Carmen Paz Puentes
Terapeuta Familiar, ICHTF
La separación de los padres en la mayoría de los casos es un hecho doloroso para todos los involucrados, independiente de las razones de la separación.
En mi práctica clínica es un motivo de consulta frecuente. A veces se pide ayuda para enfrentar e informar de la mejor manera esta decisión a los hijos; otras veces los padres consultan posterior a la separación para pedir orientación por reacciones que han tenido uno o más hijos y que les preocupan. También están los que consultan por síntomas diversos en los niños, lo que luego de la evaluación da cuenta de un duelo no elaborado asociado a la separación. En el peor de los casos están los síntomas de los niños o adolescentes asociados a conflictos entre los padres que se han cronificado e incluso agudizado post separación, como es el caso de las separaciones “destructivas”, causando importante sufrimiento a sus hijos. Estos son los casos más difíciles desde el punto de vista terapéutico, donde la tarea es ayudar a los padres a separar su conflicto con la madre o padre separado para poder visibilizar las necesidades emocionales de sus hijos, poniéndolas en primer lugar. Otras veces el tema de la separación y el dolor asociado aparece más tardíamente en un proceso terapéutico familiar, una vez que se han dejado de lado las defensas y el sistema se atreve a mostrar su vulnerabilidad en el espacio terapéutico.
Me interesó escribir esto a propósito de una reflexión que he venido haciendo desde hace un tiempo tras escuchar reclamos de niños y adolescentes de distintas edades que me han tocado en terapia. Por ejemplo, sobre el hecho de tener que ir de casa en casa cada semana: “nos tratan como mochilas” decía una vez una chica a propósito de aquello. También en relación a la experiencia asociada a los “pololeos” o nuevas relaciones de pareja de los padres. Por ejemplo una niña le pedía a su padre que le contara a ella, antes de que lo hiciera en forma oficial, si se iba a casar con su actual polola. Ella ya intuía sobre aquella posibilidad y reclamaba su derecho a estar informada. El era un padre amoroso y atento con ella, sin embargo le costó decirle simplemente que sí. Luego de esa sesión me quedé pensando en los derechos de los niños de padres separados. La separación de los padres es un evento que ellos no pueden controlar ni decidir, pero que les afecta sustancialmente. Entonces, “si no tengo derecho a decidir sobre esta decisión, a qué si tengo derecho?”. Yo también soy madre separada, mis hijos tenían 7 y 9 años respectivamente cuando esto ocurrió. También sé que para los padres es difícil. Pero no conozco niño, niña, adolescente o adulto que no asocie esta experiencia a un momento difícil y doloroso de su vida….que no pudieron controlar.
Esta declaración de derechos está escrita para padres, niños(as), adolescentes y terapeutas que trabajan con familias. Los invito a todos a comentar, cuestionar, agregar derechos, etc. a ver si visibilizar este tema permite colaborar en disminuir en parte el sufrimiento de los hijos e hijas que viven esta experiencia.
Derechos:
- Derecho a recibir información clara y suficiente: noticia de la separación, razón de aquello y reorganización familiar que habrá.
- Derecho a no dejar de ver a uno de sus padres post separación.
- Derecho a seguir siendo hijo, en vez de: “confidente”, “psicólogo”, “padre” o “madre” de uno de los padres post separación.
- Derecho a no oír a uno de los padres hablar mal del otro, ni a servir de desahogo de reclamos, ni de mensajero ni de intermediario entre éstos.
- Derecho a no ser parte (presenciar, escuchar) de las nuevas conquistas o affaires de uno de los padres post separación.
- Derecho a reclamar por tener que ir de casa en casa con ropa, útiles escolares, etc.
- Derecho a echar de menos al padre o madre con el que no se está y a tener pena y/o rabia en los momentos de despedida de uno u otro (por ejemplo, malas caras en adolescentes o llanto o pataletas en los más pequeños).
- Derecho a tener un lugar físico que se sienta como propio en cada casa.
- Derecho a sentir pena y no alegría ante la noticia de pololeo-matrimonio-convivencia de uno de los padres.
- Derecho a que no les caiga bien el pololo(a) de uno de los padres.
- Derecho a sentir celos por la relación de su mama-papá con los hijos(as) de su pareja cuando los hay.
- Derecho a tener un tiempo propio para elaborar el duelo de la separación de sus padres, no necesariamente el mismo de sus padres (que por cierto empezaron este proceso mucho antes de comunicarles la noticia a sus hijos).
- Derecho a anhelar, incluso pasado mucho tiempo y muchos años, el querer volver a tener a su familia unida.
Fuente: ichtf.blogspot.cl
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