¿Y si tus Fiestas NO son Felices?

¿Y si tus Fiestas NO son Felices?

Son tantas las razones por las que a fin de año puede ser que lejos estemos de sentirnos “Felices” (así, con mayúsculas)! Por eso esta vez quisiera arrimarles al fueguito que alimenta sus vidas algunos conceptos que quizás los acompañen a ustedes mismos o a quienes sepan que lo pueda necesitar.

Allí voy! Y después me cuentan…

  • Duelos: Hay personas que este tiempo las encuentra procesando duelos muy recientes (o inclusive anticipados, pues tienen un ser querido muy enfermo o han determinado separarse de su pareja “luego de las Fiestas”, fecha muy elegida para ello). Cuando eso sucede, es importante ser legítimamente compasivo consigo mismo y darse permiso para hacer lo que desde la parte más sana de sí uno sienta necesidad de hacer. Para alguien (según su temperamento) lo mejor es sumergirse en el fragor genuino del espíritu festivo, descansando así, por un rato, del dolor; pero para otro la necesidad es estar acompañado, pero con poco ruido. En ese caso, si se está en una reunión social es importante no aislarse, sino buscar la persona apropiada y conversar más cercanamente (pero no de nuestros problemas!). Hay también quien precisa quedarse a solas, o únicamente con una o dos personas, o con los animales de su casa… y, -siempre y cuando no se trate de generarse más dolor innecesario porque luego uno se sienta excluido-, es un modo legítimo de preservarnos de lo que nos haría sentir más tristes.
    Es muy importante en estos casos no forzarse a mostrarse felices. Y no sólo eso: hay personas que hasta se fuerzan para ser felices “porque son las Fiestas”. Darse permiso para no estarlo puede ser sumamente sano. También para pedir ayuda terapéutica si es muy pesado. Fingir gasta una energía que, en este caso, necesitamos para autorreparar nuestra herida.
    Creo importante resaltar también que, más allá de los duelos vigentes, las Fiestas traen a la mente de muchas personas una nostalgia anual repetitiva por los que no están, por “lo que eran las Fiestas en su niñez”, y hasta una añoranza de lo que no ha sido (lo que no lograron durante ese año, la pareja o el hijo que no llegaron a tener… Así, se termina encarnando la canción “Lucía”, de Serrat: “No hay nada más bello que lo que nunca he tenido, ni nada más amado que lo que perdí”. Qué hacer consigo mismo en ese caso? Como la nostalgia me es algo tan familiar, aprendí de la gente sana que, cuando eso sucede, es necesario autoobservarse, verlo moverse dentro de sí como un pez en la pecera, y saber que uno no es eso, eso es un “sentipensar” (como dice Galeano) que uno mismo fabrica en su mente. O, como dice la Psicología del Yoga, “un contenido de la conciencia”. Si uno lo observa y no lucha contra ello (como se enseña en las disciplinas de Oriente) puede dejarlo ir, y conectarse con el presente.
    Quedarse en esa nostalgia es, dicen los tibetanos, “estar fuera del tiempo”. El remedio es volver al ahora, pues no se está tratando de lo que realmente pasa, sino de cómo construimos dentro nuestro la actitud ante lo que nos pasa. En lo más práctico, siempre hallé que muchos de estos “males festivos” se antidotan con una acción bien concreta (aun para quienes están en proceso de duelos vigentes) que es la de servir en algún lugar donde haga falta lo que somos y podemos: comida, juguetes, mano de obra, compañía para quienes se perturban peligrosamente por la inconsciente pirotecnia (animalitos domésticos o callejeros, personas con autismo o trastornos neurológicos, algunos ancianos)… Un hospital, una zona carenciada, un orfanato o esos lugares donde se reparan muñecos para luego regalarlos… Servir le da dimensión más real a nuestro dolor, a veces sobredimensionado por nuestra hipersensibilidad (que sin darnos cuenta nos hace caer en una rancia lástima de sí). Cuán intenso es legítimo que sea ese dolor? Cuánto estoy dispuesta a hacerlo durar dentro de mí, como si le regalara mi pecera a ese pez? El pez, al mar o al río! Cuando miramos al presente, si lo hacemos con actitud de agradecimiento por lo que sí hay en nuestra vida, nuestra conciencia puede cambiar radicalmente, y con ello nuestro sentir.
