El año pasado hubo un tiempo que estuve obsesionada con los estudios de Carol Dweck sobre Mentalidad de Desarrollo. Carol Dweck es una científica estadounidense que ha estudiado entre otras cosas cómo afecta el elogio al desarrollo de los niños, específicamente al desarrollo académico.
Parte de esos estudios consistieron en hacer un experimento en el que daban ciertas tareas a tres grupos de niños. A un grupo le alababan la inteligencia «¡Qué bien! ¡Que listo eres!», al otro le alababan el esfuerzo «¡Wow! ¡Te has esforzado muchísimo!» y el otro era el grupo de control al que no le hacían ningún tipo de alabanza. Los resultados fueron apabullantes. En las distintas pruebas, los niños que eran alabados por su esfuerzo elegían enfrentarse a pruebas más difíciles, lo intentaban durante más tiempo y mantenían una actitud más positiva. Sin embargo, los que eran alabados por su inteligencia elegían mayoritariamente las pruebas más sencillas y se rendían antes cuando se encontraban dificultades, teniendo en general una actitud más derrotista.
La conclusión a la que llegaron fue que los niños intentaban mantener la imagen que de ellos se había hecho su interlocutor: si se había llevado la impresión de que era muy listo, evitaban las pruebas difíciles que pudieran hacerles parecer «tontos», rehuían el error, y lo veían como algo muy negativo; sin embargo, si pensaban que se había llevado la impresión de que era muy trabajador, intentaban mantener esa imagen esforzándose más y escogiendo tareas que les llevaran más tiempo a pesar de ser más difíciles.
Estos estudios han llevado en muchos centros educativos de EEUU a borrar del mapa los elogios a la inteligencia, y han sido sustituidos por otro tipo de elogio. Pero la doctora Dweck ha alzado la voz para decir que si el elogio al esfuerzo está vacío (no invita a la reflexión, no propone estrategias alternativas, se utiliza a pesar de que el esfuerzo no ha sido tal), al final van a conseguir los mismos resultados que con los elogios a la inteligencia.
Por eso os he traído el artículo de hoy: Praising Children: Evaluative vs. Descriptive Praise (Elogiar a los niños: El elogio Evaluativo frente al Descriptivo), escrito por Laurie Feola de la web Playful Learning. Es un artículo bastante sencillo que explica las diferencias entre el elogio evaluativo y el elogio descriptivo y de cómo sustituir uno por el otro tiene efectos en la autoestima de nuestros niños.
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«¡Muy bien!» «¡Qué historia tan maravillosa!» «¡Tu dibujo es precioso!» ¿Suena familiar? Si eres como yo, has usado estas palabras para alentar a los niños, con la esperanza de que se sientan bien consigo mismos, su trabajo y sus esfuerzos. Nuestras intenciones son buenas, pero ¿y si el efecto no es lo que pretendíamos? ¿Y si nuestras palabras hacen que los niños se pregunten -o incluso se preocupen-, sobre todos los momentos en los que no hicieron un buen trabajo, o escribieron una historia mediocre o rasgaron el papel cuando estaban pintando? ¿Qué pasará la próxima vez cuando no estamos allí para dar nuestra bendición a su trabajo? No es nuestra aprobación, evaluación o crítica del trabajo de un niño lo que importa. Los niños necesitan llegar a sus propias conclusiones y nuestras observaciones simplemente deberían ayudarles a añadir información a esa autoevaluación.
El Dr. Haim Ginott (autor de «El profesor y el niño: Un libro para padres y profesores»), como es sabido, escribió acerca de cómo comunicarse con los niños. […] Uno de los temas que sobre los que hacía referencia era el elogio. (Adele Faber y Elaine Mazlish, autores de «Cómo hablar para que los niños escuchen y escuchar para que los niños hablen», continuaron el debate.) Mientras que el Dr. Ginott describe varias sutilezas en la manera de hablar con los niños, el mensaje más importante es reemplazar elogio evaluativo por la alabanza descriptiva.
¿Qué es el elogio evaluativo?
Cuando juzgamos lo que vemos en vez de describirlo, estamos proporcionando elogios de evaluación (por ejemplo, bueno, el mejor, perfecto, hermoso, grande). Cuando se adjunta un rasgo de carácter de un niño, en lugar de describir lo que hicieron, estamos proporcionando elogios de evaluación (por ejemplo, honesto, inteligente, generoso, servicial, trabajador). Según el Dr. Ginott el elogio evaluativo crea dependencia. El niño mira a la persona que da el elogio para determinar su autoestima.
¿Qué es la Alabanza Descriptiva?
En lugar de juzgar lo que vemos, podemos simplemente describir lo que vemos que el niño ha hecho (por ejemplo, mezclado rojo y amarillo para hacer de naranja, interpretado una pieza musical con crescendos en los lugares adecuados, escribió una historia que ayuda al lector a sentir lo que el personaje está sintiendo). El elogio descriptivo es muy específico y proviene de la observación reflexiva. En lugar de describir una acción, podríamos describir lo que el niño puede estar sintiendo. «Has colgado la chaqueta tú solo, y el mes pasado no llegabas al gancho. Se te ve muy orgulloso.» Deja que el niño evalúe sus propias acciones.
