Robin Rica, psicólogo especialista en Trastornos de la Conducta Alimentaria.
Director de la Unidad de TCA

Quizá aquellos que acuden al gimnasio a lo largo del año hayan notado que en estas fechas el aforo está ligeramente más lleno. Hacer ejercicio físico de forma regular y moderada es uno de los pilares de un estilo de vida saludable, previene multitud de patologías y es un activo importante en su tratamiento, tanto a nivel físico como psicológico.

El ejercicio físico se define, según la Organización Mundial de la Salud (2010), como una variedad de la actividad física ordenada, con una estructura y un plan, y que se realiza con el fin de mejorar la salud y el bienestar. Sin embargo, su valor como agente de salud no suele ser la principal motivación que mueve a la gente a su realización.

Es la mejora de la estética el motor que, mayoritariamente, mueve a las personas a iniciar una pauta de ejercicio físico. Especial mención tienen a este nivel el apuntarse al gimnasio, hacerse runner o salir a montar en bici. Son estas actividades que permiten al usuario la flexibilidad suficiente para practicarlas durante el tiempo que quiera y en el momento que elija. Esta flexibilidad de elegir es a priori un activo positivo, ya que nos permite tener una pauta de ejercicio físico que de otra manera podría ser incompatible con nuestros horarios.

La mayor exposición al propio cuerpo (y al ajeno) que implica el verano lleva a muchas personas por estas fechas a iniciar una rutina de ejercicio físico con el propósito (mayoritario) de moldear su cuerpo de cara al verano. Incluso aquellas personas que realizan ejercicio físico de manera regular a lo largo del año suelen variar sus rutinas de entrenamiento en estos meses. Sin embargo, la estética como motor derivada de una insatisfacción corporal hace que en muchos casos se haga un uso inadecuado del ejercicio físico, aumentando desmesuradamente su frecuencia e intensidad y el sufrimiento derivado de la perspectiva de no poder entrenar.

La dimensión cuantitativa y cualitativa del uso excesivo del ejercicio físico
El ámbito de la patología relacionada con el uso inadecuado del ejercicio físico es complejo y plagado de términos que en muchos casos se prestan a la confusión. Para empezar, podemos dividir entre la dimensión cuantitativa y cualitativa del uso excesivo del ejercicio físico. Cuando nos referimos a la dimensión cuantitativa, hablamos de aquellos aspectos relacionados con los aspectos objetivos de la actividad, como la duración, frecuencia o intensidad. Cuando éstas se incrementan aumenta el riesgo de lesión. La dimensión cualitativa por su parte implica aquellos aspectos motivacionales o intencionales por los cuales alguien se involucra en tal ejercicio físico. En este sentido no sólo importan los aspectos cuantitativos antes mencionados, sino la razón y el significado de hacer ejercicio, así como los sentimientos y emociones negativas que siente la persona cuando no puede mantener su rutina de entrenamiento. En estos casos la persona necesitaría hacer ejercicio físico para mantener un frágil sentido del bienestar.

De manera más específica, el término ejercicio físico compulsivo definiría a aquella persona que realiza ejercicio físico por un mecanismo de reforzamiento negativo, es decir, realiza el ejercicio para evitar el estado emocional negativo derivado de no realizar la conducta (e.g., culpa o ansiedad). Otro de los aspectos clave del ejercicio físico compulsivo es el uso que se hace de la actividad física como mecanismo regulador de estados emocionales negativos de la vida cotidiana. No contar con las herramientas suficientes de regulación emocional hace que las personas recurran a determinadas conductas que, de excederse, pueden resultar potencialmente nocivas, como el ejercicio físico. En estos casos la persona no disfruta de la actividad, sino que la vive como una obligación inquebrantable, llegando a impactar en su esfera social, familiar o laboral.

Puesto que casi cualquier persona que realiza ejercicio físico con regularidad refiere sentimientos psicológicos negativos cuando no puede hacer ejercicio por algún motivo inesperado, el factor clave a la hora de diferenciar entre un deportista comprometido con su rutina de ejercicio y una persona que realiza ejercicio de manera compulsiva es el nivel de intensidad de estos sentimientos. El ejercicio físico compulsivo puede ser un problema en sí mismo o puede ser un síntoma dentro de un Trastorno de Conducta Alimentaria (TCA) o de un cuadro de Dismorfia Muscular (DM), y en cualquier caso el riesgo que implica y el sufrimiento que supone para la persona lo convierten en una situación susceptible de abordaje terapéutico.

Fuente: centta.es

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