  • Irradiar imagen: Hay una parte del agotamiento que las Fiestas produce relacionado con una actitud sobrecompensatoria de nuestra carencia de autoapreciación. Otras veces, el mismo comportamiento está disparado desde un Ego que busca impactar. El resultado es el mismo: vivir este tiempo desde una actitud de “querer dar una imagen”: la casa tiene que estar im-pe-ca-ble, los nenes per-fec-tos, la comida debe sorprender, la ropa tiene que generar admiración, y de aquí al 25 todos tenemos que estar delgados, jóvenes y bellos. Los más felices de la familia! “Qué bien se la ve a Fulanita!”, deberá decir “la gente” (y “Fulanita” ser una, claro!). “Ay, qué hermoso arbolito, no como el que tenemos nosotros!” (pues para el Ego el despertar envidia es tan temible como exquisito).
    Esta tendencia suele ser doblemente costosa (inclusive con síntomas psicosomáticos, ansiedad, depresión, irritabilidad) cuando queremos pretender mostrar lo contrario de lo que sucede. Y si somos como somos? Y si apostamos a la sencillez?
    Cuando lo que se busca es sobrecompensar la carencia de autovaloración, la sobreexigencia puede ser atroz, aunque la persona se quede sin comer ni dormir, generando unas ojeras con las que podría hacerse un moño… Alto ahí! Para qué? Una vez más, lo que está sucediendo no es lo que está sucediendo sino mi actitud: quiero eso? Qué parte de mí lo quiere? Tanto? Pues a veces el problema no es el “qué” sino el exceso. Recordemos que uno de los pilares del conocimiento y el equilibrio interior, para los griegos, estaba escrito en el Templo de Delfos: “Nada en exceso”.
    Desprenderse del querer irradiar cualquier imagen es una liberación que uno debe conquistar: ni ser “el bueno”, ni “el servicial”, ni “el exitoso”, ni “el que todo lo puede”…
    Tampoco, desde la carencia de autovaloración, buscar ser “el que hace felices a los demás” (lo cual suele generar exigencias personales altísimas!)… Tengo que decírselos, pues considero que ya somos grandes, disculpen: Papá Noel no existe (y si existe, no somos ninguno de nosotros. O sí?)
  • Naufragar en obligaciones: Hay personas que lo pasan muy mal durante las Fiestas porque tienen dos grandes talentos inversos (o sea, que los usan para mal):
    1. Generarse obligaciones que no haría falta que existieran (por ejemplo llamar a amigos que ya no existen para desearles Felicidades, llevar regalos estrictamente elegidos con esmero para personas que ni siquiera aprecian, asistir a tooodas las fiestas de egresados de los hijos de sus amigos, muestras de sus cursos de teatro, de manualidades y de acupuntura, para “no fallarles”… aunque queden con taquicardia e insomnio porque la agenda les explota… y todos los etcéteras). Por favor, aquí hace falta la práctica de Maitri, como dice la Psicología Budista: “amistad incondicional consigo mismo”. Ver si realmente puedo, si quiero, buscando el mismo cuidado para con nosotros que tendríamos para con cualquier ser querido. Es más: convertirnos en un ser querido para nosotros mismos! Eso es Maitri.
    2. Tomar obligaciones que no son suyas sino de otros, quienes perfectamente podrían cumplirlas (seguramente porque es lo que hace durante el resto del año!). Así, el “cumplidor” autogenera un estrés agudo a costa de la pereza ajena; en este caso recordemos que en muchas ocasiones en que somos abusados en nuestra buena voluntad (o en nuestra neurosis) estamos siendo responsables de que exista un abusador (así se trate de nuestro hijo, nuestro padre o nuestra hermana)… con lo cual colaboramos en una acción que no es ética, a pesar de que lo hagamos con buena intención!
      Cuáles son mis reales ob-ligaciones? Sí, así, separado. Porque la etimología nos lo dice: ob = entorno, alrededor; ligare = lazos, ataduras. Alto otra vez! Preguntarse a sí mismo: esta obligación…
      a) Es real o me la autogeneré?
      b) Es mía o es de otro?
      c) Es necesario que sea tanto, o le pongo una intensidad excesiva que me hace mal?
      d) Por qué o para qué lo hago? (Sobre todo si tiene que ver con el punto anterior acerca del irradiar una imagen)…
  • Entonces? Entonces, creo que lo principal es revisar la propia actitud, y tratar de no dañar ni dañarse: crear el mejor momento posible, con sencillez, y ubicarse en el rol que, a conciencia, consideremos el más sano para nosotros.
    A veces, inclusive, contamos con la libertad de ver las Fiestas como desde afuera, y elegimos eso, quedándonos tranquilos en casa y disfrutando de un momento de introspección. Si estamos atentos al presente, y a que para algunas personas cuya real obligación no es estar con otros (pues a veces sí lo es, como parte de lo coherente, según hayamos construido nuestros lazos), podemos hacer algo frugal, simple, y, otra vez decir como el poeta Galeano (cartel que está en la puerta de mi casa), “En un mundo de plástico y de ruido, yo quiero ser de barro y de silencio”. Eso elijo yo. Los acompaño desde esa elección, con todo mi afecto…

