Crear un ambiente de armonía en casa tiene que ver mucho con establecer rutinas para los niños, ya que son fundamentales para un desarrollo saludable. De hecho, la construcción de las rutinas permite que el niño interiorice el esquema diario y, por lo tanto, sepa qué debe esperar en su futuro próximo. De este modo se reduce considerablemente la ansiedad, ya que permite que el niño se desarrolle en un ambiente que le ofrece certezas y constancia, asumiendo que sus necesidades serán satisfechas.
Podría pensarse que de esta forma el niño se vuelve dependiente de la rutina y que ésta representa un límite para su autonomía, pero no: la realidad es que las rutinas se convierten en puntos de referencia claros y fijos, permitiendo que el niño aprenda a moverse de forma cada vez más independiente.
Los niños aprenden a “utilizar” el esquema del día que ha aprendido con los padres en el hogar y, con el tiempo, comienzan a aplicarlo a diferentes contextos, adaptándolo a las características de cada ambiente. Así que no representa una estrategia limitante, sino al contrario: ofrece los instrumentos que permitirán al niño adaptarse de forma eficaz a todos los ambientes.
El hogar se ha considerado desde siempre un refugio, un espacio en el que transcurre la mayor parte de nuestra vida y donde podemos liberar nuestro estrés y sacar a relucir nuestra personalidad. Por tanto, la casa ideal para nuestros hijos debe ser acogedora y aportar una sensación de bienestar y seguridad; es decir, un ambiente de armonía. Los niños deben sentir que su hogar es un lugar protegido y estable. De ser posible, también es importante disponer de un espacio al aire libre, como un jardín o un patio, ya que el contacto con la naturaleza es fundamental para que los niños puedan explorar el mundo y aprender lo que hay afuera de nuestras casas. Así podrán jugar de forma segura y libre y, al mismo tiempo, los padres podrán relajarse.
Por otro lado, el niño necesita vivir diariamente situaciones comunicativas que sean estimulantes, gratificantes y sobre todo claras. Esto fomentará un desarrollo sano y equilibrado, a la vez que aumentará la confianza entre padres e hijos (lectura recomendada: ¿Cómo formar hijos emocionalmente sanos?, de Xóchitl González, directora de Psicología para Niños).
Siempre que nos sea posible debemos responder a sus preguntas con naturalidad, utilizando un lenguaje adecuado a su edad. Debemos ser claros y concisos y asegurarnos de que su duda haya quedado resuelta. De este modo, el niño se sentirá apreciado y sentirá confianza de acudir a sus padres para resolver sus problemas o dudas.
Además, un ambiente sereno es fundamental para el crecimiento y para el bienestar psicofísico de padres e hijos. En una atmósfera afectuosa y comprensiva, el niño se siente seguro incluso cuando comete errores. Sabe que puede fiarse de sus padres y de este modo se vuelve más seguro de sí mismo y se siente más motivado.
Para conseguir la serenidad familiar, es importante que los padres aprendan a reconocer y legitimar las emociones de sus hijos, enseñándoles a redimensionarlas y expresarlas de forma correcta.
Amor, comunicación, solidez de los vínculos… estos son algunos de los ingredientes para conseguir la serenidad en la familia. No es un trabajo fácil, pero si el objetivo es crecer juntos y de la mejor forma posible, este es el camino correcto.
Fuente: psicologiaparaninos.com
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