Las crisis de pareja son un hecho normal, e incluso deseable, a lo largo del ciclo vital de la pareja. Los distintos puntos de vista, las dificultades de la convivencia, la educación de los hijos, etcétera, son problemas comunes que pueden hacer saltar chispas en la relación. Y también es posible que éstos u otros factores causen un malestar demasiado intenso y prolongado en uno o ambos miembros de la pareja, amenazando la integridad de la unión. Cuando las personas desconocen cómo resolver estos problemas es importante buscar ayuda para evitar que se hagan mas grandes y causen un daño mayor que, en algunos casos, puede resultar irreparable; es en estos casos cuando hay que recurrir a una terapia de pareja.
Como hemos dicho, las crisis de pareja son situaciones que forman parte del ciclo vital normal de una relación. Las crisis sanas son periodos de malestar que atraviesan los miembros de la pareja y que pueden resolver por sí mismos sin la ayuda de terceros. Este tipo de crisis suelen aparecer cuando hay cambios importantes en la vida de pareja (por ejemplo, irse a vivir juntos, el nacimiento de un hijo, un despido, exámenes, etcétera) y no afectan al amor o apego que sienten sus miembros.
Por el contrario, los problemas de pareja se pueden considerar como crisis patológicas cuando el intenso malestar que producen es duradero y casi permanente. Este tipo de circunstancias pueden surgir como algo ocasional o ser la consecuencia del devenir de una crisis sana mal resuelta que, poco a poco, se ha ido complicando hasta el punto de que la pareja ya no es capaz de resolverla o ni siquiera se siente motivada para hacerlo. Estas crisis suelen estar ocasionados por factores que siempre han estado presentes en la relación (mala relación con la familia del otro, falta de implicación en la pareja, objetivos de vida distintos, problemas de comunicación…).
Lo más significativo de los problemas de pareja que se enquistan, y que también les diferencia en mayor medida de las crisis pasajeras, es el daño que producen a la afectividad, que pone en peligro el apego de los miembros y su deseo de mantener la relación. Esta circunstancia es realmente peligrosa, puesto que sin apego (amor) no hay pareja ni familia, ya que nuestro hogar está allá donde estén los que amamos.
Fuente: webconsultas.com
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