Fuente: virginiagawel.blogspot.cl

Cómo fomentar una sana autoestima en la infancia

Cómo fomentar una sana autoestima en la infancia

Una sana autoestima es clave para el desarrollo físico, psíquico y social de niños y niñas, constituyendo un factor de protección frente a los muchos riesgos del desarrollo y la vida adulta.

Alicia Martínez Peral

El objetivo de este artículo es aprender cómo potenciar esa autoestima desde las pequeñas interacciones que en el día a día tenemos con los menores.

Para entender qué es y cómo mejorar la autoestima primero tenemos que introducir otro término: el autoconcepto. Es una elaboración cognitiva que se desarrolla a partir de la interacción del niño/a con el medio y que recoge la percepción que tiene de sí mismo: de su forma de comportarse, sus capacidades, su aspecto físico y sus cualidades. Algunos autores lo han descrito como «la foto privada que el individuo ha realizado de sí mismo» (Bermúdez, 2003 p.20) sin añadirle ningún tipo de evaluación de si le gusta o no. Aunque el autoconcepto empieza a formarse desde las primeras interacciones con los demás, es a partir de los 11 ó 12 años cuando es más elaborada.

La autoestima es la valoración positiva o negativa que la persona hace de sí misma al comparar su autoconcepto con la imagen ideal que tiene de cómo le gustaría ser. Si la considera próxima tendrá una buena autoestima y si hay mucha distancia hará una valoración negativa de sí misma.

El ideal de cómo le gustaría ser se va elaborando a través de la educación recibida, los modelos cercanos, la cultura, el grupo de iguales, etc. Cambia a lo largo de los años y en cada edad se le da más importancia a uno u otro aspecto.

Hay muchos estudios que han relacionado una sana autoestima con un alto rendimiento escolar así como un buen ajuste psicológico, estabilidad emocional, seguridad, una red social amplia, incluso con mejores niveles de defensas del sistema inmunológico (Kifer,1995; Lyubomirsky, King, & Diener, 2005; Sowislo & Orth, 2013).

Por el contrario, una baja autoestima está asociada a mayores niveles de ansiedad, depresión, inseguridad, dependencia en las relaciones, hipersensibilidad a la crítica y un mayor riesgo de consumo de drogas (Fuentes; García; Gracia & Lila, 2011; Orth& Robins, 2013).

Factores que influyen en la autoestima:

Entre los factores más importantes que influyen positiva o negativamente en la formación de la autoestima están:

  • La valoración que recibimos desde la infancia de los modelos de referencia y figuras de apego (padres, madres, profesorado y familia extensa). Cuando el niño o la niña recibe una valoración positiva y el reconocimiento de sus cualidades personales, sus habilidades y sus logros aprende a verlas en si mismo/a. Cuando recibe feedback de sus fallos, los aspectos a mejorar y que conductas son adecuadas e inadecuadas, el menor aprende a reconocer sus errores, se motiva para superarlos y los ve como algo natural, permitiendo el desarrollo de una autoestima ajustada.
  • El éxito en conseguir los objetivos que nos proponemos, ya que esto aporta una sensación de autoeficacia que motiva para enfrentarse a nuevos retos. Cuando a la hora de fijarse objetivos, el niño/a establece unas metas alcanzables, realistas, tanto a corto como a largo plazo tiene muchas más probabilidades de conseguirlo y obtener satisfacción personal. Por el contrario, cuando los objetivos son inalcanzables, poco definidos y poco realistas, la posibilidad de alcanzarlos disminuye mermando la autoeficacia y provocando frustración y desmotivándole a la hora de conseguir nuevos retos.
  • El autoncontrol emocional. La habilidad de regular las propias emociones proporciona una sensación de dominio y de capacidad de dirigirse a uno mismo que aporta seguridad personal. Además incide en el establecimiento de relaciones sociales satisfactorias que a su vez hacen de espejo devolviendo al individuo una imagen positiva de sí mismo.
  • Entre las actitudes que impiden un buen desarrollo de la autoestima están la sobreprotección, las críticas constantes dirigidas a la persona en vez de a la conducta (ejemplo: eres un vago en vez de no te has esforzado mucho para el examen de lengua porque has estado toda la tarde viendo la televisión), la comparación con los demás y la exigencia desproporcionada.

