Por Carolina Sances, Psicóloga Infanto-Juvenil
En nuestro artículo anterior, hablamos de la importancia de resignificar las crisis de los adolescentes como oportunidad para estrechar lazos con ellos o volver a conectarnos. Sin embargo, sabemos que eso en el día a día se torna muchas veces, difícil o a ratos incluso creemos que es imposible.
Diego tiene 15 años y desde que sus papás se separaron hace 6, vive solo con su mamá, Paulina. Para ella el periodo de pre-adolescencia y adolescencia de su hijo, ha sido muy difícil. Siente que están en un constante tira y afloja, que Diego no la escucha, no le hace caso y que la relación, que cuando era niño era fluida, amorosa y conectada, hoy es difícil, con muchas discusiones y tienen pocos momentos de tranquilidad. Paulina siente que ha perdido la perspectiva, el buen humor y la amabilidad en la relación con su hijo y lo que más la entristece es que esto los lleva a sentirse desconectados emocionalmente.
Historias similares a la de Diego y Paulina las escucho muy seguido en mi trabajo, en reuniones de apoderados, etc. Padres que se quejan de que ya no “llegan” a sus hijos adolescentes, que discuten constantemente “por las mismas cosas” y no saben cómo salir de esa escalada de discusiones.
La respuesta está en lo que muestran muchas investigaciones: que no podemos influir positivamente en los adolescentes si antes no creamos conexión emocional con ellos.
Castigar, gritar, sermonear, avergonzar, insultar, crea desconexión. La paradoja está en que con esto queremos lograr cambios positivos en nuestros hijos adolescentes, sin embargo, lo que estamos haciendo es insertándonos en un círculo vicioso, donde cada vez nos desconectamos más emocionalmente, por lo tanto, menos influencia positiva podemos lograr sobre ellos.
Por el contrario, la conexión emocional entre padres e hijos, crea sentido de seguridad, apertura, empatía, confianza en el otro y en uno mismo y se relaciona con sentirse significativo para el otro. Un padre y un hijo conectados emocionalmente, comparten un sentimiento de pertenencia.
Es así como a veces es necesario dejar de centrarse un momento en la conducta que nos preocupa o molesta, para sanar primero la relación y conectar emocionalmente de nuevo.
Y aquí aparece un nuevo desafío a nuestra necesidad de control y nuestra paciencia, pero contra la importancia de la conexión emocional no se puede ir, porque es el cerebro el que así funciona. Y es tan así, que está comprobado que los cambios estructurales que se producen en el cerebro a raíz de los aprendizajes, son facilitados por relaciones sostenedoras y cercanas a lo largo de toda nuestra vida.
Entonces, algunas sugerencias que nos pueden ayudar a reconectar emocionalmente con nuestro/a hijo/a adolescente:
- Cuidar los espacios de conexión: Si bien es normal y esperable que los adolescentes exilien a sus padres de su mundo, cierren la puerta de su pieza y reclamen su espacio de intimidad y autonomía, siempre queda algún espacio, por más simple que sea, que ambos pueden disfrutar juntos/as. Actividades donde, por ejemplo, comparten gustos en común: jugar futbol, ver una serie que a ambos les gusta, tocar música juntos, ir al estadio, cocinar, etc. Es responsabilidad de nosotros los padres, buscar y reconocer cuales son esos espacios, cuidarlos y mantenerlos. Pero es importante que no se transformen en obligación, si no que cuidarlos para que sigan siendo un espacio de disfrute común. Además, en los momentos más difíciles, estos espacios pueden ser muy contenedores para ellos y facilitar la comunicación.
- No olvidar que en el fondo de los adolescentes aún hay un niño: Un amigo que quiero mucho, aún recuerda con cariño que cuando era adolescente y llegaba a la casa con calor, su papá siempre les tenía a él y a su hermano un vaso de jugo servido en la mesa. Si bien, los adolescentes la mayor parte del tiempo piden que reconozcamos que están más grandes, no debemos olvidar que en el fondo de ellos siempre hay un/a niño/a que aún quiere que lo cuiden, que quiere detener la confrontación para reírse y relajarse con los papás y que espera y disfruta pequeños gestos de preocupación y cariño que podamos tener con ellos, como llevarles un plato con frutas a la pieza, dejarles un chocolate, un mensajito cariñoso, etc. Un abrazo o un gesto cariñoso a todos nos viene bien y a la mayoría de los adolescentes, aunque a veces les cueste reconocerlo, les gusta recibirlos de sus papás, tanto o más como les gustaba cuando eran niños.
