuando el hijo es engendrado, gestado, parido, amamantado y criado por las mismas personas, es decir, cuando es hijo biológico, precisamente, porque no lo es.
Pero lo que sí es universal es la necesidad de cualquier menor de encontrar una base segura desde la que explorar, que le aporte las características de predictibilidad, receptividad, inteligibilidad, apoyo y compromiso recíproco.
Con unas variables tan delicadas en la decisión de ser madre adoptiva, las características básicas que debe tener esta especial madre son:
- Estabilidad emocional
- Tolerancia al estrés
- Flexibilidad
- Adecuada expresión de los afectos.
Características todas ellas compatibles con las derivadas de la evolución de la madurez personal e intrínsecas a un estilo de apego seguro o bien haber trabajado en su propia historia para reparar y reconstruir su apego a seguro, otorgándole una serie de cualidades, que me lleva poder afirmar que con el amor no es suficiente, ya que la situación requiere de:
- Una autoestima adecuada.
- Confianza en los demás y habilidades sociales.
- Capacidad para sobreponerse a las pérdidas porque tiene suficientes recursos personales y también sabe pedir ayuda cuando lo necesita.
- Regulación de las emociones ante situaciones estresantes o ansiógenas.
- Capacidad de tener una función reflexiva, factor que, junto a la posibilidad de ofrecer una respuesta sensible, determina el sentimiento de seguridad que una madre proporciona al hijo, transmitiendo, sobre la base de la empatía, la comprensión de que los otros son seres autónomos con sus propias emociones, permitiendo reconocer que el otro puede operar de distintos modos, bajo distintas circunstancias, que otorga un sentido de la relatividad comportamental y, por lo tanto, las relaciones personales pueden analizarse desde diversas perspectivas, asumiendo que nuestra percepción del otro y de sus estados mentales es limitada. Esta capacidad, propia de un estilo de apego seguro, tiene conexiones con algunas de las características de personalidad funcional para la adopción antes citada, como por ejemplo, las relativas a la flexibilidad y a la capacidad para la expresión emocional.
- Transmisión al hijo adoptivo de una imagen positiva de su origen, de sus padres biológicos y de aquello que motivó su adopción, de manera tal que le ayude a aceptar el abandono sufrido, desligándolo del intenso sentimiento de culpabilidad y minusvaloración inherente a la infancia adoptada que todavía no ha resuelto su propio duelo.
- Más probabilidad de afrontar con serenidad su maternidad adoptiva ofreciendo una respuesta sensible a las necesidades de su hijo, pudiendo establecer con él una vinculación afectiva segura que implica ofrecer las oportunidades necesarias para el desarrollo y la construcción de la identidad de su hijo.
Un referente de apego seguro no temerá perder el amor de su hijo porque se halla seguro en su relación paterno-filial y firmemente comprometido con el bienestar emocional de aquel. Si eso ocurre, la adopción será una característica intrínseca a la familia, la palabra adopción fluirá con naturalidad y cuando finalmente el hijo quiera buscar sus orígenes no habrá temor al rechazo, a la pérdida del hijo, al cuestionamiento paterno,… porque el lazo será irrompible.
Esto nos lleva a apostar por el apego seguro del adulto como un factor protector del éxito en el proceso de la adopción. Considerando muy interesante la inclusión de actividades de fomento del apego seguro en los programas de preparación para madres y padres adoptivos, sirviendo de base para esta apasionante tipología familiar.
Feliz día de la Madre, especialmente a las adoptivas.
Fuente: centta.es
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