La medicalización de la tristeza está generando un sobrediagnóstico de enfermedades mentales y un abuso de los fármacos, convertidos ahora en píldoras de la felicidad

 

Allen Frances es psiquiatra, investigador y escritor. Presidió el comité del Manual Diagnóstico y Estadístico de las Enfermedades Mentales (DSM). En su libro ¿Somos todos enfermos mentales? (Ariel) analiza una nueva y temible enfermedad: la medicalización de la normalidad basada en las nuevas ‘modas’ psiquiátricas y de la medicina general que están generando un sobrediagnóstico sistemático.

¿Cuál es la frontera entre lo que es normal y lo que es una enfermedad?

Es la pregunta más importante y la más difícil de responder. Las definiciones de enfermedad han sido diluidas progresivamente, y no solo por la psiquiatría, también por el resto de los profesionales de la medicina. No toda la tristeza es un trastorno depresivo mayor como quieren hacernos creer. No todas las preocupaciones son un trastorno de ansiedad generalizada. Como no todos los que tienen algo elevados los niveles de azúcar en la sangre o la presión arterial padecen diabetes o hipertensión. Son límites que están borrosos y, por lo tanto, sujetos a manipulación. Especialmente por parte de las compañías farmacéuticas.

¿Cuántas enfermedades hemos ‘inventado’ en los últimos 50 años?

Unas cuantas, aunque la gente no está más loca. Sin embargo, la redefinición como trastorno mental de experiencias que eran parte de la vida cotidiana ha sido útil para algunas personas, que se sienten consoladas al tener un diagnóstico y dejan de sentirse confundidas, solas y condenadas al sufrimiento. Pero muchas son diagnosticadas por conflictos temporales que probablemente mejorarían por sí solos sin necesidad de fármacos

¿Y en caso de duda?

Deberíamos reservar los diagnósticos para las auténticas enfermedades que son graves de verdad. Ante la duda, mejor un infradiagnóstico que un sobrediagnóstico. Nos estamos acostumbrando a confiar en los fármacos como si fueran ‘píldoras de la felicidad’.

¿La industria es la única responsable?

Los principales culpables son los grandes intereses farmacéuticos, que gastan miles de millones de dólares en “vendernos” que estamos mal para luego vendernos las pastillas que nos “curan”.

¿Y los médicos?

También es verdad que las definiciones de los desórdenes mentales son indeterminadas porque a los expertos les gusta ver expandido su campo de acción. Además, la mayoría de los fármacos psiquiátricos son prescritos por médicos de Atención Primaria demasiado ocupados. Y, a veces, los pacientes empujan al médico a prescribirles una solución rápida.

¿Qué podemos hacer para protegernos de esa ‘inflación’ farmacológica?

Hay que parar el marketing de las grandes empresas farmacéuticas y volver a educar al público sobre los riesgos que tiene tomar medicinas, hay que reequilibrar las esperanzas que han depositado en los beneficios que pueden obtener de las pastillas. Es algo que funcionó con las grandes compañías de tabaco, que gastaban mucho dinero en promover un producto dañino para la salud. También hay que concienciar a los profesionales de la medicina.

Dice que estamos tratando enfermedades sociales como si fueran individuales.

Sí. Deberíamos dedicar mucho más dinero a las escuelas para reducir el número de alumnos por clase y, a la vez, aumentar los periodos de actividad física de los niños. Sería un buen modo de reducir los miles de millones que se gastan en la medicación para el trastorno por déficit de atención, que está sobrediagnosticado. Se considera enfermedad mental la inmadurez normal de un niño.

¿Hay más enfermedades sociales?

Otra enfermedad social es el desempleo, y ahí sería bueno ofrecer mejores servicios a los parados. Hay que tratar los problemas sociales con políticas sociales.

Sus críticas no han sentado muy bien a sus colegas…

La psiquiatría es una profesión noble y fascinante que ha perdido un poco su manera de hacer las cosas, convirtiéndose en una disciplina reduccionista, demasiado dependiente de la farmacología. Tenemos que volver a un modelo que sea biopsicosocial, que es el que proporciona una perspectiva tridimensional de las personas. Y no olvidar que una relación fuerte entre médico y paciente es la base de un tratamiento acertado.

Fuente: mentesana.es

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