Identificar la baja autoestima en niños:

Hay determinadas actitudes y comportamientos de los niños y niñas que nos pueden alertar de una baja autoestima, entre ellas destacan:

  • Una actitud excesivamente quejumbrosa y crítica. El niño o la niña muestran miedo o disgusto en el momento de enfrentarse a nuevas situaciones, siendo habitual las afirmaciones de «es que no puedo» o «yo esto no sé» antes de haberlo siquiera intentado. Además se muestran muy inseguros a la hora de mostrar sus tareas o dibujos a los demás, anticipando una valoración negativa de los otros.
  • Necesidad compulsiva de llamar la atención o intentar pasar completamente desapercibidos. Ambas actitudes pueden ser signos de una baja autoestima, aquellos que llaman la atención continuamente lo hacen en un intento de ser reconocidos u aquellos que son «invisibles» buscan evitar cualquier valoración o situación que les pueda poner en evidencia.
  • Ánimo triste. Los niños con baja autoestima muestran a menudo una conducta con ánimo triste, se muestran cabizbajos y desanimados mostrando poca motivación en lo que hacen.
  • Conducta desafiante o agresiva. El temor a la falta de aprobación por parte de otros iguales o de los adultos lo enmascaran con comportamientos agresivos, retadores u oposicionistas. Estas conductas hacen que los adultos se coloquen en una posición defensiva dificultando la expresión emocional en el niño.

Estrategias para potenciar una sana autoestima:

Existen pautas sencillas que se pueden llevar a cabo en la vida cotidiana en el trato del adulto con el niño que van cultivando la autoestima progresivamente. Algunas de ellas son:

  • Favorecer el autoconocimiento. Dado que la autoestima es la valoración que se hace del concepto de sí mismo, ayudar al niño a conocerse es una parte fundamental del desarrollo de la autoestima. El facilitar al niño diversidad de actividades reforzando sus cualidades hace que este vaya percibiendo y valorando sus propias capacidades. Así mismo éste podrá reconocer y aceptar sus dificultades y verlas como algo natural.
  • Darle feedback sobre su comportamiento, reforzando los aspectos positivos, los avances y aquellas cualidades que favorecen su desarrollo. Mostrarle cuáles son sus conductas erróneas enseñándole siempre alternativas positivas para que pueda corregirlo y sentirse reforzado de nuevo.
  • Ayudarle a que se proponga retos alcanzables y realistas. La labor del adulto está en que estos objetivos supongan un desafío con altas posibilidades de éxito para situarle en una espiral de logro-refuerzo-nuevo objetivo.
  • Permitir que el niño pueda tomar decisiones ajustadas a su edad afrontando las consecuencias positivas y negativas que conlleven. Con niños de infantil haciendo preguntas dicotómicas, por ejemplo ¿qué prefieres ir al parque o a la piscina? A medida que crecen y aumenta su capacidad de reflexión podemos ayudar al niño/a a que genere sus propias opciones y decida, el adulto por su parte puede ayudarle a pensar en las consecuencias positivas y negativas que puede tener cada opción.
  • Enseñarle a interpretar los fracasos como oportunidades para mejorar y proponerse nuevos retos, ayudándole a reflexionar y encontrar caminos que le permitan superar esas dificultades.
  • Por último, destacar que lo más importante para conseguir una buena autoestima es la relación positiva entre el adulto y el niño, basada en el afecto, el respeto y la aceptación, siendo primordial que la actitud del adulto sea coherente con los valores que quiere enseñar.

