Carlos González
Ahora que han cambiado los roles, que los hijos somos padres y necesitamos a los abuelos, es necesario ser flexibles y poner en valor su papel, los niños lo agradecerán.
Los abuelos son los transmisores de nuestra historia familiar, y también del valioso legado del pasado. Y sin embargo no les prestamos demasiada atención. A menudo relegamos su papel en la crianza de nuestros hijos a la mera función de canguros, cuando podría ser mucho más enriquecedor; a su lado, los más pequeños pueden hallar un cómplice con quien aprender grandes lecciones sobre la vida.
El papel de los abuelos en la crianza
Pero más allá de este legado ancestral que recae sobre toda la familia, la influencia de los abuelos puede sentirse en la vida cotidiana, y especialmente en el rol que desempeñan en la crianza de los nietos.
¿Malcrían a sus nietos?
Tienen los abuelos fama de ser más “blandos” que los padres. Tienen más tiempo para dedicar a sus nietos, y la vida les ha enseñado a valorar el contacto humano por encima de otras cosas.
Pueden concentrarse en querer a sus nietos. No les afecta, como a muchos padres –sobre todo primerizos– la presión de sentirse responsables de su educación.
¡Cuántas ocasiones perdidas por aquel absurdo miedo a malcriar! Pero con los nietos no nos va a pasar
Han podido comprobar con sus propios ojos que las cosas no son tan terribles como algunos las pintan y los niños crecen: el bebé que iba a “querer ir en brazos toda la vida”, el niño “que sólo come lo que le da la gana”, la niña “que es lista pero no se esfuerza”, el adolescente huraño… son ahora padres o madres trabajadores y responsables.
Transformarse en abuelo
Algunos abuelos varones atraviesan una transformación aún más espectacular, pues se educaron en una cultura en que los hombres no se ocupaban de los bebés. Superando tímidamente viejos y arraigados prejuicios, disfrutan con sus nietos de un contacto que les estuvo vedado con sus hijos.
En La sonrisa etrusca, de José Luis Sampedro, el protagonista, un viejo guerrillero, vive con asombro y orgullo una transformación personal, no sólo psíquica, sino incluso física. Le ha sido dado el privilegio de convertirse, para su nieto, en mujer; de ser, más que abuelo, abuela –ignora que los aspectos físicos del cambio se deben a los estrógenos que recibe para el tratamiento de un cáncer de próstata avanzado.
En este proceso de transformación de los abuelos, se produce a veces un extraño conflicto:
Los padres todavía intentan criar a sus hijos como les criaron a ellos –¡es tan difícil hacerlo de otra forma! Sería casi como decirles a nuestros propios padres: “Lo habéis hecho mal, yo lo haré mejor”– cuando los propios abuelos ya han desechado sus antiguos métodos.
Algunos padres se quejan de que los abuelos malcrían a los nietos: “¡Claro, todo el rato en brazos y haciéndole fiestas, y ahora la señorita no se quiere quedar en la cuna!”.
A veces, es posible distinguir una pizca de celos en esas quejas: “¡Fíjate, cada día le dan chocolate para merendar! Pues a mí me decían que el chocolate es malo para el hígado…”.
Muchas veces se crea cierta complicidad y los niños y adolescentes confían a los abuelos secretos que ocultan a sus padres
Según ciertas teorías, esa “blandura” de los abuelos debería llevar a los nietos a “portarse mal” y a faltarles al respeto. En realidad, suele ser al contrario: los niños pequeños reservan para sus padres las peores rabietas –probablemente porque les tienen más confianza– y, muchas veces, tratan a sus abuelos con gran deferencia:
El niño de dos años que exige que sus padres le lleven en brazos hace el esfuerzo de caminar cuando va con sus abuelos artríticos; el de diez, que a menudo responde a sus padres “calla tonto” o “no quiero”, escucha las batallitas con ejemplar paciencia y obedece órdenes sencillas sin rechistar.
Cómo el papel de los abuelos
Nadie tiene mayor influencia en la relación entre nietos y abuelos que los padres, pues se hallan en una posición intermedia y de autoridad clave. Eso requiere a veces iniciativa, a veces silencio y a veces tacto.
Sé flexible
No puedes pretender que los abuelos sigan al pie de la letra tus instrucciones. “Ponle el jersey, no se lo pongas, dale manzana, no le des pera, cógelo en brazos, no lo cojas, que duerma la siesta, que no duerma tanto…”. Recuerda que los abuelos han criado al menos a un hijo vivo.
Decide qué cosas son realmente importantes y explícaselas con claridad; para el resto, confía en su criterio.
Admite las discrepancias
No siempre estarás de acuerdo con los abuelos sobre la forma de educar a tus hijos, como no estarás de acuerdo con tu pareja. Es una suerte para los niños que los adultos que les rodean puedan expresar diferentes opiniones y que no exista un poder absoluto.
Por supuesto, no se debería caer en descalificación o el insulto. Ni «esta madre tuya, seguro que no te da más que congelados», ni «no le hagas caso al abuelo, que no dice más que tonterías».
¿Discutir ante los niños?
No descalificar al otro no significa que no opinemos delante de los hijos, que haya que aceptar lo que nos parece injusto sólo para no mermar la autoridad de otro adulto. No hay que tener miedo a decir delante de los niños cosas como «va, no te enfades, seguro que ha sido sin querer» o «es que es muy pequeña para recoger sola, yo la ayudaré».
Por supuesto, también los abuelos (o tu pareja) podrán discutir tus decisiones.
Escucha sus necesidades
Para evitarles una carga excesiva, mantén un diálogo abierto con ellos y ofréceles hacer otras actividades que no se limiten a tareas y obligaciones. Por lo general, a los abuelos les encanta ocuparse de los nietos, pero algunos se sienten «usados». Ellos también disfrutan yendo a la playa, al cine u organizando los cumpleaños de sus nietos.
Enseña geografía familiar
Enséñales a tus hijos dónde vivieron vuestros abuelos y demás ancestros. Si podéis, emplead algunas vacaciones en visitar esas tierras. De esa manera, los niños tendrán una mayor oportunidad de vincularse a la realidad de sus mayores, situándose físicamente en el lugar donde tuvieron lugar los hechos que los abuelos narran.
Mantén vivo el vínculo
Si tus hijos ven que tus padres y tú mantenéis una afición en común o compartís alguna actividad, aunque sean meras conversaciones, aprenderán que ellos pueden hacer lo mismo con sus abuelos y contigo.
Aprenderán que la familia no es sólo una fuente de satisfacción de necesidades, sino también un entramado de relaciones afectuosas que no tiene límites en su desarrollo.
Ante la ruptura familiar…
No todo son caminos de rosas. Hay familias rotas, peleadas, padres que no quieren hablar con los abuelos. Es probable que ahora que tienes tus propios hijos seas capaz de comprender mejor algunas de las cosas que hicieron tus padres.
Tal vez sea el momento de iniciar una reconciliación. O tal vez no. Quizá no puedas perdonar a tus padres. Tal vez no quieras dejar a tus hijos con sus abuelos, para que no se repitan cosas que te dolieron. Cuando tengan edad suficiente, podrás explicarlo a tus hijos.
Fuente: mentesana.es
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