Una sana autoestima es clave para el desarrollo físico, psíquico y social de niños y niñas, constituyendo un factor de protección frente a los muchos riesgos del desarrollo y la vida adulta.

Alicia Martínez Peral

El objetivo de este artículo es aprender cómo potenciar esa autoestima desde las pequeñas interacciones que en el día a día tenemos con los menores.

Para entender qué es y cómo mejorar la autoestima primero tenemos que introducir otro término: el autoconcepto. Es una elaboración cognitiva que se desarrolla a partir de la interacción del niño/a con el medio y que recoge la percepción que tiene de sí mismo: de su forma de comportarse, sus capacidades, su aspecto físico y sus cualidades. Algunos autores lo han descrito como «la foto privada que el individuo ha realizado de sí mismo» (Bermúdez, 2003 p.20) sin añadirle ningún tipo de evaluación de si le gusta o no. Aunque el autoconcepto empieza a formarse desde las primeras interacciones con los demás, es a partir de los 11 ó 12 años cuando es más elaborada.

La autoestima es la valoración positiva o negativa que la persona hace de sí misma al comparar su autoconcepto con la imagen ideal que tiene de cómo le gustaría ser. Si la considera próxima tendrá una buena autoestima y si hay mucha distancia hará una valoración negativa de sí misma.

El ideal de cómo le gustaría ser se va elaborando a través de la educación recibida, los modelos cercanos, la cultura, el grupo de iguales, etc. Cambia a lo largo de los años y en cada edad se le da más importancia a uno u otro aspecto.

Hay muchos estudios que han relacionado una sana autoestima con un alto rendimiento escolar así como un buen ajuste psicológico, estabilidad emocional, seguridad, una red social amplia, incluso con mejores niveles de defensas del sistema inmunológico (Kifer,1995; Lyubomirsky, King, & Diener, 2005; Sowislo & Orth, 2013).

Por el contrario, una baja autoestima está asociada a mayores niveles de ansiedad, depresión, inseguridad, dependencia en las relaciones, hipersensibilidad a la crítica y un mayor riesgo de consumo de drogas (Fuentes; García; Gracia & Lila, 2011; Orth& Robins, 2013).

Factores que influyen en la autoestima:

Entre los factores más importantes que influyen positiva o negativamente en la formación de la autoestima están:

  • La valoración que recibimos desde la infancia de los modelos de referencia y figuras de apego (padres, madres, profesorado y familia extensa). Cuando el niño o la niña recibe una valoración positiva y el reconocimiento de sus cualidades personales, sus habilidades y sus logros aprende a verlas en si mismo/a. Cuando recibe feedback de sus fallos, los aspectos a mejorar y que conductas son adecuadas e inadecuadas, el menor aprende a reconocer sus errores, se motiva para superarlos y los ve como algo natural, permitiendo el desarrollo de una autoestima ajustada.
  • El éxito en conseguir los objetivos que nos proponemos, ya que esto aporta una sensación de autoeficacia que motiva para enfrentarse a nuevos retos. Cuando a la hora de fijarse objetivos, el niño/a establece unas metas alcanzables, realistas, tanto a corto como a largo plazo tiene muchas más probabilidades de conseguirlo y obtener satisfacción personal. Por el contrario, cuando los objetivos son inalcanzables, poco definidos y poco realistas, la posibilidad de alcanzarlos disminuye mermando la autoeficacia y provocando frustración y desmotivándole a la hora de conseguir nuevos retos.
  • El autoncontrol emocional. La habilidad de regular las propias emociones proporciona una sensación de dominio y de capacidad de dirigirse a uno mismo que aporta seguridad personal. Además incide en el establecimiento de relaciones sociales satisfactorias que a su vez hacen de espejo devolviendo al individuo una imagen positiva de sí mismo.
  • Entre las actitudes que impiden un buen desarrollo de la autoestima están la sobreprotección, las críticas constantes dirigidas a la persona en vez de a la conducta (ejemplo: eres un vago en vez de no te has esforzado mucho para el examen de lengua porque has estado toda la tarde viendo la televisión), la comparación con los demás y la exigencia desproporcionada.