Bibliografía:

-Bermúdez, M.P. (2003). Déficit de autoestima. Evaluación, tratamiento y prevención en la infancia y adolescencia. Madrid: Ediciones Pirámide.
-Fuentes, M. C.; García, F.; Gracia, E. & Lila, M. (2011) Self-concept and drug use in adolescence. Adicciones. 23 (3), 237-248.
-Kifer, E. (1995). Relationships between academic achievement and personality characteristics a quasilongitudinal study. American Educational Research, 12(2), 191-210.
-Orth, U. & Robins, R.W. (2013) Understanding the Link Between Low Self-Esteem and Depression. Current Directions in Psychological Science 22(6) 455-460.
-Sowislo, J.F. & Orth, U. (2013) Does low self-esteem predict depression and anxiety? A meta-analysis of longitudinal studies. Psychological Bulletin, 139(1), 213-240. The optimistic child.
-yubomirsky, S., King, L., & Diener, E. (2005). The benefits of frequent positive affect: Does happiness lead to success? Psychological Bulletin, 131,803-855.

Fuente:

El problemas no son los hijos, el problema es creerse supermadres

El problemas no son los hijos, el problema es creerse supermadres

Todas las mujeres incluídas las no madres, somos aún más vulnerables que los hombres a la discriminación, al abuso, al maltrato y al sometimiento. Es una amenaza muy presente y potente todavía en nuestros tiempos. Al ser madres quedamos aún más en terreno de batallas, desprotegidas, en descuido, abandonadas y susceptibles de ser dañadas. Pero ojo, NO son los hijos los que nos vienen a poner las cadenas de esclavas, no son ellos los que están robándonos nuestro placer.

Por Dra. Soledad Ramírez

¿Estamos siempre cansadas las madres? ¿es posible aludir esto al peso de la crianza? ¿es esto sinónimo de deterioro de calidad de vida? me preguntaba hace un par de días en relación a leer un artículo por ahí.

Claro que cansa la maternidad, más aún si hay que conjugarla con horas de trabajo. Claro que hay días (y noches) muy agobiantes que nos hacen pensar “en qué me he metido”, pero la experiencia de estar con nuestros hijos debiera ser mucho más que eso…

Las que somos madres, trabajemos profesionalmente o no, sabemos que es una etapa de sobrecarga física, mental y emocional, sin embargo, para la mayoría de las mujeres, y en ausencia de trastornos mentales, la gratificación que obtenemos de parte de la relación con nuestros hijos es mayor y protege de que se vuelva una tarea tan desagradable como a veces se teme. Ser madre agota, pero en muchas opiniones que he leído se están obviando las recompensas emocionales que debiésemos estar recibiendo y disfrutando ojalá todas, más allá del estilo de maternaje que hayamos elegido.

Efectivamente ser mujer madre y profesional implica una doble (o triple o cuádruple!) exigencia, pero en parte el nivel de sobrecarga psíquica que esto conlleve se relaciona con cómo la mujer gestione, transe y equilibre cumplir esas expectativas o exigencias, y no sólo en cuanto a su maternidad sino también a cumplir otros roles.

¿Por qué hay mujeres que están pasándolo tan mal?

Podría hipotetizar varias cosas, partiendo porque creo que no todas las mujeres están eligiendo en verdadera consciencia y libertad tener hijos. Si no hay real deseo de gestar y parir, es esperable que el deseo de criar se instale de manera más dificultosa ¿no?

Pero creo que además existe una sobrecarga derivada de la cantidad de responsabilidades que recaen hoy en la mujer y de la falta de red de apoyo, por lo que lógicamente las mujeres que viven su maternidad en soledad en una sociedad donde todos sus esfuerzos son invisibles están más vulnerables a presentar síntomas de agotamiento y estrés.

En mi opinión es esta soledad en la que se vive la maternidad lo que puede derivar en una vivencia esclavizante, más que la maternidad propiamente tal. Es criar sola lo que más cansa. Y es esa vivencia más el aislamiento y la falta de soporte emocional lo que se convierte en un factor de riesgo para alterar la salud mental de la mujer, sea madre o no por lo demás.

La maternidad agrega una carga, claro que sí, pero no se podría considerar como causal único de deterioro de nuestra salud mental.

Todas las mujeres incluídas las no madres, somos aún más vulnerables que los hombres a la discriminación, al abuso, al maltrato y al sometimiento. Es una amenaza muy presente y potente todavía en nuestros tiempos. Al ser madres quedamos aún más en terreno de batallas, desprotegidas, en descuido, abandonadas y susceptibles de ser dañadas. Pero ojo, NO son los hijos los que nos vienen a poner las cadenas de esclavas, no son ellos los que están robándonos nuestro placer.

