Gestionar nuestro tiempo es uno de los grandes desafíos de hoy en día: inmersos en la rutina, en el mundo en el que vivimos son muchas las demandas que reclaman nuestra atención y ocupan nuestro tiempo cotidianamente. Trabajo, hijos, relaciones personales, tareas domésticas, e incluso redes sociales se convierten en ocasiones en una avalancha de tareas que tenemos que procesar a toda prisa e ir dándoles salida de la forma más rápida posible.

Es frecuente que caigamos en la inercia de ir apagando fuegos y saltando de una tarea a otra, sin tiempo para pararnos a pensar y reflexionar realmente sobre qué estamos haciendo y por qué lo estamos haciendo, es decir, si las tareas que ocupan nuestro día a día son realmente las que queremos hacer, o si en realidad estamos funcionando en el modo piloto automático.

Es obvio que no podemos elegir muchas de ellas. Por ejemplo, no podemos elegir si queremos trabajar, o si queremos o no recoger la cocina, son tareas que debemos hacer obligatoriamente.

Sin embargo, sí podemos priorizar y ordenar nuestra tareas de forma que nuestra rutina sea más equilibrada y armónica, y no tengamos la temida sensación de desgaste que habitualmente se va a acumulando en nuestro cuerpo conforme avanza la semana. ¿Cómo hacerlo? Vamos a verlo.

¿Qué es el autocuidado?

Como su propio nombre indica, el autocuidado son básicamente todas aquellas tareas y hábitos que incluyamos en nuestra rutina para dedicarnos a cuidar de nosotros mismos, o mejorar nuestra salud.

Cuando comentamos en consulta la necesidad (sí, necesidad) de incluir espacios de autocuidado en la rutina semanal, muchas veces parece que hablamos de una utopía. Podemos pensar: “¿Cómo? ¿Buscar un momento para mí solo/a”? Esta pregunta suele ir seguida de una gran carcajada.

Parece que hemos interiorizado que el autocuidado es algo opcional, algo que podemos hacer ocasionalmente, en nuestro tiempo libre, si es que sobra tiempo. Nos hemos acostumbrado a funcionar de forma que somos lo último en nuestra lista de prioridades.

Salvo excepciones, la mayoría de las personas no aparece en su propia agenda. Quizá esto suene algo drástico, pero si nos paramos a reflexionar, veremos que día a día tomamos decisiones en las cuales postergamos tareas de autocuidado por falta de tiempo, o por la premura de otros objetivos más urgentes. Por ejemplo, ir al fisioterapeuta, quedar con un amigo que hace tiempo que no ves, hacer deporte, dar un largo paseo con tu pareja, darte un baño caliente, recuperar ese libro que empezaste hace tiempo, irte de compras, apuntarte a yoga…

Es frecuente que esas tareas estén en una lista de actividades pendientes, desde hace demasiado tiempo. Vale, bien, podemos pensar que es un mal menor, que es algo que estamos sacrificando en aras de llevar adelante nuestro trabajo, tener ordenada la casa, o pasar tiempo con nuestros hijos, en definitiva, ser efectivos. Pero la pregunta es, ¿durante cuánto tiempo podemos hacer esto sin que nos pase factura?

¿Por qué es tan importante el autocuidado?

Esta es la pregunta del millón, y la respuesta corta es bastante sencilla: porque es un seguro gratuito de salud. El único coste que tiene es el tiempo que le dedicas. El autocuidado previene enfermedades, te inmuniza, protege tu salud, tanto física como psicológicamente.

Cuando priorizamos durante demasiado tiempo objetivos laborales, domésticos o interpersonales dejando de lado nuestro bienestar personal, nuestro cuerpo empieza a avisarnos de que nos estamos sobrecargando. Lo hace a través de las somatizaciones (a las que ya dedicamos una entrada, que puedes leer aquí), es decir, síntomas de malestar físico que son frecuentes en personas con estrés, tales como:

-Dolores de cabeza, de espalda, o musculares.