Identificar la baja autoestima en niños:

Hay determinadas actitudes y comportamientos de los niños y niñas que nos pueden alertar de una baja autoestima, entre ellas destacan:

  • Una actitud excesivamente quejumbrosa y crítica. El niño o la niña muestran miedo o disgusto en el momento de enfrentarse a nuevas situaciones, siendo habitual las afirmaciones de «es que no puedo» o «yo esto no sé» antes de haberlo siquiera intentado. Además se muestran muy inseguros a la hora de mostrar sus tareas o dibujos a los demás, anticipando una valoración negativa de los otros.
  • Necesidad compulsiva de llamar la atención o intentar pasar completamente desapercibidos. Ambas actitudes pueden ser signos de una baja autoestima, aquellos que llaman la atención continuamente lo hacen en un intento de ser reconocidos u aquellos que son «invisibles» buscan evitar cualquier valoración o situación que les pueda poner en evidencia.
  • Ánimo triste. Los niños con baja autoestima muestran a menudo una conducta con ánimo triste, se muestran cabizbajos y desanimados mostrando poca motivación en lo que hacen.
  • Conducta desafiante o agresiva. El temor a la falta de aprobación por parte de otros iguales o de los adultos lo enmascaran con comportamientos agresivos, retadores u oposicionistas. Estas conductas hacen que los adultos se coloquen en una posición defensiva dificultando la expresión emocional en el niño.

Estrategias para potenciar una sana autoestima:

Existen pautas sencillas que se pueden llevar a cabo en la vida cotidiana en el trato del adulto con el niño que van cultivando la autoestima progresivamente. Algunas de ellas son:

  • Favorecer el autoconocimiento. Dado que la autoestima es la valoración que se hace del concepto de sí mismo, ayudar al niño a conocerse es una parte fundamental del desarrollo de la autoestima. El facilitar al niño diversidad de actividades reforzando sus cualidades hace que este vaya percibiendo y valorando sus propias capacidades. Así mismo éste podrá reconocer y aceptar sus dificultades y verlas como algo natural.
  • Darle feedback sobre su comportamiento, reforzando los aspectos positivos, los avances y aquellas cualidades que favorecen su desarrollo. Mostrarle cuáles son sus conductas erróneas enseñándole siempre alternativas positivas para que pueda corregirlo y sentirse reforzado de nuevo.
  • Ayudarle a que se proponga retos alcanzables y realistas. La labor del adulto está en que estos objetivos supongan un desafío con altas posibilidades de éxito para situarle en una espiral de logro-refuerzo-nuevo objetivo.
  • Permitir que el niño pueda tomar decisiones ajustadas a su edad afrontando las consecuencias positivas y negativas que conlleven. Con niños de infantil haciendo preguntas dicotómicas, por ejemplo ¿qué prefieres ir al parque o a la piscina? A medida que crecen y aumenta su capacidad de reflexión podemos ayudar al niño/a a que genere sus propias opciones y decida, el adulto por su parte puede ayudarle a pensar en las consecuencias positivas y negativas que puede tener cada opción.
  • Enseñarle a interpretar los fracasos como oportunidades para mejorar y proponerse nuevos retos, ayudándole a reflexionar y encontrar caminos que le permitan superar esas dificultades.
  • Por último, destacar que lo más importante para conseguir una buena autoestima es la relación positiva entre el adulto y el niño, basada en el afecto, el respeto y la aceptación, siendo primordial que la actitud del adulto sea coherente con los valores que quiere enseñar.

Bibliografía:

-Bermúdez, M.P. (2003). Déficit de autoestima. Evaluación, tratamiento y prevención en la infancia y adolescencia. Madrid: Ediciones Pirámide.
-Fuentes, M. C.; García, F.; Gracia, E. & Lila, M. (2011) Self-concept and drug use in adolescence. Adicciones. 23 (3), 237-248.
-Kifer, E. (1995). Relationships between academic achievement and personality characteristics a quasilongitudinal study. American Educational Research, 12(2), 191-210.
-Orth, U. & Robins, R.W. (2013) Understanding the Link Between Low Self-Esteem and Depression. Current Directions in Psychological Science 22(6) 455-460.
-Sowislo, J.F. & Orth, U. (2013) Does low self-esteem predict depression and anxiety? A meta-analysis of longitudinal studies. Psychological Bulletin, 139(1), 213-240. The optimistic child.
-yubomirsky, S., King, L., & Diener, E. (2005). The benefits of frequent positive affect: Does happiness lead to success? Psychological Bulletin, 131,803-855.

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