Intuyo una evasión a las verdaderas causas actuales de insatisfacción en la mujer el aludir el deterioro de la calidad de vida a la tarea de criar.

Las mujeres actualmente estamos sobrecargadas en varios flancos, algunos mucho más esclavizantes que los hijos. Se nos exige rendir laboralmente bajo estándares de competencia masculina, pero con menos privilegios que ellos, se nos da una responsabilidad en general mayor en cuanto al cuidado de los hijos, pero además se espera que mantengamos las responsabilidades de llevar la casa, gestionar la vida social y familiar, que nos mantengamos físicamente cuidadas según los cánones de belleza imperantes, que respondamos a las demandas de pareja, etc.

Actualmente se está midiendo el ejercicio de la maternidad con estándares casi empresariales y veo que esto amenaza la experiencia placentera de esta. Y hace vivirlo más como una condena. Muchas mujeres se están tomando la crianza como un trabajo profesional con todo lo que ello implica, y con los criterios de competitividad, eficiencia y productividad casi de un corredor de bolsa!. Frecuentemente aparecen artículos acerca de “Cómo tener hijos con mejor autoestima”, “cómo tener hijos exitosos”, “como ser acá y allá”, y eso se vive como exigencia y claramente agobia, por todos lados la madre está recibiendo instrucciones de cómo ser mejor madre, siendo comparada con otras mujeres. O sea es cierto que la maternidad es un trabajo, pero de alguna manera se ha tendido a industrializar casi el ejercicio de ésta y eso asusta… Finalmente las madres que trabajamos terminamos teniendo dos profesiones que debemos ejercer con los más altos estándares de rendimiento y éxito.

Sí veo a muchas mujeres muy cansadas. Sí, yo también me canso…y mucho. A mayor agobio menor posibilidad de disfrutar de nuestros hijos y familia. A menor sensación de recompensa y placer, mayor percepción de insatisfacción. Pero abramos los ojos, miremos a nuestro alrededor y seamos sinceras: ¿por qué estoy tan cansada?.

Se critica y se teme la supuesta sobrecarga que nos impone la maternidad, pero seguimos aguantando otras sobrecargas mucho más abusivas del sistema en que vivimos. ¿Será la maternidad la que nos está esclavizando o la manera de llevarla en el modelo social imperante hoy? La sociedad muchas veces nos hace ingrata la tarea de maternar y nos condena con una serie de exigencias que nos coartan. Tener hijos actualmente está muy poco recompensado por el sistema en que vivimos. Significa un detrimento de condición económica pero también un menor reconocimiento a otros niveles.

Es el esfuerzo  de mantenernos en todos los roles y cumplir todas las expectativas lo que termina agobiando muchas veces. Es la aspiración a la perfección una de las grandes cadenas. Hay poco espacio para la falla, para hablar de lo difícil y esto en parte se relaciona con la falta de tribu, pero también con las expectativas culturalmente impuestas.

Así como la realización personal y la sensación de plenitud no la da el ser madre o no, tampoco la coartación de nuestra felicidad tiene que ver originalmente con tener hijos o no.

Me preocupa también la visión de maternidad que le estamos transmitiendo a nuestros propios hijos. Que les llegue injustamente el mensaje de que por su causa y existencia no hemos podido realizarnos y que su llegada al mundo nos ha condenado. No quiero ni pensar en las consecuencias emocionales a largo plazo para un niño que se siente responsable de la insatisfacción de su madre… El que ellos tomen nota de lo gratificante que es haberlos concebido , gestado, parido y criado no depende sólo de nosotras sino del mensaje de la sociedad entera.

Y el que ellos aprendan a disfrutar depende en gran parte de vernos disfrutar a nosotras y eso es tarea de todos también.

Lo que no se está pudiendo ver muchas veces es que el tener hijos puede convertirse en un regalo de sanación, no de enfermedad…

Fuente: mamadre.cl

El sexo durante la lactancia: descubre nuevas formas de demostrar amor

El sexo durante la lactancia: descubre nuevas formas de demostrar amor

La llegada de un bebé a la familia es algo maravilloso pero revoluciona la vida en pareja, sobre todo al principio, cuando ambos padres deben acostumbrarse a la nueva rutina familiar: las mamás están tan ocupadas atendiendo al bebé, aprendiendo y sintiendo todos los cambios físicos y emocionales que han comenzado con el embarazo, que es normal que pongan toda su atención en ello y dejen todo lo demás en un segundo plano. Incluido el sexo.

