¿Será mi hijo o mi hija quien lo realiza? ¿Estos cambios que observo en mi hija serán señal de acoso escolar?
¿Qué es el acoso escolar? ¿Lo estará sufriendo mi hijo? ¿Será mi hijo o mi hija quien lo realiza? ¿Estos cambios que observo en mi hija serán señal de acoso escolar? ¿Será muy grave para la vida de mi hijo? ¿Qué tengo que hacer, cómo puedo abordar esta situación?
Éstas, y otras que vendrán relacionadas, son las preguntas a las que vamos a dedicar durante unos días este espacio. Para ello, se va a seguir la estupenda guía para terapeutas de Iñaki Piñuel y María Cervera sobre el tratamiento del acoso escolar con EMDR.
Al acoso escolar también se le llama bullying. Se tiende a pensar que el acoso escolar está relacionado con la violencia física y las agresiones. Sin embargo este tipo de acoso es el menos frecuente y lesivo. La mayoría, en torno al 90%, de las conductas violentas que se producen en la escuela son de tipo psicológico y por lo tanto menos observables a simple vista, y son las que más se relacionan con daños en la vida del niño o de la niña por estrés postraumático. Sí, en la infancia y la adolescencia también puede aparecer el estrés postraumático, del que hablaremos más adelante.
En definitiva, el acoso escolar, como definen Piñuel y Oñate (2007) es “un continuado y deliberado maltrato verbal y modal que recibe un niño o una niña por parte de otro u otros, que se comportan con él/ella cruelmente con el objeto de someter, amilanar, arrinconar, excluir, intimidar, amenazar u obtener algo de la víctima mediante chantaje y que atentan contra su dignidad y sus derechos fundamentales”.
El niño o la niña que acosa a otro compañero suele buscar el reconocimiento y la atención de los demás, aprendiendo un modelo de relación basado en la exclusión y el menosprecio de los otros. Y con mucha frecuencia, se suele rodear rápidamente de un grupo de acosadores gregarios que se suman al hostigamiento contra la víctima.
Los comportamientos de acoso escolar que se dan más frecuentemente en la escuela, entre otros, son: llamarle por motes, no hablarle, reírse de él cuando se equivoca, insultarle, acusarle de cosas que no ha dicho o hecho, contar mentiras acerca de él, meterse con él por su forma de ser, burlarse de su apariencia física, no dejarle jugar con el grupo, hacer gestos de burla o desprecio hacia él, chillarle o gritarle, criticarle por todo lo que hace imitarle para burlarse, odiarle sin razón, cambiar el significado de lo que dice, pegarle collejas, puñetazos, patadas, no dejarle hablar, esconderle las cosas, ponerle en ridículo ante los demás… Estos comportamientos causan psicológicamente un daño mayor que la propia violencia física. Esta se observa de una manera mucho más clara y, por lo tanto, el niño va a recibir de inmediato un mayor apoyo y va a sentirse más arropado y defendido desde el primer momento. No ocurre así con el acoso psicológico más difícil de observar y muchas veces considerado como “cosas de niños”.
Fuente: luislozano.es
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