El pediatra español Adolfo Gómez Papí impartió un taller en el San Agustín sobre la importancia del contacto entre madre e hijo

Por Ruth Arias/Fotografía: www.elpartoesnuestro.es

Colocar al recién nacido sobre el pecho desnudo de su madre es lo que se ha hecho toda la vida hasta que las mujeres comenzaron a acudir a los hospitales para dar a luz y los partos comenzaron a instrumentalizarse y medicalizarse. Hace unas décadas los bebés empezaron a ser separados de sus madres tras el parto para pesarlos, medirlos, lavarlos… y se perdió ese contacto piel con piel que, sin embargo, muchos expertos están tratando ahora de recuperar. Uno de ellos es el pediatra y neonatólogo barcelonés Adolfo Gómez Papí.

Papí defiende que el recién nacido debe permanecer «por lo menos dos horas» sin separarse de su madre tras el nacimiento, aunque este contacto puede prolongarse «todo el tiempo que el niño y la madre necesiten». Los motivos son varios y muy diversos. Uno tiene que ver con el refuerzo del vínculo afectivo entre ambos, algo que para este pediatra tiene una importancia «tremenda», pero no es el único. El contacto directo también ayuda a que el bebé pueda regular su temperatura tras el enorme cambio que supone salir del vientre materno a 37 grados y encontrarse en un mundo exterior mucho más frío, y ayuda a los bebés a tranquilizarse y a iniciar la lactancia.

«Hay mucha evidencia de que el piel con piel contribuye al éxito de la lactancia», sostiene Papí, que asegura que el bebé se desplaza por sí mismo hacia el pecho de la madre de forma espontánea y que ese contacto entre ambos duplica las posibilidades de que todo salga bien. Soprendentemente, la proximidad entre madre e hijo tiene efectos también en otras variables, como los niveles de azúcar o la acidosis del bebé, y en su bienestar general. «Los niños sufren mucho menos estrés y apenas lloran cuando están con su madre», asegura.

Papí también defendió los beneficios de esta práctica para las propias madres, a las que ayuda a recuperarse antes del parto debido a «una mayor liberación de oxitocina», que contribuye a la contracción el útero, lo mismo que el propio movimiento natural del bebé sobre este órgano, que también ayuda a reducirlo más rápidamente y «también hay trabajos que indican que hay menos depresión posparto cuando hay un mayor contacto con el bebé».

 «Cada vez se habla más de esto, y cuando no es posible el piel con piel con la madre, siempre está el padre», señala Papí.

Hay otro caso muy especial, y es el de los prematuros que, por su especial delicadeza, suelen ser trasladados a incubadoras. Para ellos Papí defiende el «método canguro», de cuya introducción en nuestro país ha sido uno de los pioneros. Él lo trajo de Colombia, donde la alta presión asistencial obligaba a que hasta tres prematuros compartieran incubadora. «Esto llevaba a que se contagiasen muchas infecciones, así que comenzaron a recomendar a las madres que los mantuviesen junto a ellas y se los llevasen así a casa», explica. Así descubrieron que las cosas salían mucho mejor. Los bebés se desarrollaban bien y se reducía el riesgo de enfermedades.

El piel con piel ha resultado ser beneficioso para todos y no solo en las horas tras el nacimiento. «Funciona siempre que la madre y el niño quieran hacerlo», asegura Papí, que también defiende que «en esos momentos mágicos nadie tiene que estar allí salvo la pareja y su bebé». Esta práctica ancestral está comenzando a recuperarse ahora, junto a otras como el porteo o la propia lactancia materna. «Incluso la cultura del parto normal está absolutamente perdida», señala.

Fuente: www.elcomercio.es

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