Pero el sexo es uno de los ingredientes principales en toda pareja y el hombre también está viviendo los cambios que provoca la llegada de un hijo, aunque de una manera diferente. El vínculo entre la mamá y el niño es tan fuerte, que es común que muchos papás se sientan excluidos.

Sin embargo, tu rol como hombre también es muy importante durante la lactancia. No sólo para los cuidados del niño sino también en la atención y el apoyo a tu pareja. Posiblemente tu mujer se sienta cansada todo el tiempo por el hecho mismo de estar alimentando al bebé día y noche. Por eso, tu participación con las tareas del hogar puede ser de gran ayuda, así como tu apoyo y que le manifiestes de distintas formas todo tu amor.

¿Has intentado acercarte físicamente pero ella no quiere saber nada de sexo? Es muy probable que no sea ese el modo en que ella necesite que le manifiestes tu cariño en este momento. Es que durante la lactancia, el deseo sexual de la mujer disminuye, no sólo porque está agotada, sino también por cambios hormonales y físicos propios de esta etapa.

Luego del parto, disminuyen mucho los niveles de los estrógenos y la progesterona, dos hormonas que se relacionan con el deseo sexual y que habían aumentado mucho durante el embarazo, y dan paso a otras dos hormonas que cobran protagonismo en el cuerpo de una mujer durante la lactancia: la prolactina y la oxitocina.

La prolactina está vinculada a la producción de la leche, por eso aumenta en este momento y hace que haya sequedad vaginal, irritación y hasta calores o sofocos (similares a los de la menopausia). La oxitocina, por su parte, es la hormona que estimula la salida de la leche, la misma que se segrega para desencadenar el parto y la que se produce durante el orgasmo.

Por eso, muchas mujeres tienen niveles tan altos de oxitocina que no sienten necesidad de tener relaciones sexuales. En otras situaciones, esta misma hormona es la responsable de que algunas mujeres tengan un reflejo de eyección con salida de leche. Además, estos cambios son los responsables de que algunas mujeres sientan placer cuando le dan el pecho (amamantan) a sus hijos, cosa que suele generarles bastante desconcierto e incluso sentimientos de culpa, aunque sólo se trate de algo hormonal.

Ahora bien, en medio de este maremoto de hormonas y emociones, que disminuya el deseo sexual no significa que no haya placer ni sensualidad. Por el contrario, la oxitocina también es conocida por su función en las relaciones sexuales, sensuales y afectivas y se relaciona con sentimientos de bienestar, seguridad, intimidad, apego y placer.

Por esto es tan importante la comunicación entre la pareja y que ambos puedan expresar abiertamente sus necesidades y emociones. Si eres hombre, debes tener en cuenta que las relaciones no son sólo genitales: abre tu mente a nuevas prácticas sexuales, es el momento ideal para jugar con todas las formas posibles de practicar el sexo, no sólo la penetración.

Piensa que, además, el útero de tu mujer está volviendo a su tamaño y a su estado antes del embarazo y es posible que ella tenga dolores o molestias físicas luego del parto, por ejemplo por los puntos recibidos luego de una cesáreao, en los casos de parto natural, porque tiene una episiotomía (la incisión que se practica desde la vagina hasta el ano o perineo, para agrandar la abertura vaginal para que el bebé pueda pasar más fácilmente). Mientras esos síntomas físicos están presentes (en general seis semanas), no se recomienda el sexo con penetración.

Más aún, una vez restablecida la normalidad física luego del parto, durante la lactancia hay muchos otros aspectos que pueden seguir afectando la sexualidad. El cansancio y el fuerte vínculo de la mamá con el niño, que pueden extenderse incluso hasta por dos años, es sólo un ejemplo.

Tengan en cuenta que durante toda esta etapa de lactancia, la espontaneidad desaparece y las interrupciones se vuelven moneda corriente. Por eso es importante que, de tanto en tanto, programen encuentros de pareja y se dediquen un tiempo el uno para el otro.

Y nunca pierdan de vista que la lactancia es sumamente importante para el crecimiento y la salud física y emocional del bebé y la mamá, y por lo tanto es un proceso que ambos padres deberían disfrutar y vivir con alegría. La propuesta es que ambos descubran nuevas formas de sentir, emocionarse y transmitir el amor, no sólo hacia el niño, como los flamantes padre y madre que son, sino también entre ambos miembros de la pareja.

