Por Javiera Navarro
¿Se ha puesto suficiente atención al dolor en el debate de la despenalización del aborto? Los psicólogos sabemos lo complejo que es tomar decisiones en medio del dolor y vemos cotidianamente en nuestras consultas cómo contar con la capacidad de decisión en minutos difíciles puede ser la mejor prevención de cuadros de estrés postraumático.
El año 2015 el psiquiatra norteamericano experto en trauma, Bessel Van der Kolk, publicó un magnífico libro llamado «The Body Keeps the Score» donde, cotejando un caso tras otro, da cuenta de cómo los seres humanos prevenimos los efectos del trauma cuando somos capaces de sentir que en medio de la tormenta podemos tomar algún control sobre nuestras circunstancias. La ley hoy devuelve a las mujeres (y a las familias) esa posibilidad de decidir su propio destino en minutos de profundo dolor. Ese es en sí mismo un motivo de celebración.
Pero existe otra razón digna de ser celebrada por los profesionales de la salud mental. Dentro del debate que se generó en el Congreso Nacional se agregó a la ley un nuevo elemento que me parece una oportunidad: «En el marco de las tres causales reguladas en el inciso primero, la mujer tendrá derecho a un programa de acompañamiento, tanto en su proceso de discernimiento, como durante el período siguiente a la toma de decisión, que comprende el tiempo anterior y posterior al parto o a la interrupción del embarazo, según sea el caso». De este modo, la ley no sólo permite a las mujeres poder volver a tomar control en circunstancias tan difíciles, sino que, además, les otorga el derecho a ser acompañada en ese proceso.
El espacio psicoterapéutico es por definición un espacio para pensar juntos, jamás para decidir por otro o influir en las decisiones de otros. No podrían existir profesionales de la salud mental haciendo ese trabajo si el fin fuese incentivar a la mujer en cualquier sentido, sea el de continuar el embarazo o el de abortar.
Pero, no da lo mismo el tipo de acompañamiento al que tendrán derecho. La ley detalla que el acompañamiento «incluirá acciones de acogida y apoyo biopsicosocial ante la confirmación del diagnóstico y en cualquier otro momento de este proceso» y que, de haber continuación del embarazo, además «se otorgará información pertinente a la condición de salud y se activarán las redes de apoyo».
Pero atención, si alguien quiere interpretar estos acompañamientos como espacio o forma de disuasión, está en un grave error. La ley es clara: «La información será siempre completa y objetiva, y su entrega en ningún caso podrá estar destinada a influir en la voluntad de la mujer».
El acompañamiento debe ser entregado por personas entrenadas, esto es, desde un dispositivo profesional que incorpore características básicas propias de cualquier acompañamiento psicológico. La idea de que un profesional influya sobre la decisión de la persona a quien acompaña es un total contrasentido. El espacio psicoterapéutico es por definición un espacio para pensar juntos, jamás para decidir por otro o influir en las decisiones de otros. No podrían existir profesionales de la salud mental haciendo ese trabajo si el fin fuese incentivar a la mujer en cualquier sentido, sea el de continuar el embarazo o el de abortar.
En la misma línea, lo que no podemos celebrar aún, son las condiciones en las cuales estos programas de acompañamiento serán diseñados. Por ejemplo, ¿cuáles serán las características de estos programas de acompañamiento? ¿Cuáles serán los perfiles profesionales de quienes los ejecuten? ¿Qué competencias serán necesarias que tengan estas profesionales para acompañar a una mujer, pareja, familia en medio de una decisión tan compleja?
En mi experiencia como terapeuta trabajando en vínculos tempranos con mujeres embarazadas y con bebés recién nacidos, me toca frecuentemente escuchar historias difíciles de escuchar, cargadas además de una intensidad propia del período puerperal. Y es que este trabajo requiere de equipos preparados para tolerar altos niveles de sufrimiento. No es fácil escuchar a una madre que dice sentir asco por su guagua, no es fácil escuchar a una joven violada describiendo el rechazo que le genera que su bebé se acerque a sus pezones, no es fácil nunca en esta sociedad machista escuchar situaciones donde la maternidad no es aquella que hemos idealizado. Lo central para poder acompañar es poder escuchar desde un lugar del no prejuicio, desde un lugar, como decía el psicoanalista inglés Wilfred Bion, «sin memoria y sin deseo».
Ahora bien, no sólo debemos hacer la pregunta por el tipo de profesionales que harán estos acompañamientos sino también por los recursos con que contarán ¿Estarán debidamente supervisados para tolerar el dolor?, ¿cuánto tiempo podrán trabajar con estas mujeres y eventualmente con sus bebés? o ¿quién asumirá los costos? Porque por muy bueno que sea el profesional, ninguna intervención es mágica y se requiere tiempo y recursos para que se construya un vínculo de seguridad. Y en los casos de las mujeres que decidan la continuación de sus embarazos ante cualquiera de las tres causales ¿está el Estado preparado efectivamente para acompañar a esa mamá y su bebé, que parten con condiciones adversas para garantizar las mejores condiciones para el desarrollo infantil? ¿Está el Estado preparado para poner a disposición de estas mujeres esos recursos?
Porque se trata de entregar servicios que ayuden a que se generen los vínculos de apego necesarios para la construcción de pilares sólidos para la salud mental de ese bebé, y también para devolver a la madre la posibilidad de gozar su maternidad. En este mismo sentido, ¿qué apoyos tienen en términos vinculares mujeres que han sido violadas y deciden conservar a sus bebés? ¿Hay servicios psicoterapéuticos para ellas y sus hijos para que logren elaborar esa experiencia y construyan el mejor vínculo afectivo posible? ¿Es esta ley un paso adelante en la posibilidad de garantizar que los niños vengan al mundo provistos de los vínculos de seguridad que necesitan para crecer y desarrollarse? La respuesta es que es una oportunidad si pensamos en esta ley no sólo como despenalizar el aborto, sino también como mejor acompañar a las mujeres y sus familias en uno de los minutos más importantes de sus vidas.
Las ganas de celebrar serán totales si esta ley no sólo devuelve a las mujeres la libertad de elegir sobre sus destinos, sino que además las acompaña (y las ayuda a elaborar) sus experiencias en torno a ser madres (ya sea si interrumpen o siguen con sus embarazos) para que puedan vivir (o volver a vivir a futuro) su maternidad desde el mejor lugar posible.
Fuente: elmostrador.cl
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