-Náuseas, diarreas, gases.

-Hormigueos, espasmos musculares, debilidad.

-Palpitaciones, sensación de ahogo.

Estos molestos síntomas que aparecen en épocas con un alto grado de estrés, son el precursor que nos avisa de que estamos sometiéndonos a un estrés sostenido durante demasiado tiempo.

Este cuadro puede agravarse y debutar en un futuro en trastornos específicos, como por ejemplo el conocido burnout o síndrome de desgaste profesional, o en trastornos de ansiedad, como el trastorno de pánico, o trastornos afectivos como la depresión.

Existen factores de personalidad que nos pueden predisponer a sufrir estos trastornos, y uno de ellos es un alto nivel de autoexigencia: es decir, exigirnos demasiado a nosotros mismos, cumplir nuestro rol en todas las áreas de nuestra vida de forma perfecta. Este alto nivel de exigencia nos puede llevar a involucrarnos en multitud de actividades exigentes, que nos suponen un esfuerzo físico y mental, y que a largo plazo, si no contamos con unos hábitos adecuados de autocuidado, pueden pasarnos factura resintiendo nuestra salud.

¿Qué hacer para cuidarse?

Como adelantábamos al principio del artículo, existen algunos hábitos que son básicos para tener un buen autocuidado, y prevenir el exceso de estrés en nuestras vidas:

  1. Una adecuada gestión del tiempo: saber priorizar, dedicarse a lo importante y no dejarse llevar por las prisas, las urgencias, y los objetivos ajenos que nada tienen que ver contigo, es una habilidad esencial para no acabar sufriendo una sobrecarga de estrés.
    Analizar tus objetivos: dedica un tiempo a la semana (con veinte minutos es suficiente) para repasar qué has hecho, y si lo que has hecho está en consonancia con lo que quieres conseguir, o con cómo quieres que sea tu futuro. Te sorprenderá la cantidad de cosas que hacemos por compromiso o por inercia, que no contribuyen en nada a tu bienestar.
  2. Planifica y pon fecha: ten en cuenta que las actividades de autocuidado no son opcionales, ni deben ser un extra que permitirte de vez en cuando: deben estar incluidas dentro de tu rutina, como si se tratara de una dieta. En tu dieta emocional, el autocuidado es un ingrediente básico. Programa tus actividades y respeta su espacio, delegando o dejando de lado otras tareas.
  3. Vigila tus pensamientos críticos: una de las barreras más recurrentes para postergar actividades de autocuidado, es la de los pensamientos negativos automáticos, es decir, pensamientos que se cuelan en nuestra cabeza y que nos hacen sentir mal: normalmente, de culpabilidad. Es frecuente oír que si me dedico tiempo, soy egoísta, y estoy dejando otras prioridades de lado. Esto enlaza con el siguiente punto:
  4. Practica tu asertividad: aprende a decir no. Decir no es otro seguro de salud al que hay que suscribirse. Hacerlo es esencial para dejar de lado otros compromisos improductivos que te ocupan tiempo, y que no tienen nada que ver con tus objetivos personales.
  5. Se constante: es frecuente adherirnos a los hábitos de autocuidado cuando nos encontramos mal, ya que es ahí cuando les vemos sentido: es decir, empezar a cuidarse tras un susto, porque he tenido un episodio agudo de ansiedad o porque me encuentro con un bajo estado de ánimo. Mantén este hábito a largo plazo, no cuando te haga falta, sino de forma constante, para que no te tenga que hacer falta en el futuro.

Y por último, recuerda que todas las áreas de tu vida (trabajo, familia, amigos, deporte, etc.) dependen de ti. Tu salud es un requisito básico para que todo lo demás funcione. Así que no creas que por dedicarte tiempo estás siendo egoísta, o estás dejando de lado otras parcelas de tu vida. En realidad, estás contribuyendo a que sean sostenibles, y a invertir en un futuro más saludable y feliz.

Fuente: www.sernabernabeu.com

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