Fuente: mujerypunto.com

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El conflicto oculto tras el dolor de cabeza

El conflicto oculto tras el dolor de cabeza

La cefalea es, en ocasiones, una queja muda, una señal de alarma que refleja un dolor interior que hay que descubrir antes de paliarlo con fármacos.

El síntoma del dolor de cabeza puede ser el indicador de un malestar que afecta al cuerpo, pero que proviene del pensamiento. A veces, en lugar de tomar sistemáticamente un analgésico, es más eficiente intentar averiguar cómo nos sentimos, qué nos disgusta o preocupa.

Encontrar el origen psíquico de la cefalea

Una vez descartadas las causas orgánicas, es decir, una patología que afecte a algún órgano, y que las recomendaciones higiénicas –dormir bien, comer con regularidad…– demuestren ser insuficientes para evitarlo, conviene indagar sobre ese malestar.

Nos hemos de preguntar no solo por el dolor que acompaña a la cefalea, sino por otro sufrimiento, el que ese dolor de cabeza representa.

Averiguar en qué consiste ese otro dolor supone situar el síntoma, es decir, encontrar el lugar y el momento en que se produce la cefalea y preguntarnos por los detalles, muchas veces considerados insignificantes, que preceden o rodean su aparición.

Entre las respuestas que podemos encontrar, muy variadas, aparece frecuentemente en primer lugar un disgusto, algo que produce gran frustración. Pero esa queja sobre lo que no nos satisface no alcanza a explicar la aparición, casi siempre periódica, del dolor de cabeza.

Al seguir indagando en ese desasosiego nos encontraremos con un conflicto: uno o varios momentos en la vida en que se nos plantea una encrucijada, una elección.

El problema es que esa elección es forzada, ya que, sea cual sea la alternativa por la que optemos, habremos tenido que elegir solo una, dejando las otras de lado.

Los conflictos psíquicos inconscientes son vividos como cuerpos extraños que, a veces, tienen el efecto en el “sufriente” de hacerle temer por un tumor cerebral. Otras veces dan la impresión de tener la cabeza hinchada, sensación que se produce por la lucha interior entre la energía ejercida por dichos conflictos y una energía contraria que intenta defenderse de ellos.

Como corolario, se desencadenan la vasodilatación, la vasoconstricción y las contracturas musculares, acciones inopinadas e involuntarias del organismo que desembocan en el dolor de cabeza.

Atacar la causa

La indagación destinada a suprimir el malestar encuentra escollos a veces muy grandes. Atacarlo solo orgánicamente, con medicamentos, si bien puede producir alivio momentáneo, nunca estable, no hace más que retrasar la solución, ya que el dolor es una señal de alarma de que algo está produciendo la molestia y es necesario esclarecerlo antes de suprimirla.

El escollo fundamental es que los razonamientos que nos ayudarían a decidir permanecen inconscientes, censurados durante el mismo relato de esos detalles circunstanciales de la aparición del dolor de cabeza.

Esta censura afecta también al conocimiento: no nos atrevemos a saber la causas porque así, con nuestro propio desconocimiento, aunque ello implique que no nos liberemos de ellas, mantenemos las condiciones en que se dieron: a veces amamos lo que más nos hace sufrir.

Se trata de una situación similar a la del duelo por alguien querido: poco a poco tendríamos que ir dejando atrás el sufrimiento por esa persona que no está, pero preferimos seguir en el dolor porque creemos que así no nos abandona del todo.

Liberar el dolor con las palabras

Desde el inicio del tratamiento, de la cura por la palabra, los síntomas corporales sin causa orgánica, como el dolor de cabeza, se pueden entender como una queja muda, aparentemente no dirigida a nadie, una forma en que nos expresamos sin tener que hablar de nuestro descontento, de nuestra rebelión o, sencillamente, de nuestro desconcierto.

Haciendo hablar a este síntomaes como liberaremos las fuerzas ocupadas en producirlo.

Para conseguirlo, solo se requiere una escucha atenta y consentir que la afectación física pueda aflorar a través de la palabra, ya que es en ella en la que nos enredamos y, sin embargo, lo único que nos dará las claves para deshacer ese embrollo.

Fuente: mentesana.es

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