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Sugerencias para hacer un elogio más descriptivo
Se específico. Olvídate de la lista de rasgos de carácter para etiquetar el comportamiento y simplemente describe lo que observas. «Has puesto todos los camiones en su sitio. Así sabrás dónde encontrarlos la próxima vez «.
Muestra tu agradecimiento. Nombra exactamente lo que hizo el niño y cómo te ha ayudado. «Gracias por poner la mesa esta noche. Ahora tengo más tiempo para leer libros contigo«.
Dejar de lado «tú.» Usa «yo» o céntrate en la acción, no en la persona. «La pintura se derramó sobre la mesa. Aquí hay una toalla» O reformula el elogio de antes: «Los camiones están de nuevo en los estantes donde pertenecen. Así serán fáciles de encontrar la próxima vez».
Hacer más preguntas. En lugar de alabar, hacer preguntas. «¿Cómo hiciste eso?» «¿Cómo decidiste qué pintar?» «¿Qué te gusta de … (los materiales utilizados o el producto)?«
¿Qué le dirías a Shakespeare? Ginott describe cómo los adultos hablan de manera diferente a otros adultos. Si nos encontramos con Shakespeare no diríamos, «Wow! Gran trabajo. Utilizaste palabras con mucha chispa.» Probablemente comentaríamos nuestro pasaje favorito o nos maravillaríamos con sus juegos de palabras.
Sé observador. Con el fin de cambiar la forma en que alabamos a los niños, tenemos que mirar y escuchar de verdad. Se requiere más tiempo y más atención a los detalles.
O simplemente di, «Wow» porque a veces eso es todo lo que se puede decir. Y sonría de oreja a oreja.
¿Es fácil? No. ¿Mis hijos quieren oír lo buenos que son? Por supuesto. Pero por muy fabulosos que pueden ser para mí, al final, lo que necesitan es saber su propio valor.
Como espero que quede claro en el artículo. No se trata de no elogiar a nuestros hijos, sino de ser conscientes del tipo de elogio que usamos y del objetivo que queremos conseguir con él.
En nuestros estilo de crianza se debe evitar utilizar el elogio como una manera de «manipular» a nuestros hijos para que hagan lo que nosotros queramos aprovechándonos de su deseo de complacernos. Deberíamos usarlo como una forma de hacerles ver su valía, de fomentar su autoestima. Debería ser, en resumen, una herramienta para alentarles.
En este sentido me he topado mientras preparaba este post con una iniciativa estupenda del blog Tigriteando que ha preparado un reto #21díasalentando en la que propone 21 días (por si no lo sabéis, se dice que se necesitan 21 días para adoptar un nuevo hábito) para ir sustituyendo palabras de alabanza por expresiones de aliento que traigan mayores beneficios a nuestros hijos. Van ya varios días, casi 15, creo, pero me parece una muy buena iniciativa. Tenéis el post que lo explica aquí, por si queréis hacerlo por vuestra cuenta.
Espero que todo esto os haga entender que esto de evitar el «muy bien» o el «qué niño más listo» no es ningún capricho, ni parte de un deseo de echar por tierra porque sí todo lo que se ha hecho siempre. Todo esto parte de una base científica, de estudios recientes que se han hecho públicos en los últimos dos años y que han corrido como la pólvora por lo aplastante de sus resultados.
Pero por supuesto, como con todo, en la moderación está la virtud. No se trata de que si alguna vez le dices a tu hijo «muy bien» le hayas arruinado la vida, o que eso signifique que su autoestima va a depender de ti eternamente. Tampoco significa que tengas que estar tan pendiente de qué palabras usas que la espontaneidad quede desterrada. No es eso. En absoluto.
Como con todo lo que implica la crianza respetuosa y CONSCIENTE se trata, precisamente, de eso. De ser consciente de nuestros actos y de cómo influyen estos en nuestros hijos. De intentar cambiarlos poco a poco, en la medida de nuestras posibilidades. Cambiar los «muy bien» por un «muchas gracias» y los «estoy muy contenta contigo» por los «debes de estar contentísimo», de vez en cuando cambiar un «¡Qué bonito!» por un «¡qué colorido!» y sobre todo evitar los elogios que hacemos con el piloto automático, sin apenas mirarles, y cambiarlos siempre que podamos por nuestra atención completa y sincera.
Si tenéis alguna duda o comentario que hacerme, ya sabéis que tenéis a vuestra disposición tanto los comentarios del blog, como los de la página de Facebook o los de la cuenta de Instagram. Si os animáis a intentar estos pequeños cambios o a hacer el reto de Tigriteando, contádmelo que me encantará saber si habéis notado cambios positivos en vuestros hijos.
¡Mil gracias por leerme!
¡Feliz crianza!
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