- Dejar que nuestro/a hijo/a también nos conozca: No solo es necesario que nosotros conozcamos quiénes y cómo son nuestros hijos adolescentes para conectar con ellos, sino que también que ellos nos conozcan a nosotros. Compartirles nuestros sentimientos con respecto a él/ella y a otras cosas; no tener miedo de compartirle los errores que hemos cometido y cómo los hemos enfrentado, no tener miedo de mostrarnos a veces vulnerables y frágiles. No se trata de hablarles de todo lo que nos pasa, ni menos que ellos tengan que contenernos en esa fragilidad, pero sí saber que las personas sólo podremos conectar con otro ser humano que también esté en una actitud de apertura emocional, con luces y sombras, con su propia historia, que muchas veces acierta, pero muchas otras se equivoca, que es capaz de reconocerlo y de pedir perdón.
Esto también ayudará a nuestro/a hijo/a a conectar con sus propias sombras, integrar lo “no tan bueno”, reconocerlo y poder expresarse sobre eso también. Es mucho más fácil conectar con un ser humano que con un súper héroe y, aunque a veces nos cueste reconocerlo y saber que esto es necesario y sano para ellos, los adolescentes hace rato descubrieron que no éramos los súper héroes que necesitaron ver cuando niños.
- Reconocer y manejar las expectativas que tenemos con nuestros hijos: Es importante diferenciar entre el/la adolescente que queremos que nuestro/a hijo/a sea y el/la que él/ella quiere ser. Ellos están en un periodo de diferenciación del mundo adulto, especialmente de sus padres, por lo que lo más seguro es que sus gustos, intereses y búsquedas difieran de los nuestros. Es necesario respetar este espacio y permitir cierta libertad en cuanto a ropa, peinados, gustos musicales, etc. Esto no significa no involucrarse, no plantear desacuerdos, no establecer ciertos parámetros y no estar atento. La clave está en permitirle un espacio de flexibilidad donde él/ella se mueva, porque es en ese espacio donde se está construyendo a sí mismo/a, pero estando presentes, por un lado para protegerlos, por ejemplo atentos a los mensajes que hay en la música que escuchan y, por otro lado, para saber quiénes están siendo, cuáles son sus gustos, cuál es su música favorita, qué quieren comunicar con la forma en que se están vistiendo, etc. Conversar sobre estos temas con una genuina y respetuosa curiosidad, puede ser una experiencia muy nutritiva y placentera, tanto para nosotros como padres, como para nuestros hijos adolescentes.
- Pasar de una posición “yo sé lo que es mejor para ti y debes hacer esto” a “cuéntame y pensemos juntos”: Esto tiene que ver con, como dice la psicóloga Beatriz Janin, encontrar un idioma compartido. Como mamá me ha servido mucho recordar que, si bien tenemos roles y responsabilidades diferentes en la relación y es a mí como madre a quien me toca contener y proteger, ambos somos personas diferentes, con su propia historia, intereses, gustos, opiniones y sentimientos. Entonces no significa por supuesto “adolescentarse” uno, ni pedirle a él/ella “adultizarse”, pero sí escucharlo/a con auténtica curiosidad y validar sus sentimientos y narraciones, lo que no es estar necesariamente de acuerdo, pero sí respetarlos, no minimizarlos, ridiculizarlos, ni enjuiciarlos.
- Dedicar tiempo a solas con él/ella: Es difícil encontrar tiempos para dedicarle exclusivamente a cada hijo, pero el tiempo a solas con un hijo adolescente es muy importante, porque facilita la intimidad, la conversación y la conexión con lo que le pasa.
- Reconocerles explícitamente sus aspectos positivos: En ocasiones con los adolescentes tendemos a centrarnos en explicitar lo que nos parece negativo, porque es lo que más nos preocupa o nos asusta. Frente a esto es necesario hacerles saber qué nos enorgullece, nos gusta y admiramos en ellos. Los adolescentes necesitan esto, tanto como nosotros mismos.
Esta lista podría seguir, pero por ahora, es un buen comienzo. Son solo sugerencias, porque lo realmente importante es que cada uno pueda reflexionar, reconocer, tener consciente y cuidar los espacios, momentos y/o temas que los ayudan a conectar emocionalmente con la particularidad de sus propios hijos.
En nuestro próximo articulo de la serie “Crisis Adolescente”, hablaremos sobre cómo lograr el equilibrio entre firmeza y respeto con nuestros hijos adolescentes.
Fuente: mamadre.cl
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